Las
diferentes percepciones sobre los intereses en juego, y las amenazas que
realmente se cernían sobre cada Estado, terminaron por propiciar el estallido
del conflicto en Ucrania y hoy impiden que se arribe a negociaciones para un
alto al fuego.
El geopolítico germano estadounidense Hans Morgenthau
(1904 – 1980), uno de los principales teóricos del realismo en las relaciones
internacionales, señalaba que los Estados tenían dos tipos de intereses; los
nacionales o vitales e intereses secundarios.[i] Aclarando que cuando un
Estado considera comprometidos a los primeros se arriesga a ir a la guerra,
mientras que una amenaza a sus intereses secundarios suele resolverse mediante
negociaciones y actos de apaciguamiento.
La guerra de Ucrania, que curiosamente ambos bandos se
niegan a denominar “guerra”. Para los países de la OTAN se trata de “la
invasión rusa a Ucrania” y para el Kremlin de una “operación militar
especial”. Lo cierto es que en Ucrania se libra una guerra, por lo cual,
aún a riesgo de ser políticamente incorrectos hablaremos de “guerra”
para denominar a este conflicto bélico.
Analicemos detenidamente que tipo de intereses
persiguen los principales actores de este conflicto: Rusia, Ucrania y los
Estados Unidos.
Desde su constitución como estados, tanto Rusia como
los Estados Unidos han vivido continuamente en guerra. Ambos han padecido
cruentas guerras civiles, la Guerra de Secesión estadounidense transcurrió
entre 1861 y 1865; y la Revolución Rusa y la guerra civil desde 1917 a 1922.
A lo largo de su historia los rusos han guerreado
contra innumerables pueblos: turcos, tártaros, suecos, lituanos, polacos en
diversas ocasiones, los franceses durante la invasión de la Grande Armée
napoleónica, en 1812, en 1905 contra los japoneses, enfrentaron a los alemanes
y los austríacos en la Primer Guerra Mundial y en la Gran Guerra Patria (1941
– 1943) contra los invasores alemanes, finlandeses, rumanos, búlgaros, españoles,
italianos, eslovacos. croatas y japoneses. En tiempos de la Guerra Fría, los
rusos combatieron por procuración en China, Corea, Vietnam y en África.
Los estadounidenses a su vez combatieron contra los
británicos, franceses, mexicanos, nativos americanos, españoles, nativos
filipinos, contra los alemanes y austríacos en las dos guerras mundiales,
contra los italianos, los franceses de Vichy, los japoneses, coreanos, chinos,
vietnamitas, laosianos, camboyanos, granadinos, panameños, afganos, iraquíes,
sirios y terroristas yihadistas de distintas nacionalidades (saudíes, egipcios,
paquistaníes, marroquíes, argelinos, etc.)
Como puede apreciarse ambas potencias, en los últimos
doscientos años, han pasado más tiempo en guerra que en paz.
Pero con una gran diferencia. En el caso de los
Estados Unidos, su territorio nunca fue invadido (salvo brevemente durante la
guerra de la independencia) y sus victorias le permitieron anexarse territorios
y colonias en regiones no fronterizas: Filipinas e islas del Pacífico, Puerto
Rico, Hawái e incluso Alaska, si bien esta fue adquirida por compra.
Por el contrario Rusia fue invadida con frecuencia y
debió reconquistar su territorio ocupado por el invasor, incluso los franceses
llegaron a ocupar e incendiar Moscú, en 1812, y los alemanes estuvieron a tan
solo doce kilómetros de conquistar Moscú y a menor distancia en Leningrado y Stalingrado,
en 1942.
Las ganancias territoriales de Rusia llevaron a la
anexión de regiones fronterizas. De hecho, la URSS antes y ahora Rusia han sido
potencias regionales y no globales o coloniales.
Las continuas invasiones por parte de ejércitos
extranjeros han desarrollado en el pueblo ruso una tendencia a desconfiar de
los extranjeros y a sentirse permanentemente amenazados.
En muchos casos esa paranoia rusa estuvo justificada.
Al terminar la Primera Guerra Mundial, una coalición de catorce países
intervino militarmente (con 200.000 hombres, entre ellos unos cinco mil
estadounidenses) en favor de los Ejércitos Blancos. Más tarde, durante la
invasión rusa a Finlandia, conocida como la Guerra de Invierno, los francos –
británicos estuvieron a punto de enviar tropas en auxilio de los finlandeses. Sólo
su revés en Noruega disuadió a los aliados de hacerlo. En 1979, cuando los
soviéticos invadieron Afganistán, Zbigniew Brzezinski, el polaco -estadounidense
Asesor de Seguridad Nacional del presiden Jimmy Carter, convenció al mandatario
estadounidense de aplicar sanciones económicas a la URSS y armar a los
muyahidines afganos para darles a los soviéticos su propia versión de la guerra
de Vietnam. La maniobra estadounidense fue exitosa y los soviéticos se
empantanaron, durante una década, en una estéril guerra de desgaste.
La paranoia con que se manejan las relaciones
internacionales de Rusia, hace que muchas veces Occidente interprete como actos
de agresión a ciertas acciones defensivas realizadas por los dirigentes rusos.
Así, por ejemplo, la creación del Pacto de Varsovia,
el 14 de mayo de 1955, se produjo seis años después de la constitución de la OTAN,
el 4 de abril de 1949.
Algo similar ocurrió con la República Democrática
Alemana, que los soviéticos constituyeron el 7 de octubre de 1949, cinco meses
después de que los Estados Unidos y sus aliados propiciaran la creación de la
República Federal Alemana, el 28 de mayo de 1949. ¿Quién fue entonces
responsable de la división de Alemania durante 45 años?
La intervención militar de Rusia, en 2015, en la
guerra civil de Siria responde a la necesidad de preservar la base naval que
posee desde 1971, en el puerto de Tartús a unos 158 km al noreste de Damasco y
que es la primera base naval fuera del territorio ruso y la única en el
Mediterráneo.
La anexión de la península de Crimea a la Federación
de Rusia, el 18 de marzo de 2014, fue una respuesta al golpe de Estado ocurrido
entre el 18 y el 20 de febrero de 2014, que derrocó al presidente prorruso
Viktor Yanukóvich. La formación de un gobierno ucraniano rusofobo hizo pensar
al Kremlin que corría peligro su estratégica base naval de Sebastopol,
apostadero de la Flota Rusa del Mar Negro, desde hace 230 años después de que
la zarina Catalina, la Grande, le arrebatara ese territorio al Imperio Otomano
en el siglo XVIII.
Cuando la Unión Soviética perdió la Guerra Fría, en
1989, sufrió el típico castigo a que suele someterse a los Estados derrotados.
Su territorio se fragmentó en quince estados distintos y en algunos casos
enfrentados entre sí (Armenia contra Azerbaiyán, Rusia contra Georgia y
Ucrania, etc.); su economía se desquició y perdió a sus aliados del Pacto de
Varsovia y sus bases en Europa Oriental, desapareció la protección que le
brindaba su sistema de alerta temprana, perdió incluso sus instalaciones
militares dentro del antiguo territorio soviético e incluso se vio obligada a
librar una guerra civil en Chechenia (1994 – 2000), además de contener algunos
otros intentos separatistas.
La desconfianza y la paranoia de los altos mandos
rusos se fue incrementando con el correr del tiempo en la medida en que sus
antiguos aliados del Báltico, de Europa Oriental e incluso de la fragmentada
exYugoslavia se incorporaban a la OTAN y se convertían en sus virtuales
enemigos.
Putin advirtió a Occidente sobre como interpretaba su
país esos gestos hostiles. El 10 de febrero de 2007 en el marco de la
Conferencia de Seguridad de Múnich expresó: “Creo que es obvio que la
expansión de la OTAN no tiene ninguna relación con la modernización de la
propia alianza o con la garantía de la seguridad en Europa. Por el contrario,
representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Y
tenemos el derecho de preguntas: ¿Contra quién está dirigida esta expansión?”
Una década más tarde, en 2018, en su discurso ante la
Asamblea Federal, Putin insistió en el tema: “La elite de Occidente no
oculta sus ambiciones, que es derrotar estratégicamente a Rusia. ¿Qué significa
eso? Significa acabar con ustedes mismos de una vez por todas.” […] “Hacen eso
convirtiendo los conflictos locales en conflictos mucho más amplios y grandes”.
Estos hechos explican porque los mandos rusos
consideraron imprescindible invadir Ucrania para defender lo que ellos ven como
intereses vitales.
Los Estados Unidos, por el contrario, han luchado todas
sus guerras en el extranjero, su territorio nunca atacado ni invadido.
En las Naciones Unidas están representados 193 estados
miembros, pero los Estados Unidos cuentan con 254 bases e instalaciones
militares repartidas por todo el mundo que albergan aproximadamente 173.000
hombres de sus fuerzas armadas.
Al término de la Guerra Fría, los Estados Unidos no
solo mantuvieron sus alianzas y bases militares en Europa, sino que las
expandieron.
Aún cuando Rusia es el único país con una capacidad
militar suficiente para destruir o al menos causarle un daño inaceptable a
Washington, los estadounidenses no se sienten realmente amenazados por los
rusos y, por lo tanto, no evitan provocarlos y amenazarlos.
En otras palabras, los Estados Unidos no se han
involucrado en el conflicto de Ucrania para proteger intereses vitales sino
para satisfacer intereses secundarios.
Estados Unidos se embarcó en Ucrania en una guerra por
procuración. La OTAN, al menos por el momento, es no beligerante pero no
neutral, porque abastece de armamento, entrenamiento e inteligencia operativa a
Ucrania, mientras que aplica sanciones económicas y de todo tipo a Rusia.
Las sanciones económicas de los Estados Unidos habían
sido aplicadas a la URSS en 1979, después de que invadiera a Afganistán, e
incluyeron el boicot a las Olimpiadas de Moscú. Fueron implementadas sin retiro
de embajadores ni declaraciones de guerra, pero en esta ocasión, en un hecho
sin precedentes, sancionó a ciudadanos rusos desvinculados del gobierno, por el
solo hecho de su nacionalidad (empresarios, deportistas, músicos, etc.).
En Ucrania, los Estados Unidos han retomado su rol de
la Segunda Guerra Mundial como “arsenal de las democracias”. Es decir,
que Ucrania proporciona el campo de batalla, las víctimas civiles y los
soldados para luchar contra los rusos y los estadounidenses los financian y le
suministran armas para que resistan la invasión.
Irónicamente, podría decirse que los Estados Unidos
lucharan en Ucrania hasta el último ucraniano o hasta que la opinión pública
estadounidense se canse de esa guerra y busque la forma de terminar con su
participación en ese conflicto.
En ese momento, los ucranianos quedarán con su país en
ruinas y solos frente a los rusos, tal como les sucedió a los vietnamitas del sur
cuando se retiraron los estadounidenses y debieron enfrentarse solos al
vietcong. Muchos recordamos las desgarradoras imágenes de la evacuación de la
embajada americana en Saigón, en 1975. Algo similar ocurrió en Afganistán,
cuando los estadounidenses se fueron y los talibanes finalmente tomaron el control
del país.
¿Cuáles son los intereses secundarios que Estados
Unidos persiguen en Ucrania?
Podemos especular que los estadounidenses apoyan a
Ucrania para debilitar a Rusia involucrándola en una prolongada guerra de
desgaste y aislarla diplomática y económicamente. También para forzar a Europa
(especialmente a Alemania) a terminar con su dependencia del gas ruso; al mismo
tiempo para obligar a los europeos a aumentar sus gastos en defensa (un
objetivo largamente perseguido por los sucesivos gobiernos americanos), renovar
sus propios armamentos y reactivar sus industrias bélicas, etc.
¿Qué interese protege Ucrania con esta guerra?
Ucrania tiene una historia compartida con Rusia de
muchos siglos, sin embargo, en los últimos cien años, a partir de la Revolución
de Octubre, en 1917, los ucranianos padecieron toda suerte de atrocidades a
manos de los rusos. Comenzando por la represión ligada a la colectivización forzada
del campo, el horror del Holodomor y el duro castigo que Stalin aplicó a Ucrania
al final de la Gran Guerra Patria por lo que el dictador soviético
consideraba la colaboración de los ucranianos con los invasores nazis.
Más recientemente, Kiev debió enfrentar el apoyo que
Moscú brindó a las tendencias separatistas de la población ucraniana ruso
parlante.
Todos estos hechos alimentaron los sentimientos
antirrusos de gran parte de la población ucraniana y de sus dirigentes y los
llevarona a escalar en el conflicto con Rusia.
Pero, es evidente que, después del manotazo ruso que
despojó a Ucrania de Crimea, los altos mandos ucranianos se convencieron de que
solo la pertenencia a la OTAN podía garantizar la integridad territorial de su
país frente a los atropellos rusos.
También es posible que la perspectiva de lograr
ingresar a la Unión Europea, después de integrar la OTAN, y compartir la
prosperidad de los países que la integran haya influido en sus decisiones.
O, quizás existieron promesas por parte de Occidente de
que no los iban a dejar solos frente a los rusos.
Por último, Zelenski y sus asesores pueden haberse
dejado llevar por la idea de que finalmente Putin no se atrevería a provocar
una guerra con la OTAN, hayan alimentado la intransigencia ucraniana en los
meses previos a la invasión rusa.
Lo cierto es que las diferentes percepciones sobre los
intereses en juego, y las amenazas que realmente se cernían sobre cada Estado,
terminaron por propiciar el estallido del conflicto en Ucrania y hoy están impidiendo
que se arribe a negociaciones para un alto al fuego.
Los anuncios de diversos países de la OTAN de que
entregarán nuevos y más sofisticados armamentos a Ucrania, contribuyen a
prolongar la guerra (posiblemente desaten una nueva ofensiva rusa para anticiparse
a que esos armamentos entren en servicio), y alimentan la intransigencia de
Volodimir Zelenski.
Al mismo tiempo, refuerzan la convicción de los altos
mandos rusos de que los Estados Unidos y la OTAN buscan poner a Rusia de
rodillas y terminar con su influencia sobre el espacio exsoviético.
El problema más grave es que la prolongación de la
guerra en Ucrania no hace más que incrementar el terrible riesgo de una
escalada nuclear.
Recordemos que Vladimir Putin ha dicho en varias
ocasiones que Rusia no perderá esta guerra y, lamentablemente, el amo del
Kremlin ha demostrado, a través del tiempo, que no suele amenazar en vano, ni
hablar por hablar.
[i] MORGENTHAU, Hans: Politics Among Nations: The
Struggle for Power and Peace (Política entre Naciones. La lucha por el poder y
la paz), 1948