Los hechos
delictivos acontecidos en los países del MERCOSUR indican que el mayor y más
peligros grupo criminal del Brasil, conocido como Primer Comando de la Capital
(PCC), está expandiendo sus operaciones a otros países de la región.
En
Brasil existen varios centenares de organizaciones criminales. La mayoría de
ellas son muy pequeñas y poco sofisticadas. Se trata de bandas más o menos
numerosas y estables, por lo general son organizaciones poco sofisticadas, que
controlan los delitos en un barrio o en una favela. Otras son grupos más
grandes y complejos que operan en regiones más amplias, ciudades enteras o
incluso todo un Estado de Brasil.
Sin
embargo, solo dos de estas organizaciones operan a nivel nacional, cuentan con
abundantes recursos financieros y humanos y disponen de una compleja logística.
Se tratan del Comando Vermelho y del Primer Comando de la Capital. Ambos se
gestaron en las cárceles brasileñas y luego expandieron su accionar a todos los
rincones del país.
La
segunda de estas organizaciones, el PCC, es un grupo criminal más poderoso de
Brasil con abundantes contactos internacionales que ahora parece querer
expandir sus negocios al resto de los países del MERCOSUR.
ORIGEN DEL PCC
El PCC se constituyó, el 31 de agosto de 1993, en el
infame Anexo de la Casa de Custodia de Tubaté, situado a unos 130 kilómetros de la
ciudad de Sâo Paulo. Este penal es conocido como el piranhao porque ahí “Las
pirañas se comen unas a otras”. Tras una serie de denuncias por torturas y
para congraciarse con los presos, el director del presidio autorizó ese día un
partido de futbol entre el Comando
Caipira, formado por presos del interior del Estado paulista, y el Primer Comando de la Capital,
constituido por reclusos provenientes de la ciudad de Sâo Paulo. Lógicamente,
había mucha tensión entre los rivales. Un testigo relató que los reclusos se
gritaban “me voy a comer tus ojos o me voy a beber tu sangre”. Cuando comenzó
el partido, José Márcio Felício, alias “Gelaiâo”
-un recluso de 1,90 de estatura y 130 kilos de peso-, se lanzó sobre un rival,
lo sujetó de la cabeza y le quebró el cuello. En segundos se le unieron Cesinha, Baianao, Cara Gorda, Esquisito,
Bicho Feio y Paixao. “Si nos tocan,
el PCC va a responder con todo lo que podamos”, gritaron. Se había
constituido la organización criminal más importante del MERCOSUR.
El grupo fundador estuvo formado por Misael Aparecido
da Silva, el “Misa”, Wander Eduardo
Ferreira, el “Eduardo Cara Gorda”,
Antonio Carlos Roberto de la Pasión, lo “Pasión”,
Isaías Moreira del Nacimiento, el “Isaías
Raro”, Ademar de los Santos, el “Dafe”,
Antonio Carlos de los Santos, el “Bicho
Feio”, César Augusto Roris da Silva, el “Cecina”,
y José Márcio Felício, el “Geleiâo”.
De los ocho miembros fundadores, seis murieron violentamente y los dos
restantes están apartados de las operaciones del grupo.
El PCC adoptó el mismo lema que el carioca Comando
Vermelho: “Paz, Justicia y Libertad”
y la sigla 15-3-3 formada por la ubicación de las letras P-C-C en el alfabeto
portugués. Como representación gráfica adoptó el símbolo chino del equilibrio “ying-yang”, a negro y blanco, porque
pretendía “equilibrar al bien y el mal
con sabiduría”.
El objetivo inicial del PCC, que en un comienzo
también se denominó Partido del Crimen, pretendía “combatir la opresión dentro del sistema penitenciario paulista” y “para vengar la muerte de los 111 presos”,
el 2 de octubre de 1992, en la “masacre
del Carandiru”, cuando la Policía Militar mató a reclusos en el pabellón 9
de la extinta Casa de Detención de Sâo Paulo.
El primer líder del PCC, fue Idemir Carlos Ambrosio,
lo “Sombra”, quien se hizo célebre en
febrero de 2001, al organizar y coordinar por teléfono celular rebeliones
simultáneas en 29 presidios paulistas, que dejaron un saldo de 16 muertos.
Cinco meses más tarde, Sombra era ultimado a palos por varios miembros del PCC
en una disputa por el control de la organización. El PCC comenzó entonces a ser
liderado por “Geleiâo” y “Cesinha”, responsables por la alianza
del grupo con el carioca Comando Vermelho.
“Geleiâo” y “Cesinha”
comenzaron a organizar atentados violentos contra edificios públicos a partir
del Complejo Penitenciario de Bangu, donde se encontraban detenidos.
Considerados demasiado extremistas por otro grupo de miembros del PCC más
moderado fueron expulsados del grupo en noviembre de 2002 cuando el control del
grupo pasó a su actual líder Marcola.
MARCOLA
Marcola en ese entonces tenía treinta y ocho años y había
pasado la mayor parte de su vida en la cárcel. Creció, como otros delincuentes,
en el seno de una familia muy pobre de una favela.
Comenzó su carrera delictiva como “carterista”
en el centro del Sâo Paulo. Su primera condena le fue aplicada a los dieciocho
años. Terminó su escuela primaria en la cárcel donde también parece haber
adquirido una gran pasión por la lectura.
A lo largo de su vida criminal, Marcola se fugó en
cuatro ocasiones de la prisión. A través del tiempo se fue especializando en el
robo de bancos y transportes de caudales. Su golpe más exitoso, en 1995, le
reportó nueve millones de reales –más de cuatro millones de dólares- al asaltar
un local de “Transbank” una empresa
transportadora de caudales.
Después de este atraco se refugió en Paraguay
durante un año. Las autoridades brasileñas lo detuvieron en 1997, al regresar a
Sâo Paulo, y desde entonces permanece detenido en la cárcel donde cumple una
condena de 39 años y once meses.
Marcola habría ordenado, entre otros crímenes, el asesinato
en 2003, del juez – corregidor Antonio José Machado Días, el “Machandinho”, quien dirigía el Centro
de Readaptación Penitenciaria –CRP- sito en la localidad de Presidente
Bernardes, a 589
kilómetros de Sâo Paulo. El CRP era una de las prisiones
más rigurosas del Brasil y donde los miembros del PCC temían ser transferidos
debido a que debían pasar en confinados en sus celdas hasta 23 horas sin
periódicos, revistas, radio o televisión.
En diciembre de 2006 fue autorizado a contraer
matrimonio con Cynthia Giglioli da Silva, una estudiante de derecho de 29 años.
Anteriormente, Marcola estuvo casado con la abogada Ana María Olivatto,
asesinada, en el año 2002, de dos disparos en la cabeza por sus enemigos.
SINDICATO
CRIMINAL
El PCC está organizado en base a un “Estatuto” de dieciséis artículos, que
se distribuyó en los penales para su discusión en 1996 y que un año más tarde
apareció publicado en el Diario Oficial de Sâo Paulo. Irónicamente daba como “dirección legal” de la organización el
penal de Carandirú, en ese entonces la cárcel más grande de Sudamérica, que
fuera dinamitado en 2002.
El capítulo primer propiciaba que “la lealtad, el respeto y la solidaridad estarán por encima de todo”.
El segundo defendía “la lucha por la libertad, la justicia y la paz”, lema que fue
pintado en los penales que se rebelaron en el año 2001 y también durante la
rebelión de mayo de 2006.
El cuarto destacaba la obligación de “aquellos que estén en libertad a contribuir
con los hermanos dentro de la prisión por medio de abogados, dinero, ayuda a
los familiares y acciones de rescate.”
El sexto dictaba que “el partido está por encima de los conflictos personales” y el
decimoprimero justificaba la existencia de la organización en “la lucha descomunal e incansable contra la
opresión”.
El PCC más que una banda de criminales funciona como
un “sindicato de delincuentes”. Los
miembros presos deben pagar una cuota de protección mensual de unos veinticinco
dólares y de hasta doscientos cincuenta dólares si están en libertad. Algunas
estimaciones aseguran que a conducción del PCC cuenta con reservas de más de
cincuenta millones de dólares.
Para formar parte del PCC, lo que implica convertirse
en un “hermano”, un delincuente debe
ser “bautizado”. Es decir, presentado
por un miembro aceptado de la organización quien pasa a constituirse en garante
de la fidelidad del nuevo miembro. El novato suele ser también sometido a
pruebas para evaluar su valor y subordinación a las órdenes del PCC.
Los líderes del PCC, desde sus lugares de detención,
controlan el tráfico de drogas en las
favelas, ordenan la compra de armas y organizan acciones delictivas de gran
impacto. Pero también realizan acciones de ayuda social para los reclusos.
Fletan autobuses para que los familiares de sus miembros puedan concurrir a los
penales. Distribuyen bolsones con alimentos entre los presos, organizan fiestas
en las cárceles o compran juguetes para que los internos entreguen a sus hijos
los días de visita. Además, organizan la asistencia jurídica a los reclusos,
contratan a los mejores abogados dispuestos a ponerse a su servicio, compran
equipos de televisión para la cárcel –indispensables para seguir los partidos
de futbol-, etc.
El PCC es un real factor de poder en el mundo criminal
de Brasil. Muchos directores de penales deben negociar con sus líderes para
poder mantener el penal bajo control sin demasiados incidentes. En ocasiones,
los guardias no pueden ingresar al interior de los pabellones sin pactar antes
con los reclusos que cantidad de guardias van a ingresar y que tipo de
actividad van a llevar a cabo dentro del mismo. Cualquier trasgresión a lo
pactado puede desembocar en un sangriento motín que inmediatamente se propaga por
otros penales y provoca retaliaciones en forma de ataques a oficinas públicas,
estaciones de policía y hasta vehículos de transporte público.
Así ocurrió el 12 de mayo de 2006. En esa fecha la
violencia criminal desatada desde los penales paulistas azotó por cinco días el
estado de Sâo Paulo provocando la muerte de 40 policías, 89 reclusos y 4
transeúntes, el incendio de 82 ómnibus, una estación de metro y 17
instituciones bancarias atacadas. Simultáneamente, se efectuaron motines en 93
de las 140 prisiones del Estado paulista.
La violencia carcelaria se desató luego de que los
líderes del PCC se enteraron de una reunión confidencial entre policías y un
grupo de legisladores para planificar el traslado de la cúpula de esta
organización y otros setecientos sesenta y cinco presos a dos prisiones de
máxima seguridad, una situada en la localidad de presidente Venceslao, a 620 kilómetros al
oeste de Sâo Paulo y la otra en la zona norte del Estado.
La violencia sólo cesó después de una negociación
secreta del gobierno paulista con la cúpula del PCC. Aunque las autoridades
niegan haber efectuado cualquier acuerdo con los presos amotinados.
Los ataques de los criminales provocaron el temor de
los habitantes de Sâo Paulo, pero la actitud de las autoridades al establecer
una negociación con estos llenó de indignación al país. El diario “O Estado de Sâo Paulo” publicó un
lapidario editorial donde señaló “La
sociedad es rehén del crimen organizado pues ha prevalecido una absurda
complacencia con los criminales, que se traduce en indultos y otros beneficios”.
El poder del PCC se basa en las condiciones inhumanas de
hacinamiento y violencia que imperan en las cárceles de Brasil y de toda la
región, que lejos de aislar a la sociedad de sus presos más peligroso, se han
convertido en bases del crimen organizado donde se recluta y entrena a sus
miembros y desde donde de planifican y organizan los crímenes más violentos
ante la impotencia de las autoridades.
PRESENCIA EN EL MERCOSUR
Las
autoridades policiales de los países del MERCOSUR afirman que en la última
década se ha detectado una creciente presencia de los grupos criminales
brasileños PCC y Comando Vermelho en la región.
PARAGUAY
La mayor
presencia, pero no la única, la registran en Paraguay, donde las autoridades
reconocen la existencia de al menos unos quinientos criminales brasileños
afiliados al PCC en territorio paraguayo y otros cincuenta miembros del grupo
presos en cárceles paraguayas.
La presencia
de estos delincuentes brasileños se registra especialmente en áreas fronterizas
de Ciudad del Este y de la ciudad de Pedro Juan Caballero.
El líder del
PCC en Paraguay sería un criminal conocido como “Gegé do Mangue”, fugitivo de la justicia brasileña.
El 4 de
noviembre de 2013, por ejemplo, miembros de la Secretaria Nacional Antidrogas
(SENAD) capturaron, en la ciudad de Pedro Juan Caballero, a cuatro miembros del
PCC en posesión de gran armamento y drogas. Los cuatro eran buscados en su país
por cargos de narcotráfico por lo cual fueron extraditados al Brasil.
EL ATAQUE A PROSEGUR
El hecho que
llevó a las autoridades de seguridad de los países del MERCOSUR a hacer
públicas sus preocupaciones por las crecientes actividades criminales del PPC
en la región fue el ataque armado perpetrado contra las instalaciones de la
empresa PROSEGUR en Ciudad del Este, una importante población paraguaya,
situada en el corazón de la sensible “Triple
Frontera” entre Argentina, Brasil y Paraguay, ocurrido el 24 de abril de
2017.
En esa
ocasión, entre 50 y 60 atacantes armados con fusiles AK-47, explosivos de alto
poder, lanzacohetes y sofisticado armamento para tiradores de élite, atacaron
las instalaciones locales de la mayor empresa privada de seguridad del mundo.
En el local
de PROSEGUR existía una bóveda bancaria blindada rodeada por las más
sofisticadas medidas de seguridad donde se guardaban importantes fondos. Nunca
se aclaró el monto exacto del dinero guardado en la bóveda y a quien
pertenecía. Este hecho generó inmediatamente la sospecha de que en su mayoría
se trataba de fondos ilícitos o que se guardaban allí para posibilitar, como
mínimo, la evasión fiscal a sus propietarios.
Los atacantes
operaron aplicando fuerza extrema y evidenciando un alto grado de instrucción
para el combate y muy buena coordinación técnica.
El ataque se
prolongó por más de tres horas en que los agresores emplearon bombas
incendiarias del tipo denominado “coctel
Molotov”, artefactos lanza clavos abrojo (conocidos como “clavos miguelito”), también emplearon
artefactos explosivos más sofisticados para detonar a control remoto para
detonar 16 vehículos cargados de explosivos, colocados estratégicamente para
aislar la zona del atraco y desviar la atención de las autoridades.
También
situaron francotiradores para asegurar el control del perímetro que rodeaba el
local de PROSEGUR. Los asaltantes detonaron explosivos en la bóveda en seis
oportunidades hasta poder abrirla y hacerse con el dinero allí guardado. En un
comienzo se habló de que los ladrones habían escapado con un botín de cuarenta
millones de dólares, luego esta cifra fue disminuyendo en las informaciones
posteriores hasta alcanzar la cifra de tan sólo ocho millones.
Pero, sin
duda, la cifra fue muy grande porque los asaltantes abandonaron en la bóveda el
dinero depositado en moneda paraguaya y sólo robaron el dinero en dólares
estadounidenses.
Los
asaltantes, distribuidos en distintos grupos, escaparon del lugar, la mayoría
se dirigió a la frontera con Brasil. En dos de los automóviles en que fugaron,
los criminales ataron sobre el capó a guardias de PROSEGUR para cubrirse de los
disparos de las fuerzas de seguridad.
En su fuga,
los asaltantes prófugos se enfrentaron a la policía brasileña en la localidad
limítrofe de Foz de Iguazú. Allí murieron tres sospechosos y otros cuatro
resultaron heridos y capturados.
En varios
operativos posteriores, las autoridades paraguayas y brasileñas capturaron un total
de 12 personas sospechosas de haber participado en el ataque y recuperaron U$S
1.172.000.
Posteriormente,
el 30 de mayo de 2017, la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD), del Paraguay,
desarticulo una red aérea para el tráfico de drogas organizada por el PCC que
operaba por valor de unos 3,5 millones de dólares al mes. En la operación decomisaron
513 kilogramos de cocaína y un avión que los narcotraficantes empleaban en sus
operaciones.
TAMBIÉN EN BOLIVIA
Otra
evidencia de la expansión de las actividades del PCC en los países del MERCOSUR
fueron el ataque tipo comando llevado a cabo contra un vehículo transporte de
caudales de la empresa privada de seguridad Brinks, en una ruta a Roboré en el
Departamento de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, efectuado el 30 de marzo de
2017.
Los
asaltantes, que hablaban con acento brasileño, emplearon explosivos y fusiles
AK-47 para robar U$S 1.300.000.
Durante la
fuga, los atacantes cubrieron su repliegue con francotiradores y empleando
drones para controlar el despliegue y los controles policiales.
EN ARGENTINA
Las
actividades del PCC en Argentina también son de larga data. Actualmente, están
detenidos en penales argentinos cuatro miembros de este grupo criminal, una
mujer y tres hombres, cumpliendo condena.
El 26 de mayo
de 2017, se difundió un “parte de
inteligencia criminal” proveniente de la Policía de Corrientes que alertaba
sobre el ingreso al territorio de esa provincia de un grupo de personas
pertenecientes a este grupo criminal brasileño.
La
información causó gran inquietud y pronto las autoridades nacionales se
apresuraron a negar la información y calmar los ánimos, aunque persistió la
idea de que algo había de verdad en esta versión.
CONCLUSIONES
Las
evidencias muestran que los grupos criminales brasileños han expandido sus
operaciones a los países del MERCOSUR tomando como base la región de la Triple
Frontera.
El Primer
Comando de la Capital, lleva años instalado en la región y creando una extensa
red de contactos y locales para desarrollar las operaciones de mayor
envergadura que hoy se aprecian.
El PCC
pretende triangular la cocaína boliviana y la marihuana paraguaya para
convertirse en la mayor organización de narcotráfico del Cono Sur de América
Latina y aprovechar los mercados consumidores de Argentina, Brasil y Uruguay.
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