El aislacionismo es una constante de la geopolítica
estadounidense que periódicamente se expresa en su política internacional. Con
Donald Trump en la Casa Blanca esta tendencia podría provocar una reducción del
“soft power” de los Estados Unidos.
El más
importante pensador geopolítico estadounidense vivo, el doctor Henry Kissinger
en su último libreo: “Orden Mundial” que para los fundadores de su país “… la
geografía favorable y los vastos recursos de los Estados Unidos facilitaron la
idea de que la política exterior era una actividad opcional. A salvo entre dos
grandes océanos, el país estaba en posición de tratar la política exterior como
una serie de desafíos episódicos antes que una tarea permanente.”
Esta
visión denunciada por Kissinger registra como antecedente más notable el “Discurso
de Despedida” del presidente George Washington, de 1796, cuando aconsejó que
los Estados Unidos se mantuvieran “apartados de alianzas permanentes con
cualquier parte del mundo foráneo.”
Este
consejo de Washington se convirtió en dogma para los políticos estadounidenses
que consideran que bajo ningún concepto su país debe asumir responsabilidades
de “gendarme del mundo” o involucrarse en conflictos destinados a preservar el
orden mundial.
Esta
interpretación ha hecho que la política exterior estadounidense en ocasiones
oscilará entre el aislacionismo más estricto y el intervencionismo militar en
nombre de la preservación de la libertad, la democracia y la seguridad
internacional.
Con Donald
Trump en la Casa Blanca su lema de “América primero” se convierte en el
fundamento para otro periodo de aislacionismo estadounidense en nombre de una
política internacional más práctica, individualista y hasta egoísta. En que los
Estados Unidos dejaron de actuar en los conflictos del mundo para ocuparse más
de ellos mismos. Esta política ha comenzado a materializarse a través de
fuertes recortes en los gastos diplomáticos.
Quien
deberá llevar a cabo el trabajo sucio será el secretario de Estado, Rex
Tillerson. El jefe de la diplomacia estadounidense deberá recortar los gastos
de su ministerio en un 28,5% (si se aprueban los presupuestos presentados por
la Administración Trump). Esto implica despedir al 9% del personal del
Departamento de Estado: unos 2.300 diplomáticos y empleados civiles perderán
sus empleos.
Pero,
los recortes no se detienen allí. El Programa de Intercambio Cultural y
Educativo perderá la mitad de su presupuesto. La ayuda para el desarrollo que
los Estados Unidos brinda a los países pobres del Tercer Mundo también se
reducirá en un tercio.
Las
Naciones Unidas también sarán víctimas de la tijera de Trump. Recibirán mil
millones de dólares menos para el mantenimiento de sus misiones de paz. Esto
forzará al Secretario General, Antonio Gutérres, a efectuar sus propios
recortes. Así, por ejemplo, ya está estudiando levantar la misión de paz en
Chipre que separa a las comunidades griegas y turcas en la isla.
Recordemos
que Donald Trump no tiene un buen concepto de la ONU. Cuando era ya presidente
electo, en diciembre último, tuiteó: “Naciones Unidas tienen un gran potencial,
pero ahora es solo un club de gente para reunirse, hablar y pasarlo bien. ¡Qué
triste!”
El
presidente Trump no solo ajusta a su administración también se retira de
tratados internacionales que considera desventajosos, como el NAFTA, o el
Acuerdo Sobre el Cambio Climático de París. Al mismo tiempo presiona a sus
aliados de la OTAN para que asuman los gastos de su propia defensa.
Pero
no todos son recortes. El dinero que Trump ahorra en soft power lo invierte en
hard power. El presidente ha incrementado el gasto militar de los Estados
Unidos este año en un 9%.
Por
algo, la Administración Trump registra el mayor número de militares ocupando
posiciones relevantes en el gobierno en la historia de los Estados Unidos. Hay
más militares junto a Trump que en los tiempos de Franklin D Roosevelt, durante
la Segunda Guerra Mundial.
Con
menos diplomáticos, menos ayuda que repartir, menos fondos para Naciones Unidas
y al marginarse de los principales tratados internacionales, es de esperar que
el poder blando de los Estados Unidos sufrirá una importante reducción.
Estados
Unidos ejercerá menos influencia en los foros internacionales, encontrará
mayores problemas para reclutar aliados durante las crisis internacionales,
reducirá su influencia en las Naciones Unidas y la OTAN, e incluso puede llegar
a enfrentar problemas para cubrir todos los cargos que le corresponden en los
organismos internacionales.
Es que
el aislacionismo siempre conduce a una reducción del soft power del Estado que
lo práctica.
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