Se cumplen cincuenta
años del retorno del peronismo al poder, la asunción de Héctor J. Cámpora y de
la liberación de los presos políticos sin indulto ni amnistía.
LA CASA
MONTONERA
El 25 de mayo de 1973, la democracia retornaba a la Argentina después de siete
años de gobierno militar. En la calle los militantes peronistas despedían al
gobierno militar coreando: “¡Se van! ¡Se van y nunca volverán!”. Lo que
no sabían quienes festejaban en las calles, era que los militares retornarían
al poder antes de tres años y que el presidente que asumía ese día solo
gobernaría por 49 días.
En 1973, la asunción de un
gobierno democrático, y el retorno al poder del peronismo tras casi dos décadas
de proscripción, marcó uno de los periodos más caóticos y anárquicos de la historia
argentina. Durante los 1.035 días que duraría esta nueva experiencia
democrática se alternarían en el poder cuatro presidentes de la nación y
ochenta ministros. La violencia política alcanzó niveles astronómicos cuando al
terrorismo revolucionario se sumó el terrorismo de Estado protagonizado por
grupos parapoliciales. La economía se derrumbó después que una combinación de
precios máximos y desabastecimiento que disparó la inflación a niveles nunca
vistos antes.
El clima de anarquía comenzó en
el mismo acto de traspaso del gobierno a las autoridades electas. En la
Casa Rosada -bautizada por los manifestantes como “Casa Montonera”-[i],
la ceremonia se realizó en un marco cargado de tensión. En la Plaza de Mayo se
produjeron incidentes entre las autoridades militares salientes y los
manifestantes peronistas que arrojó un número indeterminado de muertos y
heridos, cinco automóviles particulares, una motocicleta y un camión celular de
la Policía Federal volcados e incendiados.
Desde el día anterior grupos de
manifestantes juveniles acamparon y encendieron fogatas en la Plaza de Mayo.
Enormes banderas y las fotos de los terroristas muertos en Trelew anunciaban la
presencia de las “formaciones especiales”: FAP, FAR y Montoneros.
Los manifestantes alborozados entonaban cánticos contra los militares: “Se
van, se van y nunca volverán”. Otras consignas anunciaban la llegada de la
utopía al poder: “Que lindo, que lindo, que lindo que va a ser, el
Hospital de Niños en el Sheraton Hotel”.[ii]
El día de la asunción del
gobierno una verdadera alfombra humana cubría la Plaza de Mayo y la avenida de
Mayo desde la Casa Rosada hasta el edificio del Congreso Nacional. Para muchos
esta era la posibilidad de ver un verdadero acto peronista, el primero desde
1955, una manifestación que sólo conocían por referencias de sus mayores. La
euforia popular y la curiosidad fueron más convocantes que la ideología
política. Todos querían sumarse a la fiesta ciudadana y saludar al nuevo
gobierno democrático. Matrimonios jóvenes concurrían con sus hijos de corta
edad esgrimiendo banderas argentinas. Hombres maduros, que habían acompañado a
Perón en los días de 1945, volvían al escenario de tantas convocatorias
populares anhelando que la magia hiciera resurgir la prosperidad de antaño.
Entre la multitud, ese día en
la Plaza, no faltaron los famosos como Soledad Silveyra, Juan Carlos Gené
–nombrado pocos días después director general del Canal 7 de televisión-, la
modelo Chunchuna Villafañe y su pareja el cineasta Pino Solanas, Irma Roy y su
marido el periodista Osvaldo Papaleo, el cantante Piero, junto a intelectuales
como Arturo Jauretche, sacerdotes tercermundistas como Carlos Múgica, o incluso
el cardiocirujano Miguel Ángel Bellizi.[iii] Pero,
poco faltó para que la fiesta terminara en tragedia.
CÁMPORA EN EL CONGRESO
Siguiendo la tradición, Cámpora
inició las ceremonias de asunción presentándose ante la Asamblea Legislativa
formada por ambas cámaras de legislatura. El odontólogo de San Andrés de Giles
leyó un extenso y aburrido discurso de tres horas y media de duración. En el
mismo presentó un ambicioso programa de acción. En la alocución no faltaron los
elogios a Perón y Evita y un encendido tributo a “una juventud
maravillosa [que] supo responder a la violencia con la
violencia”, pero dio la seguridad a los asistentes de que “la
violencia decaerá. La paz prevalecerá”.
Cámpora, para remarcar la
orientación que seguiría su gobierno dijo: “No vacilo en proclamarlo:
¡es la hora de Perón! Y sé que interpreto el sentimiento que anida en los
hombres y mujeres de Patria”. [...] “¡Por decreto del 31 de octubre de 1955
quienes utilizaban sus armas contra el pueblo privaban de su grado al Teniente
General don Juan Perón!” [...] “Como Presidente de los argentinos e
interpretando su asentimiento prácticamente unánime he de hacer todo lo que sea
necesario para el reintegro formal del grado al General don Juan Perón.”
La extensa alocución concluía
diciendo: “La Revolución pacífica que vamos a realizar mediante un
conjunto de medidas de gobierno que irán directamente a la raíz de nuestros
males, exige también su desarme de los ánimos, que ha estado siempre en nuestro
temperamento y en nuestra intención”.
“La Revolución no es para
nosotros una gimnasia ni una profesión. Es una conducta. Desde hace treinta
años, desde 1943, los hombres que hoy tenemos la responsabilidad de gobernar
vivimos en Revolución”.
“Quienes se suman hoy a nuestra
marcha tienen que aceptar que el ritmo, el procedimiento y los objetivos, los
fijamos nosotros, los que conocemos el punto de partida y las acechanzas del
camino. Los que hemos recorrido este largo sendero que, si en algunos momentos
fue de gloria y alegría, también supo ser de negación, de sangre y de dolor. Y
lo hemos transitado sin perder nunca el rumbo y sin traicionar jamás la fe
depositada en nuestras manos”.
“Nuestra posición doctrinaría es la que ha definido el general Perón. Ni más
acá ni más allá de nuestra doctrina”.
“Con total acatamiento a lo que
el pueblo quiere, porque el pueblo identificó una conducta y un programa en
nosotros, a través de la figura de Perón y de la doctrina justicialista que
levantamos como bandera”.
“Esta es la lealtad esencial
que el pueblo espera de quienes fuimos elegidos por sus votos: No alterar. No
adulterar. No traicionar. Ser esencialmente fieles a la voluntad popular”.[iv]
VIOLENCIA EN LA PLAZA
Terminada la ceremonia en
Congreso de la Nación el presidente intentó trasladarse en automóvil a la Casa
Rosada. La gran multitud y el fervor de la gente impido que Cámpora hiciera el
trayecto en automóvil tal como estaba previsto. Debió trasladarse en
helicóptero.
Tampoco pudo realizarse el
desfile militar. En la zona de Plaza de Mayo, en especial en la intersección de
la Avenida de Mayo con la calle Perú se produjeron una serie de incidentes
entre manifestantes y militares. En especial con el destacamento perteneciente
a la Escuela de Mecánica de la Armada. La Armada concitaba, especialmente, el
odio de los manifestantes, los peronistas ortodoxos la responsabilizaban por
los bombardeos de la Plaza de Mayo en junio de 1955, en tanto que la Juventud
Peronista los acusaba de la Masacre de Trelew del 22 de agosto de 1972.
Otros manifestantes habían
impedido a las ocho de la mañana que el intendente municipal Saturnino Montero
Ruiz, acompañado de tres oficiales de las fuerzas armadas cumpliera con la
tradicional ceremonia de izar el pabellón nacional en el mástil de la Plaza de
Mayo.[v]
En general, los militares eran
hostigados con la consigna: “Se van, se van / y ya nunca volverán”, “Ya
van a ver / ya van a ver / cuando venguemos / los muertos de Trelew o
la más truculenta de “Duro, Duro, Duro / Aquí están los
Montoneros / que mataron a Aramburu”.
A las diez y media de la
mañana, la Plaza de Mayo resultaba chica para la multitud que presionaban, en
oleadas sucesivas, sobre el palco oficial y la propia Casa Rosada. Los
manifestantes invadieron también el palco oficial que pasó a convertirse
en “Palco del Pueblo”. Había gente en los balcones del Cabildo, en
la terraza de la vieja Curia, quemada en junio de 1955, sobre el techo de la
Catedral formando un gigantesco símbolo de Perón Vuelve para que los vieran
desde el aire. Gente sobre los árboles, los faroles y en la propia fachada de
la Casa Rosada.[vi]
Las puertas de la Casa Rosada,
que en ese entonces no contaba con ningún vallado protector, debieron ser
fuertemente cerradas para impedir que grupos de exaltados manifestantes
ingresaran al recinto donde debía efectuarse la transición del mando
presidencial. Los insultos y escupitajos empezaron a llover sobre oficiales del
Ejército y el cardenal arzobispo de Buenos Aires cuando se aproximaron al
edificio. Algunos jefes militares debieron apelar a las armas para preservar su
integridad de la furia de los manifestantes, tal lo ocurrido con los custodios
del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Carlos Guido Natal Coda, que
dispararon contra la multitud para impedir que agredieran a su jefe provocando
una decena de heridos. El personal policial que custodiaba la zona era agredido,
algunos perdieron sus gorras y sus armas, otros debieron de aceptar pasivamente
que grupos de la Juventud Peronista pintaran con aerosoles la “V” y
la “P” sobre sus uniformes.
Por momentos, los efectivos
policiales de la Guardia de Infantería reprimían a la multitud para contenerla,
el aire se tornaba irrespirable, los proyectiles y las corridas provocaban heridos
y desmayados. Finalmente, grupos de activistas de la Juventud Peronista tomaron
el control del acto y comenzaron a establecer cierto orden. A lo largo de la
Avenida de Mayo se rompieron vidrieras y algunos negocios fueron saqueados por
los manifestantes, entre ellos el local de la sastrería Modart sito en ese
entonces en la esquina de Avenida de Mayo y Perú. Se incendiaron varios
vehículos que no pudieron ser retirados a tiempo por la policía. El saldo de
víctimas de la jornada nunca se daría a conocer, pero un centenar de personas
recibieron heridas de armas de fuego, pisotones y apretujones.
LOS COMPAÑEROS PRESIDENTES
Dentro de la Casa Rosada, los militares
trataban de sobrellevar con estoicismo las diversas humillaciones a que eran
sometidos. No parecían poder creer lo que sucedía. Los asistentes entonaban las
estrofas de la marcha peronista y levantaba los brazos haciendo la “V” de
la victoria mientras el presidente Cámpora recibía la banda y el bastón
presidencial. El presidente de facto saliente, Alejandro A. Lanusse escuchó los
cánticos, firme como una estaca, con una sonrisa apenas insinuada y desafiante.
A su lado, en un lugar de preferencia, fueron ubicados el presidente socialista
de Chile, Salvador Allende y el presidente comunista de Cuba, Osvaldo Dorticós
Torrado, a quienes la izquierda peronista saludaba alborozada como “compañeros
presidentes”.
Según lo planeado, Héctor J.
Cámpora juró como primer presidente peronista, dieciocho años después del
derrocamiento de Perón. En un hecho inédito, el acta de asunción del flamante
presidente democrático fue rubricada por los presidentes Allende y Dorticós,
más tarde también lo haría el presidente del Uruguay Juan María Bordaberry a
quien los manifestantes impidieron su ingreso a la Casa Rosada.[vii] También
estuvo presente el primer ministro del Perú, Edgardo Mercado Jarrin. Los
miembros de la saliente Junta Militar debieron retirarse del edificio en
helicóptero para evitar nuevos incidentes con los exaltados manifestantes. El
único que partió en automóvil fue el Teniente General Lanusse, quien con un
gesto personal de indudable coraje y ánimo provocador dijo: “Yo
no me ando escapando de nadie. Me iré por donde vine”. Contra todas las
previsiones, pudo salir en su vehículo sin ser molestado mayormente por la
multitud.
Después de asumir el cargo,
Cámpora habló al pueblo desde el histórico balcón de la Casa Rosada en el cual
tantas veces había acompañado a Perón, instando a la calma. Junto a él se
encontraban además de sus ministros los siete delegados de las Regionales de la
Juventud Peronista. El nuevo presidente hizo referencia a grupos que “han
querido provocar y distorsionar esta fiesta” y terminó
solicitando “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Luego, en un
mensaje difundido por radio y televisión, reiteró sus recomendaciones ante el
cariz violento que asumían los hechos, exhortando a la calma “a los
compañeros y a las fuerzas de seguridad”.[viii]
EL DEVOTAZO
Pero el 25 de Mayo de 1973 no
ha terminado aún. Por su parte, la otra gran organización terrorista el
Partido Revolucionario de los Trabajadores, que conducía el contador Roberto Santucho
y su brazo armado, la banda criminal que se denominaba Ejército Revolucionario
del Pueblo (PRT – ERP) no estaba dispuesto a apoyar a un gobierno peronista que
consideraba no representaba los auténticos intereses del pueblo ni a una
democracia burguesa que repudiaba.
Así lo dejó muy claro la
conducción del grupo terrorista: “El gobierno que el Dr. Cámpora presidirá
representa la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra
organización no atacará al nuevo gobierno, mientras éste no ataque al pueblo ni
a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las
empresas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias, pero no dirigirá sus ataques
contra las instituciones gubernamentales, ni contra ningún miembro del gobierno
del Presidente Cámpora.”[ix]
Días antes del traspaso del
poder, el PRT – ERP comenzó a concentrar sus cuadros en la ciudad de Buenos
Aires y movilizó a sus simpatizantes para que el 25 de mayo se concentraran a
las puertas del Penal de Devoto para “liberar a los combatientes”. En las
paredes de la ciudad apareció la consigna premonitoria de “El 25 en la
calle, el 26 en la trinchera”.
En su libro: “Conocer
a Perón”, Juan Manuel Abal Medina, por ese entonces secretario general del
Movimiento Nacional Peronista y hombre de confianza de Juan D. Perón, quién aún
vivía exiliado en Madrid, el conductor del peronismo conocía que la izquierda no peronista iba a forzar la liberación
de los presos políticos en el penal de Devoto, el mismo día de la asunción del
presidente Héctor J. Cámpora, pero no le advirtió a su antiguo delegado personal
ni ordenó que se adoptaran medidas de seguridad adicionales para impedirlo[x].
Abal median también afirma que recibió la orden expresa de Perón
de impedir que la izquierda pudiera capitalizar la liberación de los presos
políticos como una victoria propia. Si los presos políticos debían ser
liberados por la fuerza, debía quedar en claro que los liberaba un gobierno
peronista.
Finalizados los festejos por el
traspaso del mando en la Casa Rosada y los incidentes en la Plaza de Mayo, la
Juventud Peronista convocó a la cárcel de Devoto para “liberar a los
compañeros presos” bajo una de las consignas más coreada en los actos
peronistas: “El Tío Presidente libertad a los combatientes”.
Al anochecer, varias columnas
de manifestantes provenientes del centro de la ciudad convergían hacia el
barrio de Villa Devoto. Unas treinta mil personas se congregaron rodeando los
muros exteriores de la cárcel, exigiendo la libertad de los presos políticos,
muchos de ellos terroristas condenados. “Minuto a minuto –relata
Bonasso- llegaba más camiones y ómnibus y más caravanas a pie, con una consigna
muy clara: ‘No moverse hasta que salga el último compañero’.”[xi]
Dentro del penal, el 23 de
mayo, los miembros de las organizaciones terroristas allí detenidos habían
tomado los pabellones donde estaban alojados, protagonizando episodios de
violencia con el personal del Servicio Penitenciario Federal que, sin embargo,
retuvo el control de los patios internos y del perímetro de seguridad.
Los presos políticos:
militantes estudiantiles, dirigentes sindicales y políticos y especialmente los
terroristas del PRT – ERP, Montoneros, Descamisados, Fuerzas Armadas Peronistas
(FAP), Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Fuerzas Argentinas de Liberación
(FAL) y los sobrevivientes de grupos como el Ejército Guerrillero del Pueblo de
Jorge Masetti y los peronistas de Taco Ralo. Eran 135 hombres y 87 mujeres. Los
reclusos respondían al comando de Fred Ernest, por parte de los Montoneros y
Pedro Cazes Camarero por el PRT – ERP y controlaban también la central telefónica.
Los presos políticos circulaban
libremente por el Hall, moviéndose entre el segundo y el quinto piso. Las
celdas estaban abiertas. El día 24, las visitas habían ingresado telas, una
cámara de fotos, un grabador, radios y un megáfono para que se comunicaran con
los manifestantes que se congregarían el 25 de mayo.
El personal penitenciario
estaba intimidado, le preocupaban las posibles represalias de los internos
cuando recobraran la libertad y también temían por su vida en caso de que el
penal fuera asaltado o de que los presos comunes (unos 3.000) se sumaran a la
rebelión y la posible fuga.
Para colmo de males la Policía
Federal Argentina había retirado el destacamento que protegía el perímetro externo
del Penal. Otro tanto hizo la Gendarmería Nacional con su personal alojado en
los galpones anexos al penal.
En el Congreso Nacional, la
flamante Cámara de Diputados, presidida por Raúl Lastiri, había formado una
comisión integrada por una docena de legisladores para conocer la situación de
los detenidos políticos en las cárceles porteñas. Los miembros de esta comisión
se trasladaron de inmediato a los penales porque existían versiones de que se
encontraban tomados por los presos. Entre los ocho diputados que concurrieron
al Penal de Devoto estaban: Esteban Rodolfo Díaz Vittar, Santiago Díaz Ortiz, Diego
Muñiz Barreto, Héctor Sandler, Julio Mera Figueroa, Roberto Vidaña. También
concurrió a Devoto para mediar ante las autoridades penitenciarias, Roberto
Petinatto, el emblemático jefe penitenciario de los primeros gobiernos de
Perón.
El Secretario General del
Partido Justicialista, Juan Manuel Abal Medina, a pedido del diputado Julio
Mera Figueroa, se trasladó al penal de Devoto donde después de varias horas
cargadas de tensión se encargó de gestionar la liberación de los presos
políticos.
El terrorista Cazes Camarero,
del PRT – ERP, describe el momento en que Abal medina, en la pasarela del
primer piso del penal. Frente a la multitud que estaba en las calles, anunció
el indulto.
“Abal llegó a la pasarela y me
pidió el megáfono. Venía con un rollo de papel blanco en la mano y empezó a
hablarle a las masas de la historia argentina, el rosismo, la resistencia peronista,
Frondizi… y cortó bruscamente el discurso y dijo: “… por todo lo dicho, quedan
en libertad…” Yo me enteré cuando él lo dijo. La movilización lo aplaudió. Y Abal
seguía con el papel blanco. Yo pensaba que era el indulto. Cuando bajamos por
las escalinatas, el jefe de la guardia del penal me gritó “Cazes, ¿Dónde está la
lista?” Y le dije a Abal: “Dame el papelito”. Me da el papelito. Lo abro y
estaba en blanco. Era una hoja tamaño A4. Además, con el énfasis del discurso
estaba toda arrugada. “Nos vamos igual…, me dice. Y les dice a los compañeros: “Salen”.
El acta de la libertad de los
detenidos fue redactada y tecleada en la máquina de escribir por el diputado
Julio Mera Figueroa y firmada por los ocho diputados presente y por Juan Manuel
Abal Medina que no ocupaba cargo público alguno en la oficina del jefe del
penal Prefecto Mayor Romualdo Díaz que se negó a dejar salir a los presos hasta
no recibir por escrito la orden.
Algunas horas después, mientras
esperaban la salida de otros presos, frente al penal se cruzaron disparos con
la guardia en que resultaron muertos dos militantes, los adolescentes de 17 y
16 años, Oscar Lysac y Carlos Sfeir.
Así, sin amnistía ni indulto
salieron los presos políticos, en una suerte de “toma de la Bastilla” al estilo
peronista.
EL 25 EN LA CALLE, EL 26 EN LA
TRINCHERA
Debemos recordar que cuando
comenzó a generalizarse la violencia terrorista, durante el gobierno de la
llamada “Revolución Argentina”, el presidente Lanusse y su ministro
de Justicia, el doctor Jaime Perraiaux, crearon, el 15 de julio de 1971, la
Cámara Federal en lo Penal.[xii]
Un tribunal con jurisdicción en
todo el país para combatir con la ley los hechos de terrorismo. Al 25 de mayo
de 1973 –según señala el doctor Jaime Smart-, la Cámara había dictado 600
sentencias condenatorias y se encontraban a la espera de ser juzgados unos 500
terroristas más.[xiii]
Muchos de estos terroristas se
encontraban detenidos en la Unidad Nº 2 del Servicio Penitenciario Federal,
cita en el barrio porteño de Villa Devoto. Entre ellos Rodolfo Alsina Bea,
Manuel Ponce de León y Sigfrido De Benedetti, todos ellos procesados por el
secuestro y posterior muerte del presidente de la Fiat, Oberdán Sallustro;
Roberto Montoya y Julio Roqué, por el asesinato del General Juan Carlos
Sánchez; Alberto Carlos Maguid, por el asesinato del Teniente General Pedro
Eugenio Aramburu, y María Antonia Berger, Ricardo René Haidar, y Alberto Camps,
sobrevivientes de la Masacre de Trelew.[xiv]
Veamos otro testimonio de Juan
Manuel Abal Medina –recogido por Ernesto Jauretche- que da otra versión de lo
que dirá en “Conocer a Perón” sobre cómo se desarrollaron los hechos en el
penal de Devoto: “Yo no ocupaba ningún cargo público, era Secretario
del Movimiento. Ese 25 de mayo todo se precipitó a un ritmo imposible. Sobre
ese asunto yo le comenté al doctor Cámpora, que veía difícil demorar las
definiciones hasta el momento en que se aprobara la ley de amnistía, como
estaba previsto. Me parecía un imposible político: era muy peligros. Estábamos hablando
de miles de presos por todo el país en una situación política terriblemente
fluida... Y allí perdimos contacto con el doctor Cámpora durante las tres o
cuatro horas siguientes porque el protocolo lo bloqueó. Teníamos la visita de
muchos jefes de Estado extranjeros y había toda una secuencia de hechos a los
que prestar atención. Entonces tuve que definirme ahí mismo, definir las cosas
un poco por mi cuenta”.
“Sabíamos que en Devoto este
tema se vivía de una manera explosiva. Julio Mera estaba informándome, y me
dijo que la situación era insostenible, que podía haber violencia en cualquier
momento. Por ese motivo me fui hasta allí. Cuando llegué a Villa Devoto ya el
problema se había extendido, porque había más de 300 presos comunes fuera de
sus celdas y de sus zonas. Incluso muchos de ellos estaban bastante drogados y
alcoholizados. Indudablemente que eso amenazaba convertirse en un desastre en
el primer día de gobierno. Y allí realmente... bajo mi responsabilidad,
acompañado de tres diputados (Julio Mera, Santiago Díaz Ortiz y creo Diego
Muñiz Barreto), ordené al director de la cárcel que abriera las puertas y
soltara a la gente.”
“Esto no tenía, obviamente, legalidad,
pero sí teníamos poder político para hacerlo, y creo que en el momento con esa
decisión se evitó un hecho más grave. Esto ha sido muy criticado después; pero
yo no veo qué otra solución podría haber tenido la situación que se había
creado. Se llegaba a la violencia en cualquier momento. Sobre todo, porque
había una columna del ERP, sumamente agresiva y armada, justo en la puerta del
penal. En ese sentido esto no tenía otra solución. Pero, por otra parte,
nosotros habíamos hecho una consigna de campaña aprobada por el General que
decía ‘Ni un solo día de gobierno peronista con presos políticos’. Y bueno,
debíamos cumplir.”
“El doctor Cámpora actuó a la
altura de las circunstancias. Podría haberse sentido molesto de que yo hubiera
adoptado esa actitud. No hubo absolutamente nada de eso. Al contrario. En la
noche, ya muy tarde, se instrumentó el indulto que firmó el Presidente, para
que al día siguiente salieran los presos de las demás cárceles.”[xv]
La amnistía del 25 de mayo de
1973 liberó a unos 1.500 terroristas junto con presos políticos y delincuentes
comunes sin que se exigiera a las organizaciones terroristas ninguna
contrapartida. Ni un alto el fuego, ni la entrega del armamento que habían
robado de diversas instalaciones militares, ni siquiera que liberaran al
contralmirante Alemán secuestrado por un comando del PRT-ERP.
Del penal de Devoto fueron
liberados 371 detenidos. Otros 173 detenidos llegaron por vía aérea a Buenos
Aires, desde Rawson, el día 26 de mayo. En el aeropuerto de Ezeiza se
produjeron nuevos incidentes, ataques a las autoridades y depredaciones. Las
paredes de la estación aérea y hasta algunos aviones quedaron cubiertos por
leyendas de las organizaciones terroristas pintadas por jóvenes encapuchados
que recibieron con euforia la llegada de los liberados.[xvi]
Pronto, la sociedad argentina
comprendería que el gobierno constitucional no generaría automáticamente la
pacificación de los espíritus ni la tan ansiada paz social.
Pocos días después de la
asunción de las autoridades democráticas, los miembros de la Cámara Federal
comenzaron a sufrir amenazas de muerte. Al mismo tiempo, recibieron presiones
desde diversas instancias gubernamentales. Cuando el cadáver del terrorista,
del ERP - 22 de Agosto, Fernández Palmeiro, asesino del contralmirante Hermes
Quijada ingresó a la morgue, el coronel Alberto Cáceres informó a la Cámara
Federal que “por orden de Cámpora debía suspenderse la autopsia”.
La situación se hizo insostenible para los camaristas que retiraron sus efectos
antes de la disolución del Cuerpo. Días antes del cambio de gobierno, los
miembros de la Cámara Federal, enviaron a la Armada el armamento secuestrado a
los terroristas y fotocopia de los expedientes elaborados por el cuerpo.[xvii]
Posteriormente, cuatro de los
miembros de ese tribunal sufrieron atentados, entre ellos el que costó la vida
al doctor Quiroga. Los que no murieron debieron exilarse y todos los empleados
fueron dejados cesantes sin indemnización alguna, degradados y perseguidos.
Este fue el comienzo de una
época trágica que algunos vivimos, otros han convertido en un “relato” y
los más jóvenes sólo conocen por referencias interesadas que pretenden presentar
unos tiempos trágicos como si de una epopeya se tratara.
[i] GENTE Y LA
ACTUALIDAD: 25 de Mayo de 1973 – 24 de Marzo de 1976. Fotos – hechos.
Testimonios de 1.035 dramáticos días”. Ed. Atlántida. Bs. As. 5 de octubre de
1979. Pág. 13.
[ii] TESTIMONIO
DIRECTO DEL AUTOR: quién en esa oportunidad asistió al traspaso de mando en la
misma Plaza de Mayo y en instalaciones del Ministerio de Trabajo.
[iii] EL DESCAMISADO:
Año 1, N° 2, martes 29 de mayo de 1973. P. 11
[iv] CÁMPORA,
Héctor J.: La revolución peronista. Ed. Eudeba Bs. As. 1973. Ps. 76 a 190.
[v] GENTE Y LA
ACTUALIDAD: Op. Cit. P. 13
[vi] GENTE Y LA ACTUALIDAD: Op. Cit. P. 12
[vii] Otro asistente que debió enfrentar la hostilidad de los manifestantes
fue el Secretario de Estados de los Estados Unidos, Willian Rogers que prefirió
no arriesgarse en la Plaza de Mayo y permaneció en la embajada de su país.
[viii] BONASSO, Miguel: El presidente que no fue. Archivos ocultos del
peronismo. Ed. Planeta. Bs. As. 1997. P. 462.
[ix] YOFRE: Juan Bautista
Tata: Las provocaciones de Montoneros y las dudas sobre Cámpora: cómo
decidió Perón volver a ser presidente y alejar a ambos del poder. Infobae.
Bs. As. 7 de febrero de 2021. Infobae.com
[x] ABAL MEDINA; Juan
Manuel: Conocer a Perón. Ed.
Planets. Bs. As. 2023. P. 281 a 284.
[xi] BONASSO,
Miguel: Op. Cit. P. 476
[xii] BONASSO,
Miguel: Op. Cit. P. 477.
[xiii] LEGUIZAMON
VIGO, Javier: Amar al enemigo. Ed,
Psco. Bs. As. 2001. P. 87
[xiv] LEGIZAMON
VIGO, Javier: Op. Cit. P. 90
[xv] SOMOS:
Historia y personajes de una época trágica. Ed. Atlántida. Bs. As. P. 50
[xvi] JAURETCHE,
Ernesto: Violencia y política en los 70. No dejés que te la cuenten. Ed.
Del Pensamiento Nacional. Bs. As. 1997. P. 193.