El 26 de julio de 2022 se
cumplen setenta años de la desaparición de Eva Perón una mujer que se convirtió
en uno de los mayores mitos de los argentinos. Este trabajo pretende resumir
los hechos que rodearon su muerte y el macabro destino de sus restos mortales.
ÍNDICE
1.
MITO
2.
ENFERMEDAD
Y MUERTE
3.
LA
CANDIDATURA A VICEPRESIDENTE DE EVA PERÓN
4.
EL
CABILDO ABIERTO DEL JUSTICIALISMO
5.
EL
RENUNCIAMIENTO
6.
EL
PRINCIPIO DEL FIN
7.
LA
PRESENVACIÓN DEL CADÁVER
8.
SANTA
EVITA
9.
LA
DESAPARICIÓN DEL CADÁVER
10. REFLEXIONES FINALES
11. BIBLIOGRAFÍA
1.
EL
MITO
Eva Perón nació el 7 de mayo de 1919 y falleció el
26 de julio de 1952, es decir que vivió tan solo 33 años. Sin embargo, su vida
pública transcurrió entre enero de 1944, en que conoció al entonces
viceministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión, coronel Juan D.
Perón, y su muerte en 1952, cuando su esposo iniciaba su segunda presidencia.
Es decir, que su vida pública fue de tan solo ocho años en los que nunca
ejerció ningún cargo oficial.
Pero no fue hasta mediados de julio de 1946 en que
comenzó a concurrir tres veces por semana a una oficina habilitada para ella en
el Edificio de Correos por su amigo el director de Correos, Oscar Nicolini y el
23 de septiembre se instaló en la Secretaría de Trabajo y Previsión, sita en el
antiguo Consejo Deliberante en las calles Perú e Hipólito Yrigoyen, para
mantener reuniones con sindicalistas.
No obstante, su gran trabajo en favor de los
humildes lo llevó a cabo a través de la Fundación de Ayuda Social María Eva
Duarte de Perón creada el 19 de junio de 1948 por decreto Nº 20.564.
Si tomamos en consideración que los primeros
síntomas del cáncer de útero que terminaría con su vida comenzaron a hacerse
evidentes y a restringir casi totalmente sus actividades políticas en septiembre
de 1951, resulta evidente que su incidencia en la política argentina ha sido
mucho menor de lo que comúnmente se cree. Ha sido la propaganda del peronismo y
los historiadores peronistas quienes han creado el mito de Eva Perón.
Sin embargo, en este trabajo nos ocuparemos especialmente
del proceso que rodeo su muerte, el aprovechamiento político que realizó el
gobierno peronista y la posterior macabra manipulación que se llevó a cabo con
su cadáver.
2.
ENFERMEDAD
Y MUERTE DE EVITA
El día 9 de enero de 1950 mientras
presenciaba la inauguración de un local sindical en Dock Sud, Evita sufrió un
desmayo. No hubo información oficial sobre el hecho ni pareció preocupante,
dado el intenso calor de la jornada. Tres días más tarde, Evita era internada
en el Instituto del Diagnóstico y operada de apendicitis; poco después
retornaba a sus actividades habituales, sin mostrar huellas aparentes del
episodio.
Sin embargo, la versión que años
después brindó el cirujano que la operó, establecía que fue en ese momento, a
través de los diversos análisis efectuados, cuando se evidenció la existencia
de un quiste probablemente canceroso en la matriz de la enferma. El médico era
el doctor Oscar Ivanissevich, eminente cirujano y, además, en ese momento,
ministro de Educación. Pero, la sola sugerencia de que debía someterse a una
revisión más prolija y, eventualmente, operarse de nuevo, chocó la férrea
negativa de Eva Perón.
Es probable que, de haber sido
intervenida en esa oportunidad habría podido continuar su vida sin mayores
consecuencias. La madre de Evita, Juana Ibarguren, había padecido el mismo mal
años atrás, y una oportuna extracción quirúrgica terminó con su problema. De
todas maneras, esto no ocurrió y la enfermedad siguió su desarrollo.
Durante 1950 Evita desarrolló una
incasable actividad al frente de la Fundación Eva Perón y de la “rama
femenina” del peronismo. Eva Perón se encontraba en el cenit de su
popularidad y de su influencia política. Estaba rodeada por un grupo de
incondicionales, como Héctor J. Cámpora, Atilio Renzi, José Freire, y los
dirigentes de la cúpula de la C.G.T., José Espejo, Isaías Santín y otros.
También solía frecuentar un grupo de poetas y escritores con los que cenaba a
veces.
Por ese entonces, su aspecto
personal sufrió una gran transformación, la sobriedad en sus peinados y vestidos
inauguró un estilo despojado, al mismo tiempo desaparecieron las joyas con que
se adornaba. Su piel, que siempre había sido hermosa, tomó un leve tono
nacarado que subrayaba la línea de los pómulos y le agrandaba los ojos. Su
imagen ganó distinción y fragilidad...
El lunes 24, de septiembre de 1950,
los médicos informaron a Perón que Evita “padecía un cáncer de útero, muy
desarrollado y con peligrosas consecuencias marginales”. El padre Hernán
Benítez, que estaba presente cuando le dieron la noticia a Perón, dijo: “Este
fue el mayor impacto jamás recibido por Perón. Su vida quedó alterada por
completo. Supo exactamente lo que le aguardaba en el mismo momento en que le
dieron la noticia, pues su primera esposa, Aurelia Tizon, había sufrido la
misma enfermedad, y tras haber intentado todo tipo de tratamiento sin el menor
éxito, murió entre grandes dolores que le afectaron probablemente más a él que
a ella”.[i]
3. LA
CANDIDATURA DE EVA PERÓN A VICEPRESIDENTE
El 2 de agosto de 1951, el Comité
Confederal de la CGT emitió un comunicado por el cual doscientos de sus
miembros pidieron que Perón fuera nuevamente candidato a la presidencia y que
Eva Duarte fuera candidata a vicepresidente.
Al día siguiente una reunión de
delegadas y subdelegadas censistas (militantes) del Partido Peronista Femenino,
en la quinta presidencial de Olivos, proclamó su adhesión a la fórmula Perón –
Perón. Por unos días pareció que el entusiasmo de las bases, sobre todo de la
rama femenina, ganaría la partida. La CGT organizó una manifestación para que
el 22 de agosto el pueblo le pidiera a Evita que aceptase la candidatura.[ii]
En esos días, el ministro de Guerra,
general Franklin Lucero, le dice en confidencia al empresario Jorge Antonio: “Mire
Jorge, a usted el Presidente lo escucha mucho y sería importante, sería muy
importante, que le hiciera llegar nuestra preocupación, la de los amigos de él,
porque se habla de la candidatura de la Señora para vicepresidente. Eso va a
caer muy mal en el Ejército y a mí me cuesta un trabajo bárbaro parar eso.”[iii]
4. EL
CABILDO ABIERTO DEL JUSTICIALISMO
El 22 de agosto de 1951, tuvo lugar
una gran manifestación callejera convocada por la CGT para consagrar la fórmula
Perón – Perón. Para ello se levantó un gran palco sobre la Avenida 9 de Julio y
su intersección con la calle Moreno. Las columnas de manifestantes comenzaron a
llegar desde temprano con grandes carteles que anunciaban “Perón – Perón
1952 – 1958” y un gran número de mujeres se situaron cerca del palco con
pañuelos blancos en la cabeza o agitándolos en sus manos. Perón acompañado de
Evita pálida y demacrada se hizo presente en las primeras horas de la tarde.
Luego de la interpretación del Himno Nacional habló aceptando la candidatura.
Llego el momento de hablar para Eva Perón que pronunció uno de sus clásicos
discursos apasionados y llenos de
resentimiento.
Dijo en esa ocasión Evita: “Excelentísimo
Señor Presidente, mis queridos descamisados de la patria: es para mí una gran
emoción encontrarme otra vez con los descamisados, como el 17 de octubre y como
en todas las fechas en que el pueblo estuvo presentes. Hoy, mi General, en este
Cabildo del Justicialismo, el pueblo que en 1810 se reunió para preguntar de
qué se trataba, se reúne para decir que quiere que el general Perón siga
dirigiendo los destinos de la Patria”… “¡Con Evita!” “¡Con Evita!, se
escucha en la multitud… “Sabe también que la oligarquía, que los mediocres,
que los vendepatrias todavía no están derrotados y que desde sus guaridas
atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad… Ellos no perdonarán jamás
que el general Perón haya levantado el nivel de los trabajadores, que haya
creado el Justicialismo, que haya establecido que en nuestra Patria la única
dignidad es la de los que trabajan… Yo que siempre tuve en el general Perón a
mi maestro y mi amigo… en todos estos años de mi vida me he dedicado las noches
y los días a atender a los humildes de la Patria sin reparar en los días, ni en
las noches, ni en los sacrificios… Yo no soy más que una mujer del pueblo
argentino, una descamisada de la Patria, pero una descamisada de corazón… Y a
ellos les duele que Eva Perón se haya dedicado al pueblo argentino, les duele
que en vez de dedicarse a fiestas oligárquicas, se haya dedicado a mitigar
dolores y restañar heridas… Aprovecho para agradecer a todos los humildes, a
todos los trabajadores, a todas las mujeres, niños y hombres de la Patria, que
en su corazón han levantado el nombre de una mujer, de una humilde mujer que
los ama entrañablemente y a la que no le importa quemar su vida si ello lleva
un poco de felicidad a algún hogar de la Patria”...
Hace
un poco de silencio y luego dice… “Yo siempre haré lo que diga el pueblo…”
Una ovación cerrada surge desde la multitud entendiendo que esas palabras
constituyen la aceptación de la candidatura. Sin embargo, ella agrega: “…pero
yo les digo hoy que prefiero ser Evita porque siendo Evita sé que me llevarán
siempre dentro de su corazón… Sobre mis débiles espaldas de mujer argentina
ustedes cargan una enorme responsabilidad. No sé cómo pagar el cariño y la
confianza que el pueblo deposita en mí. Lo pago con amor queriéndolo a Perón y
queriéndolos a ustedes, que es como querer a la Patria…”
“El discurso concluye con palabras
emocionadas, en verdadera crisis de llanto: “Yo no hecho nada, todo es
Perón. Perón es la Patria, Perón es todo y todos nosotros estamos a distancia
sideral del líder de la nacionalidad. Yo mi General, con la plenipotencia
espiritual que dan los descamisados de la Patria, os proclamo, antes que el
pueblo os vote, el once de noviembre, presidente de todos los argentinos. La
Patria está salvada porque está en manos del general Perón. A ustedes,
descamisados de mi Patria y a todos los que me escuchan, los estrecho
simbólicamente muy, pero muy fuertes, sobre mi corazón.”[iv]
5. EL
RENUNCIAMIENTO
El 31 de agosto, Eva Perón se
dirigió al pueblo a través de la Red Argentina de Radiodifusión, con lentitud y
con voz doliente dijo: “Compañeros quiero comunicar al pueblo argentino mi
decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los
trabajadores y el pueblo de mi Patria quisieron honrarme en el histórico
Cabildo Abierto del 22 de agosto… He meditado mucho en la soledad de mi
conciencia y reflexionado fríamente, he tomado tomado mi propia decisión que en
forma irrevocable y definitiva he presentado ya ante el Consejo Superior del
Partido Peronista y en presencia de nuestro jefe supremo, el general Perón…”[v]
Inmediatamente, la maquinaria de
propaganda oficalista se puso en marcha para hablar de su “renunciamiento” pero
fue una decisión que se vio obligada a tomar por presión de las fuerzas armadas
y a la cual Perón se plego en último término.
Marysa Navarro opina respecto de
este proceso: “…a pesar de las loas peronistas al renunciamiento, el hecho es
que la fórmula Perón – Perón podía ser un sueño realizable para ella, la mujer
más poderosa e influyente de la Argentina, Por mucho que lo negara, tuvo
ambiciones políticas, algo que la oposición le enrostraba como el peor insulto
que podía lanzar contra ella, pues era una pasión admirable en un hombre, pero
supuestamente despreciable para una mujer. Evita buscó la vicepresidencia,
permitió que la CGT y sobre todo la rama femenina (que no actuaba sin su
consentimiento) propusiera y exigiera la fórmula Perón – Perón y preparara el
22 de agosto. Mantuvo abierta la posibilidad de su candidatura hasta el último
momento. Pero entendió que había perdido la pulseada, aceptó su derrota y se
retiró a la residencia”.[vi]
Durante 1951 pese a los intentos de
ocultar el estado de salud de Evita por parte del gobierno se hizo evidente que
algo ocurría. El 24 septiembre Evita debió guardar cama y se le practicó una
transfusión de sangre. Su estado de salud era tan delicado que no pudo
participar de la campaña electoral. Sin embargo, el 17 de octubre, el Día de la
Lealtad se festejó en honor de Evita, haciendo un supremo esfuerzo la “abanderada
de los humildes” se hizo presente en el balcón de la Rosada para pronunciar
un desgarrador discurso, que concluía diciendo: “Mis descamisados yo quisiera
decirles muchas cosas, pero los médicos me han prohibido hablar. Yo les dejo mi
corazón y les digo que estoy segura, como es mi deseo, que pronto estaré en la
lucha, con más fuerza y más amor, para luchar por este pueblo al que tanto amo,
como lo amo a Perón... Pero si no llegara a estar por mi salud, cuiden al
general, sigan fieles a Perón como hasta ahora, porque eso es estar con la
Patria y con ustedes mismos”.[vii]
6. EL
PRINCIPIO DEL FIN
A partir del renunciamiento, su vida tomó un giro cada
día más penoso. La salud de Evita empeoró tras la aparición en público, el 24
de septiembre cayó gravemente enferma y tuvo que interrumpir sus actividades.
El golpe militar del general Benjamín Menéndez la sorprendió todavía recluida
en la Residencia y se decidió que, a pesar de su debilidad física, no podía
demorarse más una intervención quirúrgica.
El 17 de octubre estuvo dedicado a Evita oficialmente y,
aunque ya muy enferma, asistió a la concentración en Plaza de Mayo. Perón
pronunció un discurso excepcionalmente generoso hacia Evita. Cuando ella habló,
pidió a los descamisados que jurarán defender a Perón hasta la muerto y que
gritarán, allí mismo, “La vida por Perón”.
Veinte
días después era internada en el Policlínico Presidente Perón, perteneciente a
la Fundación, ubicado en la localidad de Avellaneda. No se dio ninguna
información, pero la noticia corrió de boca en boca, y en la calle del hospital
se congregaron unas veinte mil personas, algunas de las cuales permanecieron
allí todo el tiempo que Evita estuvo en el hospital.
Eva Duarte fue operada, el 6 de noviembre, por un médico estadounidense,
el doctor George Pack, cirujano del Memorial Sloane –Kettering Center de Nueva
York ayudado por profesor argentino, Jorge Albertelli. El doctor Pack aceptó
realizar la operación en total secreto e incluso no cobró honorarios por la
misma. Tanto para Evita como para el resto del país la operación fue realizada
por el doctor Ricardo Finochietto, el prestigioso cirujano director del
hospital Presidente Perón.
El 11 de noviembre de 1951, desde su cama en el hospital,
Evita -y otros dos millones doscientas mil mujeres argentinas- votó por primera
vez. Las fotografías tomadas en la oportunidad muestran los estragos que la
enfermedad había producido en su organismo.
El 14 de noviembre, Eva Perón fue trasladada desde el
hospital a la residencia presidencial, el Palacio Unzué, en una ambulancia y
alojada en un nuevo dormitorio alejado del que ocupaba con el general Perón. La
Residencia Presidencial estaba ubicada en un amplio terreno delimitado por
Avenida del Libertador, Agüero, Austria y Avenida Las Heras. Sería demolida por
el gobierno del general Pedro E. Aramburu, en 1957, y actualmente allí se
levanta la Biblioteca Nacional.
La habitación de la Residencia en la
que Evita se recuperaba se situaba en el primer piso de la señorial casona,
tenía dos ventanales orientados hacia los jardines que daban sobre la avenida
del Libertador. En el interior, la luz filtraba a través de un espeso cortinado
de voile blanco y terciopelo rojo, alfombras de color rosa. Las visitas se
sentaban en un amplo sofá tapizado en rosa Francia o a los pies de la acolchada
cama Luis XV que ocupaba la enferma. El
cuarto era amplio, y sobre una de las paredes un Cristo del Corcovado, repujado
en plata negra reforzaba el dolorido clima reinante. Según una versión, Evita,
al verla, dijo: “pensar que tengo
que morirme para tener una habitación como está”.[viii]
Durante
algún tiempo, mientras se recuperaba de la operación, a Evita le parecía que
podría volver a iniciar alguna de sus actividades. Ya fuera por el dolor o por
la medicación, o simplemente porque sabía que se estaba muriendo y le quedaba
poco tiempo, los discursos de Evita se hicieron más y más violentos. Afectada
por el intento de golpe de Estado del general Menéndez compró armas para la C.G.T.
a fin de que los obreros pudieran defender a Perón. Mientras que efectuaba
frecuentes amenazas contra los opositores y referencias mesiánicas a la otra
vida. Posteriormente, algunos historiadores y políticos interpretaron que tales
expresiones evidenciaban el carácter revolucionario del pensamiento y acción de
Evita. Dos décadas después las palabras de Evita al borde de la muerte
servirían a una generación distinta de peronistas -los partidarios de la “patria
socialista”, jóvenes revolucionarios como los Montoneros-, para justificar
el empleo de la violencia política.
Sin
embargo, las palabras de Eva Perón no eran más que desgarradoras expresiones de
dolor e impotencia. El 1º de mayo de 1952, Evita, estaba tan debilitada que
sólo pudo aparecer en el balcón de la Rosada sostenía por Perón. Allí y en esas
condiciones pronunció uno de sus más violentos discursos y llenos de odio.
Después de defender a Perón como el “auténtico líder del pueblo” y atacó
a sus enemigos ferozmente diciendo: “Si es necesario ejecutaremos la
justicia con nuestras manos. Pido a Dios que no permita que esos insensatos
levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, ¡yo saldré con el pueblo
trabajador, con las mujeres del pueblo, con los descamisados de la Patria para
no dejar ni un ladrillo que no sea peronista!”.[ix] Ese sería su
último discurso.
Estas
palabras, como resulta lógico, incrementaron el repudio de los opositores
contra Evita. Ni la inminencia de su muerte podía atemperar el rechazo que Eva
Perón generaba en algunos sectores. En las paredes de la ciudad de Buenos Aires
aparecían inscripciones diciendo: “Viva el cáncer”. También circulaban los rumores más disparatados se decía –por
ejemplo- que en los hospitales se les sacaba clandestinamente sangre a los
niños porque Evita necesitaba “sangre
joven y fresca”.
El
7 de mayo cumplió 33 años. Fue el único día de actividad oficial en que no
cambio de vestido desde la mañana hasta la noche. Fue una jornada intensa,
durante la cual recibió un gran número de visitas. Había un fotógrafo oficial,
que tomó fotos de Evita con sus invitados. “Todos querían sacarse su última
foto junto a Evita”, recordó Apold muchos años después.[x]
Un
día después, contra todas las recomendaciones, asistió al casamiento del
cantante de boleros Daniel Adamo con Emma Nicolini, hija del ministro de
Comunicaciones de Perón. Quiso cumplir con una promesa que había hecho hacia
tiempo: ser la madrina de Emma en la boda.
El
4 de junio de 1952 Perón asumió la presidencia de la Nación por segunda vez y
Evita acumuló sus últimas fuerzas para ser parte de las ceremonias, pese a la
oposición de Perón. Gracias a un armazón de yeso y alambre y a una abundante
dosis de sedantes, Eva Perón pudo asistir de pie a la ceremonia de jura ante la
Asamblea Legislativa y luego recorrer la Avenida de Mayo desde el Congreso a la
Casa Rosada al lado del presidente en un automóvil descapotable, saludando a la
multitud enfervorizada. Evita estaba –como dice Luna- más hermosa que nunca,
pero con el perfil de la muerte marcando su rostro. Por ese entonces, después
de diez meses enfermedad pesaba tan solo treinta ocho kilos, y seguía perdiendo
peso...[xi]
Ante
la inminencia de la desaparición de Eva Perón sus partidarios se lanzaron a
realizar toda suerte de homenajes y misas. En tanto que los funcionarios del
régimen peronista comenzaron una suerte de competencia, donde los tributos más
sinceros se mezclaban con la obsecuencia más aberrante. El Congreso Nacional resolvió denominar
“Período Legislativo Eva Perón” al de ese año y, por iniciativa del presidente
de la Cámara de Diputados, Héctor J. Cámpora, se el otorgó el título de “Jefa
Espiritual de la Nación”; para no descompensar las cosas, el previsor
diputado incluyó en su proyecto el título de “Libertador de la República” para
el propio presidente... A mediados de junio, Cámpora presentó otro proyecto,
aprobado inmediatamente, para conceder a Evita el gran collar de la Orden del
Libertador General San Martín, una preciada obra de joyería que –según Fraser y
Navarro- contenía 753 piedras preciosas y seis distintas reproducciones
emblemáticas: el escudo peronista, la bandera nacional, una corona de laurel,
un cóndor, los escudos de las catorce provincias y, por supuesto, el emblema
nacional, realizado en oro, platino, diamantes y esmaltes.[xii]
La nueva provincia de La Pampa se llamaría Eva Perón; la ciudad de Quilmes
había cambiado su nombre colonial por el Eva Perón; escuelas, hospitales,
barrios, buques, calles, plazas, etc. se bautizaban con su nombre; mismo tiempo
se multiplicaban las misas y procesiones pidiendo por su salud.
El
sábado 26 de julio de 1952, un desapacible día de invierno se hizo evidente que
el final estaba próximo. Temprano llegó a la Residencia su hermana Elisa para
reemplazar a su hermana Blanca en el cuidado de la enferma. Luego llegó la
madre, Juana Ibarguren y al mediodía su otra hermana Erminda.
La
gente siguió las alternativas del agravamiento del estado de Evita a través de
los boletines que emitía Radio del Estado. En el primero informaba que “el
estado de salud de la señora Eva Perón ha declinado sensiblemente”, el
siguiente alertaba que “la señora está muy grave” y ya a las veinte horas el
parte advertía que “la ilustre enferma ha perdido el conocimiento”.
Según
la versión oficial del peronismo, rodeaban el lecho de la moribunda los
doctores Ricardo Finochietto, quien le sostenía la mandíbula, y el doctor
Alberto Taquini, quien le tomaba el pulso. A las seis de la tarde, Eva había
entrado en un estado de inconsciencia. También estaban a su lado Perón, su
madre, sus hermanas, su hermano Juan, Héctor J. Cámpora, presidente de la
Cámara de Diputados: Carlos Aloé gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Atilio Renzi secretario privado de Eva, Raúl Apold, subsecretario de Prensa,
Oscar Nicolini, viejo amigo de la familia Duarte y Orlando Bertolini, esposo de
Erminda.
A
las 2023, Finochietto le soltó la mandíbula y le hizo un gesto al presidente
Perón indicándole que su esposa había fallecido. Taquini dijo: “ya no hay
pulso”.
El
primero en reaccionar fue Apold. Rápidamente salió de la habitación y ordenó la
redacción de un comunicado de prensa informando que a las 20 y 25, la señora
Eva Perón entró en la inmortalidad- “Urgente, a todas las radios y agencias
de noticias. ¡Ojo, eh! A las 20 y 25”. Era una hora más fácil de recordar.
Pasadas
las 21.30 horas el locutor oficial Jorge Furnot, de Radio del Estado,
anunciaba: “Cumple la subsecretaria de Informaciones de la Presidencia de la
Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20 y
25 ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa espiritual de la Nación”.
El
comunicado fue emitido cada quince minutos. Las radios suspendieron sus
programaciones, que fueron reemplazadas por emisiones de música sacra.
Mientras tanto, Perón ordenó
desalojar la habitación donde yacía el cuerpo de su esposa y convocó al
peluquero Julio Alcaraz, quien atendía a Evita desde sus inicios como actriz y
era el primero en entrar cada mañana a su habitación para peinarla. En una ocasión
Evita le pidió: “Julio, un día me vas a prometer delante del general que ni
siquiera después de muerta me vas a abandonar”.[xiii]
7.
LA VERSIÓN SOBRE UNA SUPUESTA LOBOTOMÍA
En agosto de 2011, en la
Universidad Nacional de Cuyo, el neurocirujano Daniel Nijensohn dio a conocer
esa hipótesis, que luego publicó en una revista especializada y fue divulgada
por distintos medios. En un reportaje del diario La Nación, el doctor
Nijensohn, nacido en la Argentina y profesor de la estadounidense Universidad
de Yale, señalaba: “Nuestra investigación comenzó en 2005, cuando el cirujano
húngaro George Udvarhelyi, que vivió en la Argentina entre 1948 y 1953, declaró
al diario Baltimore Sun que
había participado de una lobotomía que se le realizó a Eva Perón. […] No sabemos
la fecha exacta, pero sospechamos qué para su última aparición pública, cuando
Perón asumió su segunda presidencia, ya había sido operada”.
Según el doctor Nijensohn,
la operación habría sido realizada por James L. Poppen, un célebre
neurocirujano estadounidense que visitó la Argentina en varias oportunidades y
tenía muy buenas relaciones con el peronismo. El propio Poppen, en 1955, publicó un libro en que
valoraba positivamente a Perón y a su gobierno. Pero en esa obra,
Poppen menciona haber estado en la Argentina y tratado a Perón en tres
ocasiones, en los años 1949, 1950 y 1954. En las dos primeras visitas tuvo
oportunidad de ver también a Evita, pero en ningún momento menciona viaje
alguno en 1952.
Más aun, al contar en su
libro “Perón, el hombre” su
tercer viaje a Buenos Aires en 1954, cuando recibió la condecoración de la
Orden del Mérito del gobierno argentino, deja en claro que hacía cuatro años
que no visitaba el país.
El doctor George
Udvarhelyi, única fuente primaria sobre la supuesta lobotomía, falleció en
2010; Poppen, a quien se le atribuye la operación, murió en 1978. Ninguna otra
persona vinculada al cuidado de la salud de Evita, ni nadie de quienes
estuvieron a su alrededor en esos meses finales, en sus muchas declaraciones y
testimonios a lo largo del medio siglo pasado desde entonces hizo referencia
alguna a otra intervención quirúrgica fuera de la operación de noviembre de
1951 y las biopsias de comienzos de 1952. De haber ocurrido, se trataría de la
operación más secreta de la historia de la medicina, y por los testimonios
sobre los últimos días de Eva, sin el resultado buscado.
Consultado especialmente
por el historiador Felipe Pigna, para su Evita. Jirones de su vida,[xiv]
sobre el
tema, señaló el doctor Daniel López Rosetti: “La paciente cursó su enfermedad
durante dos años y medio. Del seguimiento de la sintomatología resulta evidente
que clínicamente empeoró sensiblemente en los últimos dos o tres meses. A la
pérdida de peso se agregó la falta de aire debido a metástasis pulmonares. Los
dolores eran tratados con dosis crecientes de morfina, que seguramente estaba
dimensionada a los requerimientos en términos de disminuir el dolor producido
por el tumor y sus metástasis, como así también proveer la sedación necesaria.
La morfina es una sustancia analgésica sumamente potente, sobre todo en una
paciente que hacia el final de sus padecimientos pesaba tan solo 36 kg. No
parece razonable optar en ese momento por una lobotomía para el tratamiento del
dolor, ya que la morfina resultaba suficiente y el cuadro clínico era
claramente terminal y el pronóstico de vida era muy malo a cortísimo plazo.
“Por otro lado, la
lobotomía iba acompañada de efectos colaterales claros en la conducta y las
funciones emocionales e intelectuales superiores. Los pacientes sometidos a
lobotomía cambian de carácter. Los lóbulos frontales resultan ser la parte del
cerebro donde anida el ser mismo. La propia identidad, el modo de ser, la
emocionalidad, el autocontrol.
“La persona “lobotomizada”
deja de ser quien es. Al menos deja de ser quien era. No la reconoceríamos como
tal, no sería la misma. Es aquí donde la historia clínica nos aporta más datos.
Quienes interactuaron socialmente con la paciente hasta sus últimos momentos,
la describen como coherente y consecuente al temperamento y el carácter con el
cual la habían conocido.
“Son varios los
testimonios que avalan esta conducta clínica. Pero hay uno que me consta en
forma personal y que aporta datos clínicos de interés. Se trata de María
Eugenia Álvarez, enfermera personal de la paciente y que acompañara a la misma
hasta el último momento de su vida. Entrevisté a dicha profesional en tres
oportunidades. Dos en forma personal y una en forma telefónica. Durante las
entrevistas tomé la precaución de repetir preguntas “clave” de un cuestionario
previamente formulado. En las tres oportunidades la enfermera tratante
respondió coherente y coincidentemente al cuestionario, otorgando verosimilitud
al relato en todos sus detalles. Hay algo más. También le consulté,
puntualmente, si a la paciente le habían realizado una lobotomía con la
finalidad de disminuir los dolores. Respondió negativamente y con argumentos
clínicos sólidos. Además de la respuesta formal al cuestionario, del cual se
desprende el mantenimiento de la conducta intelectual y emocional de la
paciente hasta el final, hay algo más, le creí.
“En medicina hay un
principio rector, “la clínica es soberana”. Esto significa que el examen
clínico del paciente en su aspecto intelectual, emocional y físico arroja una
impresión diagnóstica relevante. En este caso, el mantenimiento de la
intelectualidad, la emocionalidad y el estilo conductual hasta el final de la
historia clínica es incompatible con los efectos colaterales de una
neurocirugía de lobotomía. En consecuencia, teniendo en cuenta la evidencia
testimonial circunstancial por un lado y la historia clínica por el otro,
considero sumamente improbable que la paciente hubiera sido sometida a una
lobotomía”.[xv]
El análisis médico
realizado por el Dr. López Rosetti coincide con que indica la lógica y las
filmaciones existentes sobre la participación de Eva Perón en la asunción del
cargo por su esposo el 4 de junio, a 42 días de su muerte, que la muestra muy
desmejorada pero en pleno uso de sus facultades mentales y los distintos
testimonios de las personas que la trataron en los últimos días de su vida.
8. LA
PRESERVACIÓN DEL CÁDAVER
A
los efectos de preservar los restos mortales de Eva Perón, el Gobierno convocó
al doctor Pedro Ara Sarría, un médico español, por ese entonces catedrático de
Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba. El
doctor Ara era una autoridad mundial en materia de preservación de restos
humanos. Sus particulares métodos de conservación, cuyo secreto se llevó a la
tumba, mejoraban considerablemente la parafinización que había ideado Leo
Frederiq en 1876, y permitían mantener todos los órganos del cuerpo, preservando
su apariencia en vida, y su tarea se distinguía, especialmente, por sus
cualidades estéticas. Era capaz de convertir a la escultura funeraria del
cuerpo humano y dar a la muerte la apariencia de un sueño convertido en arte.
El
doctor Ara trabajo en un taller construido especialmente según sus instrucciones
en el segundo piso del edificio de la C.G.T. Un año después el médico informaba
por escrito a la Comisión Nacional Monumento a Eva Perón, Ley 14.124 el estado
de su trabajo en la siguiente forma: “... el cadáver de la Excma. Señora
Doña María Eva Duarte de Perón, impregnado de sustancias solidificables, puede
estar permanentemente en contacto del aire, sin más precauciones que las de
protegerlo contra los agentes perturbadores mecánicos, químicos o térmicos,
tanto artificiales como de origen atmosférico.- No fue abierta ninguna cavidad
del cuerpo. Conserva, por tanto, todos sus órganos internos, sanos o enfermos,
excepto los que le fueran extirpados en vida por actos quirúrgicos. De todos
ellos podría hacerse en cualquier tiempo un análisis microscópico con técnica
adecuada al caso. No le ha sido extirpada ni la menor partícula de piel ni de
ningún otro tejido orgánico: todo se hizo sin más mutilaciones que dos pequeñas
incisiones superficiales ahora ocultas por las sustancias de impregnación. [...]
Los elementales cuidados que en lo sucesivo deben prodigarse son, entre otros
obvios, los siguientes: Primero, evitar que en el local donde sea depositado
suba la temperatura a más de 25º C. Segundo, mantener fuera de la acción de los
rayos solares la vitrina que contiene el cuerpo”.[xvi]
El
secreto en que fueron realizados los trabajos de preservación del cadáver dio
lugar a todo tipo de especulaciones y fantasías. La oposición creía que el
cadáver había sido destruido y reemplazado por una réplica. Estas creencias
darían lugar posteriormente a macabras comprobaciones sobre la autenticidad del
cuerpo.
9. SANTA
EVITA
Eva Perón era una pieza clave del
régimen peronista y resultaba evidente que ni su propia desaparición física
podía alterar esta realidad. Tras un primer intento de ocultar su enfermedad,
cuando fue evidente que llegaría el momento de su muerte se buscó la forma de
realizar el mayor aprovechamiento político de este hecho inevitable. Si Evita
viva era un centro de poder político autónomo que cogobernaba con Perón sin
ocupar cargo alguno dentro de la estructura del Estado, al morir debía
convertirse en un icono del movimiento peronista. En esta forma su figura
alcanzaría la dimensión de un mito popular.[xvii]
El régimen propició la construcción de un gran monumento recordatorio donde
reposarían sus restos mortales. Inspirándose, posiblemente, en el tratamiento
dado al cadáver de Lenin en la Unión Soviética, que, tras su momificación, fue
encerrado en un monumento funerario situado en el centro de la Plaza Roja de
Moscú. El mausoleo de Lenin fue convertido en un “centro de peregrinación”
donde debían concurrir a rendir su homenaje desde los escolares a los
visitantes extranjeros ilustres que visitaban la “patria del socialismo”.
A principios de julio de 1952, el
Congreso modificó una ley, aprobada en 1946, que disponía la erección de un
monumento al descamisado y por Ley 14.124 creó la “Comisión Nacional
Monumento a Eva Perón”. El
monumento a Eva Perón, sería realizado conforme un proyecto presentado por el
escultor italiano León Tomassi y debía ser más alto que la Estatua de la
Libertad. El monumento se emplazaría en los jardines de Palermo y una réplica de
este se erigiría en cada capital de provincia. Para financiarlo, se descontarían
a todos los trabajadores en relación de dependencia el jornal del 22 de agosto
de 1952, correspondientes al primer aniversario del “Día del Renunciamiento”.
La construcción del mito de Evita
comenzó desde el momento mismo de su muerte con un apoteótico entierro oficial
preparado como un gran acto de masas donde el dolor popular de la gente más
humilde se mezclaba con la espectacularidad propia de los fastos del régimen
peronista. Se cuidaron todos los detalles. Comenzó con un velatorio de quince
días en el Ministerio de Trabajo y Previsión, que en ese momento funcionaba en
el edificio que hoy ocupa la legislatura porteña. Era allí donde diariamente
Eva Perón había trabajado desde 1947. Actualmente, en el salón que lleva su
nombre se conserva su escritorio y un sillón de aquella época.
El domingo 27, a las 11 de una mañana
lluviosa, se habilitó la capilla ardiente en el Hall de Honor, en el primer
piso, donde las ofrendas florales se contaban por centenares. Al lado, en el
Salón Dorado, permanecía su marido. El gobierno había dispuesto las medidas de
duelo oficial, que se extendería por treinta días.
Ya
antes de la medianoche, se anunció la suspensión de actividades oficiales por
dos días; los comercios, bares y restaurantes debieron cerrar por tres días, y
no hubo ni diarios ni taxis. De la misma manera, la Asociación del Fútbol
Argentino suspendió el torno por tres fechas y solicitaron a las iglesias que
sus campanas doblasen cinco minutos todos los días. Se impuso la cinta negra de
luto que debían usar en forma obligatoria en la manga de los sacos todos los
empleados públicos e incluso el personal de la Policía Federal Argentina en sus
uniformes. Asimismo, se decretó que todos los 26 de julio sería una
jornada de duelo.
La
CGT la declaró “Mártir del Trabajo”. El 8 de agosto la legislatura
bonaerense aprobó un proyecto para cambiarle el nombre a la ciudad de La Plata
por el de la difunta. Hubo un proyecto similar que se discutió en el Concejo
Deliberante de Quilmes. Ya a fines del año anterior La Pampa, hasta entonces
territorio nacional, se convertía en provincia, a la que habían bautizado con
el nombre de Eva Perón. El mismo proceso sufrió el Chaco, provincia que
adoptaría el nombre de presidente Perón
El
Vaticano recibió una insólita petición del gremio de la Alimentación: pedía la
canonización de Eva Perón. La comparaban con Santa Teresa, y la ponían por
encima de Juana de Arco. Posteriormente, el Papa Pío XII recibiría 26.000
peticiones para que Evita fuera canonizada.
Se
la veló hasta el 11 de agosto y en muchas localidades del interior del país se
armaron capillas ardientes presididas por el retrato de Eva Perón. Fue un
incesante desfile de gente que formaban largas e interminables colas de hasta
tres kilómetros de personas esperando más de 10 horas, para dar su último
adiós. Se dispusieron ambulancias para asistir a los que
pacientemente aguardaban bajo la lluvia y el frío, y la Fundación Eva
Perón y la Cruz Roja repartieron comida y bebidas calientes. Cuando los
alimentos se agotaron, se pidió auxilio al Ejército, que colaboró con sus
cocinas de campaña. No obstante, se produjeron cientos de desmayos e
indisposiciones y cuatro muertos durante el velatorio.
Finalmente,
el 11 de agosto se realizaron los funerales. Un lento cortejo que comenzó a las
15.00 horas, fue primero al Congreso Nacional. De allí el cadáver se trasladó a
la sede de la CGT, donde quedaría depositada para que el doctor Ara pudiese
terminar con su trabajo de conservación. La cureña que transportaba el féretro
era arrastrada por un grupo de trabajadores, vestidos con camisas claras. Esa
misma cureña se emplearía en 1974 para trasladar el cuerpo del teniente general
Juan D. Perón, presidente de la Nación, fallecido el 1º de julio, solo que fue
tirado por un vehículo militar.
Detrás
del ataúd iban Perón, la madre y los hermanos de Evita, funcionarios y amigos
de la difunta. A caga lado, el cortejo una triple fila constituida por un
trabajador de la CGT, un cadete del Colegio Militar de la Nación o de la
Escuela Naval y una voluntaria de la Fundación Eva Perón custodiaba
la cureña donde reposaba el féretro y rendía a la “Jefa Espiritual de la
Nación” su postrer homenaje, en una procesión multitudinaria que la
acompaño hasta lo que debía ser su morada provisoria, el local de la C.G.T en
la calle Azopardo.
Para ello, el gobierno supo utilizar muy
bien el fervor popular que despertaba la figura de Evita, que de todas maneras
hubiera ocupado un lugar destacado en el corazón de los argentinos, como Carlos
Gardel, Ceferino Namuncurá o la Difunta Correa, para alentar una suerte de
culto a “Santa Evita”. Este culto comenzó con intentos de canonizar
a Evita por parte de algunos, pero alcanzó su verdadera dimensión en los
humildes hogares peronistas que levantaron toscos altares para rezarle a Evita.
El razonamiento era sencillo, si Evita había hecho tanto por los pobres, ahora
que estaba junto a Dios como no iba a concederles un favor a ellos.
Convertida Evita en un símbolo y
bandera de lucha del régimen, su cadáver adquirió un especial valor político
que lo llevaría a desempeñar un papel singular en la historia política del
país. Este papel comenzó desde el mismo momento en que se encomendó al doctor
Pedro Ara su preservación y embalsamamiento para convertirlo en un imperecedero
objeto de culto para los peronistas y por consiguiente en blanco del odio de
los antiperonistas. Ambos sectores pujarían macabramente por la posesión de ese
cadáver durante los veinte años siguientes a su muerte.
10. LA DESAPARICIÓN DEL
CADÁVER
Después del velatorio oficial y
durante los poco más de tres años posteriores el cadáver de Eva Perón
permaneció en el segundo piso del local de la C.G.T. Custodiado por su
conservador el Dr. Ara y bajo protección de personal de la Policía Federal.
Producida la Revolución Libertadora, el General Eduardo Lonardi no definió que
aptitud adoptar con respecto al cuerpo, se limitó en hacer constar que el
cuerpo realmente existía sin resolver como disponer del mismo pese a las
indicaciones tanto del Dr. Ara como de la madre y hermanas de Evitas que le
solicitaban un entierro cristiano.
Antes que se adoptará una decisión,
Lonardi fue desplazado por Aramburu y el régimen militar se endureció contra
todo lo que se vinculase con el peronismo y la C.G.T. fue intervenida. Los
militares antiperonistas temían que el cuerpo fuera utilizado para alentar la resistencia
de los obreros y militantes peronistas aprovechando el fervor que siempre
despertó Evita entre los humildes.
Pero los nuevos gobernantes militares desconfiaban de que
aquel cuerpo fuera realmente el de Eva Perón llegaron a pensar que era una muñeca
de cera, de hecho corría el rumor que existían varias estatuas de cera con la
imagen de Evita. Los doctores Nerio Rojas, catedrático de Medicina Legal; Julio
César Lascano González, eminente patólogo; y Osvaldo Fustinoni, profesor
titular de Semiología y Clínica Propedéutica; fueron elegidos para constituir
la comisión médica que analizaría el cuerpo. Sin ningún respeto hacia el
trabajo de Ara y, sobre todo, hacia la fallecida, cortaron un dedo de la momia
para obtener su huella digital, tomaron una muestra de tejido de la oreja
izquierda para los exámenes histológicos, y completaron el reconocimiento con
placas de Rayos X. El dictamen fue concluyente, se trataba de los restos
mortales de Eva Perón, pero el fragmento de dedo amputado nunca se encontró.
El coronel Cabanillas, que
fue jefe del temido Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) en aquella
época, en una entrevista a un documental de 1997, declaró lo siguiente: “El cadáver era prácticamente una muñeca,
estaba intacto, no parecía una momificación. El trabajo que hizo el doctor Ara
era tan perfecto que el cuerpo tenía todos sus movimientos. La carne, al tacto,
era como si estuviera viva. Parecía una muñeca, no de cera, de carne y hueso”.[xviii]
Con
la certeza de que se trataba del cadáver de Eva Perón surgieron dos posiciones
con respecto al cadáver. Los sectores más cerradamente antiperonistas, en
especial la Armada, eran partidarios de destruir el cuerpo por cremación, o por
cualquier otro medio. Los sectores más moderados, en especial los miembros del
Ejército, movido por una actitud más piadosa proponían su entierro. Finalmente,
como veremos, se llegó a una solución de compromiso entre ambas posiciones, el
cadáver fue hecho desaparecer, pero se le dio cristiana sepultura.
Lo que ocurrió con el cadáver fue un
misterio durante mucho tiempo, incluso después de su restitución a Perón. La
más acertada reconstrucción de derrotero seguido por el cuerpo de Evita fue
realizada por un equipo de periodistas del Diario Clarín y publicado por ese
matutino el 21 de diciembre de 1997, en su segunda sección, bajo el título
general de “Evita, entre la espada y la cruz”. La descripción que sigue se ha
basado fundamentalmente en una síntesis de dicha investigación.[xix]
El
24 de noviembre de 1955 el cuerpo de Eva Perón pasó a custodia del teniente coronel
Carlos Eugenio Moori Koenig, jefe a cargo del Servicio de Inteligencia del
Ejército por enfermedad de su titular el Coronel Héctor Cabanillas, tal como
testimonia el mismo Dr. Ara.[xx]
Moori Koenig ordenó el traslado del cuerpo, pero como no disponía de un lugar
seguro donde guardarlo, el transporte militar que guardaba los restos peregrinó
por diversas instalaciones militares. Los militares no podían ocultar su
nerviosismo debido a que, misteriosamente, allí donde se estacionaba el cadáver
aparecían al pie flores y velas que indicaban que grupos peronistas estaban al
tanto de su ubicación. En su celo –dice Clarín- Moori Koenig la guardó algún
tiempo en la casa del mayor Eduardo Arandía, sita en la Avenida general Paz
542.
Obsesionado
por seguridad del encargo, Arandía[xxi]
mató de tres balazos a su mujer embarazada a fines de noviembre de 1955, la
crónica policial asegura que fue al confundirla con un ladrón.
Desde ese momento el cadáver inició un
periplo macabro, a falta de un lugar seguro Moori Köenig guardo el féretro en
una camioneta y lo mantuvo en su interior durante varios meses estacionándolo
en distintas calles de Buenos Aires, en garajes y playones de regimientos.
Finalmente, no tuvo mejor idea que
guardarlo en una pequeña habitación dentro del edificio sede del Servicio de
Inteligencia del Ejército sito en la calle Viamonte 1816, en la esquina con la
Avenida Callao.15 Mucho se ha hablado de la obsesión
(incluso sexual) que habría tenido el militar con el cuerpo de Eva Perón, pero
este es difícil de comprobar. Los cierto es que en una ocasión, al parecer con
propósitos románticos y para impresionar a la cineasta María Luisa Bemberg le
habría exhibido el cadáver desnudo de Evita. La mujer ciertamente quedó
impresionada, mejor dicho horrorizada. Al punto que huyo protamente del lugar e
informó a un amigo suyo el influyente Jefe de la Casa Militar, capitán de navío
Francisco “Paco“ Manrique quien informó al presidente Pedro E. Aramburu.
Inmediatamente, Moori Köening fue
apartado del cargo, sancionado con arresto que debió cumplir en la lejana
localidad de Comodoro Rivadavia.
Desde
agosto de 1956, una vez bajo la competencia del Héctor Cabanillas, quien
decidió despersonalizar esa cosa, fue rotando entre el edificio de Obras
Sanitarias en la avenida Córdoba y el cine Rialto, en la esquina de Córdoba y
Lavalleja, hoy demolido, donde la guardaron detrás de la pantalla. Por último,
fue depositado en una casa de la calle Sucre, que por entonces alquilaba el
SIE, mientras se ultimaban los detalles del viaje oceánico.[xxii]
Cuando
Aramburu enterado de la precaria situación en que se encontraba el cuerpo,
encomendó al Coronel Cabanillas que en colaboración con un sector de la Iglesia
Católica, representado por el capellán militar Francisco Rotger, un sacerdote
español perteneciente a la Compañía de san Pablo –muy vinculado al entonces
jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo Teniente Coronel Alejandro A.
Lanusse- encontrara la forma de dar cristiana sepultura a los restos fuera del
país y en condiciones de absoluta seguridad.
El 23 de abril de 1957, el cadáver es
embarcado en el buque “Conte Biancano”, rumbo a Génova, bajo el falso nombre de
María Maggi de Magistris, mujer nacida en Dálmine, Bérgamo, difunta a raíz de
un accidente automovilístico. Durante el traslado el cadáver fue custodiado por
dos miembros del Servicio de Inteligencia del Ejército: el mayor Hamilton
Alberto Días quién simulaba ser el viudo de la difunta, Giorgio Magistris y el
suboficial Manuel Sorolla, en el papel de hermano de la víctima Carlo Maggi.
A su arribo a Italia el cuerpo fue
enterrado, el 13 de mayo de 1957, con ese nombre en el cementerio Maggiore de
la ciudad de Milán, bajo el cuidado y protección de la Compañía de San Pablo
con la aprobación del Superior General de la Compañía San Pablo cuya
intervención fue crucial en ese proceso.
Mientras el cadáver estuvo enterrado en
Milán (tombino 41 del campo 86) en un área abierta y arbolada del cementerio,
la tumba de la supuesta María Maggi de Magistris fue cuidada por catorce años
por una seglar de la Compañía de San Pablo, Giussepina Airoldi, quien ignoraba
la verdadera identidad de la muerta, pero mantuvo su tumba arreglada y con
flores.
El cadáver reposó en esa tumba anónima
hasta 1971. Por ese entonces el teniente general Alejandro A. Lanusse presidía
el país en la etapa final de la llamada “Revolución Argentina”. Lanusse
trataba de llegar a un entendimiento con Perón para asegurar una transición a
la democracia en orden, atemperando el accionar terrorista que se efectuaba en
nombre del peronismo.
Como muestra de la seriedad de sus
intenciones de pacificar el país, permitir al peronismo intervenir en la vida
política y eventualmente obtener el apoyo de Perón a su propia candidatura
presidencial a partir de lo que denominó “El Gran Acuerdo Nacional”,
decidió restituir al general Perón los restos de su esposa.
El brigadier Jorge Rojas Silveyra, por
entonces embajador argentino en España fue uno de los encargados de efectuar la
devolución de los restos con la colaboración del coronel Cabanillas y del
suboficial Sorolla, quienes para ese entonces estaban retirados del Ejército.
Se trataba del mismo equipo que trasladaran el cuerpo catorce años antes. Con
el beneplácito del Papa Pablo VI, del nuevo superior de los paulatinos Giulio
Madurini y la colaboración de los gobiernos italiano y francés y del régimen
franquista que gobernaba en España, el cadáver fue desenterrado y trasladado en
automóvil con los servicios de la funeraria Fusetti hasta Madrid.
El cadáver fue retirado del cementerio
el 1 de septiembre de 1971. Debido a que el féretro de madera estaba muy
deteriorado por el tiempo y la humedad de la tumba, el cuerpo fue trasladado a
otro con tapa de zinc.
El 3 de septiembre de 1971 Rojas
Silveyra entregó los restos en la residencia “17 de Octubre” del barrio
madrileño de Puerta de Hierro. Junto a Perón, en ese momento, se encontraban la
tercera esposa del líder Justicialista María Estela Martínez Carta, el delegado
personal del General, Jorge Daniel Paladino, José López Rega, tres
sacerdotes y otro personal de la quinta. Al día siguiente Perón convocó al Dr.
Ara para que reconociera fehacientemente el cadáver y reparara algunos daños
sufridos por el traslado y el tiempo en que estuvo enterrado.
Perón había reconocido el cadáver por
una antigua lesión que Eva Duarte tenía en el lóbulo de su oreja izquierda
debido a un accidente ocurrido con un aro durante su infancia. Pero, fue el Dr.
Ara quién aportó la certeza final por una marca secreta que había colocado en
el cuerpo.
El cadáver permaneció en la residencia “17
de octubre” aún después del traslado de Perón a la Argentina.17 Finalmente,
después de la muerte de líder justicialista, el 15 de octubre de 1974, la
organización terrorista “Montoneros” secuestró los restos del teniente general
Pedro Eugenio Aramburu enterrados en el cementerio de la Recoleta, exigiendo
que se trajeran los restos de Evita al país. Dos días más tarde el cuerpo viajó
de Madrid a la quinta presidencial de Olivos, trasladado por el ministro de
Bienestar Social, José López Rega y recibido por la presidente María Estela
Martínez de Perón. Fue depositado en una cripta de la capilla Nuestra Señora de
Luján, junto al féretro de Perón.
Es decir, que, desde el 17 de octubre de
1974 al 24 de marzo de 1976, en que fue derrocada por el golpe de Estado
efectuado por las Fuerzas Armadas, la presidente María Estela Martínez Carta de
Perón convivió en la Quinta Presidencial de Olivos con los cadáveres de su
esposo y de su segunda mujer.
El 26 de octubre de 1976, por orden del
nuevo habitante de la Quinta de Olivos, el teniente general Jorge Rafael
Videla, unos minutos antes del cierre del Cementerio de la Recoleta, una
ambulancia se introdujo en la necrópolis llevando un féretro. Con una sencilla
ceremonia, seguida por un pequeño grupo de familiares y un discreto servicio de
seguridad, se dio sepultura al cuerpo de Eva Perón en el panteón de la familia
Duarte en el cementerio de la Recoleta, bajo una gruesa plancha de acero, a
seis metros de profundidad.[xxiii] Recién
entonces el cadáver de Eva Perón encontró reposo.
11. REFLEXIONES
FINALES
Eva Perón era una pieza clave del
régimen peronista y resultaba evidente que ni su propia desaparición física
podía alterar esta realidad. Tras un primer intento de ocultar su enfermedad,
cuando fue evidente que llegaría el momento de su muerte se buscó la forma de
realizar el mayor aprovechamiento político de este hecho inevitable. Si Evita
viva era un centro de poder político autónomo que cogobernaba con Perón sin
ocupar cargo alguno dentro de la estructura del Estado, al morir debía
convertirse en un icono del movimiento peronista.
En las futuras elecciones y otras
contiendas políticas, Evita convertida en mito popular, como una suerte de
Rodrigo Díaz de Vivar, el mítico Cid Campeador, ganaría batallas después de
muerta.
Esto es precisamente lo que temían los
antiperonistas y fue el hecho que determino toda la manipulación que se realizó
con el cadáver de Evita después de 1955.
A setenta años de su muerte, Eva Duarte
de Perón se ha convertido en un mito popular sin perder su perfil
controversial. Despierta pasiones encontradas un amor profundo y un odio
igualmente fanático.
Como una suerte de posdata, quiero
mencionar que cuando hablo de Eva Perón con mis alumnos, muchos suelen
preguntarme si Juan Perón realmente quería a si esposa o su relación era más
bien política. Nunca sé bien que responder a esta pregunta. Pero, la trasmito
al lector con esta última reflexión. ¿Si ustedes amasen profundamente a una
persona, momificarían su cadáver para exhibirlo a la curiosidad de la
gente?
12. BIBLIOGRAFÍA
FRASER,
Nicholas y Marysa NAVARRO: Eva Perón.
Ed. Bruguera. Bs. As. 1982.
GALASSO,
Norberto: Perón. Formación, Ascenso y Caída (1893 – 1955). Ed. Colihue.
Bs. As. 2015.
INFOBAE:
https://www.infobae.com/2011/12/23/623606-revelan-las-pruebas-la-presunta-lobotomia-realizada-eva-peron/
LUNA,
Félix: Eva Perón ha muerto. Historia
de la Argentina. Ed. Crónica e Hyspamérica. Bs. As. 1992.
PIGNA,
Felipe: Evita.
Jirones de su vida, Buenos Aires,
Planeta, 2012.
TORRE,
Juan Carlos (Compilador): Los años peronistas (1943 – 1955). Colección
Nueva Historia Argentina. Ed Sudamericana. Bs. As. 2002
NOTAS
[i] FRASER, Nicholas y Marysa NAVARRO: Eva
Perón. Ed.
Bruguera. Bs. As. 1982. Pág. 245.
[ii] NAVARRO, Marysa: Evita. Mencionada en TORRE, Juan Carlos
(Compilador): Los años peronistas (1943 – 1955). Colección Nueva
Historia Argentina. Ed Sudamericana. Bs. As. 2002. Cap. VI. P. 347.
[iii] GALASSO, Norberto: Perón. Formación, Ascenso y Caída (1893 – 1955).
Ed. Colihue. Bs. As. 2015. P. 569.
[iv] GALASSO, Norberto: Ob. Cit. P. 572
[v] GALEANO, Norberto: Ob. Cit. P 574.
[vi] NAVARRO, Marysa: Ob. Cit. P. 350
[vii] LUNA, Félix: Eva Perón ha muerto.
Historia de la Argentina. Ed. Crónica e Hyspamérica. Bs. As. 1992. Pág. 22.
[viii] FRASER, Nicholas y Maryssa NAVARRO: Op. Cit. Pág. 254.
[ix] FRASER, Nicholas y Maryssa NAVARRO: Op. Cit. Pág. 256.
[xi] LUNA, Félix: Op. Cit. Pág. 33.
[xii] FRASER, Nicholas y Maryssa NAVARRO: Op. Cit. Pág. 261.
[xiv] PIGNA,
Felipe: Evita. Jirones de su vida,
Buenos Aires, Planeta, 2012, págs. 307-312
[xvii]
SANTA EVITA: Un proceso similar de “culto
al héroe revolucionario” fue implementado en Cuba por el régimen castrista
con respecto a la figura de Ernesto “Che” Guevara. Tanto el Che como Evita
trascendieron, se convirtieron en mitos que sirvieron y aún sirven de
inspiración a los revolucionarios latinoamericanos y a jóvenes inconformistas
del mundo entero, que en muchos casos desconocen los aspectos más elementales
de su vida y de su verdadero pensamiento político.
[xix]
DIARIO CLARIN: Los periodistas que firman los diversos artículos que componen
el suplemento Evita, entre la espada y la
cruz, fueron María SEOANE,
Matilde SANCHEZ, Jorge BRISABOA, Alberto AMATO, Julio ALGAÑARAZ, Sergio RUBIN y
Daniel URI.
[xx] ARA, Pedro: Op. Cit. Pág. 259.
[xxi]
Eduardo Antonio Arandía: se retiró del Ejército con el grado de teniente
coronel. Al producirse el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 fue detenido
y puesto a disposición del P.E.N. en el buque ARA 33 Orientales. Finalmente fue
destituido el 13/7/1977 por Decreto S 2053/77 con retroactividad al 15/6/1976.
No pude encontrar las causas de esa destitución ni más datos sobre el destino
posterior del exmilitar.
[xxii] DIARIO CLARIN: Op. Cit. 2da. Sección Pág. 6.
[xxiii] DIARIO CLARÍN: Ob. Cit. 2da. Sección. P. 6