El Medio Oriente es una zona
habitualmente convulsionada por lo cual la aparición de una nueva crisis en la
región no puede sorprender a los analistas internacionales. Sin embargo, la
reciente fractura del Consejo de Cooperación del Golfo, con la expulsión del Emirato
de Qatar, está escalando las tensiones en la Península Arábiga.
CRISIS EN EL CONSEJO DEL GOLFO
El 5 de junio, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto rompieron relaciones diplomáticas, decretaron el cierre de fronteras y las conexiones aéreas. Inmediatamente se sumaron a las medidas los gobiernos de Maldivas, Libia y Yemen.
Los siete países acusan a Qatar de desestabilizar la región mediante la financiación de grupos islamistas radicales, de injerencias en sus asuntos internos y de mantener extraños vínculos con Irán e Israel.
La península qatarí se adentra 150 kilómetros en el Golfo Pérsico desde Arabia Saudí. Gran parte de su territorio de 11.586 km² es una planicie baja y estéril, cubierta de arena. El carácter desértico del país obliga a importar el 90% de sus alimentos (el 40% de ellos provenía de Arabia Saudí, aunque Irán y Turquía se han comprometido a reemplazarlos) e incluso de los materiales de construcción.
Su población de 2.700.000 habitantes está conformada en un 90% por extranjeros carentes de derechos en el país.
Desde su independencia de los británicos, en 1971, los emires de Qatar han tratado de mantener su autonomía frente a la actitud hegemónica de su vecino saudí.
UN PEQUEÑO REINO, UN GRAN PODER
En 1995, el emir Hamad bin Khalifa al-Thani desplaza a su padre en un golpe de Estado incruento y dio un nuevo impulso al desarrollo del emirato. Qatar ha alcanzado uno de los PBI más altos del planeta. El Emirato de Qatar ha acumulado también un gran poder blando. Se ha convertido en un país con una frenética actividad diplomática que no guarda relación con su reducido tamaño y su escasa población.
Lanzó la cadena informativa Al Jazeera, el medio de comunicación más importante e influyente de lengua árabe (aunque también trasmite en idioma inglés) que suele actuar como canal de comunicación entre el mundo árabe y público occidental.
Desde 2003, Qatar alberga el “Doha Fórum”, uno de los ámbitos de debate más importante sobre asuntos de política internacional.
Los príncipes qataríes eligieron al futbol para ganar presencia internacional. Jeques qataríes adquirieron clubes de futbol europeos como el Paris Saint Germain (Nasser Al Khelaïfi) y el Málaga (Abdullah al Thani), además Qatar Airline es el sponsor principal del Futbol Club Barcelona. Por último, Qatar consiguió ser país sede de la Copa Mundial de Futbol 2022, organizada por la FIFA.
En materia de política internacional ha mediado en conflictos en Medio Oriente y África, como en Chad y Darfur, Eritrea, Palestina o Chipre.
Qatar, también alberga la mayor base estadounidense en la región del Golfo Pérsico. La base aérea de Al Udeid, sita a 32 kilómetros de la ciudad de Doha, aloja 11.000 soldados estadounidenses y cuenta con una pista de 3.750 metros que permite operar hasta con 120 aviones. Una base construida a un costo de mil millones de dólares y que alberga un cuartel general avanzado para el USCENTCOM -Comando Central de los Estados Unidos-.
Aunque el presidente Donald Trump quiera adjudicarse un papel protagónico en la creciente decisión de los países del Consejo de Cooperación del Golfo, lo cierto es que la diplomacia saudí ha estado trabajando y negociando desde hace tiempo para lograr este resultado.
RIAD Y DOHA EN CONFLICTO
El enfrentamiento entre Arabia Saudí y Qatar se ha gestado por largo tiempo. En 2011, cuando comenzó “La Primavera Árabe” en el Norte de África, Qatar apoyo públicamente, y a través de la cadena Al Jazeera, a los grupos islamistas involucrados en las revueltas contra los regímenes establecidos. Una posición no compartida por las monarquías del Golfo que temían que el ejemplo se expandiera por sus propios reinos.
En Egipto, en particular, Qatar ha apoyado a los Hermanos Musulmanes, una antigua agrupación wahabita, creada en 1928, por Hassan Al Banna. Los Hermanos Musulmanes son considerados una organización terrorista por el gobierno ruso, por los gobiernos del Golfo e incluso por los saudíes que no dudan en calificarla de “Hermandad Apóstata”.
Qatar fue uno de los principales apoyos del presidente islamista egipcio Mohamed Mursi -perteneciente a los Hermanos Musulmanes- e invirtió en Egipto una ingente cantidad de dinero en forma de donaciones, préstamos e incluso recursos energéticos, por un valor estimado en unos 8.000 millones de dólares.
Mursi, fue derrocado, juzgado y encarcelado, en 2013, por su ministro de Defensa y actual presidente, el general Abdel Fatah al Sisi. El nuevo gobierno egipcio expulsó a la cadena qatarí Al Jazeera, por su cobertura de la asonada, que incluyó detalles de la represión y fusilamiento de activistas islamistas. Algunos periodistas de Al Jazeera incluso han enfrentado cargos de traición y espionaje.
El régimen de Al Sisi cuenta con el apoyo decidido de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Además, recientemente, Donald Trump recibió a Al Sisi en la Casa Blanca en un claro gesto de apoyo, mientras diversos organismos internacionales dedicados a la defensa de los derechos humanos hacían oír sus quejas por la represión en Egipto.
También en el caso de Yemen, los países del Consejo de Cooperación de Golfo y Qatar parecen situarse en distintos bandos.
Mientras que el CCG apoya al gobierno yemení contra los rebeldes hutíes, que son chiís sponsoreados por Irán. Qatar habría participado en favor de lo hutíes.
Es que en el centro de la cuestión se sitúa la rivalidad entre la monarquía saudí, fiel a la interpretación suní y guardiana de los lugares santos de islam. Y, por el otro, Irán la única nación chií, aliada de Rusia, del dictador sirio Bashar al-Assad y enfrentada a Occidente.
Además, Qatar protege a los islamistas de Hamas y al mismo tiempo desarrolla una interpretación más tolerante del islam que permite que las mujeres manejen automóviles sin la compañía de un hombre, que los extranjeros consuman alcohol e incluso tolera la presencia de los “cruzados occidentales” en su territorio.
ESTALLA LA CRISIS
La crisis, en realidad, comenzó a gestarse cuando en mayo la agencia Al Jazeera difundió unas frases del emir Tamin Bin Hamad al Thani, durante un acto castrense, que tuvieron un efecto revulsivo en el reino saudí: “Irán es una potencia islámica” y “no es de sabios mantener tensiones con Irán”. En represalia, Arabia Saudí, Bahréin, Egipto y Emiratos Árabes Unidos bloquearon la web de Al Jazeera.
Qatar no hizo nada por distender la situación, muy por el contrario, siguió un curso de acción que incrementó las sospechas saudíes. Pronto trascendió un viaje secreto a Doha de Qasim Suleimani, un comandante de la Fuerza Quds iraní. Días después, el emir Tamin llamó por teléfono al presidente iraní Hasan Rohaní, recién confirmado en los comicios en su cargo, y se explayó con que había “un amplio terreno y potencial para desarrollar una cooperación iraní – qatarí en campos políticos y económicos” y que habría que esforzarse para “promover las relaciones” mutuas.
Esto fue demasiado para Riad que movió a sus aliados para aislar a Qatar, rompiendo relaciones, cerrando sus fronteras y prohibiendo vuelos desde y hacia el emirato.
Es posible que antes de avanzar con estas medidas, el rey Salman al Saud haya consultado al presidente Donald Trump durante su reciente visita al reino. Oportunamente, el rey saudí acordó también una adquisición de armas estadounidenses por valor de 110.000 millones de dólares. Un regalo invaluable y difícil de rechazar para un presidente que había llegado al poder prometiendo reactivar la industria estadounidense y crear nuevos empleos para sus votantes.
Para sumar tensiones, el miércoles 7 de junio, se produjo un atentado contra el Parlamento iraní y el mausoleo del ayatolá Ruholá Jomeini, fundador de la república islámica, que dejó un saldo de 17 muertos y 52 heridos. Al parecer, el ataque fue perpetrado por cinco terroristas suicidas pertenecientes al Estado Islámico o Daesh, un grupo yihadista suní del que se sospecha recibe apoyo de Riad.
Por último, para agravar más las cosas, Turquía, en cumplimiento de acuerdos suscriptos en abril pasado entre ambos países, ha incrementado su presencia militar en suelo qatarí de 90 a 5.000 “instructores militares” y se dispone a realizar maniobras militares conjuntas.
Ahora,
la península arábiga se convirtió en otro posible escenario de tensiones en el
mundo ya demasiado preocupado por la guerra en Siria, la inestabilidad de Libia
y Yemen y las tensiones en Ucrania, la península coreana y el mar de China. No
es una tercera guerra mundial, pero se le parece mucho y esto recién esta
comenzando.
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