jueves, 31 de marzo de 2022

EL DESARROLLISMO AL PODER




 

ARTURO FRONDIZI, EL LÍDER RACIONAL.

 

            Arturo Frondizi era hijo de una pareja de inmigrante italianos llegado al país en 1892. Los padres de Arturo: Giulio Frondizi e Isabel Ercoli pertenecían a la ciudad romana de Gubbio. A su arribo al país los Frondizi se radicaron en la localidad entrerriana de Paso de los Libres. Julio Frondizi ejercía la profesión de albañil y pronto se convirtió en un pequeño empresario de la construcción.

 

            El matrimonio Frondizi tuvo un total de catorce hijos. Las dos hijas mayores nacieron en Italia, a ellas siguieron diez hijos nacidos en Argentina y dos hijas que fallecieron prematuramente. Arturo fue su anteúltimo vástago y nació, en la provincia de Entre Ríos, el 28 de octubre de 1908.

 

            Los Frondizi, como muchos inmigrantes europeos de esa época, fomentaron en todos sus hijos el amor hacia el estudio, actividad para la cual todos ellos exhibían un importante talento. Una poderosa inteligencia, unida a una gran dedicación permitió a varios de ellos destacarse en la sociedad. Américo se graduó de farmacéutico y como autodidacta se destacó en el aprendizaje de idiomas y del griego clásico. Ricardo fue profesor de inglés, Silvio fue un brillante abogado y un intelectual marxista de fecunda pluma. El menor de los hijos, Risieri, se graduó como profesor de filosofía, y años más tarde fue designado rector de la Universidad de Buenos Aires, Virginia, docente, Orestes, respetado funcionario al igual que Julio quien había cursado estudios de medicina sin concluirlos.

 

            Arturo Frondizi cursó los dos primeros años de sus estudios de bachillerato en el prestigioso Colegio Nacional de Concepción del Uruguay. Luego, tras un frustrado intento de ingresar al Colegio Militar, completó sus estudios en el Colegio Nacional Mariano Moreno de la ciudad de Buenos Aires donde tuvo ilustres profesores como José E. Morgado, Ricardo Levene y el poeta Baldomero Fernández Moreno.

 

            Durante su período de estudiante secundario el futuro presidente colaboró con varios artículos en la revista “Estimulen” editada por los alumnos del “Mariano Moreno” e integró diversas comisiones de homenaje. Finalmente, Frondizi egresó con la “Mención Honorífica” correspondiente a su promoción.

 

            En 1927, Frondizi comenzó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en calidad de alumno libre. Tres años más tarde terminó su carrera con clasificaciones sobresalientes, que le valieron el Diploma de Honor. El 11 de marzo de 1931 se inscribió como abogado en la Corte Nacional y en la provincia de Buenos Aires. En 1932 de graduó de Doctor en Ciencias Jurídicas.

 

            El clima político producido en el país por la revolución encabezada por el general José F. Uriburu, llevó a Frondizi a declinar el Diploma de Honor. “La hora no es de halagos, sino de rebeldías.” Decía Frondizi en una carta enviada a los diarios: “Cuando las cárceles están colmadas de camaradas, de intelectuales y de obreros; cuando argentinos libres pisan la tierra amarga del destierro; cuando la Universidad se ha cerrado para maestros ilustres y dignos, ni conciencia no admite otra satisfacción que no sea el restablecimiento de las libertades públicas y de una Universidad en que el derecho de pensar no sea un delito.”[1]

 

            El diploma recién fue retirado por Frondizi el viernes 20 de marzo de 1992, cuando consideró que no existían en el país discriminaciones políticas, ni proscripciones obligatorias. El doctor Pigretti, decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, hizo entrega del amarillento pergamino, celosamente guardado por la casa de altos estudios durante sesenta y dos años a su legítimo poseedor.

 

            Aunque Frondizi dijo que tomó contacto con la política y adhirió al radicalismo yrigoyenista durante sus estudios en el Colegio Nacional Mariano Moreno, no puede pasarse por alto que tanto su padre como sus hermanos mayores Julio y Orestes eran afiliados radicales. La militancia política en las filas del radicalismo lo llevará a la cárcel –junto con su hermano Silvio-, por oponerse activamente al golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930.

 

            “Su participación en la Liga por los Derechos del Hombre –dice María Sáenz Quesada- y su defensa de presos políticos le ganó fama de procomunista. Este vigoroso intelectual tenía un pensamiento económico nacionalista y antiimperialista. En 1954 publicó el ensayo “Petróleo y política”, contrario a la explotación de dicho combustible por compañías extranjeras. De este modo sumó su aporte a la campaña contra la concesión a la California Argentina propuesta por Perón”.[2]

 

            Por su parte el historiador francés Alain Rouquie construye el siguiente perfil de Frondizi: “El ascendiente de Arturo Frondizi, la fascinación que ejerce sobre sus partidarios y, alguna vez también, sobre sus adversarios, provienen en gran parte de su presencia física. De un adversario muy díscolo tomamos prestado este retrato, justo en sus grandes líneas y muy evocador en ciertos detalles discutibles: ‘Es grande y sólidamente plantado, una calvicie distinguida prolonga audazmente su frente amplia; inclinado hacia delante como para oír mejor o bien cuando se echa a un lado como para tomar sus distancias y observar de lejos, parece casi siempre replegado sobre sí mismo... En un gesto muy particular disimula la crispación de sus manos introduciéndolas en lo más profundo de sus bolsillos... sus maneras son dulces y sonríe siempre con un aire lejano... pero no ríe casi nunca, así como jamás monta realmente en cólera. Su voz cálida y plena, sorprende, se diría la voz de otro hombre. En la tribuna impresiona pero no seduce. Es más profesor que político, diserta en lugar de entusiasmar... No conoce amistades ni emociones...’[3] “ [...] “Arturo Frondizi es grande, delgado, un poco encorvado, de maneras a la vez frágiles y vigorosas. Sus partidarios le llaman familiarmente ‘el flaco’, familiaridad afectuosa para este hombre de mirada imperiosa y pensativa, tranquila y reposadamente ardorosa. Su palabra lenta y mesurada, desprovista de los vuelos del arte oratorio latino, es la de un profesor. La corrección de un acento español, su lengua jamás vulgar, pasan por afectación. Su vocabulario elegido y discreto más bien hace pensar en un parlamentario británico que en un caudillo argentino. Su sangre fría en todas las situaciones, es célebre. También se le tiene por impasible y el dramatismo que sabe usar llegada la ocasión detona y aparece como un simple procedimiento. Dicen que es insondable y los diarios peronistas le apodan “la Esfinge”. Es cierto que Arturo Frondizi adoptó de Irigoyen la regla de no responder jamás a los ataques ni hacer polémica. ‘Estoy resuelto, ha dicho en varias oportunidades, a no apartarme de lo que ha sido la norma de toda mi actividad política: no hacer ataques personales, no defenderme,’ lo que, en Argentina, puede ser considerado como una proeza o como una debilidad”.[4]

 

            Seguidamente agrega Rouquié: “La extensión de su cultura en materia política y social, su reputación de hombre de trabajo han dado a Frondizi un lugar aparte en el seno de su partido como en la vida política argentina, donde el prestigio de que goza el saber sólo es comparable con el nivel intelectual a menudo mediocre de los hombres y de los debates políticos”.[5]

 

            Esta preponderancia de lo racional sobre lo afectivo y del intelecto sobre la emoción explica, en gran medida, el comportamiento político de Frondizi, sin hablar de su trayectoria ideológica. Al igual que su modelo: Hipólito Irigoyen, que nunca daba discursos, Frondizi consideraba desdeñable el papel de la opinión pública. Durante su gobierno nunca o casi nunca intentó comunicarse con el pueblo o lograr su adhesión; sus discursos eran cursos de economía política o de relaciones internacionales, con alguna u otra excepción.

 

            Frondizi no era un caudillo carismático al estilo de Yrigoyen o Perón, un hombre providencial que sabía interpretar las aspiraciones de su pueblo, era un líder racional que conducía por la fuerza de su intelecto. Un tecnócrata que tomaba decisiones apoyándose en sus conocimientos y en la historia. Un intelectual capaz de presentar análisis brillantes para justificar sus decisiones.

 

Para Frondizi, al igual que para Maquiavelo con quien frecuentemente se lo comparaba, los fines eran permanentes, mientras que los medios por su carácter instrumental debían ir mutando conforme a las circunstancias así lo impusieran.

 

A Frondizi le correspondió gobernar al país en el período más álgido de la Guerra Fría: Crisis de Berlín, Revolución Cubana, Crisis de los Misiles, etc. En ese contexto, su aire de intelectual, sus relaciones con el Partido Comunista y el origen ideológico de muchos de sus colaboradores más íntimos fueron suficientes para que fuera acusado de comunista. El 19 de febrero de 1958 hizo referencia a esas acusaciones aclarando: “yo no he sido ni seré jamás comunista, yo pertenezco desde hace treinta años a un partido argentino que es una fuerza nacional y que se opone, por consecuencia, a los partidos políticos internacionales; todo nos separa del comunismo en tanto ideología, en tanto partido político y en tanto fuerza internacional.”[6]

 

Era lógico que con estas características físicas y de temperamento Frondizi fue pronto blanco de los humoristas. Su figura poco agraciada se prestaba especialmente para el humor, tal como recuerda el caricaturista Faruk –Jorge Palacio-: “El doctor Arturo Frondizi fue uno de los presidentes argentinos que –hasta ese momento- recibió más andanadas de humor satírico. Tal vez por su ‘talento enorme y su nariz’, como dijo Discépolo”. [...] “La revista política, en los teatros dedicados al género, tuvo tal vez su período de mayor atracción durante la presidencia del doctor Frondizi, que era el personaje principal, a juzgar por los títulos: No aflojés, Arturo!!!...., El petróleo nuestro de cada día, Quo vadis, Arturo?, Un gorila en la corte del rey Arturo y Chorros de petróleo, de Petit, Itaurraspe y Carter; Arturito y Alvarito... ahora hasta el infinito, de Germán Ziclis, y Con Arturo los seis años.... vamos todos a los caños de Dinti y Pedro Quartucci”.

 

“Frondizi y el ingeniero Alzogaray fueron –sin duda- los que tuvieron más intervención en las tablas, la radio, la televisión y las publicaciones”.[7]

 

 

LOS PRIMEROS PASOS

 

 

            El nuevo presidente constitucional asumió el cargo el 1º de mayo de 1958 casi en soledad. Bajo la atenta y desdeñosa vigilancia de todos los sectores políticos: los militares antiperonistas, los radicales del pueblo, los peronistas. Todos desconfiaban del nuevo primer mandatario y guardaban agravios contra él. Sin embargo, el prestigio intelectual de Arturo Frondizi hizo que en torno suyo se nucleara un selecto grupo de jóvenes profesionales universitarios y pudiera contar, al menos inicialmente, con el apoyo de la opinión independiente que buscaba la pacificación y el progreso del país. La idea del desarrollismo, que se convertiría en el programa y la ideología del nuevo gobierno proponía recrear un Estado nacional y popular donde fuera posible hacer funcionar la justicia social. Este era el fondo ideológico común, la base nacionalista, entre peronismo y desarrollismo.

 

            “Sin embargo, -aclara Camilión- vale recordar que hacia el 58, la palabra desarrollo no tenía carta de ciudadanía todavía en la política argentina, ni como definición de movimiento político, ni como proyecto político, ni como conceptualización. El debate real sobre el que se llegó a la elección del año 1948 estuvo mayormente marcado por las actitudes políticas respecto del peronismo, más que por otra cosa. La victoria de Frondizi fue decidida por el peronismo excluido.”[8]

 

            La UCRI colocó a sus dirigentes en los ministerios, los gobiernos provinciales, los municipios y los cargos diplomáticos. La nueva administración tenía escasa experiencia porque el radicalismo se había visto excluido del gobierno durante décadas. Los gobernadores, por lo general competentes, estuvieron a la altura de las responsabilidades que les fueron encomendadas y obtuvieron un capital político propio que los instaló en la política nacional de las décadas siguientes: Oscar Alende, en la provincia de Buenos Aires, Carlos Silvestre Begnis, en Santa Fe; Raúl Uranga, en Entre Ríos; Arturo Zanichelli, en Córdoba; Horacio Guzmán, en Jujuy; Celestino Gelsi, en Tucumán; y Herminio Torres Brizuela, en La Rioja.

 

La usina ideológica del presidente era capitaneada por Rogelio Frigerio, secretario de Relaciones Económico - Sociales, quien tenía más influencia en las decisiones que el titular del área económica, Emilio Donato del Carril, un dirigente radical de dilatada trayectoria. Probablemente Frondizi habría querido designar ministro a Frigerio, pero existía con respecto a su figura una fuerte resistencia de las FF. AA. que lo acusaban por un lado de comunista y por el otro lo hacían responsable del pacto con Perón. Como Frondizi se podía reservar el derecho de elegir a sus propios secretarios de la presidencia, encontró una salida elegante y del nivel de su colaborador. Pero al crear un cargo especial para su nuevo colaborador, no hacía más que ahondar sus desencuentros con la dirigencia de la UCRI, la tensión se ahondo aún más debido al peso que realmente tenía Frigerio en el proceso de toma de decisiones del gobierno.[9]

 

El canciller Carlos Florit, por entonces de 29 años, un joven nacionalista vinculado al frigerismo; Gabriel del Mazo, antiguo dirigente estudiantil en tiempos de la reforma universitaria, historiados del radicalismo y militante de la legendaria F.O.R.J.A. ocupaba la cartera de Defensa; Alfredo R. Vitolo, titular de Interior constituyó una presencia permanente, junto al presidente, en los sucesivos cambios de gabinete.

 

En YPF, Frondizi nombró un “Delegado personal del Presidente”, al ingeniero Arturo Sábato. La designación se convertiría en un factor clave de la futura “batalla del petróleo” que el desarrollismo se proponía librar de inmediato.

 

EL OTRO YO DEL DOCTOR FRONDIZI

 

            Así como el marxismo surge de la colaboración intelectual y política de Carlos Marx y Federico Engels, el “Desarrollismo” nace de la asociación política  de dos hombres: Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. Frigerio se ha referido en diversas oportunidades a la forma en que comenzó la colaboración entre ambos: “En enero de 1956 (¡Hace ya más de treinta años!) Nos conocimos con Arturo Frondizi. Desde el primer encuentro, que se produjo en la casa de Delia Machinandiarena de Jaramillo, empezamos a trabajar en forma compartida. La constante ha sido el análisis de los problemas nacionales a la luz de la metodología que la ciencia nos ofrece y que es aplicable al estudio de la realidad social y política.”[10]

 

            Rogelio Frigerio había nacido, en 1914, en el seno de una familia de origen italiano. Jerónimo Frigerio, su padre, era originario del lago de cómo; era un comerciante acomodado que poseía un cadena de tiendas denominada “Alfar”. Rogelio desde su temprana adolescencia mostró más inclinación por la política que por los negocios familiares. Atraído por el marxismo realizó su militancia juvenil en grupos de esa ideología. En 1934 se convirtió en secretario general de “Insurrexit”, grupo revolucionario de jóvenes vinculados indirectamente con el Partido Comunista. Se distanció de la izquierda revolucionaria en 1940, pero hasta 1959 mantuvo fluidos contactos con los hombres del Partido Comunista.

 

            Siguiendo con el precedente establecido por el propio Federico Engels, algunos hombres de la izquierda argentina, como José Ber Gelbard,  Rogelio Frigerio, fueron miembros destacados de la burguesía industrial. Frigerio administró cadena de tiendas y la fábrica textil de su padre y, a partir de 1947, aprovechando el apoyo que el peronismo dio a la industria nacional, amplió y diversificó las inversiones familiares participando en la creación de varias sociedades industriales dedicadas a la elaboración de cuero, maderas sintéticas, explotación de minas e industria textil. Fue también el principal accionista de una importante sociedad inmobiliaria que construyó, el complejo turístico de Punta Mogotes, en la ciudad de Mar del Plata.

 

            En 1955 era administrador de ocho sociedades anónimas. Sin embargo, no podría considerárselo como un magnate de las finanzas sino un próspero empresario que sabía –como otros antes y después que él: Jorge Antonio, Amalia Lacroze de Fortabat y Mauricio Macri, por ejemplo- de los inevitables vínculos entre la economía y la política. Rodolfo Ghioldi, secretario del Partido Comunista decía de él: “Se le supone de izquierda porque tiene el corazón en la izquierda, pero la billetera la tiene muy a la derecha”.[11]

 

Para obtener una mayor influencia en la política argentina se asoció al financiamiento de editoriales y de diarios. De agosto de 1946 al 13 de septiembre de 1947 fue socio gerente del semanario “Qué”, prohibido en esa fecha por Perón y cuyo director Baltasar Jaramillo era también un hombre proveniente de la izquierda.

 

Frigerio mantenía estrechos vínculos con otros exponentes de la burguesía nacional sin que las diferencias ideológicas fueran un obstáculo. Construyó una buena relación con Perón a través del empresario Jorge Antonio, tenía fluidas relaciones con los dirigentes sindicales peronistas y sobre todo con los líderes de la central empresarial peronista: la Confederación General Económica –C.G.E.- Tenía amistad con Israel Dujovne, otro empresario de ideas marxistas y gran influencia en la C.G.E.

 

En sus “Memorias políticas”, el doctor Oscar Camilión nos habla del entorno intelectual y político que rodeaba a Frigerio por ese entonces y que constituía su “think thank”. Dice el ex canciller: “Sus amigos próximos, que como él procedían de la izquierda, algunos sí afiliados al Partido Comunista como Narciso Machinandiarena, o como Eduardo Aragón, eran también grandes empresarios.”

“Por otro lado, estaban los amigos intelectuales: Marcos Merchensky, que era un socialista democrático; Isidro Ódena, que procedía de una izquierda más bien afín a la República Española que a otra cosa; y Juan José Real, que había sido secretario de Organización del Partido Comunista. Mención especial para Ramón Prieto, una figura destacada en la guerra española, que parecía español, hablaba como tal, pero había nacido en el Paraguay. Todos constituían un conjunto de figuras notables: se los llamaba la usina, y eran verdaderamente una usina de pensamiento, todos provenientes de la izquierda de los años treinta”.

 

“El otro amigo próximo de Frigerio, aunque no era integrante de la usina, pero que se incorporó rápidamente al gobierno de Frondizi, era Ernesto Sabato, quien le había dedicado a Frigerio su novela El Tunel. Su hermano Arturo fue un protagonista muy destacado en la ‘batalla del petroleo’.”[12]

 

Nuevamente el historiador francés Alain Rouquié nos es de utilidad para obtener un retrato de él: “Rogelio Frigerio es un hombre macizo, de rostro cuadrado y un poco pesado, de mirada oculta por gruesos anteojos de gruesa montura. Sus amigos lo llaman el tapir; no se sabe bien si es para subrayar un parecido físico o por poner el acento sobre su impetuosidad digna de ese jabalí del nuevo mundo. Su físico no deja prever los bríos de su carácter. Este hombre de aire plácido es un formidable luchador. Cuando ese padre de familia amable y dulce cabalgaba sus ideas, arremetía a rienda suelta. Entonces, nada de diálogos. Frigerio no sabe escuchar. Es cautivado a sí mismo por la coherencia de sus ideas, por la seguridad sin fallas de su razonamiento. Aparta al pasar las dificultades, aleja las objeciones en un tono sin réplica: tiene la experiencia del industrial y el sentido de la historia, la eficacia del hombre de negocios y la seguridad del doctrinario. ‘Objetivamente, nos dice, cuando tal o cual grupo social tiene los mismos intereses que nosotros, debe, pues, estar con nosotros”. Empirista y dogmático está cubierto por todos los lados. El tono es el de un hombre que quiere convencer. Se le nota tenso, contenido el ardor inflexible de un temperamento activo; hablando dibuja nerviosamente figuras geométricas sobre un pedazo de papel, signos y curvas que se expanden en círculos, o en elipses como refuerzos imaginarios de un pensamiento donde el espíritu de delicadeza queda excluido. Impulsivo y sistemático, este hombre de negocios que aspira al gobierno, este solitario seguro de sí mismo que ignora los partidos y las concesiones, debía gustarle a Frondizi y su encuentro, fértil en desarrollos ideológicos, no podía dejar de acentuar los defectos políticos de uno y otros.”[13]

 

 

Hemos visto que Frondizi y Frigerio se encontraron, a principios de 1956, después de varias horas de conversación percibieron las coincidencias de su pensamiento sobre diversos puntos de la problemática nacional, simpatizaron hasta llegar a acordar una acción política conjunta. Así lo explica el propio Frigerio: “Frondizi provenía de un partido que se había caracterizado por alimentar sentimientos nacionales y populares que no habían tenido traducción a propuestas eficaces para el país. Esa confusión enfrentó al radicalismo con el peronismo y fragmentó lo que hubiese debido estar unido sobre la base de un programa nacional. Nos propusimos modificar ese desencuentro con una nueva propuesta.”

 

“En Qué congregamos el equipo: hombres de diversas extracciones. Del peronismo vinieron, entre otros, Scalabrini Ortiz y Jauretche. Del socialismo, Merchensky y Ódena. Del nacionalismo, Montemayor y Camilión. Más tarde se sumaría Juan José Real, expulsado años antes del Partido Comunista por proponer una revisión de la posición antiperonista.”

 

“La base de una convergencia tan amplia no podía ser la ideología sino propuestas profundamente innovadoras que levantamos: definimos el papel del capital extranjero sobre la base de su destino (libertador si contribuye a integrar la estructura productiva, esclavizante si permanece en el circuito financiero o en actividades ligadas al esquema agroimportador), demostramos la caducidad teórica de la reforma agraria para expandir la producción rural, determinamos la prioridades de la inversión para lanzar al país a su desarrollo (acero, petróleo, carbón, petroquímica, fabricación de maquinaria, tecnificación agraria, transportes y comunicaciones), explicamos la necesidad de la libertad de enseñanza para abrir las compuertas de la educación a todos en un país que debía formar numerosas camadas de técnicos y profesionales, sostuvimos firmemente la necesidad de un movimiento obrero unido y fuerte, y de una profunda pacificación sobre la base del respeto a la legalidad”.[14]

 

VIOLENCIA DE ARRIBA Y VIOLENCIA DE ABAJO

 

            A partir de los años sesenta la violencia política en Argentina tendrá un doble origen a una doble causalidad. Para toda una generación, la imagen de los “barbudos de la Sierra Maestra”, y, en particular, el modelo romántico del revolucionario que proporcionaba la epopeya de Ernesto “Che” Guevara, ejerció un atractivo especial que los llevó en más de un caso a recurrir a la violencia para imponer sus ideas.

 

            Fue tal el entusiasmo que despertó inicialmente la Revolución Cubana que hasta el diario norteamericano “The New York Times” saludó el ingreso de las columnas guerrilleras en La Habana, el 1º de enero de 1959, con un editorial donde señalaba alborozado: “Una cosa debe ser dicha: éste es un reconocimiento a un hombre extraordinario, Fidel Castro. El pueblo de los Estados Unidos le desea buena suerte”[15].

 

            Pero la luna de miel en Washington duró poco. Pronto llegaron las expropiaciones de los hoteles y casinos norteamericanos, el desembarco en Bahía de los Cochinos –Playa Girón- y finalmente la crisis de los misiles que puso al mundo al borde de un conflicto nuclear. Así Cuba se convertiría en la sucursal latinoamericana del “Imperio del Mal”[16].

 

            Poco tiempo más tarde, cuando Fidel Castro se vio aislado de América Latina por las presiones norteamericanas, comenzó a exportar desde La Habana su revolución. En Cuba la izquierda insurreccional argentina habría de encontrar su Meca, su centro proveedor de apoyo económico, entrenamiento militar y sustento ideológico y político. Aproximadamente unos ochocientos argentinos, miembros de diversos grupos radicalizados, visitaron la isla caribeña en una etapa previa a lanzarse a la lucha armada.

 

            Esto obligó a los distintos gobierno argentinos –que en ese período eran en su mayoría regímenes de facto- a enfrentar una sucesiva oleada de grupos terroristas y actos de violencia política cada vez más intensos.

 

            Durante la presidencia del doctor Arturo Frondizi se produjeron también numerosos hechos de violencia política. Los peronistas, encabezados por el delegado personal de Perón, el ex diputado John William Cooke, lanzaron la segunda resistencia peronista, que multiplicó los actos terroristas.

 

            En 1959, los sindicatos peronistas lanzaron un plan de lucha que alcanzó su mayor expresión en la ocupación del frigorífico Lisandro de la Torre, en el barrio de Mataderos, un conflicto originado en el intento de privatización del establecimiento, al que pretendieron transformar en una huelga general revolucionaria.

 

            Arturo Frondizi apeló al Plan de Conmoción Interior del Estado –CONINTES-, que permitía juzgar a los acusados de terrorismo por medio de la justicia militar. Las localidades bonaerenses de Berisso, La Plata y Ensenada se declararon zonas militares. Los sindicatos sufrieron intervenciones y muchos huelguistas fueron detenidos.

 

APARECE LA GUERRILLA RURAL

 

            En octubre de 1959, la proscripción del peronismo da origen a la aparición de la primera guerrilla rural en la Argentina. El grupo guerrillero decidió adoptar el denominación de Movimiento Peronista de Liberación – Ejército de Liberación Nacional, pero la población pronto los denominaría con el nombre telúrico y popular de “los uturuncos”[17].

 

            En un principio el nombre de “uturunco” era la denominación que utilizaba uno de los líderes del grupo, Juan Carlos Díaz, quien había adoptado este seudónimo después de escucharlo en un radioteatro de la época.

 

            Los uturuncos fueron una guerrilla rural, surgida en las provincias de Tucumán y Santiago del Estero y, a pesar de que en una instancia posterior se vio engrosada por militantes provenientes de la ciudad de Buenos Aires, tuvo un impacto mayor en la región de origen, pero nunca logró convertirse en un movimiento nacional.

 

            Uturuncos operó aproximadamente un año, entre octubre de 1959 y junio de 1960. Respondió a la conducción de John William Cooke, que fue desplazado de su cargo de “delegado personal” por el general Perón a fines de 1958, pero que continuó durante una década –hasta morir víctima de un cáncer- organizando actividades terroristas con el apoyo de Fidel Castro. Los líderes del grupo eran Manuel Enrique Mena, “el gallego”, Enrique Pedro Oliva; Félix Serravalle, “comandante Puma”; Abraham Guillén y el citado Díaz.

 

            Entre sus acciones más importantes se cuenta el asalto a la guardia del ferrocarril Mitre, en la ciudad de San Miguel de Tucumán (28/10/1959); el asalto a la comisaría de la localidad de Alto Verde, y el “copamiento” de la comisaría de la ciudad de Frías, en la provincia de Santiago del Estero, para obtener armamento.

 

            Luego de las primeras acciones exitosas, los guerrilleros fueron perseguidos por la policía. Los improvisados insurgentes fueron pronto detenidos en pequeños grupos o individualmente. En realidad, los guerrilleros fracasaron por su inexperiencia militar, la falta de armamentos y recursos y la dureza del terreno donde operaban, más que por la eficacia del accionar policial.

 

            Detenidos en un control caminero por la policía, Mena y Oliva fueron condenados por un tribunal militar a seis años y tres meses de prisión cada uno. Mena, luego de pasar por varias cárceles del país, logró fugarse con ayuda externa de un penal de la provincia de Chaco. Viajó a Cuba, de donde regresó, y el 1º de mayo de 1963 organizó un nuevo grupo de uturuncos que subieron al monte tucumano para realizar actividades de distracción en apoyo de operaciones realizadas por el Ejército Guerrillero del Pueblo, encabezado por Jorge Ricardo Masetti, “comandante Segundo”, en la provincia de Salta.

 

            Las actividades de este segundo grupo duraron muy poco; en julio de 1963, después de una reunión con su contacto cubano, Mena desmovilizó el grupo. Tras esta última experiencia Manuel Enrique Mena perdió protagonismo, hasta el punto que se desconocen sus acciones de los años posteriores. Murió de cáncer en 1970, como un humilde trabajador, en la localidad bonaerense de San Justo[18].

 

LA GUERRILLA URBANA DEL NACIONALISMO

 

            Según relata Daniel Gutman, es su libro: Tacuara. Historia de la primera guerrilla urbana argentina[19], hacia fines de 1957, en el bar La Perla, situado en el céntrico barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires, se fundó el “Grupo Tacuara de la Juventud Nacionalista”. Sus fundadores eran un conjunto de adolescentes nacionalistas pertenecientes a la alta burguesía porteña. El líder del grupo era un ex seminarista, de veinte años de edad, Alberto Ignacio Escurra Uriburu[20], y los  siete miembros restantes eran Joe Baxter, Horacio Bonfanti, el ex liceísta Oscar Denovi, Luis Demharter, Eduardo Rosa[21], Raúl Villarrubias y el futuro abogado Jorge Rhode.

 

            Al año siguiente, el grupo modificó su denominación por la de Movimiento Nacionalista Tacuara. Durante sus casi diez años de azarosa existencia –desapareció finalmente con el golpe de Estado de junio de 1966- este grupo nacionalista –y distintas fracciones que de él se desprendieron- efectuó diversos actos de agitación y terrorismo, desde reyertas con grupos de izquierda, atentados explosivos contra locales de la comunidad judía, actos de violencia antisemita, asesinatos y robos expropiadores. El mismo tipo de acciones terroristas que llevarían a cabo los grupos marxistas leninistas en las décadas de los años sesenta y setenta.

 

            El Movimiento Nacionalista Tacuara tuvo un explosivo crecimiento con la incorporación de adolescentes pertenecientes a lo más destacado de la burguesía porteña. Por las filas de Tacuara pasaron muchos hombres que luego alcanzarían protagonismo en la política argentina, profesionales destacados en distintos campos. Algunos serían ministros, otros serían decanos en prestigiosas universidades privadas, alguno sería incluso miembro de la Corte Suprema de Justicia. Otros en cambio seguirían el camino de la lucha armada, tanto en grupos parapoliciales como sumándose a organizaciones terroristas de izquierda. Serían fundadores de Montoneros, Descamisados, las Fuerzas Armadas Peronistas y hasta del mismísimo PRT- ERP.

 

            La ideología del grupo reunía todas las ideas fuerza y todos los íconos del nacionalismo argentino, aunque el antisemitismo más furioso, el anticomunismo y la aversión por la masa como actor político fueron los elementos más fuertes que ninguno.[22] Su Programa Básico Revolucionario era una copia de los postulados de los movimientos autoritarios europeos. En especial de la Falange española creada por José Antonio Primo de Rivera.

 

            A lo largo de su existencia Tacuara sufrió una serie de escisiones. En septiembre de 1960 se separó un grupo para formar la Guardia Restauradora Nacionalista bajo la inspiración del sacerdote y escritor antisemita Julio Meinvielle. Entre los miembros de este grupo estaba Daniel Zverko, quien luego se incorporaría a Montoneros.

 

            Unos meses más tarde, el 9 de junio de 1961, se produjo una segunda escisión, que dio origen al Movimiento Nueva Argentina, uno de los primeros grupos de la derecha peronista. Este grupo estaba liderado por Dardo Cabo, Alejandro Giovenco, Miguel Ángel Castrofini, Américo Rial e Ignacio González Janzen.

 

            Los jóvenes del Movimiento Nueva Argentina realizaron, en 1966, la denominada Operación Cóndor. Un grupo de activistas peronistas secuestró un avión y lo hizo aterrizar en las Islas Malvinas izando una bandera argentina en el Archipiélago.

 

            En diciembre de 1962 se produce la tercera y más importante escisión dentro de Tacuara. Un grupo de jóvenes nacionalistas, admiradores del peronismo e influenciados por la Revolución Cubana, crearon el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara –MNTR- para desarrollar acciones de guerrilla urbana. El grupo fundador estaba integrado, entre otros, por Joe Baxter, José Luis Nell, Amilcar Fidanza, Carlos Arbelos, Horacio Rossi, Jorge Caffatti y Luis Alfredo Zarattini.

 

            En su carácter de precursores de la guerrilla urbana los terroristas del MNRT llevaron a cabo muchas acciones que luego serían imitadas por otras organizaciones terroristas como la “recuperación” de armas en poder de las fuerzas de seguridad para armar a los cuadros guerrilleros; robaron camiones de la firma Duperial Orbea para sustraerles municiones, asaltaron el Tiro Federal Argentino, en el barrio de Núñez, hurtaron armamento del Instituto Geográfico Militar, frecuentemente robaban las armas de policías y soldados conscriptos de guardia en edificios públicos, sustrajeron armamento de la fábrica de armas Halcón S.A., cita en la localidad de Avellaneda. Realizaron atentados terroristas contra locales del partido Unión del Pueblo Adelante –liderado por el presidente Teniente General Pedro E. Aramburu- y en los domicilios particulares de varios dirigentes políticos como: Federico Pinedo, Carlos Adrogué y Ernesto Sanmartino, robaron sucursales bancarias, la recaudación de la línea de colectivos 216 donde obtuvieron 320.000 pesos moneda nacional.

 

            Pero el hecho de mayor trascendencia llevada a cabo por el MNRT, fue la denominada Operación Rosaura. El asalto al Policlínico Bancario donde obtuvieron 13.310.366 pesos moneda nacional –unos 100.000 dólares al cambio de ese día-. Durante el hecho, el terrorista José Luis Nell asesino a dos empleados e hirió a otras tres personas. Serían los primeros muertos civiles provocados por la guerrilla urbana en la Argentina. El impacto que provocó el hecho motivó que las autoridades realizaran una intensa investigación que dio por resultado la prisión de los responsables y la desarticulación de la organización terrorista.

 

            Desde la cárcel y la clandestinidad, los asaltantes del Policlínico Bancario dieron por terminada la existencia del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara. La última expresión del grupo fue un documento conjunto firmado por una agrupación de intelectuales peronistas nacionalistas llamada Cóndor, que entre otros integraban los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. Éstos actuaban también como defensores de los presos del movimiento ante la justicia. El último párrafo del documento revela el viraje político que habían efectuado estos jóvenes nacionalistas desde 1957, la última conclusión decía: “La Revolución Peronista no requiere la marxistización del peronismo, pero nadie que se diga marxista puede estar fuera del peronismo.”[23]

 

            Mientras tanto, los nacionalistas que con Escurra Uriburu mantenían la denominación de originaria de Movimiento Nacionalista Tacuara se involucrarían en un asesinato político que también llevaría a la destrucción del grupo. El 26 de febrero de 1964, en un tiroteo ocurrido en el sindicato de los cerveceros, situado en el barrio de Arroyito de la ciudad de Rosario, murieron tres militantes nacionalista. La violencia se desató, en una asamblea plenaria de la Regional Rosario de la CGT, entre militantes de Tacuara y obreros del Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical –MUCS- que respondía al Partido Comunista Argentino.

 

            El Movimiento Nacionalista Tacuara decidió vengar las muertes asesinando a un joven judío de treinta y un años, militante de un grupo de izquierda el Movimiento Popular Argentino, Raúl Alterman. Dos jóvenes tacuarístas Wenceslao Benítez Araujo y Fernando Vicario llamaron a la puerta del departamento donde la víctima vivía con sus padres simulando la entrega un telegrama y ultimaron a Alterman a sangre fría. Rápidamente la Policía Federal identificó y capturó a los asesinos.[24]

 

            Como señala muy bien Daniel Gutman, Tacuara se agotó en marzo de 1964. La detención de los asaltantes del Policlínico Bancario y de los asesinos de Alterman marcó el final de las dos vertientes del movimiento nacionalista. Pronto la violencia revolucionaria sería tomada por otras organizaciones mejor preparadas para la lucha armada.        

 

EL GOBIERNO DESARROLLISTA

 

            El análisis de los casi cuatro años que duró la presidencia de Arturo Frondizi comprende una larga serie de sobresaltos militares y un registro de las realizaciones que llevó a cabo su gobierno como así también de las frustraciones que generó. El suyo fue un esfuerzo político que nunca alcanzó a contar con apoyo popular y real aceptación de los principales factores de poder. Nadie le reconocía al presidente legitimidad democrática. Como muy bien señala Oscar Camilión: “Frondizi había sido votado, aunque como opción”.[25] 

 

Los militares que tomaron parte en la Revolución Libertadora se sentían defraudados porque Frondizi había resultado electo gracias al voto peronista. Posiblemente sintieran que habían realizado una revolución, habían bombardeado al pueblo en la Plaza de Mayo y combatido con las armas en la mano contra sus camaradas y amigos de muchos años, habían fusilado a otros militares para evitar el retorno de un régimen que detestaban y todo eso resultaba en vano. La elección de Frondizi les recordaba que el ex presidente, desde el exilio, seguía teniendo un rol protagónico en la política del país.

 

            Para colmo de males, tal como se ha señalado anteriormente, se vivían por ese entonces los tiempos más duros de la Guerra Fría, donde la puja ideológica provocaba los mayores niveles de intolerancia. Pronto los militares más reaccionarios comenzaron a sospechar que el nuevo presidente era un agente del “comunismo internacional”. Apoyaban sus elucubraciones en las vinculaciones juveniles de Frondizi con el Socorro Rojo Internacional, en que muchos de sus más estrechos colaboradores e incluso algunos de sus hermanos habían militado en el Partido Comunista. El propio Frondizi daría fundamento a estas sospechas al reunirse en secreto con el ministro de Industrias de Cuba, Ernesto “Che” Guevara.

 

            Los peronistas tampoco se sintieron satisfechos con el triunfo de Frondizi. De hecho, un sector numeroso del peronismo no votó por el candidato de la UCRI pese a la orden de Perón al respecto. En los comicios de febrero de 1958 se registraron 815.492 votos en blanco pese a que se presentaron cuarenta partidos a los comicios, tal número de votos en blanco sólo podía responder a votantes del proscripto peronismo. Nuevamente Camilión nos confirma esa situación: “Frondizi no era mirado de ninguna manera con simpatía por la dirigencia peronista, casi en su totalidad. En todo caso, algún sector de la dirigencia sindical sí estaba dispuesta al diálogo con Frondizi, porque se tomaron en seri los compromisos electorales en torno a la Ley de Asociaciones Profesionales y en torno a la devolución de la CGT”.[26] Tal como se ha consignado, durante todo su gobierno Frondizi debería soportar el hostigamiento de los sectores peronistas tanto en el ámbito sindical como en diversas formas de protesta violenta.

 

            Por último, los radicales también –incluso los que adherían a la UCRI- vieron al pacto con Perón como un acto inmoral. Frondizi fue pronto considerado un político maquiavélico dispuesto a cualquier tipo de componenda con tal de mantenerse en el poder. Los radicales del pueblo iniciaron inmediatamente después de la asunción del nuevo presidente una campaña de descrédito y cuestionamiento tratando de que los militares depusieran a Frondizi. Finalmente alcanzarían su propósito pero el resultado a posteriori no sería muy satisfactorio ni para ellos ni para el país.

 

EL DESARROLLO INDUSTRIAL

 

            El gobierno de Frondizi fue un gobierno inversionista, orientado a la modificación de la infraestructura de servicios y a la modificación de la pauta de producción argentina sobre la base de la industrialización. El modelo económico partía de la premisa del agotamiento de la llamada “estructura agroinportadora” –básicamente el modelo de los notables- afectada por el deterioro de los términos del intercambio. Eso implicó un cambio en la composición del producto bruto argentino, no tanto en términos de porcentajes industria – servicios – actividades primarias, sino en cuanto a la composición del paquete industrial.

 

            Para Frigerio, por ejemplo, era muy claro que desarrollo quería decir consolidar una estructura industrial no dependiente de importaciones de materias primas que impusieran períodos de estrangulamiento del balance pagos. En la medida que la industria liviana no tuviera una infraestructura adecuada en el sector insumos básicos, el país estaba condenado a sufrir crisis periódicas.

 

            Al asumir el nuevo gobierno anunció un importante aumento salarial –aproximadamente un 60%- para paliar los incrementos de precios que se habían producido en los meses recientes y una amplia amnistía, que sancionó el Congreso, tendiente a poner fin a las persecuciones sobre el peronismo aunque en modo alguno se legalizó a este partido ni se le permitió el empleo de su nombre ni de sus símbolos. Los primeros meses transcurrieron con el sólo sobresalto provocado por algunas huelgas salvajes y la crisis dentro de la Corte Suprema de Justicia que culminó con el alejamiento del presidente de ese cuerpo doctor Alfredo Orgaz.

 

El gobierno desarrollista atrajo inversiones extranjeras para desarrollar la industria de base del país e impulsó el sector automotriz. Entre 1958 y 1963 se llegó a alcanzar el máximo histórico de las inversiones extranjeras en Argentina: alrededor del 23 % del total del período entre 1912 a 1975. Las ramas industriales privilegiadas fueron la automotriz, la petrolera y petroquímica, la química, la metalúrgica y la de maquinarias eléctricas y no eléctricas. Las inversiones se orientaron hacia el aprovechamiento de las posibilidades que ofrecía un mercado interno protegido.

 

El 25 de julio de 1960, se inauguró el alto horno de San Nicolás de los Arroyos, sobre el río Paraná, para la producción de acero, albergando doce mil puestos de trabajo.

Se radicaron varias empresas automotrices en el país: en el primer año de gobierno se asentaron la Dinborg, Citroën y Alcre; en el año 1959 De Carlo, A. y L. Decaroli, Deutz Argentina, Dinarq, Isard Argentina, Peugeot, Renault Y Siam Di Tella Automotores S. A., creadora del mítico Siam Di Tella 1.500 cuya versión para taxi inauguró la tradición de pintar de amarillo y negro a los vehículos de alquiler; y en el año 1960, Auto Unión, Autoar, Bambi y Goliath Hansa S. A. Además de las nuevas empresas que llegaron, hubo algunas fábricas que ampliaron sus plantas industriales, como la Fiat en el año 1959​ y General Motors en el mismo año. ​

Con el crecimiento en la siderurgia, la industria automotriz produjo en 1961 137.000 automóviles y camiones, dándole trabajo a un total de 150.000 obreros, y ahorrando unos 250.000.000 de dólares que antes se utilizaban en importaciones de automotores.​ En 1958, se fabricaron diez mil tractores, y tres años después, las unidades llegaron a veinticinco mil.​

La red vial creció en diez mil kilómetros. Hubo un aumento en la producción industrial de un 10 %. Se inauguró la planta de SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina). ​Se inició un plan de construcción de aeropuertos, instalándose diez terminales con alta tecnología.

 

LA BATALLA POR EL PETRÓLEO

 

En julio de 1958, Frondizi sorprendió tanto a sus partidarios como a sus opositores anunciando la firma de varios contratos con empresas petroleras norteamericanas que operarían por cuenta de YPF con el propósito de lograr el autoabastecimiento petrolero.

 

            El gobierno de la UCRI definió a ese proyecto como “la batalla del petróleo” y fundamento la medida en la necesidad de terminar con el drenaje de más de trescientos millones de dólares que el país debía gastar anualmente en la importación de hidrocarburos. También afirmaba que la iniciativa permitiría la creación de gran cantidad de puestos de trabajo al tiempo que posibilitaba la explotación más racional de los recursos naturales del país, evitando el pago de trabajo, fletes y seguros extranjeros.

 

            La nueva política petrolera inmediatamente despertó una profunda polémica que duraría no sólo el resto del gobierno de Frondizi sino que constituiría por décadas un tema de debate dentro de la sociedad política. Para los críticos de Frondizi constituía el ejemplo más claro de su duplicidad y maquiavelismo. Tras muchos años de afirmar en el estrado y en su libro “Política y Petróleo” la capacidad de YPF para lograr con su propio esfuerzo el autoabastecimiento petrolero del país Frondizi ahora cambiaba de posición diciendo que prefería renunciar a una actitud intelectual errónea que mantenerla en perjuicio de los reales intereses del país.

 

            La oposición argumentaba que el precio del petróleo extraído con este nuevo sistema resultaba más caro que el importado y pretendía que los contratos tuvieran aprobación parlamentaria.

 

            El gobierno contestaba a estas críticas manifestando que el alto precio del primer contrato era producto de la necesidad de atraer empresas hasta que se lograran en el exterior condiciones de confianza en el país. Lo cierto es que los convenios posteriores –trece en total- mejoraron sustancialmente las condiciones de los primeros. También argumentó que el Presidente, como jefe de la administración pública, podía adoptar todas las decisiones que correspondían a un organismo estatal como era Yacimientos Petrolíferos Fiscales, sin necesidad de sujetar cada acto administrativo a la aprobación del Congreso.

 

            El tema produjo gran agitación en todos los ámbitos políticos. La UCR del Pueblo, los grupos nacionalistas y la izquierda se lanzaron contra el presidente, a quien acusaron de recibir sobornos para la firma de los contratos y argumentaron que el país se estaba sometiendo al vasallaje con el capital multinacional. Empleando, en muchos casos, los mismos argumentos que Frondizi había utilizado para cuestionar la iniciativa de Perón de firmar un acuerdo similar con la empresa petrolera estadounidense “California”. Aún en el seno de la UCRI hubo vacilaciones y protestas, aunque el partido de gobierno, en general, acompañó al presidente y sumió como propia la política petrolera. Durante décadas la UCRI y luego su heredero el Movimiento de Integración y Desarrollo defendería a capa y espada la necesidad de lograr el autoabastecimiento a cualquier costo.

 

            El saldo concreto de la política iniciada en julio de 1958 fue importantes: de los cinco millones de toneladas de petróleo producidas en 1958 se pasó en 1962 a quince millones, y se alcanzó por primera vez el tan ansiado autoabastecimiento. Grandes zonas de la Patagonia se beneficiaron con una extraordinaria afluencia de capitales y técnicos extranjeros, y aumento rápidamente la prosperidad en esa región.

 

LA REFORMA EDUCATIVA

 

            Las reformas realizadas por Arturo Frondizi en el campo educacional alcanzaron gran trascendencia. Uno de los primeros temas que abordó el ministerio de Educación fue el cuidadoso análisis del Estatuto del Docente, promulgado por la Revolución Libertadora, el 11 de septiembre de 1956, cuya aplicación era reclamada insistentemente por los educadores del país. Finalmente, el Estatuto del Docente se aprobó y se convirtió en ley Nº 14.473, el 12 de septiembre de 1958, reguladora de la misión y derechos de los docentes. Al año siguiente se dictó su reglamentación, y los decretos Nº  8.188, del 30 de junio de 1959, y Nº 10.404. del 25 de agosto de 1959, incluyeron un anexo con la competencia de títulos docentes, habilitantes y supletorios para ejercer la docencia. El estatuto jerarquizaba la función docente en tres aspectos, normativo: estableciendo la promoción, estabilidad y conducción de la docencia por docentes, sistema jubilatorio y régimen de remuneraciones; liberación de la educación asegurando la libertad de enseñanza, y actualización de la educación argentina.

 

            “El perfeccionamiento docente –afirma la profesora Emilia Menotti-, el planeamiento pedagógico y los seminarios de investigación fueron las herramientas brindadas a los docentes para que tuvieran oportunidad de canalizar sus propuestas y plantear las necesidad de resolver estructuralmente la deficiencias que paralizaban educativamente al país. Paralelamente, el combate al exceso de burocracia y a las estructuras organizativas anquilosadas expresaba el deseo de Frondizi de avanzar en un aspecto de fondo, la industrialización: para lograrla, debía propender a la elevación del nivel formativo de la población en la rama técnica”[27]

 

            Dos fueron las iniciativas al respecto: la reorganización de la Universidad Tecnológica, fundada por Perón como Universidad Obrera, y la creación del Consejo Nacional de Enseñanza Técnica –CONET-.

 

            La Universidad Tecnológica se reorganizó sobre la necesidad de brindar una reforma superior a los egresados de las escuelas técnicas; estaba dirigida a formar ingenios con aptitudes prácticas, condiciones ejecutoras y habilidad manual. La dirección de la enseñanza técnica quedaba en manos de los representantes de la industria, de los docentes y de los gremios, y su autarquía le permitía cumplir una amplia gama de funciones.

 

            En 1960 se dio otro paso importante en los planes reformistas educativos, al crearse el Servicio Nacional de Enseñanza Privada –SNEP- “con el alcance de un sistema unificado técnico docente que reunirá todos los servicios nacionales en la materia”.[28]

 

Laica versus libre:

 

            En un artículo publicado el 25 de junio de 1957, en la revista “Qué!”, Frondizi había declarado: “Nos soy partidario del monopolio oficial en materia de enseñanza. Esta actitud mía obedece en primer lugar a una convicción de carácter personal, y luego a la definición partidaria en cuanto al intervensionismo del Estado en esta materia. Así, en nuestra profesión de fe partidaria puede leerse: ‘El radicalismo... no puede invertir los fines del Estado, cuyo intervensionismo sólo puede referirse a la administración de las cosas y a los derechos patrimoniales y no a los derechos del espíritu, morada de la libertad humana’. De este claro concepto se infiere el derecho de los padres a elegir la escuela para sus hijos, y el de los ciudadanos a instituir los centros de enseñanza que sus convicciones a las exigencias técnicas les dicten”.[29]

 

            El gobierno militar de la Revolución Libertadora había dictado el decreto Nº 6.403/55, por el cual se derogaban los artículos de la Ley Nº 1597 que establecían la intervención del Poder Ejecutivo en la designación y distribución de profesores, y se dictaron disposiciones vinculadas con el gobierno universitario: concursos, periodicidad de cátedra, representación de estudiantes y graduados en los Consejos, creación del fondo universitario. Dentro de estas modificaciones, se incluía el artículo 28, cuyo texto establecía: “La iniciativa privada puede crear universidades libres que estarán capacitadas para expedir diplomas y títulos habilitantes, siempre que se sometan a las condiciones expuestas por un reglamentación que se dictará oportunamente”.[30] La agitación en contra de dicha norma impidió que la norma fuera reglamentada y por tanto entrara en vigencia.

 

            Aunque aún dentro de su partido se levantaron muchas críticas tanto con respecto a la norma como a la oportunidad de llevar adelante esa iniciativa cuando el gobierno aún enfrentaba las consecuencias del debate sobre el tema petrolero, Frondizi incapaz de aceptar cualquier cuestionamiento a sus planes siguió adelante con la iniciativa.

 

            El 21 de agosto de 1958, los rectores de las seis universidades nacionales entrevistaron al doctor Frondizi, entregándole una nota en la que fijaban su posición ante la reglamentación del artículo 28. Entre otros conceptos, manifestaban: “Parece inoportuno, por otra parte, la reglamentación de un artículo después de haber transcurrido casi tres años desde su sanción y cuyo efecto fue rechazado por la propia comisión encargada de reglamentarlo por considerarlo inconveniente por las ideas fundamentales que los inspiraron”.[31]

 

            El Poder Ejecutivo, el 1º de septiembre contestó la nota. Señaló que el gobierno tenía el deber irrenunciable de: “asegurar la posibilidad de acceso a la enseñanza a todos los sectores del país, pero, además, debe procurar la completa capacitación para las necesidades técnicas – cieníficas que impone el progreso al completo desarrollo de la República. En uno y otro sentido la libertad de enseñar, bajo la supervisión del Estado, constituye un medio eficaz”.[32]

 

            Tal como señala la profesora Emilia Menotti, a quien hemos seguido en este punto: “El hermano de Arturo Frondizi, Risieri, Rector de la Universidad de Buenos Aires, asumió una actitud combativa y combatiente en un acto organizado por el claustro de estudiantes y la Federación de Graduados, el 9 de septiembre de 1958. El país asistió así al duelo intelectual de los hermanos Frondizi, que se reflejaba en las caricaturas del momento; en una de ellas se manifestaba que no importaba quién obtuviera ventajas en el conflicto universitario, porque siempre sería un Frondizi el ganador.

 

     

La política militar

 

            En su relación con los militares Frondizi debió cargar con la acusación de ser peronista y comunista y la sospecha de que concluiría permitiendo el retorno de Perón al poder.

 

            La agitación en el Ejército llevó al general Carlos Severo Toranzo Montero a la comandancia del arma –1959-. El tradicional diario La Prensa, el semanario nacionalista Azul y Blanco, dirigido por Marcelo Sánchez Sorondo, y el periódico Correo de la Tarde, del ex marino Francisco Manrique, denunciaban por su parte al “frondo-frigerismo” comunizante, encarnado en tal o cual funcionario.

 

            Debido a estos ataques renunció el subsecretario de Cultura, el historiador de la ciencia y amigo personal de Frondizi, José Babini. El gobernador de Córdoba, Arturo Zanichelli, considerado demasiado débil frente a la campaña de atentados que padeció la provincia, sufrió la intervención federal –1960-. Pero el blanco favorito de las críticas castrenses era Rogelio Frigerio, quien debido a las presiones debió renunciar a su cargo aunque siguió manteniendo su influencia como asesor en las sombras.

 

            Entre tanto Frondizi, para ganar tiempo, nombró ministro de Economía y Trabajo al ingeniero Álvaro Alzogaray. Este liberal ortodoxo, ex oficial del Ejército, fundador del Partido Cívico Independiente y secretario de Hacienda de Aramburu, buscó asegurar la estabilidad económica conteniendo la inflación.

 

            El nuevo ministro introdujo la innovación de dirigirse a la población a través de la televisión para explicarle la política económica. Puntero en mano, el capitán ingeniero se hizo célebre por recomendar a la gente esforzarse para “pasar el invierno” y prometer que mediante el ahorro se alcanzaría el mismo crecimiento económico que la moderna economía de mercado había logrado en la Alemania Federal de post guerra.

 

            Para impulsar el ahorro de la población y contener la emisión monetaria el gobierno desarrollista emitió el empréstito “9 de Julio”, una emisión de bonos con que se pagó en forma compulsiva los salarios de empleados públicos, jubilados y proveedores del Estado.

 

            Pronto se hizo evidente que la voluntad del ministro de ocupar con sus hombres todo el espacio posible dentro del Gobierno constituía un nuevo problema para el Presidente. En 1961, cuando el gobierno se sintió más estable, Álvaro Alzogaray fue reemplazado por otro economista liberal, también con fuertes contactos en el sector militar, Roberto Alemann. Se trataba también de  otra personalidad confiable para los organismos financieros internacionales.

 

            Entre 1969 y 1961 el producto bruto interno creció a un ritmo de 8% anual, la cifra más importante en más de diez años. La inflación estaba disminuyendo. Pero la proliferación de grandes emprendimientos, la planta de SOMISA, la red caminera, la usina de Dock Sud, el gasoducto Campo Durán – Buenos Aires, el proyecto hidroeléctrico del Chocón y el crédito para la industria privada crearon dificultades en la balanza de pagos al exterior. Por otra parte el campo no había mejorado en forma suficiente como para soportar el esfuerzo del desarrollo industrial acelerado.

 

            Reformar la administración pública seguía siendo una tarea de imposible cumplimiento. Cada vez que el gobierno intentaba racionalizar los servicios ferroviarios, por ejemplo, los sindicalistas respondían paralizando los servicios. Al gobierno le resultaba difícil mantener la paz social.

 

La política exterior en una época agitada

 

            Arturo Frondizi asumió la presidencia, en 1958, en medio de una ola democratizadora en toda América Latina. Dictadores como Marcos Pérz Jiménez  -1958-, Fulgencio Batista –1958- y Rafael Leónides Trujillo –1961- fueron derrocados en medio de grandes convulsiones sociales.

 

            La política exterior del desarrollismo aprovechó esa cojuntura favorable. Frondizi inició una serie de viajes internacionales que tendían a romper el aislamiento del país tras años de peronismo y gobiernos de facto. Fue el primer presidente argentino que visitó los Estados Unidos durante su gestión, en la presidencia de Dwight D. Eisenhower –1959- y en la de su sucesor, John F. Kennedy –1961-; asimismo fue el primero en recorrer los países asiáticos, Japón e India, con la idea de abrir nuevos mercados para las exportaciones argentinas.[33]

 

            Sin perjuicio de estas iniciativas, Frondizi otorgó a América latina lugar preferencial en su gestión. Realizó una aproximación al Brasil durante las presidencias de Juscelino Kubischek y Janio Quadros, mandatarios con quienes compartía una preocupación común por impulsar el desarrollo de sus respectivas economías nacionales. El Conferencia de Uruguayana, que lo reunió con Janio Quadros, permitió establecer una nueva forma de equilibrio continental y sentó las bases para la cooperación bilateral en temas estratégicos y de seguridad.[34]

 

También Fondizi impulso iniciativas para resolver cuestiones de límites pendientes con Chile, en especial, con relación a las islas del canal de Beagle. Con la república del Uruguay realizó gestiones que posibilitaron la construcción de la represa de Salto Grande.

 

La cuestión cubana

 

            Su presidencia coincidió con el triunfo de la Revolución Cubana y el inicio del enfrentamiento de Fidel Castro con los Estados Unidos. El 10 de marzo de  1952, Fulgencio Batista dio un golpe de Estado. El nuevo gobierno fue inmediatamente reconocido por los Estados Unidos. El abogado Fidel Castro, apoyado por unos 170 jóvenes universitarios, comenzó a organizar un plan de lucha armada con el objetivo de derrocar a Batista. Su primera acción fue el sangriento asalto al cuartel de Moncada, una base del Ejército con una dotación de 1.000 hombres, efectuado el 26 de julio de 1953, y que fracasó estruendosamente. Los sobrevivientes fueron juzgados y recibieron duras condenas. Pero a los dos años gracias a la intervención del arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Pérez Serantes, Batista indultó a los rebeldes y les permitió marchar al exilio en los Estados Unidos. Hacia fines de 1955, luego de dos años de cárcel, Castro se reunió en México con un grupo de revolucionarios cubanos y de otros países latinoamericanos que se sumaron a la lucha contra Batista y fundo el Movimiento 26 de julio. Durante casi un año se entrenaron, en territorio mexicano, en la táctica de la guerra de guerrillas.

 

            De acuerdo al plan trazado previamente, los revolucionarios debían arribar a Cuba el 30 de noviembre de 1956, en coordinación con un levantamiento civil en Santiago de Cuba, organizado por los integrantes del Movimiento que se encontraban en la isla. Pero el arribo del yate “Granma” -que transportaba a la fuerza guerrillera- se demoró, el levantamiento civil fue aplastado y las fuerzas de Batista se encontraron en condiciones de repeler el desembarco de los guerrilleros con bombas de NAPALM. Sólo sobrevivieron Fidel Castro, su hermano Raúl, Ernesto “Che” Guevara y nueve hombres más que se refugiaron en la Sierra Maestra, un agreste cordón montañoso situado al oeste de la isla.

 

            Durante los primeros meses de 1957 los guerrilleros comenzaron a instalar bases en la Sierra Maestra y a librar encarnizados combates con las fuerzas de Batista. Los guerrilleros lograron el apoyo de los campesinos a quienes prometían expropiar las haciendas –latifundios- y entregar la tierra a quienes la trabajaban. En las ciudades la adhesión inicial sólo correspondió a los sectores universitarios, el movimiento obrero no comunista se mantuvo fiel al gobierno, el Partido Comunista se declaró neutral, los sectores medios urbanos y el movimiento obrero comunista se sumaron a la revolución recién cuando ésta hubo triunfado.

 

            A fines de 1958, los guerrilleros lograron abrir un segundo frente en el este de la isla aislando a la mayor parte de las fuerzas gubernamentales, establecidas en la ciudad de Santa clara. El 20 de diciembre de 1958 se rindió Santa Clara, sitiada por la cuarta columna del ejército revolucionario comandada por el “Che” Guevara. El Movimiento 26 de julio y el Partido Socialista Popular, de orientación comunista, declararon la huelga general en todo el país. El 1º de enero de 1959, Batista huyó a los Estados Unidos y luego los guerrilleros entraron en La Habana, aclamados por la población.

 

Una vez en el poder, Castro inmediatamente realizó una durísima represión de los ex partidarios de Batista, “las cárceles de la Cabaña en La Habana y de Santa Clara fueron escenario de ejecuciones masivas. Según la prensa extranjera, en un período de cinco meses esta depuración sumaria causó 600 víctimas entre los partidarios de Batista. Se organizaron tribunales de ejecución exclusivamente con el fin de pronunciar condenas. ‘Las formas de los procesos y los siguientes sobre los cuales se concebía el derecho eran altamente significativos: la naturaleza totalitaria del régimen estaba definida en ellos desde el principio’... Se celebraban simulacros de juicios en un ambiente de fiesta: una muchedumbre de 18.000 personas reunidas en el Palacio de los Deportes ‘juzgó’ apuntando con los pulgares hacia el suelo al comandante (pro – Batista) Jesús Sosa Blanco, acusado de cometer varios asesinatos. El comandante exclamó: ‘¡Esto es digno de la Roma antigua!’. Fue fusilado”[35].

 

            Fidel Castro asumió como “primer ministro” y designó como presidente a Manuel Urrutia Lleó, representante de las clases medias urbanas. Aunque el poder político siempre estuvo en manos de Fidel y el control de las fuerzas armadas –por entonces denominadas “Ejército Rebelde”- bajo el control de su hermano Raúl Castro. Como hemos visto, inicialmente la Revolución Cubana contó con la aprobación y el apoyo de los Estados Unidos que impulsaban la democratización de América Latina.

 

Pero pronto la orientación de los cambios económicos en general y de la reforma agraria en particular, provocó el alejamiento de los sectores moderados. En julio de 1959, Urrutia exigió la convocatoria a elecciones y Castro lo destituyó. En los meses siguientes se registró un éxodo hacia Miami de los integrantes más acomodados de dichos sectores. El comunista Osvaldo Dorticós Torrado fue designado presidente, bajo la tutela de Castro.

 

            Inmediatamente –mayo de 1959- el gobierno revolucionario lanzó al reforma agraria que afectó los intereses económicos de las empresas estadounidenses radicadas en la isla y durante 1960 se sucedieron una serie de agresiones económicas y militares de parte de los Estados Unidos contra Cuba –circunstancias en las cuales Cuba contó con el apoyo de la Unión Soviética. Como respuesta, el gobierno cubano expropió las compañías de capital estadounidense. El gobierno norteamericano decretó entonces un embargo comercial sobre todas las mercancías –excepto productos alimenticios y medicinales- destinados a la isla.

 

            En diciembre de 1960, Cuba firmó tratados comerciales y de asistencia técnica con Rumania, la República Popular China, Alemania Oriental y Hungría. Estos tratados multiplicaron los mercados para el azúcar y posibilitaron, a través de convenios de trueque, la instalación de fábricas montadas por soviéticos y alemanes orientales.

 

            En enero de 1961, después del fracaso de una invasión de exiliados cubanos en Bahía de los Cochinos –Playa Girón para los castristas- organizada por la Agencia Central de Inteligencia –CIA- de los Estados Unidos, que fracasó, Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución Cubana.[36] Con lo cual la Guerra Fría irrumpió en América Latina. El gobierno de Washington quiso contar con el apoyo de los gobiernos latinoamericanos y revalorizó el papel político de los militares anticomunistas en la región.

 

            La hipótesis con que Frondizi se había manejado era que se aproximaba el fin de la Guerra Fría y que el dinero destinado a armamentos podría destinarse para impulsar el crecimiento industrial. En el nuevo escenario internacional, Frondizi intentó condicionar su apoyo a la diplomacia norteamericana a la recepción de créditos que permitieran poner en marcha el proyecto de desarrollo y evitaran la tentación de comunismo.

 

            Tenía en consideración en este análisis al frente interno: una ancha franja de votantes de distintos partidos. Algunos sectores tenían una imagen romántica y un tanto idílica de los sucesos ocurridos en Cuba y creían que el ejemplo cubano debía ser seguido para “liberar” al país del la oligarquía y el imperialismo.  Mientras que los militares comenzaban a preocuparse por el nuevo tipo de amenaza que significaba el triunfo de una fuerza guerrillera en la región y a elaborar –con el auxilio de una misión militar francesa- su doctrina “contrarrevolucionaria”.

 

            Después de Bahía de los Cochinos, el presidente Kennedy, en sintonía con los argumentos de Frondizi, lanzó un programa de ayuda para el desarrollo económico de América Latina que denominó “Alianza para el Progreso”, según el cual se invertirían veinte mil millones en la región en un plazo de veinte años.[37]

 

            Frondizi se reunió con Kennedy para analizar estas cuestiones. Quería que la Alianza fuera un auténtico programa de desarrollo y no se limitara a un programa de asistencialismo. Enfatizó ante el gobierno americano la necesidad de no aislar a Cuba del sistema americano para evitar su incorporación al Bloque Soviético y ofreció sus buenos oficios para mediar entre La Habana y Washington.

 

            Lamentablemente su gesto no fue bien interpretado ni por la Administración Kennedy ni por los sectores anticomunistas de la Argentina, en especial en las fuerzas armadas.

 

            En agosto de 1961, a los efectos de poner en marcha la Alianza para el Progreso se llevó a cabo en un balneario uruguayo la denominada “Conferencia de Punta del Este”. Al respecto recuerda Oscar Camilión, quien tuvo un importante papel en la organización de la misma: “La presencia de Cuba en la reunión de Punta del Este fue extremadamente importante y traumática. El enfrentamiento que planteó el jefe de la delegación cubana, Ernesto Guevara, desde el primer momento, fue indisimulado. Cuba había llegado con la decisión muy clara de separarse de América Latina y de señalar que tenía su propio camino hacia el desarrollo económico, que no se confundía con el camino latinoamericano. El famoso discurso de Guevara criticando a la Alianza con la imagen de las letrinas fue un momento muy dramático en la política continental, uno de los más emotivos que el sistema interamericano tuvo en el curso de su historia. Fue una brillante pieza de retórica la que pronunció Guevara, aunque a nuestro juicio totalmente alejada de la realidad y de los intereses verdaderos del pueblo cubano, como lo ha demostrado la historia.”

 

            “Pero el balance fundamental fue que Estados Unidos fue acompañado por la región en su conjunto, y que la llamada Carta de Punta del Este resultó un compromiso más o menos aceptable para todos los países. Brasil se sintió totalmente satisfecho. La Argentina, un poco menos. El gobierno de Kennedy pudo decir al final de la reunión que había conseguido por una parte aislar a Cuba, ya que había decidido tomar su propio camino, y por otra que los acuerdos básicos alcanzados con Brasil, la Argentina, Chile, México, abrían una expectativa de cooperación promisoria.”[38]      

 

              Cuando la situación se encontraba al rojo vivo, el presidente Frondizi cometió la imprudencia de entrevistarse sorpresivamente con Ernesto Guevara, entonces ministro de Industrias de Cuba. Si bien el encuentro, que se efectuó en la quinta presidencial de Olivos, no fue secreto tampoco se anunció previamente y sólo se informó a los mandos de las Fuerzas Armadas luego de que la misma se había llevado a cabo.

 

            Nunca trascendió que fue lo que hablaron Frondizi y Guevara, al parecer no fue nada tan trascendente que justificara el alto precio político que pagó el primer mandatario. Los sectores opositores más anticomunista encontraron en este hecho la fundamentación para las críticas que habían efectuado durante años. Este era la pruebe evidente –decían- de la ideología marxista leninista de Frondizi y los vínculos secretos que mantenía con el comunismo mundial. Para los militares la presencia de Guevara era particularmente irritante porque, además de ser el líder de una guerrilla comunista, era también un desertor del servicio militar y por tanto para la ley argentina un delincuente.

 

            Frondizi nunca intentó defenderse esas críticas ni justificar su proceder, ni siquiera con sus más íntimos colaboradores. Veamos una vez más el testimonio de Camilión al respecto: “Fui a verlo a la Casa de Gobierno, ya que tenía que informarle sobre lo ocurrido en Punta del Este. Esto ocurrió poco después de la partida de Guevara. Mi diálogo con él fue bastante tenso, porque de entrada le dije que teníamos un presidente muy valiente. Muy secamente, Frondizi me preguntó por qué, a lo que contesté: porqué lo había recibido a Guevara. Entonces me dijo lo siguiente: ‘Si el presidente de la República Argentina no puede recibir normalmente al ministro de un país con el que mantiene relaciones diplomáticas, más vale que no sea presidente”. Ante esa respuesta me limité a decirle: ‘Usted sabrá las presiones que enfrenta’. Inmediatamente la conversación se orientó al relato de lo que había ocurrido en Punta del Este. De modo que nunca podremos realmente tener un panorama claro de cuáles fueron las motivaciones, y si Frondizi tuvo algún tipo de indicación por parte de Estados Unidos”.[39]

 

La caída de Frondizi

 

El derrocamiento de Frondizi se debió finalmente al revés electoral en los comicios de marzo de 1962 donde se renovaban catorce gobiernos provinciales y la mitad de la Cámara de Diputados.

 

La UCRI había ganado en varias elecciones de alcance local realizadas en 1961. Esto se logró mediante una estrategia de propaganda que tendía a nuclear a la opinión antiperonista en defensa de los logros de gobierno, más que a conquistar, como antes se había intentado, del voto peronista. Además, entre 1960 y 1961 la economía había crecido a un 8% anual, la cifra más importante en más de diez años. La inflación estaba disminuyendo. Pero, la proliferación de grandes emprendimientos, la planta de SOMISA, la red caminera, la usina de Dock Sud, el gasoducto Campo Durán – Buenos Aires, el proyecto hidroeléctrico del Chocón y el crédito para la industria privada crearon dificultades en la balanza de pagos al exterior. Por otra parte, el agro no había mejorado su producción en forma suficiente como para aportar las indispensables divisas.

 

Incomprensiblemente, el entorno presidencial no advirtió el desgaste de la imagen de Frondizi producto de algunas decisiones del gobierno que no habían sido bien explicadas o bien comprendidas por la población, ni el disgusto que provocaba el ajuste salarial, ni la posibilidad de un voto de castigo. Confiado en la victoria electoral que pronosticaba el ministro del Interior Alfredo R. Vítolo, Frondizi admitió que se presentaran listas de candidatos peronistas a fin de legitimar el sistema, viciado por la exclusión del partido mayoritario. Los militares cansados de los manejos de Frondizi lo dejaron hacer reservándose el papel de árbitros.

 

El peronismo participó sin demasiada unidad, pues además de la línea mayoritaria reunida en el partido Unión Popular, hicieron su aparición líderes provinciales más o menos nuevos, integrantes de un sector partidario que por ese entonces se denominó: “neoperonismo”. En las elecciones del 18 de marzo de 1962 el peronismo sólo alcanzó el tercer lugar en la votación -17,8%- pero se impuso en la mayoría de los distritos. Obtuvo nueve de ellos –cinco de los cuales correspondían al neoperonismo- mientras el oficialismo triunfaba en cinco, y la UCRP, los bloquistas y los conservadores en uno cada uno. Pero el factor decisivo en la reacción de las fuerzas armadas fue el triunfo de la fórmula Andrés Framini – Carlos Anglada en la provincia de Buenos Aires.[i]

 

La crisis institucional se prolongó por diez días. Los partidos opositores se regocijaban e incentivaban el malestar militar como revancha por su revés electoral. El líder de la UCRP, el chino Balbín se negó a reunirse con el presidente para buscar una solución política a la crisis. El general Pedro E. Aramburu fue invitado por Frondizi para mediar en el conflicto, porque como aspiraba a ser el próximo presidente constitucional, se hallaba involucrado en la supervivencia del sistema. Insólitamente, Aramburu pidió por la televisión la renuncia del presidente como un acto patriótico.

 

Ante el inminente golpe de Estado, el presidente Arturo Frondizi envió una extensa misiva al presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical Intransigente el senador Alfredo García que comenzaba diciendo: “Tengo la firme decisión de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir. No me suicidaré, no me iré del país, ni cederé. Permaneceré en mi puesto en esta lucha que no es mía ni solo del pueblo argentino. Se está librando en nuestra América; la están librando a lo largo y a lo ancho de todo el mundo los pueblos que se levantan contra la opresión y el privilegio, y combaten por la libertad, la justicia y el progreso del género humano. En momentos en que la crisis política que vivimos llega a su máxima gravedad, quiero ratificar ante usted y demás integrantes de ese comité nacional partidario, mi irrevocable determinación de no renunciar y de permanecer en el gobierno hasta que me derroquen por la fuerza. Nuestros enemigos –los enemigos del pueblo argentino– quieren mi renuncia. Con mi renuncia se prepara una parodia institucional, sobre las bases de una democracia restringida que excluya a todos los sectores populares y, como consecuencia ineludible, una despiadada represión contra el pueblo, con la que me han amenazado continuamente. Esta es, por lo tanto y, lo digo aquí con tanta solemnidad, la razón fundamental de mi obstinada y tenaz negativa a renunciar a mi cargo o terminar con mi vida. Quienes se atrevan a sacarme del gobierno por la fuerza o eliminarme físicamente deberán asumir ante la historia la responsabilidad de haber desatado en la Argentina la represión popular y su inevitable consecuencia: la guerra social.” (…)[ii]

 

El 29 de marzo, los comandantes en jefe del Ejército Teniente General Raúl Poggi, la Marina Almirante Agustín Penas y la Aeronáutica Brigadier General Cayo Alsina, ante el temor de que en las elecciones presidenciales de 1964 triunfara un gobierno neoperonista que posibilitara el retorno al país de Juan D. Perón, detuvieron al presidente y lo enviaron a la isla Martín García, el mismo lugar donde fueron internados otros presidentes como Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. Alvear y Juan D. Perón.

 

No obstante, una sorpresiva maniobra del presidente de la Corte Suprema Dr. Julio Oyhanarte salvó en parte la institucionalidad haciendo jurar como presidente de la Nación al presidente provisional del Senado, el senador por Río Negro José María Guido, aplicando la ley de acefalía vigente.

 

El golpe de Estado protagonizado por las fuerzas armadas contra el presidente Frondizi dio paso a dos décadas de sangrienta confrontación en Argentina, con gobiernos de facto, terrorismo revolucionario y terrorismo de Estado, asesinatos y desapariciones.

 

Curiosamente Cuba sería participe necesario del drama argentino. Segregado del sistema americano Fidel Castro sentenció que si no podía entenderse con los gobiernos americanos lo haría con los pueblos y se dedicó a apoyar con entrenamiento militar, asistencia política y financiera a todos los movimientos revolucionarios de América Latina.

 

Cientos de argentinos pasarían por los campos de entrenamiento cubano para luego encarar la “lucha armada” en nuestro país y la Isla caribeña se transformó en el santuario donde buscaron refugio los revolucionarios derrotados en sus países. Frondizi había comprendido que esto sucedería mucho antes de que comenzara a ocurrir. Lamentablemente, nadie lo escuchó hasta que fue muy tarde.

 



[1] MENOTTI, Emilia: “Arturo Frondizi”, Ed. Planeta. Bs. As. 1998. Pág. 45.

[2] SÁENZ QUESADA, María: “La Argentina. Historia del país y de su gente”. Ed. Sudamericana. España. 2001. Pág. 275.

[3] REY, Estebán: “¿Es Frondizi un nuevo Perón?” Ed. Lucha Obrera. Bs. As. 1957. Pág. 13 y 14. citado en ROUQUIÉ, Alain: “Radicales y desarrollistas” Schapier Editor. Bs. As. 1975. Pág. 68.

[4] ROUQUIÉ, Alain: Op. cit. Pág. 68.

[5] ROUQUIÉ, Alain: Op. cit. Pág. 68.

[6] ROUQUIÉ, Alain: Op. Cit. Pág. 72.

[7] Palacio, Jorge: “Crónica del humor político en Argentina”. Ed. Sudamericana. Bs. As. 1993. p. 190 y 192.

[8] CAMILIÓN, Oscar: “Memorias políticas. De Frondizi a Menem (1956 – 1996)”. Ed. Planeta. Bs. As. 1999. p. 29.

[9] NOSIGLIA, Julio E.: “El desarrollismo”. Colección Biblioteca Política Argentina. Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1983. Pág. 81.

[10] FRIGERIO, Rogelio: “Los orígenes del desarrollismo”. En LUNA, Félix: “El estallido de los partidos”, Colección Nuestro Siglo. Historia Argentina 1955 – 1966. Crónica – Hyspamérica. Pág. 40.

[11] GHIOLDI, Rodolfo: Citado en ROUQUIÉ, Alain: Op. cit. Pág. 79.

[12] Camilión, Oscar: “Memorias políticas. De Frondizi a Menem (1956 – 1996)”. Ed. Planeta. Bs. As. 2000. P. 32

[13] ROUQUIÉ, Alain: Op. Cit. Pág. 79.

[14] FRIGERIO, Rogelio: Op. cit. Pág. 41 y 42.

[15] “NEW YORK TIMES”, editorial del 1/1/59.

[16] El presidente norteamericano Ronald Reagan en la década de 1980 denominaba a la Unión Soviética “El Imperio del Mal”.

[17] Salas, Ernesto, Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista, Biblos, Buenos Aires, 2003, p. 28. El excelente trabajo de Salas, de donde hemos reseñado la historia de este grupo, nos ilustra sobre el origen del término. Para este autor la leyenda de los uturuncos proviene de las viejas tradiciones quechuas y es muy conocida en Bolivia y en el noroeste del territorio argentino. Según esta leyenda, el uturunco es un viejo indio que por las noches se revuelca en la piel de un tigre transformándose en felino. Convertido en animal, se suma a los demás tigres, marcha con ellos y se aparea con las hembras. Se aparece por sorpresa a los viajantes, a quienes destroza con sus poderosas garras para despojarlos de todo lo que llevan encima. Sus apariciones ocurren en la noche y sus andanzas duran hasta el amanecer, momento en que recupera sus forma humana. Los cazadores se sorprenden porque sus huellas revelan que sus patas tienen cinco dedos, como la pisada humana, y no cuatro como la de los felinos. Su capacidad para transformarse proviene de un pacto con el diablo y de la piel que éste le entrega, pero su poder proviene del gran odios que siente por la sociedad a causa de las injusticias que recibió de ella.

[18] Salas Ernesto, ob. cit., p. 117. El autor relata también que Enrique Pedro Oliva fue finalmente amnistiado por el presidente Arturo U. Illía. Al salir de la cárcel retomó su profesión de periodista y fue corresponsal del diario “Clarín”, en Francia, con el seudónimo de François Lepot, hasta su jubilación. Autor de varios libros periodísticos, fue nombrado asesor por el presidente Carlos S. Menem.

[19] Gutman, Daniel, Tacuara. Historia de la primera guerrilla urbana argentina, Ed. Vergara, Buenos Aires 2003, p. 58.

[20] Escurra Uriburu finalmente abandonó la política y retornó al seminario. En 1971 se ordenó sacerdote en el Seminario de Paraná. Falleció de cáncer el 26 de mayo de 1993 a los 54 años de edad.

[21] Eduardo Rosa era hijo del historiador revisionista José María Rosa y nieto de un abogado que había sido ministro del general José F. Uriburu.

[22] Gutman, Daniel, ob. cit., p. 58.

[23] Gutman, Daniel, ob. cit., p. 261.

[24] Gutman, Daniel, ob. cit. p. 220.

7 Gutman, Daniel, ob. Cit. p. 251.

[25] Camilión, Oscar: “Memorias políticas. De Frondizi a Menem (1956 – 1996)”. Ed. Planeta. Bs. As. 2000, p. 36.

[26] Camilión, Oscar: ob. cit. p. 27.

[27] Menotti, Emilia: “Arturo Frondizi”. Ed. Planeta. Bs. As. 1998. p. 226

[28] Menotti, Emilia: ob. cit. p. 227.

[29] Frondizi, Arturo: citado en Menotti, Emilia: ob. cit. p. 230.

[30] Menotti, Emilia: ob. cit. p. 231.

[31] Menotti, Emilia: ob. cit. p. 234.

[32] Menotti, Emilia: ob. cit. p. 235.

[33] Sáenz Quesada, María: La Argentina. Historia del país y de su gente. Ed. Sudamericana. Bs. As. 2001. p. 594.

[34] Camilión, Oscar. “Memorias políticas. De Frondizi a Menem (1956 – 1996)”. Ed. Planeta. Bs. As. 2000. p. 75.

[35] Courtois, Stéphane y otros: “El libro negro del comunismo”. Ed. Planeta. Barcelona 1998. p. 727.

[36] Hobsbawm, Eric: “Historia del siglo XX”. Ed. Crítica. Bs. As. 1998, p. 438

[37] Saenz Quesada, María: op. cit. p. 595.

[38] Camilión, Oscar: ob. cit. p. 79.

[39] Camilión, Oscar: ob. cit. p. 81.



[i] FLORIA, Carlos y César A. GARCIA BELSUNCE: “Historia de los argentinos”. Ed. Larousse. Bs. As. 1992. Tomo II, p. 440.

[ii] GAMBINI, Hugo: Frondizi. El estadista acorralado. Ediciones B de bolsillo. Bs. As. 2012. P.343.