El 1°
de julio se cumple el 43° aniversario de la desaparición el general Juan D.
Perón y poco después, el 3 de julio se conmemora el 84° aniversario de la
muerte de don Hipólito Yrigoyen. Parece un momento oportuno para recordarlos y
para trazar un breve paralelo biográfico entre los dos más grandes caudillos
populistas de Argentina en siglo XX.
En
este sentido, debemos comenzar por recordar que estos caudillos dieron origen a
los dos grandes partidos políticos que en Argentina reúnen la mayoría de las
preferencias electorales: la
Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista.
Desde
la aparición del peronismo como partido político en 1945 todos los gobiernos
constitucionales del país fueron implementados por alguno de estos dos grandes
partidos, ya sea en forma independiente o conformando alianzas con otras
agrupaciones políticas minoritarias. Así como Perón decía que en la Argentina de su tiempo
se nacía conservador o radical, desde su aparición en la escena política
nacional en nuestro país las grandes mayorías nacionales son radicales o
peronistas.
Las
similitudes no se agotan en este punto ambos llegaron en más de una oportunidad
a la presidencia de la nación – Perón es el único argentino electo tres veces a
la presidencia- por el voto libre de los ciudadanos. Ambos hicieron una primera
presidencia considerada como muy buena y no pudieron completar su segundo
período porque un golpe de Estado militar se lo impidió.
Tras
su derrocamiento ambos debieron soportar calumnias y proscripciones. Ambos
estuvieron detenidos en la isla de Martín García. Y a su muerte fueron
despedidos con dolor por el mismo pueblo que los había amado en vida y apoyado
en las urnas.
Aunque de indudable vocación democrática los dos participaron de golpes
de Estado: Yrigoyen tomó parte de la Revolución del Parque en 1890 y organizó la Revolución Radical
de 1905, en ninguno de estos casos tuvo éxito. Perón fue más afortunado como
golpista. En 1930, participó del derrocamiento de Yrigoyen –aunque después se
arrepentiría de esta intervención- y, en 1943, fue un actor principal en el
derrocamiento del gobierno de Ramón S. Castillo.
Ambos
contribuyeron a consolidar el sistema democrático ampliando la participación
política. Yrigoyen impulso el voto secreto y a abrió la participación política
a los estratos medios. Perón estableció el voto femenino y abrió la
participación a los sectores populares. Tanto Yrigoyen como Perón fueron
capaces de imponer como sucesores a políticos menores sin ningún apoyo
electoral: Marcelo T. De Alvear y Héctor J. Cámpora.
Ambos
fueron líderes populistas que consideraron a los sectores del poder oligárquico
como sus principales antagonistas. Hablaron mucho de una “revolución”, pero se limitaron a introducir tibias reformas y
correcciones a las instituciones democráticas. No obstante, una cosa es
evidente y conviene reiterarla; la
Argentina no fue la misma después de su paso por el poder.
Pero,
más allá de estos aspectos que los identifican muchos otros los diferencian.
Yrigoyen
era un idealista que se guiaba por una férrea moral derivada de la filosofía
krausista. Aunque se enriqueció con su esfuerzo y trabajo en la actividad
privada murió pobre en medio de la mayor austeridad y pobreza. Aunque, en
verdad no exhibió la misma honestidad cuando tuvo que emplear los recursos del
Estado en favor de algún “correligionario”
necesitado. El populismo siempre termina derivando en clientelismo y
corrupción.
Era un
hombre recto que por sobre todo honraba su palabra y que consideraba que un
apretón de manos era suficiente para sellar un compromiso. El líder radical fue circunspecto e
introvertido, le gustaba rodearse de un aura de misterio, jamás habló en público
y su oratoria era pobre y compleja.
Compensaba
sus deficiencias como orador con un particular magnetismo personal que imponía
en los contactos directos cara a cara con sus interlocutores. Sabemos que cursó
estudios universitarios y que fue profesor de filosofía. Pero sus alumnos lo
recordaban como un mal profesor, no dejó ningún libro escrito, odiaba mantener
correspondencia y los textos de sus discursos y escritos son de escaso valor
literario, ideológico o político. Como se ha dicho anteriormente, nunca salió
del país, ni mostró interés por los adelantos científicos, más bien tenía
cierto rechazo hacia las innovaciones de su tiempo tales como el teléfono o el
avión.
Perón
era un pragmático que no se guiaba por principios filosóficos o políticos rígidos,
sino que tomaba las ideas que mejor le servían según las circunstancias. Aunque
no los citaba su accionar parecía guiado por una muy particular combinación de
los principios de conducción militar de Clausewitz y los consejos políticos de
Maquiavelo.
Aunque
Perón no era pobre tampoco poseía una gran fortuna pero es evidente que dejó el
gobierno con más dinero que el que tenía cuando ingresó y a su muerte su
herencia fue considerable. Incluso llegó a considerar al poder político y al
gobierno como una suerte de bien conyugal que podía trasmitir a sus esposas.
Para desgracia de los argentinos, dejo la presidencia en herencia a su tercera
esposa, María Estela Martínez Carta, la mayor nulidad política que ha ocupado
el “sillón de Rivadavia”.
Perón
era extrovertido, un orador consumado que podía crear un vínculo especial tanto
con sus auditorios como en las entrevistas particulares. Para ello acomodaba
sus argumentos recurriendo a simplificaciones, exageraciones o pequeñas
inexactitudes. Acompañaba sus discursos con gesticulaciones, sonrisas
cautivadoras y guiños cómplices. En ocasiones, frente a las masas, podía perder
el control recurrir a improperios e incluso incitar a la violencia.
Sus
únicos estudios fueron esencialmente de carácter militar, pero los completó con
intensas lecturas. Esta formación no sólo le permitió convertirse en profesor
de la Escuela
de Guerra, sino también dejar gran cantidad de libros no sólo doctrinarios,
sino también estudios históricos y de estrategia militar. Al mismo tiempo, produjo
otros escritos y dejó una frondosa correspondencia entablada con distintas
personas. Durante su exilio forzado recurrió a la grabación de discos y videos
para difundir sus ideas que son importantes testimonios históricos.
Perón
era un hombre de mundo abierto a todas las innovaciones y cambios. Antes de
llegar a la presidencia Perón había vivido en Chile como diplomático y
recorrido la Europa
del período previo a la
Segunda Guerra Mundial. Después de su derrocamiento, vivió
diecisiete años fuera de la Argentina. Durante este exilio residió brevemente
en Paraguay, Panamá, Venezuela, Santo Domingo y, en forma más prolongada en su
residencia “17 de Octubre”, en el
barrio madrileño de Puerta de Hierro, en España. Mostró siempre un especial
interés en el futuro. Una de sus sentencias predilectas era augurar que el año
2000 encontraría a la
América Latina unida o dominada.
También
se diferenciaron en su vida privada. Yrigoyen no se casó nunca, sin embargo,
tuvo diversas parejas y varios hijos a los cuales no reconoció. Pero, como
cubrió su intimidad con un manto de reserva y hasta secreto, no fue cuestionado
por ello. Sin embargo, su entorno siempre fue familiar. De joven contó con el
apoyo de su tío Leandro Alem y luego del afecto de su hermano Martín y de su
hija Elena quien lo acompañó hasta sus últimos momentos.
Perón,
por el contrario, se casó en tres oportunidades y enviudó dos veces, pero no
tuvo hijos. Al ser más abierto y haber convertido a sus esposas en
personalidades políticas sufrió múltiples ataques por su vida privada, en
especial por su predilección por las mujeres de menor edad que él.
Puede
decirse que era un hombre solitario, distanciado por razones profesionales de
su entorno familiar. Su círculo íntimo se fue modificando con el tiempo y con
sus sucesivos matrimonios. Sus últimos días, lo encontraron rodeado de un muy
particular entorno conformado por su tercera esposa María Estela Martínez
Cartas y un personaje siniestro: su secretario y Ministro de Bienestar Social,
José López Rega. Un ex cabo de la Policía Federal , de inclinaciones exotéricas, a
quien sus íntimos llamaban “hermano
Daniel”.
Tal
es el paralelo que podemos establecer entre los hombres que forjaron la cultura
política de los argentinos a lo largo del siglo XX y cuya herencia aún hoy está
presente en su pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario