LA BATALLA DE ANNUAL EN PERSPECTIVA CIEN
AÑOS DESPUÉS
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
Entre el 21 de julio y el 9 de agosto de
1921 se desarrollo la batalla de Annual donde las fuerzas bereberes de
Abdelkrim aniquilaron a un ejército español de más de 13.000 hombres conducido
por el general Manuel Fernández Silvestre quién murió en combate.
NOTA A MODO DE PRÓLOGO
El presente informe es extenso pero sabemos que los
lectores del Blog aprecian los trabajos originales y los detalles por lo
cual hemos incluido numerosas citas y la bibliografía consultada. Este es un
trabajo especialmente dedicado a aquellos que gustan de la historia militar. Como
advertencia es necesario señalar que este trabajo ha sido realizado únicamente
en base a fuentes españolas. Lamentablemente no contamos con fuentes o relatos
de autores marroquíes que proporcionen una visión distintas de los hechos. Por
lo tanto ignoramos cuáles fueron las bajas que sufrieron las fuerzas de
Abdelkrim, dónde se produjeron las mismas o que actos de heroísmo llevaron a
cabo los combatientes marroquíes. El lector debe tener en consideración este
hecho al evaluar los detalles proporcionados y las conclusiones a que hemos
arribado.
LA OCUPACIÓN COLONIAL ESPAÑOLA EN MARRUECOS
En la segunda mitad del siglo XIX, Marruecos se vio sometido
a serios problemas de gobernabilidad que debilitaron el poder del Sultán
impidiéndole resistir el impulso imperialista de las potencias europeas. El
aislamiento y la debilidad de la monarquía marroquí tendieron a agravarse –a
partir de la revuelta contra el sultán que estalló, en 1818, entre los
bereberes del Atlas-. No obstante, el país logró mantener su independencia
hasta 1911, en parte, gracias a los conflictos que se desataron entre las
potencias europeas que estaban interesadas en ocuparlo debido a la importancia
geopolítica del territorio marroquí. En especial por su capacidad de controlar
el estrecho de Gibraltar desde el sur.
Francia, cuya importancia se había incrementado a lo largo
del siglo XVIII, ocupó Argelia en julio de 1830 y Orán en enero de 1831. Los
franceses no sólo pretendían controlar las ciudades costeras sino establecer
colonos franceses en la fértil llanura costera de Argelia. Las tribus bereberes
locales organizaron un movimiento de resistencia en la parte occidental del
país, cerca de Orán. Lo lideraron los carismáticos caudillos de las órdenes
sufíes –un conjunto de hermandades místicas musulmanas-. De la más poderosa de
estas comunidades sufíes de la Argelia occidental, la orden de Qadiriyya surgió
un hábil caudillo militar el sharif
Abdelkader (1808 – 1883) quien libraría la guerra contra los franceses con
gran inteligencia y eficacia. No obstante, en 1843, el general francés Burgeaud
al frente de un poderoso contingente comenzó a aplicar una política de
exterminio y tierra arrasada en Argelia. En 1843, Abdelkader derrotado debió refugiarse en territorio marroquí. Desde
allí comenzó a hostigar a los franceses de Argelia con una guerra de
guerrillas.
El sultán de
Marruecos, Abderramán ibn Hicham no deseaba involucrar a su país en el
conflicto. Sin embargo, por haber dado asilo a su enemigo, los franceses
atacaron la población marroquí de Oujda, en la batalla de Isly, cerca de la
frontera argelina, enviando además a su armada a fin de que bombardeara los
puertos de Tánger y Mogador. En septiembre de 1844, los gobiernos de Francia y
Marruecos firmaron un tratado para restablecer sus buenas relaciones, fijaron
las fronteras definitivas entre Marruecos y Argelia y en él se declaró
explícitamente que Abdelkader era un proscripto sin derecho a permanecer en
lugar alguno del imperio de Marruecos. Finalmente, Abdelkader debió rendirse a
los franceses en 1847.[i] La
derrota del líder beréber no fue, sin embargo, suficiente para pacificar a la
población beréber de la Cabilia que seguía siendo fiel a los ideales
independentistas. La resistencia contra los franceses perduró hasta 1857.
Francia y España
aprovecharon esa momentánea debilidad del Reino de Marruecos para arrebatarle
porciones sustanciales de su territorio y finalmente convertirlo, en 1912, en
un “protectorado”. El atractivo de
Marruecos era superior al de cualquier otro país del Magreb ya que contaba con
una importante tradición estatal que se remontaba, a los imperios de los
Idrissides y que tenía su continuidad por siglos a través de las dinastías de
los almorávides, benimerines almohades, saadistas, watassides y alauitas.
Sucesor natural del glorioso pasado cultural del
al-Ándalus, Marruecos era para las potencias europeas fuente de enormes riquezas
y un mercado mucho más importante, diversificado y estructurado que el de
Argelia y Túnez; consideraban al Reino la puerta definitiva para lograr la
penetración en el Sáhara septentrional y para obtener la sumisión de las tribus
que lo habitaban, que mantenía obediencia religiosa y jurídica respecto del
sultán de Marruecos.
Marruecos había constituido durante siglos el único Estado
musulmán del Mediterráneo que no dependía de Estambul que mantuvo en forma
independiente y soberana relaciones comerciales y políticas con los países de
Europa y América. Era un Reino independiente, soberano e impenetrable a las
influencias extranjeras.
La existencia de una tradición nacional anterior a la
ocupación imperialista y colonialista europea del siglo XX y el hecho de que la
monarquía marroquí nunca adoptó una posición claudicante frente a la ocupación
extranjera evidencia que la nación marroquí posee una identidad nacional propia
precedente al hecho colonial y no forjada a partir de él.
A causa de sus
potencialidades pesqueras y gracias a las salinas de las Islas Canarias que
permitían la conservación y el transporte de pescado, España obtuvo rápidamente
una posición dominante en el sur de Marruecos.
Desde el siglo XV, los
españoles se vieron atraídos por ese espacio geopolítico. Su primer
establecimiento sobre esta parte del litoral sahariano data de 1476, cuando
Diego García de Herrera, señor de Lanzarote hizo edificar una pequeña
fortificación que bautizó “Santa Cruz de
la Mar Pequeña” y que fue destruido más tarde por el Sultán El Wattassi, en
1527.
En el año 1860, con
motivo del triunfo de los españoles sobre las fuerzas marroquíes en la batalla
de Vad Ras, España y Marruecos firman
el Tratado de Tetuán por el cual este último pierde el control de parte del
Sahara. En el Artículo 8° del Tratado firmado en Tetuán, el 26 de abril de 1860
por O’Donnell y Muley Abbas dice: “Su
majestad marroquí se obliga a conceder a perpetuidad a su Majestad Católica en
la costa del Océano, junto a Santa Cruz de la Mar Pequeña, el territorio
suficiente para la formación de un establecimiento de pesquería como el que
España tuvo allí antiguamente”.
Presionado por la
pérdida de sus colonias americanas (solo le restaban Cuba y Puerto Rico que
terminaría cediendo, junto a Las Filipinas, a los Estados Unidos tras la “Guerra de Cuba”, en 1898.), el
expansionismo geopolítico de España no se saciaría con este establecimiento. En
1881, España incrementó mediante diversas maniobras colonialistas su presencia
en la región. Comenzó por establecer una plataforma frente a la península de
Río del Oro. Luego simuló una “compra”
de ese territorio a la tribu de Ulad Delim, ante escribano, en Las Palmas, por
unas monedas de plata. Como es lógico tal adquisición era claramente ilegítima
debido a que el vendedor no era el titular de la soberanía que enajenaba y la
venta era en realidad una burda expoliación territorial efectuada con engaños y
a precio vil.
En octubre de 1884, el
gobierno de Cánovas envió a Emilio Bonelli, con tres barcos, quien estableció
tres factorías a las que denominó: Villa Cisneros –Río del Oro-, Median Gatell
–Cabo Blanco- y Puerto Badia –Bahía de Cintra-. A la vez, firmó diversos convenios con las tribus
locales, por las cuales éstas colocaban el territorio bajo el “protectorado” de España. De dichos
actos arrancan los supuestos “derechos”
españoles sobre el Sahara pues, el 26 de diciembre de 1884, el gobierno español
comunicó a las diferentes potencias europeas, de acuerdo con la Conferencia y
Acta de Berlín, su dominio colonial entre el Cabo Bojador y el Cabo Blanco. De
poco sirvieron las protestas diplomáticas del Reino de Marruecos.
Continuando con su política de “hechos consumados”, en julio de 1886, España declaró
uninominalmente que “Todos los
territorios comprendidos entre la costa de las posesiones españolas del
Atlántico, desde Cabo Bojador a Cabo Blanco y el límite occidental de Adrak,
pertenecen a España desde el día de la fecha.”
En el último cuarto del siglo XIX, los intentos
reformistas de Mulay Hassan (1873 – 1894) para modernizar el país y sustraerlo
de la injerencia europea chocaron con la resistencia de los sectores
conservadores de la población y la economía debió hacer frente a nuevas
indemnizaciones de guerra a consecuencia del ataque de las tribus rifeñas a las
posesiones españolas. El sucesor de Mulay Hassan, Abd el-Aziz, proclamado en
1894 no pudo ocupar definitivamente el trono hasta 1900 por la oposición de algunos
caudillos locales muy importantes. Los créditos obtenidos fueron avalados con los ingresos aduaneros
del Reino que pasaron a ser supervisados por los europeos. A través del control
de las aduanas, de los créditos y de las obligadas contrapartidas comerciales
las grandes potencias europeas tuvieron la oportunidad de interferir en los
asuntos internos de Marruecos. No lo desaprovecharon, la “Cuestión de Marruecos” se convirtió en el punto de referencia
entre las grandes potencias coloniales del momento.
En 1904, surgió una
crisis entre las potencias europeas motivado por el reparto colonial de
Marruecos. Francia y España, contando con la aprobación de Gran Bretaña,
firmaron un acuerdo por el cual ambas potencias convenían instituir un
protectorado en este país norafricano.
Alemania mostró su disconformidad con dicho acuerdo, al estar también
interesada en un protectorado propio en Marruecos, e inició una ofensiva
diplomática que culminaría el 31 de marzo de 1905 con la visita a Tánger del
káiser Guillermo II quien proclamó su defensa de la independencia marroquí y
exigió una convocatoria de una reunión de las potencias afectadas.
Durante los trabajos
preparatorios de la Conferencia se barajaron como sedes de esta las ciudades de
Tánger y Madrid aunque finalmente se designó para la realización del evento la
ciudad de Algeciras por estar situada en forma equidistante entre Madrid y
Rabat y contar con una adecuada infraestructura para albergar el encuentro.
Entre el 16 de enero y el 7 abril de 1906 se reunieron, en el
Salón de Plenos de su Casa Consistorial, las potencias del momento: los Estados
Unidos, Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Italia,
Holanda, Portugal, Rusia, Suecia, España y por supuesto Marruecos.
Se acordó reconocer los intereses de Francia y España
sobre Marruecos dividiendo sus esferas de influencia. A Francia le correspondió
el Sur y a España el Norte que era designado como Marruecos Español. Se aseguró
el pago del préstamo que Alemania había concedido al Sultán de Marruecos Abd
al-Aziz en 1904, la integridad formal del Estado de Marruecos y diversos
asuntos económicos y fiscales sobre dicho territorio, como fueron la libertad
de comercio para todas las potencias europeas, la recaudación de impuestos, la
lucha contra el contrabando y el control aduanero.[ii] Los términos del acuerdo
contribuyó a incrementar el malestar de la población marroquí: Abd el-Aziz fue acusado de favorecer la
dependencia extranjera y depuesto por una alianza de ulemas, notables de las
ciudades y jefes tribales de las zonas rurales. En su lugar fue entronizado Muley Abd el-Hafiz, que se comprometió a
rechazar el Acta de Algeciras, a anular las ventajas obtenidas por los
extranjeros y a liberar aquellos territorios del Sahara que habían sido ocupados
por franceses y españoles.[iii]
En 1907, el asesinato de un súbdito francés en Marrakech y de
obreros europeos en Casablanca provocó la intervención franco-española en la
ciudad y la del ejército francés en Oujada. En años sucesivos se ponen en explotación
las minas de hierro del Rif, el ejército español incrementó su hinterland en
torno a Ceuta y Melilla y tropas francesas y españolas penetraron
progresivamente en el interior del país.
Con estas intervenciones y, haciendo caso omiso a las
reclamaciones de Alemania por lo que interpretaba como una violación del Acta
de Algeciras, Francia consolidaba su privilegiada posición como la principal
potencia colonial en el Magreb.
En abril de 1911 el sultán Mulay Abd el-Hafiz (1907 – 1912), solicitó la ayuda militar de
Francia para hacer frente a la rebelión de las tribus que se oponían a la
creciente presencia europea en el país. En el mes de mayo las tropas del
general Moinier ocupan Fez y las tropas españolas se instalan en Larache y en
Ksar el-Kebir. El 30 de marzo de 1912 el Sultán se ve forzado a firmar con el
gobierno de la III República la Convención
de Fez por la que se acuerda “instituir
un nuevo régimen comportando las reformas administrativas, judiciales,
escolares, económicas, financieras y militares que el gobierno francés estime
necesarias y útiles para el territorio marroquí”. Se incluye, sin embargo,
una puntualización relativa a la “salvaguardia
de la situación religiosa, notablemente de los habús (o bienes y rentas de
procedencia coránica) y a la organización de un Majzén jerifano reformado”.
La Convención de Fez constituye el
acta de nacimiento del Protectorado de Marruecos por el que Francia ve colmadas
sus aspiraciones imperialistas en el Magreb con la obtención de una colonia de
415.000 km².
El Tratado de Madrid, en noviembre de 1912, firmado
por Francia, España y el Reino Unido determinó oficialmente la transformación
de Marruecos en un protectorado francés seguido de otra importante mutilación
territorial. España recibió en compensación 21.000 km² en la región montañosa
del Rif, al Norte – donde están Ceuta y Melilla- y la de Ifni al Sur, junto a
un territorio marroquí desértico y semipoblado de unos veintitrés mil
kilómetros cuadrados que terminaría conociéndose con el nombre de Sáhara
Español o Sáhara Occidental.
El Protectorado Español en el norte de Marruecos
comprendía una franja territorial pobre, montañosa, y escasamente habitada por
una población rebelde. La economía dependía de pequeños valles donde se practicaba la agricultura y las
minas de hierro al oeste y sur de Melilla. Había pedido el control de la ciudad
de Tánger en el Norte, de la franja hasta la frontera argelina en el Este y del
territorio de Fez al Sur. Sólo poseía una ciudad importante, que era Tetuán,
otra mediana, Larache, y tres pequeñas: Arcila, Alcazarquivir y Xauen. El
territorio se dividía en setenta y cinco cabilas guerreras de la etnia bereber
o amazigh. Las tribus del Rif estaban enfrentadas entre ellas, sin líderes
regionales importantes y eran contrarias a la dominación colonial.[iv]
Durante los años del Protectorado Español en el norte
de Marruecos, España llevó a cabo una política puramente extractiva y de
ocupación militar. No realizó más obras de infraestructura que la estrictamente
necesarias para explotar los recursos mineros de la zona o controlar
efectivamente el territorio frente a los levantamientos de los marroquíes. No
construyó ningún hospital o escuela fuera de las ciudades de Ceuta y Melilla.
Ni siquiera difundió el español o cristianismo en Marruecos como hiciera siglos
antes en América. Por el contrario, los franceses dejaron una impronta cultural
en su Protectorado que aún perdura en el Reino de Marruecos.
REBELIÓN EN EL RIF
El máximo desafío al reparto colonial provenía de las tierras
situadas al otro lado de la línea de demarcación del protectorado francés, esto
es, por parte de los bereberes en las montañas del Rif, situadas en la zona
septentrional española. Su mayor amenaza provendría del habitante de una
pequeña población, un juez llamado Mohamed
ibn ‘Abd al-Karim al-Jattabi, más conocido como Abdelkrim que desde ese bastión conseguiría organizar
durante cinco años (1921 a 1926) una rebelión que habría de cobrarse la vida de
decenas de miles de soldados españoles y franceses. Una revuelta que constituyó
la peor derrota de un ejército colonial europeo en África en todo el siglo XX.
LOS CONDUCTORES
En esa época el joven Abdelkrim dicto cursos de idioma árabe
a los oficiales españoles destinados en el Norte de África. Entre sus alumnos
figuraron el después general Manuel Fernández Silvestre y el coronel Gabriel
Morales. Abdelkrim y Morales se hicieron amigos. Cuando Morales murió
combatiendo en Annual, el caudillo marroquí entregó su cadáver para que fuera
enterrado en Melilla. Fue el único caso de entrega del cadáver de un soldado
español por parte de los irregulares marroquíes.
En septiembre de 1921, Abdelkrim proclamó su efímera “República
de Rif” que tuvo bandera,
constitución y un ejército propio. No obstante, nunca alcanzó el reconocimiento
de ningún Estado del mundo ni de la Sociedad de las Naciones. Fue disuelta en
1926 con la derrota de las fuerzas de Abdelkrim.
El 17 de agosto de 1925 la prestigiosa revista estadounidense
Time dedicó su portada a Abdelkrim.
General Fernández Silvestre
Manuel Miguel Fernández Silvestre nacido
en El Caney, el 16 de diciembre de 1871, entonces en la Capitanía General de
Cuba, era hijo del teniente coronel de artillería Víctor Fernández y Pentiaga,
casado en segundas nupcias con Eleuteria Silvestre Quesada. El 30 de agosto de
1889, a los diecisiete años, ingresó en la Academia General Militar de Toledo, donde
coincidió con otro destacado personaje, Dámaso Berenguer y Fusté, dos años más
joven. Pasó a la Academia de Caballería el 9 de julio de 1891. Se graduó como
segundo teniente de caballería a los veintiún años, el 9 de marzo de 1893.
Su primer destino fue el 27.º Regimiento de
Cazadores de María Cristina, en el que permaneció hasta finales de mayo de
1895, fecha en la que fue destinado a Cuba con el Regimiento Expedicionario de
Caballería Tetuán. Desembarcó en Nuevitas el 15 de junio, y el 31 de julio
ascendió a primer teniente con veinticuatro años.
En febrero de 1896 fue destinado al
Regimiento Expedicionario de El Príncipe, en el que sirvió hasta finales de
agosto de 1898. Durante su estancia en Cuba destacó por su valor y forjó la
leyenda de su “baraka”[v]. Fue condecorado y
felicitado por el gobierno en varias ocasiones, participando en más de
cincuenta combates.
El 8 de mayo de 1896 tomó parte en el
combate de Arango contra los mambises[vi], en el que cargó varias
veces al frente de su escuadrón causándole al enemigo veintiocho muertos al
arma blanca. Silvestre recibió cinco heridas de bala y su caballo resultó
muerto. Los mambises lo ataron a las ramas de un árbol, le acuchillaron once
veces y le dejaron por muerto. Rescatado en estado muy grave, casi desangrado,
fue trasladado al Hospital de Morón, donde logró recuperarse.
De nuevo en activo, el 2 de diciembre de
aquel año, en Sábana de Maíz, una bala le rozó la frente y estuvo a punto de
matarle. Su extraordinario valor y temperamento quedó de manifiesto en la
acción de Pinar del Río los días 13 y 14 de diciembre de 1896 donde,
después de matarle tres caballos, consiguió un cuarto y volvió al combate. El
10 de julio de 1897 fue ingresado en el hospital de Placeta enfermo de
paludismo. El 30 de septiembre de aquel año, con veintiséis de edad, fue
ascendido a capitán como recompensa por sus méritos en campaña.
El 11 de enero de 1898, Silvestre recibió dos
balazos en la primera carga que realizó su escuadrón, otros tres balazos y
trece machetazos en la segunda, heridas en la cabeza, tronco y extremidades,
quedando seriamente incapacitado del brazo izquierdo, hecho que disimulaba muy
hábilmente. Recibió el ascenso a comandante con esa misma fecha de 11 de enero
por los méritos de guerra contraídos en la acción de la Caridad
De regreso a España sirvió en varios
regimientos de caballería de Madrid y Zaragoza. El 15 de diciembre de 1899 se
casó con doña Elvira Duarte Oteiza, con la que tuvo dos hijos: Elvira y Manuel,
que era alférez cuando ocurrió el Desastre de Annual y moriría en la Guerra
Civil en 1937. Su mujer murió en Melilla el 19 de enero de 1907,
dejándole viudo a los treinta y seis años.
En 1904, tras estancias en diversos
regimientos peninsulares, Silvestre fue destinado a Melilla para mandar el
Escuadrón de Cazadores de Alcántara. Estudió árabe en la Escuela Oficial de
Árabe de Melilla, en la que obtuvo la nota más alta de los catorce alumnos,
consiguiendo el título de intérprete.
A finales de agosto de 1908 se trasladó a
Casablanca, donde el Ministro de Estado le destinó como jefe superior
instructor de la Policía Jerifiana, conforme con el nuevo sultán Abd el-Hafiz.
Asimismo, se le nombró instructor de la Policía Marroquí de la ciudad y le
dieron el mando de las fuerzas españolas en esta ciudad. El 27 de febrero de
1909, a los treinta y siete años, ascendió por antigüedad a teniente coronel.
En 1911, Silvestre pasó a ser jefe de las
tropas de Larache y Alcazarquivir. Los ánimos antiespañoles estaban exacerbados
y los Ibn Malek, un clan nativo amigo de España, fueron asesinados en Larache. El
13 de junio los pocos españoles de Larache se parapetaron en los muelles
temiendo el ataque de las tribus. Procedente de Casablanca, Silvestre
desembarcó en la ciudad y se entrevistó con El Raisuli, ambos congeniaron,
dando paso a la solución del conflicto.
El 22 de febrero de 1912, con cuarenta
años, ascendió a coronel. En enero de 1913 fue nombrado comandante general de
Larache y ascendido a general de brigada, por méritos de guerra, el 19 de junio
de 1913, siendo en ese momento el general más joven del ejército. Probablemente
por desavenencias surgidas con el general José Marina Vega, asociadas a un tiroteo
de enviados del Raisuli en Larache (junio de 1915), fue trasladado a la
península ibérica, siendo nombrado ayudante de campo del rey Alfonso XIII, el
9 de julio de 1915, función que desempeñó durante los siguientes cuatro años.
Ascendió a general de división el 28 de junio de 1918.
Ante las agresiones cabileñas y la escalada
del conflicto con El Raisuli, Fernández Silvestre fue devuelto a la
situación activa. El 23 de julio de 1919 fue nombrado nuevo comandante general
de Ceuta. El Raisuli fue derrotado por las tropas españolas, entre las que
estaban las comandadas por Silvestre, en octubre de 1919.
El 12 de febrero de 1920 Silvestre tomó
posesión de la Comandancia General de Melilla, desde la cual empezó una
invasión progresiva del Rif con la intención de pacificar la región
oriental del Protectorado español que culminaría en la batalla de Annual y con
su muerte.
Estos fueron los hombres que condujeron las
fuerzas que se enfrentaron en Annual. Abdelkrim era un intelectual, prudente y
reflexivo. Un líder espiritual que conducía a sus hombre por un ideal de
libertad contra un ejército invasor de sus tierra. El general Miguel Fernández
Silvestre era un oficial de caballería, de mucho coraje personal e impetuoso.
Buscaba un éxito espectacular para congraciarse con su amigo el rey Alfonso
XIII lo cual lo tornaba un conductor militar peligrosamente imprudente.
LAS FUERZAS EN PRESENCIA
a) El Ejército Español en
África
La guerra en Marruecos fue muy impopular y generó
importantes conflictos en la sociedad española de la época. Los españoles
conocían que el Norte de África era en general una región árida y pobre por lo
tanto no comprendían el empeño de mantener un conflicto tan sangriento y
costoso.
En 1920, España destinaba la mitad de su presupuesto
nacional en solventar los gastos de defensa. Sin embargo, el Ejército de África
estaba mal armado, deficientemente vestido y peor alimentado. La logística del
Ejército Español era un pozo sin fondo de corrupción que involucraba tanto a
los políticos civiles como a los altos mandos militares.
España aplicó en Marruecos una estrategia defensiva y
de posiciones, en un territorio montañoso y caluroso muy similar al Afganistán
donde fracasaron los soviéticos y los estadounidenses. El Ejército español
carecía de una doctrina operacional apta para esa guerra. Pretendía controlar
la situación en base a posiciones fortificadas, tropas nativas y sobornos a los
jefes de las cabilas. Incluso carecían de una cartografía confiable y
actualizada.
Las tropas españolas que combatían en el Norte de África
estaban formadas esencialmente por soldados de veinte años que debían cumplir
un servicio militar de tres años.
Sin embargo, los jóvenes pudientes y de los sectores
medios, podían eludir fácilmente el cumplimiento del servicio militar.
Inicialmente esto se hacía pagando a alguien para que fuera en su lugar o
mediante “reducción” a cambio de una cantidad de dinero.
Este sistema se sustituyó en 1912 mediante el sistema
de “cuota”, que permitía al recluta hacer el servicio militar reducido y
en el regimiento de su elección a cambio de demostrar que se poseía la
instrucción básica, se pagara el uniforme y abonara al Estado una suma determinada.
Los “soldados de cuota” no estaban obligados a dormir o comer en el
cuartel, cumplían un horario reducido de 07.00 a 14.40 horas y nunca elegían
regimientos que podían ser destinados a Marruecos.
Esto hacía que los soldados conscriptos enviados a
luchar en Marruecos provinieran generalmente de zonas rurales muy pobres, por
lo general jóvenes campesinos analfabetos (el analfabetismo en España en esos
años afectaba al 56% de la población), que no estaban motivados por
sentimientos patrióticos ni intereses colonialistas y que no terminaban de
comprender porque debían ir a “matar moros” o a morir en África.
Eran soldados muy sacrificados y valientes pero
estaban mal preparados para el combate y sobre todo para sobrevivir en un
territorio particularmente hostil. “Las pagas de Oficiales y Tropa, o no
llegaban o lo hacían tarde. Las armas y munición eran vendidas a aquéllos que
más tarde las emplearían para darle muerte.”[vii]
En 1921, en la Comandancia General de Melilla existían
las siguientes unidades:
Regimientos:
San Fernando N° 11.
Ceriñola N° 42
África N° 68.
Melilla N° 59.
Alcántara N° 14.
Mixto de Artillería
Compañías:
De Mar.
Mixta de Sanidad y Ametralladoras de Posición, que
solo contaba con cinco médicos.
Comandancias:
Intendencia.
Ingenieros
Artillería
Grupo de Regulares Melilla N° 2
Brigada Disciplinaria.
Unidad de Policía Indígena.
Guardia Civil y Carabineros.
Unidad de Automóviles Melilla.
Centro Electrónico y Aviación[viii]
Durante el mes de junio de 1921, el general Fernández
Silvestre licenció de forma ilimitada a los soldados de la quinta de 1918 y
temporalmente a los de 1919. Unos tres mil veteranos fueron relevados por las quintas de 1920 con una
experiencia e instrucción incompleta.
La guarnición, sin incluir al Grupo de Regulares
Marroquíes considerados de escasa confiabilidad en combate, sumaban un total de
24.776 hombres, distribuidos de la siguiente manera: 6.765 en destinos
burocráticos, 7.732 en las columnas y 10.279 en las posiciones fortificadas.
Considerando permisos e incidencias, puede estimarse en unos veinte mil hombres
la fuerza presente ese año, incluyendo personal nativo. De ellos 13.363
resultarían muertos en el Desastre de Annual, incluidos 2.390 que pertenecían a
los cuerpos de nativos. Algunos autores incrementan la cifra a 18.000 muertos a
partir de la toma de Abarrán.
Los soldados españoles estaban pobremente vestidos, en
muchos casos calzados con alpargatas y no botas en un terreno particularmente pedregoso,
árido y agreste. Estaban dotados de sombreros de tela en vez de cascos
metálicos que ya habían probado su eficacia en las trincheras de la Primera
Guerra Mundial.
El armamento era el típico de la época, la artillería
Schneider de origen alemán era escasa y resultaba de poca utilidad contra
tiradores dispersos y en las emboscadas. Se trataba en su mayoría de cañones de
artillería de montaña, pequeñas piezas móviles que se desarmaban para ser
transportadas a lomo de mulos en calibres de 20 y 35 mm. Solo las plazas de
Ceuta y Melilla contaban con cañones de 75 mm.
La principal arma de apoyo de la infantería era la
ametralladora pesada Colt Browning M1895/14, denominada “potato digger”
(cosechadora de papas) calibre 7x57 mm, refrigerada por aire que rápidamente se
interrumpía por la arena y el recalentamiento además no las había en número
suficiente y se carecía de repuestos lo que obligaba en muchos casos a
“canibalizar” algunas armas para mantener en funcionamiento a las restantes.
El arma de dotación de la infantería era el fusil a
cerrojo Modelo 1893, calibre 7x57 mm sin humo conocido como el “Mauser
Español”. Su almacén cargador tenía capacidad para cinco proyectiles que se
cargaban rápidamente empleando un peine. Se trataba de un arma robusta, sufrida,
confiable y segura que permitía batir con precisión blancos a 150 metros para
un tirador medianamente instruido. Si el tirador estaba bien adiestrado podía
incluso abatir blancos a cuatrocientos metros de distancia. El problema era que
la mayoría de los soldados españoles entraban en combate con muy poca
instrucción de tiro (en ocasiones habían efectuado tan solo entre 10 y 15
disparos de prueba) y sobre el cuidado y mantenimiento de sus armas .
El Mauser Modelo 1893 fue empleado por el Ejército
Español en Cuba contra los independentistas y las fuerzas de los Estados Unidos
y en Filipinas contra las tropas musulmanas del Ejército Revolucionario
Filipino y las fuerzas estadounidenses en 1898. El Mauser Español ganó gran
reputación por su desempeño en la Batalla de las Colinas de San Juan, donde
solo 750 soldados españoles retrasaron significativamente el avance de 8.500
soldados estadounidenses armados con una combinación de fusiles de cerrojo
Krag-Jorgensen de calibre .30-40 Krag y fusiles monotiro de retrocarga
Springfield Modelo 1873 (Trapdoor Springfield) más antiguos, causando 1.400
bajas a las fuerzas estadounidenses.
Las fuerzas marroquíes al
servicio de España estaban formadas por la Policía Indígena y los batallones de
Regulares del Ejército. La Policía Indígena estaba organizada en “mías”,
unidades equivalentes a una compañía del Ejército y sus cuadros eran nativos se
componían de oficiales (caídes), sargentos (mokaden), cabos (maunin)
y policías (áscaris).
Además,
estaban las tabores (batallones) de Fuerzas Regulares Indígenas con mandos
españoles.
Las
tropas nativas estaban armadas con fusiles Rolling Block calibre 11,15x57mm
monotiro empleados por el Ejército Español entre 1870 y 1893 en que adoptó el
Mauser y por Francia en calibre 8x50 Remington Lebel.
Las
fuerzas indígenas, salvo raras y honrosas excepciones, desertaba matando a sus
mandos españoles a la más mínima oportunidad, bien por estar abiertamente en
contra, bien por temor a represalias familiares por parte de los rebeldes
marroquíes. Su captación entre las propias tribus del Rif significó un claro
error como se pudo comprobar durante los combates con sus “primos hermanos”
cuando desertaban en masa.
La
Aviación de Ejército contaba con tan solo dos aparatos que, en esta etapa del
conflicto, no tuvieron peso en las operaciones debido a que eran muy
vulnerables al fuego enemigo efectuado desde tierra. Además de un par de
misiones de bombardeo, la única actividad destacada fue intentar
infructuosamente abastecer desde el aire con hielo, alimento y municiones a las
tropas sitiadas en el fuerte de Monte Arruí.
El
arma de Ingenieros constituía solo el 6% de las tropas españolas en Marruecos.
Se encargaba de organizar las comunicaciones empleando heliógrafos[ix], banderas, telefonía y
telegrafía. Un capítulo aparte es su desempeño en la construcción de
fortificaciones denominadas “blocaos”, que formaban parte de la
estrategia defensiva que aplicaba el Ejército Español y que hacía que solo
controlara el terreno que pisaban sus hombres.
Los
blocaos eran edificaciones simples usualmente de forma cuadrangular. Solían
construirse con tablones de hormigón
armado, con huecos para disparar y realizar observaciones. En algunos casos la
posición era reforzada por alambradas de púa cuando había este material.
Albergaban una dotación de unos veinte hombres a cargo de un oficial.
Situados
en las alturas para mejorar su campo de observación y tiro, y separados varios
kilómetros uno de otro, los blocaos eran posiciones extremadamente vulnerables porque
no podían apoyarse entre sí y, además, debían ser abastecidos de agua,
alimentos y municiones por convoyes de mulos. Incluso en las pocas posiciones que
contaban con pozos de agua cercanos los mismos estaban situados fuera de la
fortificación obligando a los soldados a exponerse al fuego enemigo o morir de
sed. Esto ocurría por ejemplo en el Fuerte de Monte Arruí construido entre 1912
y 1916. Al edificar la plaza, los constructores dejaron el pozo de agua fuera
del perímetro fortificado lo cual llevó a la rendición de los defensores
después de la caída Annual agobiados por la sed.
El
agua potable era otra cuestión. El noventa por ciento del agua del Protectorado
Español era agua palúdica que obligaba a tratamiento antes de ser consumida
(hervirla, mezclarla con alcohol u otros productos potabilizadores).
Cuando
eran sometidos a asedio, lo cual ocurría con demasiada frecuencia, los blocaos
se transformaban en verdaderas cámaras de tortura. Los blocaos eran atacados
con impunidad por los “Pacos” (francotiradores enemigos) durante el día
y la noche. Los soldados españoles estaban en condiciones de repeler el fuego
pero no de salir en persecución de sus atacantes, mucho menos de montar
emboscadas.
Veinte
hombres debían permanecer durante días, si tenían suerte eran relevados cada
dos semanas, pero con frecuencia debían pasar cuatro meses en un recinto de
hormigón de 5 X 5 metros, con temperaturas superiores a los 40°C. Se veían
obligados a hacer sus necesidades en latas vacías de
combustible. Si un soldado resultaba muerto sus compañeros no podían enterrarlo
porque el suelo era rocoso y duro e impedía cavar una sepultura así que debían
soportar el olor que despedía el cuerpo en descomposición. Lo mismo ocurría con
los mulos y caballos empleados para abastecimiento cuando morían. El hedor de
esas posiciones era espantoso. La comida, el agua y los medios sanitarios eran
escasos y los soldados no contaban con mudas de ropa de repuesto. Sin embargo,
España llegó a construir ciento cincuenta de estas estás precarias e
ineficientes fortificaciones al momento de Annual, que en muchos casos
terminaron siendo auténticas ratoneras para las infortunadas tropas españolas.
Los
oficiales y suboficiales españoles debían vivir con un ojo sobre el enemigo y
el otro sobre sus soldados nativos porque cuando percibían la menor debilidad
en las fuerzas españolas desertaban llevándose sus armas y municiones. Incluso
mataban a su mandos españoles si era necesario o para congraciarse con las
fuerzas de Abdelkrim.
Después
del Desastre de Annual, el Ejército de África fue reforzado con precarios auto
ametralladoras con algún blindaje, más aviones y fundamentalmente con armas
químicas.
b. Las
milicias marroquíes
Los
marroquíes del Rif contaban con la doble ventaja de combatir para proteger sus
hogares y familias de los invasores extranjeros y de hacerlo en una accidentada
región muy apta para la defensa y la emboscada como lo era el Rif. Estaban
ancestralmente adaptados al terreno donde debían luchar. Empleaban turbantes
blancos y amplias chilabas de color marrón que disimulaban su perfil y les
servía eficazmente de camuflaje y calzaban sandalias.
Se
trataba de fuerzas móviles que luchaban sin ninguna logística, en pequeños
grupos familiares muy cohesionados y donde cada combatiente conocía la
capacidad de sus compañeros. En algunas ocasiones (como en Annual) las mujeres
y los niños solían acompañar a los combatientes para participar del saqueo y
eliminación de los enemigos heridos que quedaban en el campo de batalla. No
estaban limitados por convoyes de abastecimiento ni obligados a proteger
extensas líneas de comunicaciones.
Las
fuerzas marroquíes eran expertas en la guerra de guerrillas. Aplicaban contra
los españoles una guerra móvil basada en el hostigamiento continuo y el
desgaste del enemigo. Un conflicto móvil
donde cambiaban su inferioridad estratégica y de medios militares por una
superioridad táctica. Era una guerra sin líneas de frente definidas donde las
guerrillas nativas cortaban las líneas de abastecimiento de la fuerzas
españolas (incluso las líneas férreas existentes). Montaban ataques nocturnos, emboscadas
en la retaguardia a las columnas de suministros y sitiaban posiciones aisladas
y prontas a quedarse sin agua, alimentos o municiones. Se replegaban tan rápido
como atacaban cuando la situación dejaba de ser favorable para ellos. Solo
presentaban combate abierto cuando tenían absoluta superioridad
Los
combatientes marroquíes eran expertos tiradores que conocían y valoraban muy
bien sus armas. Con frecuencia hostigaban a las tropas españolas mediante
francotiradores (denominados por los españoles “Pacos”, debido al sonido
que hacían al disparar sus antiguos fusiles Remington Rolling Block 11,15X57
mm) situados en las alturas de los desfiladeros.
Las
milicias tribales contaban con un variado armamento, en su mayoría empleaban
los máuseres españoles y las carabinas francesas Berthier, además antiguos
fusiles Remington. Como armas de apoyo contaban con ametralladoras y cañones
capturados a los españoles que fueron de mucha utilidad contra un enemigo
concentrado en sus fortificaciones. El Fuerte Arruit fue prácticamente demolido
por los cañones españoles capturados por los marroquíes que efectuaron más de
setecientos disparos contra él durante el asedio.
Las
fuerzas de Abdelkrim eran abastecidas de armamentos y equipo militar por
traficantes de armas británicos interesados en que el Rif se transformara en un
“Estado Independiente” libre del colonialismo español y francés y
abierto a los negocios y la influencia del Imperio Británico. Llegaron a venderle
al líder rifeño diez aviones, aunque solo le entregaron uno de ellos.
EL
DESARROLLO DE LA BATALLA DE ANNUAL
A
mediados de enero de 1921, después de la ocupación de Monte Arruit, Tistutín y
Batel, el general Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla
estableció su cuartel general en la zona del valle de Annual (tierras de la cabila
Beni Ulisek) distante unos 30 km de Alhucemas y 105 km de la ciudad de Melilla.
Entre
el 29 de enero y 16 de febrero, confiando en sus fuerzas, realizó un despliegue
más extenso ocupando el Morabo de Sidi Mohamed Ben Abdallah, Monte Udia,
Barranco de Izumur y Buymeyan.
El
12 de marzo tomó Sidi Dris en la desembocadura del rio Amekrán continuando el
avance por los barrancos existentes entre las cuencas del Uad Kebir y el Uad
Ker aproximándose al peligros territorio de las tribus de Temsaman y Beni
Urrigel. Todas estas acciones la realizó en contra de los consejos de su Estado
Mayor y en especial del coronel Gabriel Morales, Jefe de la Oficina de Asuntos Indígenas
de Melilla, que hablaba árabe, era amigo de Abdelkrim y experto en los asuntos
del Rif.
No
sólo acababa de sobrepasar el límite informal del río Keet, aceptado por
Abdelkrim, si no que fue más allá aproximándose al río Amekrán zona totalmente
vedada a las tropas españolas en los acuerdos establecidos con los jefes
tribales.
Con
estos rápidos avances, amenazaba los territorios de cabilas guerreras dejando
intactas a su retaguardia tribus cuya lealtad era dudosa, poblaciones
hambrientas por la escasez de lluvias en ese invierno, con 5,5 gramos de cebada
por persona por día de ayuda española.
El
general Fernández Silvestre persistía tenazmente en su intención de dominar la
Bahía de Alhucemas, territorio de las tribus de Beni Urriagel, Temsamán y
Bocoya.
Para
agravar aún más las cosas el general Dámaso Berenguer, Alto Comisionado de
España ordenó, el 13 de abril, a las baterías españolas situadas en el Peñón de
Alhucemas abrir fuego sobre los campamentos de las tribus de alhucemas
alcanzando el zoco[x]
de Axdir, ciudad natal de Abdelkrim, produciendo una grave mortandad entre la
población local. Este repudiable acto produjo de forma inmediata la unión de
las cabilas bereberes abandonando sus antiguas rivalidades.
Al
comienzo del tórrido verano del Norte de África cuando las temperaturas
alcanzan entre 40 y 50 grados centígrados, el miércoles 1° de junio de 1921, el
general Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla ordenó que
saliera del campamento militar de Annual una columna al mando del comandante de
Caballería Jesús Villar con el fin de ocupar el cerro de Abarrán; una altura a
doce kilómetros de Annual, que dominaba el campamento español, y estaba situada
al Oeste del río Amekrán. Villar debía organizar la posición y dejar allí una
unidad hasta nueva orden. Esta posición se consideraba de cierta importancia
para controlar la zona de la Bahía de Alhucemas y el peligroso territorio que
ocupaba la temida tribu de Beni Urriagel, igualmente podría facilitar la
conexión con las tropas de Ceuta que prácticamente tenían dominada la situación
en su zona a pesar de las incursiones del caudillo El Raisuli[xi].
El
cerro de Abarrán además era un posición clave para proteger las minas de hierro
de Ben bu Ifur explotadas por la Compañía Española de Minas del Rif S. A., un
consorcio empresarial hispano – galo de gran peso en la Corte de Madrid.
En
cumplimiento de la orden, el 1° de junio de 1921, a la una de la madrugada partió
de Annual la columna del comandante Villar compuesta por 1.461 hombres, a las
cinco y media las tropas españolas coronaron el cerro Abarrán, a las seis las
tropas iniciaron las tareas de fortificación y a las once menos cuarto el
trabajo había terminado. La posición del cerro Abarrán era difícil de bastecer
y socorrer en caso de ataque. El blocao carecía de agua y de piedras paras
construir un buen parapeto, por lo cual los españoles debieron utilizar sacos
terreros, que en su mayoría estaban podridos y se desfondaban al llenarlos.
Además, sólo dieron para construir un frente y parte de otro.
Después
de terminado el trabajo de fortificación, la columna de Villar efectuó su
retirada. Dejando en la posición una guarnición al mando del capitán Salafranca
con la orden de permanecer en la misma. La guarnición estaba formada por la
2da. Compañía del 1° Tabor de Regulares, la 8va. Mía de Policía Indígena, 1ra.
Batería de Montaña y tres telegrafistas (un cabo y dos soldados). Los efectivos
de la guarnición sumaban siete oficiales y doscientos cuarenta y dos hombres,
de los cuales unos 200 eran marroquíes de dudosa lealtad sus equipamiento
comprendía 40 cajas de munición para Máuser, 4 cajas de cartuchos Remington, 20
cargas de artillería que permitían efectuar unos 360 disparos, material
sanitario, 13 tiendas cónicas y 8 cajas de víveres. La única agua disponible
era la que cada hombre llevaba en su caramañola individual.
Una
hora más tarde de la partida de la columna del comandante Villar de la posición
de Abarrán fue atacada por una harca de más de 3.000 hombres. Villar y sus
hombre oyeron el intercambio de disparos (incluso escucharon las ráfagas de
ametralladoras de los irregulares marroquíes sabiendo que la guarnición
española no contaba con este tipo de armas) y los tiros de cañón pero
retornaron a Annual sin intentar socorrer a la guarnición atacada. El blocao de
Abarrán cayó a las cinco de la tarde, solo lograron escapar a Annual y Buimeyan
72 de sus defensores. Todo el material bélico (fusiles, cañones y cajas de municiones)
fue capturado por las fuerzas irregulares marroquíes.
La
actitud ejemplar del capitán Salafranca y del teniente Flomesta (este último
herido y prisionero prefirió morir de hambre antes de enseñar al enemigo el
manejo de las piezas de artillería) les significó la máxima condecoración
española al valor: la Cruz Laureada de San Fernando.
Con
el triunfo de Abarrán y la captura de importante material bélico Abdelkrim
formó un numerosa harka que con aire triunfalista supo destruir una a una las
frágiles posiciones españolas.
El
martes 7 de junio, el general Fernández Silvestre impartió la orden de ocupar
la posición de Igueriben distante a seis kilómetros de Annual hacia el sur,
despreciando ocupar la Loma de los Árboles que las fuerzas de Abdelkrim ocuparían
y fortificarían el día 16 de junio, impidiendo que la nueva guarnición española
fuera abastecida desde Annual.
La
posición de Igueriben estaba surcada por profundos barrancos, los convoyes
pasaban sin grandes dificultades, salvo en la ascensión al puesto, en la que
eran duramente hostigados por los irregulares. Pero, la Loma de los Árboles
dominaba y controlaba la aguada que estaba a tres kilómetros del recinto
fortificado.
La
posición de Igueriben, al mando de comandante Mingo quedó con una guarnición
perteneciente al Regimiento Ceriñola: dos compañías del Ceriñola, una Sección
de Ametralladoras, una batería de artillería ligera, tres telegrafistas y diez
hombres de la Policía Indígena, haciendo un total de 354 hombres. El 13 de
junio, el comandante Mingo fue reemplazado por el comandante Julio Benítez y
Benítez.
Con
la ocupación por parte de los irregulares marroquíes de la Loma de los Árboles
la posición Igueriben quedó prácticamente sitiada disponiéndose el enemigo a
rendirla por hambre, sed y agotamiento de las municiones.
A
partir del 17 de julio no fue posible abastecer de agua la posición, y el
convoy de víveres, aunque logró pasar lo hizo a costa de muchas bajas y de
dejar en manos del enemigo varias cajas de municiones de artillería y de piezas
de ametralladora. El comandante Juan Romero López, jefe del convoy, resultó
muerto y el capitán Cebollino del arma de Caballería al mando de un Escuadrón
de Regulares, consiguió pasar al interior de la posición pero sólo con 69
mulos, la mayoría heridos y con las cubas de agua perforadas por los disparos;
y no consiguieron resolver las angustias de la guarnición. A continuación, la
columna de socorro regresó a Annual con grandes bajas.
Los
testimonios de los pocos sobrevivientes de la posición sobre sus padecimientos
resultan estremecedores. La dotación de agua se racionó hasta los 350
mililitros por persona por día[xii].
Para aplacar la sed, machacaban y chupaban papas y recurrieron también, sobre
todo para los heridos, al líquido de las latas de morrones y tomates. Los alimentos disponibles eran en su mayoría
arvejas y garbanzos que no podían cocinar o latas de sardinas que aumentaban la
sed de los sitiados. Cuando se acabaron las papas, bebieron agua de colonia y
hasta la tinta que habían llevado para escribir a sus parientes en España.
Algunos desesperados llegaron a beber su propia orina mezclada con azúcar. Para
aliviar el calor asfixiante, cavaban pozos en la tierra, en los que se metían
desnudos. Eran tantos lo hombres y animales muertos que el olor resultaba
insoportable y debieron envolverse el rostro con las camisetas para atenuarlo.
Muchos soldados españoles caían muertos sobre el parapeto, no por los disparos
del enemigo, sino por agotamiento. El testimonio más completo sobre la caída de
Igueriben se debe al único oficial superviviente, el teniente Luis Casado
Escudero[xiii],
quien herido estuvo prisionero de las fuerzas de Abdelkrim, en Axdir, durante
dieciocho meses y años más tarde publicó un pequeño pero muy documentado libro relatando
los sufrimientos de las tropas españolas asediadas en Igueriben.[xiv]
El
21 de julio se organizó desde Annual una fuerza de socorro articulada en base a
cuatro columnas que sumaban un total de tres mil hombres. Al mando del coronel Gabriel
Morales la de la derecha; el comandante Villar de la Policía Indígena al
centro; el coronel Manella a la izquierda y la del teniente coronel Marina en
la reserva, la conducción de la operación quedó en manos del general Navarro,
segundo jefe de la Comandancia General.
Las
fuerzas españolas salieron de Annual en dirección a Igueriben, acompañaban a
las columnas un Escuadrón de Sables y otro de ametralladoras del regimiento
Alcántara con el fin de ocupar una situación en el flanco izquierdo del
despliegue y en combate a pie, prestó protección a la columna del coronel
Manella que lleva el esfuerzo principal. Los restantes escuadrones a caballo
del Regimiento, salió velozmente para oponerse al enemigo que intentaba
envolver a la columna del coronel Morales.
Mientras
tanto las fuerzas de Abdelkrim habían tomado posiciones fortificadas en la ruta
a Igueriben.
La
columna de socorro después de durísimos combates no logra romper el cerco y debe
replegarse sin llegar a Igueriben, aunque algunas fuerzas de vanguardia con
grandes pérdidas llegaron a quinientos metros del blocao. El general Fernández
Silvestre debe ordenar el abandono de la posición de Igueriben que se
encontraba en una situación desesperante.
Ante
la orden del Comandante General de abandonar la posición, el comandante Julio
Benítez y Benítez manifestó que apoyaría y facilitaría la salida de la tropa
pero que él y sus oficiales iban a condicionar su defensa hasta la muerte si
era necesario pero que jamás arriarían la bandera, para “mostrar como muere
un oficial español”. Informa que le quedan doce proyectiles de artillería y
pide que una vez que salga la tropa, cuando se oiga el último de los doce
disparos de cañón, las baterías de artillería de Annual hagan fuego sobre la
posición pues con seguridad se producirá el asalto. Al abandonar los muros, la
tropa española es inmediatamente abatida por el enemigo que simultáneamente
realizó el asalto mientras los cañones españoles barrían la posición.
Después
de seis días de sitio (desde el 16 al 21 de julio) murieron todos sus
defensores, 354 hombres; el alférez Casado y Escudero herido y cuatro soldados
fueron tomados prisioneros, once soldados consiguieron llegar a Annual muriendo
varios de ellos por beber demasiada agua al llegar. El comandante Julio Benítez
y Benítez recibió póstumamente la Cruzo Laureada de San Fernando.
La
columna de socorro de Igueriben en su repliegue fue fuertemente atacada hasta
su retorno a Annual. Los soldados nativos de la Policía Indígena mataron a sus
oficiales y dispararon contra su propia unidad no solo desertando sino
pasándose al enemigo.
EVACUACIÓN
DE ANNUAL
Ante
tal situación, el Comandante General ordenó al teniente coronel Primo de Rivera
jefe del Regimiento de Caballería Alcántara N° 14 replegarse nuevamente hacia
la posición mediterránea de Dar-Drius que, situada a doce kilómetros de Annual,
contaba con agua potable y podía ser apoyada desde el mar por la Armada
española y que al día siguiente junto a la 3° Compañía de Zapadores regresara a
Ben Tieb con el propósito de fortificar el tramo de carretera Annual - Ben Tieb
ante la posibilidad de abandono de la posición por la fuerte presión del
enemigo, de esta manera y fuera de Annual también podría disponer del
Regimiento en caso de cerco a la zona. El general Fernández Silvestre reitera
la petición al Gobierno en Madrid y al Alto Comisionado general Berenguer para
que urgentemente enviaran refuerzos de Tetuán o de España. Los refuerzos nunca
llegaron.
El
21 de julio de 1921 la situación era extremadamente grave, las unidades
existentes en el territorio continuaban muy disgregadas por la zona.
Regimientos completos estaban descentralizados totalmente.
Ante
la imposibilidad de recibir refuerzos y que aun en ese caso no llegaran a
tiempo y descartada por desconfianza la posibilidad de pactar con Abdelkrim, la
noche del 21 al 22 el general Fernández Silvestre reunió en su tienda de
campaña en Annual a todos los jefes de las Unidades allí acampadas y les expuso
la crítica situación en que se encontraban. Con unas Unidades desmoralizadas,
dispersas, agotadas, mal equipadas, con munición para cuatro días y víveres
para cinco frente a numerosas cabilas altas de moral y dispuestas a todo y con
Melilla totalmente desguarnecida, manifestó que consideraba aconsejable
replegarse bien sobre Ben Tieb hasta donde llegaba el ferrocarril y después
hacia la línea Axdir Asua – Drius o la del río Kerr y en alguna de esas
posiciones esperar momentos más propicios para la llegada de refuerzos o
continuar seguidamente a Melilla si las circunstancias eran favorables.
El
coronel Gabriel Morales sabiendo perfectamente que sus tropas indígenas se
pasarían al enemigo, manifestó la opinión de que ya era tarde para iniciar una
retirada; igualmente opinaba el coronel Manella que expresó su deseo de quedar
en Annual y sucumbir luchando como lo había hecho la guarnición de Igueriben y
Abarrán. El resto de los mandos se inclinaban por la retirada.
Antes
de tomar la decisión definitiva el Comandante General que no había asegurado el
abastecimiento de municiones y vituallas para su principal base de operaciones
y tampoco contaba con un plan alternativo de retirada, se dirigió a la estación
radiotelegráfica recibiendo seguidamente un mensaje poco alentador. Le
anunciaban la llegada de refuerzos a Melilla, el 24 de julio, dos Banderas de
la Legión procedentes de Ceuta y el regimiento de La Corona, estimó
insuficientes estas Unidades para emplearlas en apoyo de Annual principalmente
por la distancia que existía, más de cien kilómetros en terreno hostil.
Considerando
igualmente que en caso de adoptar esa solución Melilla quedaría desguarnecida, tomó la decisión de abandonar Annual. La
retirada debía hacerse con algunos camiones, hombres y animales por el único
camino que empleaban los convoyes de abastecimiento, que serpenteaba a lo largo
de los seis kilómetros del barranco de Izumar donde, debido a su ancho de 4,5
metros, eran frecuentes los desbarrancos.
Previamente
reiteró la tramitación de órdenes de abandono a las posiciones más
comprometidas. Talilit y Buimeyán después de inutilizar todo lo que no les
fuera útil efectuarían la retirada sobre Sidi Dris y Annual respectivamente.
Por
su parte en Annual comenzaron los preparativos de repliegues. En ese momento
Annual contaba con los siguientes regimientos y compañías, Regimientos San
Fernando N° 11, Ceriñola N° 42, África N° 68, Mixto de Artillería, Artillería
de Montaña, Parque Móvil de la Comandancia de Artillería, unidades de
Ingenieros, unidades de Intendencia, Sanidad de Montaña, Tabores de Infantería,
escuadrones de Caballería de Regulares y del Alcántara, Sección de la Compañía
de Sanidad, Policía Indígena y diversas “harcas” al servicio de España.
Muchas
de esas unidades tenían sus dotaciones incompletas pero totalizaban cinco mil
hombres distribuidos de la siguiente forma 17 compañías de fusileros, 4
compañías y media de ametralladoras, 5 baterías más una sección de artillería
de montañas, una sección de montaña del Parque Móvil de la Comandancia, 3
secciones de sanidad de montaña más una de la compañía de sanidad, 4 compañías
de ingenieros, una compañía más una sección de intendencia, 3 tabores de
infantería, 3 escuadrones de caballería de Regulares más los del Alcántara, 4
mías de Policía Indígena y las Harcas. En las proximidades también se
encontraba desplegado el regimiento Melilla N° 59.
Se
destruyeron piezas de artillería para aligerar la marcha y se prepararon unos
carros que arrastrados por mulos transportarían a los heridos.
En
cumplimiento de estas órdenes, la noche del 21 al 22 partió el convoy de
heridos al mando del sargento practicante José Rodríguez con orden de dirigirse
a Ben Tieb e incluso a Melilla si la situación lo permitía. Para evitar ser
hostigado por el enemigo, el sargento decidió no marchar por el barranco de Izumar
sino salir del normal itinerario y tomar la dirección a Kandussi. Durante el trayecto
y según las circunstancias vería por dónde continuar.
La
columna de retirada se organizó con rapidez pero con poco orden, el enemigo
comenzaba a batir la posición y las tropas estaban nerviosas. La retirada comenzó a las
11:00 horas, después de perder la oportunidad de comenzar la evacuación al
abrigo de la noche. Había dos convoyes, uno para retirar los mulos con la
impedimenta, y otro para el grueso de la tropa, los heridos y el armamento
pesado. Pero para entonces las alturas del norte, que dominaban los caminos de
huida ya habían sido tomadas por el enemigo.
La
Policía Indígena desplegó dando frente al enemigo a la izquierda de la
carretera que unía a Annual con Ben Tieb; los regulares cubriendo el flanco
derecho y el Regimiento San Fernando protegiendo la retaguardia. El general Fernández
Silvestre estimó que en la retirada perdería a la mitad de sus hombres. Sabía
también que los irregulares de Abdelkrim estarían apostados en las alturas y
que habían fortificado todas aquellas posiciones claves que cubrían la ruta de
huida de los españoles.
Las
fuerzas irregulares marroquíes alentadas por el botín observaron los
preparativos de retirada de las fuerzas españolas y se lanzaron al asalto de la
posición de Annual por el punto opuesto a la ruta de salida de las tropas
españolas.
Antes
de ocupar su puesto en el despliegue los Regulares, muchos de los cuales
provenían de cabilas de la zona, se enfrentan a ellos pero titubean a la hora
de hacer fuego, cuando se deciden a hacerlo instigados por sus mandos españoles
disparan al aire en lugar de apuntar al enemigo, porque eran sus “hermanos”.
El comandante Llamas en ese momento jefe de los Regulares intuye que en el
repliegue su tropa nativa puede desertar y pasarse al enemigo y para evitarlo
ordena romper el contacto con los atacantes y conduce en perfecto orden a los
Regulares por un camino distinto al de columna que pierde así su principal
apoyo de fuego.
El
coronel Francisco Manella, jefe de la Circunscripción de Annual y su ayudante
el capitán Ramón Arce Iradier intentan conseguir restablecer el orden pero un
poco después junto al coronel Gabriel Morales y a un grupo de soldados que se
habían mantenido firmes, mueren al intentar frenar las deserciones de las
tropas nativas en las proximidades de Izumar. También muere en circunstancias
nunca esclarecidas el general Manuel Fernández Silvestre, su cadáver nunca se
encontró. En esta forma, las tropas en retirada pierden a sus mandos naturales
y toda posibilidad de un repliegue ordenado.
A
partir de ese momento la retirada se convirtió en un caos, las tropas corrían
abordándose y adelantándose unos a otros sin hacer caso de sus oficiales,
hombres mezclados con el ganado huyendo mientras los oficiales intentaban
inútilmente pistola en mano y disparando al aire frenar la desbandada que era
aprovechada por el enemigo que desde las laderas disparaba sobre ellos
produciendo un gran número de bajas. Los cadáveres y heridos quedaban sembrados
sobre el terreno.
Los
heridos eran rápidamente ultimados por mujeres, niños y ancianos nativos que
acudían a la rapiña. Eran acuchillados, degollados o simplemente apaleados y rápidamente
despojados de sus uniformes y de cualquier otra posesión que tuvieran.
En
el avance de la columna, los Regimientos de Infantería San Fernando y el de
Caballería Alcántara se mantuvieron en sus puestos cumpliendo disciplinadamente
las órdenes recibidas. El Regimiento San Fernando cubrió la retirada y el
Alcántara cargo sucesivamente para proteger la estampida de la columna principal.
Esta
retirada denominada “Desastre de Annual” se desarrolló siguiendo el
itinerario habitual de abastecimiento: Annual – Ben Tieb – Drius – Uestia –
Batel – Tistutín – Monte Arruit – Zelúan – Nador – Melilla distante a 95
kilómetros del punto de partida.
Las
unidades españolas y nativas fueron abatidas -o sus hombre desertaron- y casi
exterminadas en su recorrido hasta Monte Arruit, posición que jamás
conseguirían sobrepasar. El número total de bajas nunca quedó claro debido a
las deserciones, a la presencia de civiles no registrados y las diferentes
estimaciones. El Expediente Picasso señala un total de 13.363, pero las
diferentes estimaciones van desde algo más de 8.000 hombre a 18.000.
Después
de la retirada de Annual, el resto de las 150 pequeñas posiciones fortificadas
quedaron abandonadas a su suerte, sin posibilidades de ser reabastecidas,
socorridas o de replegarse mientras eran atacadas por fuerzas muy superiores en
número. Veamos algunos casos.
·
NADOR: Fue sitiada y se
rindió el 2 de agosto, siendo su guarnición la única que, tras rendirse, fue
respetada por los rifeños. Con la caída de esta plaza quedó sentenciado el
destino de Monte Arruit.
·
ZELUÁN: Fue asediada desde
el 24 de julio. Se rindió el 3 de agosto, siendo todos los supervivientes
torturados y asesinados, y los oficiales, el capitán Carrasco y el teniente
Fernández, mutilados y quemados vivos.
·
SIDI DRIS: La posición estaba
junto al mar guarnecida por alrededor de 300 hombres: una Compañía del
Ceriñola, una Sección del Melilla, una compañía de ametralladoras de este
regimiento, destacamentos de Artillería, Intendencia, telegrafistas y de la
Policía Indígena. Tras ser atacada y cercada el 22 de julio, resistió durante
tres días. El intento de rescate llevado a cabo por la marina española fracasó
y solo pudo evacuar con vida 10 hombres, 30 fueron hechos prisioneros por los
rifeños, el resto fueron dados por muertos o desaparecidos. Pero en la acción
murió el alférez de navío Lazaga; y se perdieron dos de los cuatro botes
enviados en socorro por el crucero Princesa de Asturias. El jefe de la posición
Comandante de Infantería Juan Velázquez murió en combate y recibió la Cruz
Laureada de San Fernando.
·
AFRAU: Situada en un
acantilado junto al mar, contaba con 231 hombre al mando del teniente Gracia
que murió en combate y fue reemplazado por el teniente Vara de Rey. La posición
fue atacada el 22 de julio y resistió hasta el 26 del mismo mes. Alrededor de
130 hombres pudieron ser rescatados por la marina, los 50 restantes resultaron
muertos o prisioneros de los irregulares. El soldado Mariano García Martín,
herido de muerte apoyo en solitario el embarque de sus camaradas recibiendo por
esta acción la Cruz Laureada de San Fernando.
·
TALILIT: Defendida
por doscientos hombres pertenecientes a una compañía de fusileros y una sección
de ametralladoras del Ceriñola, más un destacamento de Artillería. Fue evacuada
hacia Sidi Dris el 22 de julio de 1921. Murió toda la guarnición.
·
DAR BUIMEYAN: Contaba con
una guarnición de noventa hombres. Se encontraba muy próxima a Annual en
dirección oeste. Fue evacuada sobre Annual, que ya estaba ocupada por los
rifeños, muriendo la mayor parte de la guarnición durante la retirada sólo se
salvó el capitán Pérez García y veinticuatro hombres que fueron hechos
prisioneros.
·
DAR QUEBDANI: Más de 900
soldados españoles asesinados tras rendirse.
·
INTERMEDIA A: Situada en
peña Tahuarda tenía la función de proteger la retirada desde Annual a Ben
Tieb. No recibió orden de evacuar y quedó aislada, resistiendo el ataque rifeño
entre el 22 y el 27 de julio en que se rindió. La mayor parte de los defensores
fueron masacrados tras rendirse, solo hubo dos supervivientes.
·
IZUMAR: Está posición fue
ocupada por España para proteger el acceso a Annual desde Ben-Tieb. Estaba protegida
por una compañía del Ceriñola y un destacamento de artillería con cuatro piezas
“Saint Chamond” del 75 mm componiendo una dotación de trescientos
hombres. Debido a su privilegiada posición dominante recibió la orden de
mantenerse a toda costa con el fin de proteger la retirada de la columna. Su
jefe, el capitán Joaquín Pérez Valdivia junto al comandante de Artillería Martínez
Vives, sin orden expresa incendió la posición y la insólito decisión de
abandonarla sin esperar que pasara la retaguardia de la columna de Annual. Como
consecuencia murieron muchos de los soldados que se replegaban.
·
YEBEL UDDIA: La guarnición
constaba de unos 100 hombres y artillería de una Sección de Voluntarios del II
Batallón del Regimiento Ceriñola. Fue atacada el 22 de julio y se replegó sobre
la posición Intermedia A, que también fue atacada. No hubo supervivientes.
·
MEHAYAST: Posición ubicada
en el monte Yebel Azrú a 1.150 metros de altura, la guarnición estaba formada
por 36 soldados y dos oficiales. Tras ser atacada fue evacuada en dirección a
Ben-Tieb, resultando finalmente casi todos los ocupantes muertos o prisioneros.
Hubo dos supervivientes.
·
YEMAA DE NADOR: La
guarnición formada por 124 soldados y cuatro oficiales resultó muerta, muy
pocos lograron salir y alcanzar Dar Dríus.
·
MORABO DE SIDI MOHAMED: Posición
guarnecida por 33 hombres y un oficial, tenía la finalidad de proteger la
retaguardia de Annual. Fue atacada el 22 de julio por los rifeños. No hubo
supervivientes.
·
INTERMEDIA A: posición
situada en territorio de la Kabila de Beni Ulisek y dependiente de la
circunscripción de Dar Drius. Estaba protegida por dos Secciones de la 3°
Compañía del III Batallón del Regimiento San Fernando, dos ametralladoras del I
Batallón, un destacamento de Artillería y otro de Ingenieros, haciendo un total
de 86 hombres; no recibió desde Annual la orden de incorporarse a la columna y
resistió heroicamente al mando del capitán José Escribano Aguado hasta el 28 de
julio en que murieron todos sus defensores menos el soldado desertor Antonio
Tavira.
·
INTERMEDIA B: situada
también en territorio de la Kabila de Beni Ulisek tenía una guarnición de 143
hombre pertenecientes a una Compañía del Regimiento Ceriñola y un destacamento
de Policía Indígena.
·
INTERMEDIA C: situada
también en territorio de la Kabila de Beni Ulisek estaba al mando del capitán
Mariano González Vallés con una Compañía del Regimiento África y dos
ametralladoras. A falta de apoyo y ordenes desde Annual el día 22 se incendia y
destruye la posición y sus hombres se suman a la columna que se repliega a
Monte Arruti.
·
BEN TIEB: La guarnición
compuesta por 651 hombres, distribuidos en cuatro compañías de fusileros, un
Escuadrón de Caballería y un destacamento de Artillería con 6 cañones al mando
del capitán Antonio Lobo Ristori se repliega hasta Dar Drius para sumarse a la
columna de Annual sin haber combatido. Sobreviven siete oficiales que logran
llegar a Melilla. El capitán Lobo murió en Monte Arruit.
·
DAR DRIUS: era una
posición con ciertas posibilidades de defensa, con agua cercana e importante
depósito de municiones, sin embargo el general Navarro que ante la muerte del
general Fernández Silvestre había asumido el mando de la columna de Annual,
ordena continuar el repliegue con sus todavía 2.666 hombres y unos 15 cañones.
·
ZOCO EL-TELATZA: Fue
atacada entre el 22 y el 25 de julio. Los miembros de la guarnición se
retiraron en dirección al Marruecos francés. Durante la retirada murieron 700
de los 1.200 hombres que formaban la columna que además tuvo que abandonar a
los heridos a lo largo de la ruta.
RETIRADA DE DAR
DRIUS A MONTE ARRUIT
El día 23 de julio
comienza de nuevo la desordenada retirada hacia Batel para abordar el
ferrocarril en camino hacia su destino final en Melilla. En la columna se
observa un orden perfecto en la vanguardia donde marcha el Regimiento Alcántara
y en la retaguardia donde se sitúa el Regimiento de Cazadores N°14 de San
Fernando. El centro marcha en medio del caos y frecuentes actos de
indisciplina.
La columna pasa por
delante de Uestia y las dos Compañías del San Fernando que guarnecían la
posición, se repliegan sobre ella, para unirse a las de su Regimiento que
cubren la retaguardia.
A poco de rebasar
Uestia, se observan numerosas fuerzas enemigas hacia un flanco. El teniente
coronel Primo de Rivera ordena que dos de sus escuadrones desmonten y con el
escuadrón de ametralladoras apoyen una carga del resto del Regimiento, que
dispersa al enemigo. A partir de ese momento esta maniobra fue repetida varias
veces pues los irregulares no sólo intentaban cerrar el paso a la columna, sino
que a veces amenazaban sus flancos.
Al aproximarse la
columna al cruce del cauce seco del río Igan, hace alto; el terreno se torna peligroso,
la carretera serpentea y el general Navarro envía un reconocimiento que detecta
la existencia al frente de un fuerte contingente enemigo.
El general ordena a
Primo de Rivera que cargue con los escuadrones protegiendo al flanco izquierdo
a la columna, apoyados por la Batería de Montaña del capitán Blanco, mientras
la columna cruzaba este paso difícil, al flanco derecho desplegaban algunas guerrillas
de infantería.
El Jefe del
Regimiento Alcántara ordena al escuadrón de ametralladoras entrar en posición
para apoyar la carga y él arenga a sus soldados con estas palabras: “¡Soldados!
Ha llegado la hora del sacrificio que cada cual cumpla con su deber. Si no lo
hacéis vuestras madres, vuestras novias, todas las mujeres españolas dirán que
somos unos cobardes. Vamos a mostrar que no lo somos.”[xv]
El Alcántara cargo
ocho veces, siete veces al galope y la última al paso debido al cansancio de
los caballos con el apoyo de sus ametralladoras. En este combate el Regimiento Alcántara deja
de ser una unidad orgánica. Parte de los jinetes pierden el caballo, entre
ellos su jefe al que en la tercera carga le matan el suyo. Su sacrificio fue
enorme, pues de los 691 jinetes que lo componían murieron 471. Entre los caídos
estaban los trece “Educandos de Trompetas” de 13 años y su mando el Suboficial Maestro de Banda del
Regimiento que participaron de las cargas. Desecho el regimiento, los
sobrevivientes montados y a pie se suman a la columna que ha aprovechado la
oportunidad para cruzar el cauce seco del río Igán, mezclándose con el resto de
las unidades.
El teniente coronel
Fernando Primo de Rivera recibió a título individual la Cruz Laureada de San
Fernando y en 2012, noventa años después del Desastre de Annual el
Consejo de Ministros concedió la Laureada Colectiva al desaparecido Regimiento
Alcántara.
Finalmente, tras
seis días de agotadora marcha, las tropas españolas en desbandada alcanzaron el
fuerte de Monte Arruit el 29 de julio. Se trataba de una pequeña instalación
militar terminada de construir en 1916, que tenía 500 metros de perímetro
amurallado y capacidad para una sección de infantería, es decir, para 60
hombres. Como hemos mencionado anteriormente el pozo de agua estaba situado a
trescientos metros fuera de la muralla y en proximidades del pozo estaba una
edificación que se destinaba la cantina donde racionaba el personal y que
dominaba la posición. El enemigo ocupó inmediatamente la edificación desde
donde batió con fuego de fusiles la muralla.
Allí arribaron el
viernes 29 de julio los 3.017 agotados hombres que conducía el general Navarro
que se sumaron a la guarnición al mando de un teniente. La posición era más
difícil de defender y socorrer que Dar Drius.
Mientras ingresaban
a Monte Arruit los soldados españoles fueron recibidos por un nutrido fuego del
enemigo que cercaba la posición; las fuerzas de Abdelkrim atacaban la posición
con piezas de Artillería capturadas. La Mía de Policía y unas guerrillas de
infantería nativas que iban en Vanguardia desertaron y se pasaron al enemigo.
Las tropas de Navarro no pudiendo hacer frente al fuego de los irregulares
marroquíes irrumpieron en tropel en el fuerte. En la refriega los nativos
capturaron tres piezas de artillería con sus cierres puestos después de
exterminar a sus defensores encabezados por el capitán Arenas que recibió la
Cruz Laureada de San Fernando por esa acción.
En la noche del 29
al 30 de julio, los españoles no pudieron conciliar el sueño, de manera
continua arribaban soldados desperdigados solo o en pequeños grupos,
harapientos, algunos mantenían su armamento, pero otros no tenían nada. Estaban
demacrados, asustados, heridos, sedientos, desmoralizados y agotados por el
cansancio se dejaban caer al suelo. Superada la crisis provocada por el hambre
y la sed parecía que todo les daba igual. Contaban mil historias asegurando que
pronto la posición sería atacada por una marea de tropas enemigas.
La defensa de Monte
Arruit se organizó colocando las diferentes Unidades a partir del torreón
izquierdo de la entrada en el siguiente orden: regimiento Melilla, África,
Ingenieros, Ceriñola, San Fernando, Artillería y Alcántara en la puerta
principal.
El sábado 30 de
julio, cuando el teniente coronel Fernando Primo de Rivera y unos pocos de sus
hombres se encontraban defendiendo un sector de la muralla que incluía la
puerta principal y mientras realizaba una observación, recibió el impacto de un
disparo de artillería que le destrozo un brazo. El médico debió amputar el
resto del brazo sin anestesia ni material sanitario adecuado. Las precarias
condiciones de salubridad y el calor hicieron que pronto la herida se
gangrenara. Primo de Rivera falleció en Monte Arruit, el 4 de agosto de 1921.
El asedio a Monte
Arruit, duró desde el domingo 24 de julio hasta el martes 9 de agosto de 1921.
Situados a 32,5 kilómetros de Melilla y ante la imposibilidad de continuar la
retirada debido al agotamiento, a la gran cantidad de heridos y al control que
sobre la ruta de marcha tenía el enemigo, no tuvieron otra alternativa que
intentar resistir en esa posición hasta ser socorridos. Hasta El 9 de agosto se
sucedieron los intentos de asalto por parte de las tropas de Abdelkrim. El
bombardeo era continuo, los francotiradores no cesaban de hacer fuego y las
bajas aumentaban día a día. El fuego eficaz de los defensores frenaba los
ímpetus de asalto del enemigo. Pero las municiones y víveres comenzaban a
escasear y los refuerzos no llegaban, mientras la sed torturaba a los
defensores.
Después de una
prolongada defensa, sin posibilidades de ser socorridos desde Melilla y una vez
agotadas las municiones, los
medicamentos, los víveres y el agua se aceptó la propuesta de rendición
autorizada por el general Berenguer.
Las condiciones de
rendición pactadas entre el general Navarro y los jefes tribales Ben Chel-lal y
Buharray, exigía la entrega de las armas a cambio de respetar totalmente la
vida de los soldados españoles aprovisionándolos del agua necesaria y
dejándolos partir hacia Melilla.
Aceptadas las
condiciones por ambas partes, los españoles abandonaron sus posiciones de
defensa depositando sus armas en la entrada del fuerte. Heridos, enfermos y agotados
formaron ordenadamente en la puerta del fuerte. En el momento en que los
españoles iniciaron la marcha las fuerzas de Abdelkrim se lanzaron al asalto
ultimando a los exhaustos defensores.
De los aproximados
3.017 soldados de Monte Arruit solo sobrevivieron 60 que fueron hechos
prisioneros y entre los cuales se encontraban el general Navarro y el teniente
coronel Pérez Ortiz que presenciaron horrorizados como eran ultimados sus
hombres. Los cadáveres de los defensores españoles quedaron insepultos en Monte
Arruit hasta la reconquista de la posición por las fuerzas españolas el 24 de
octubre de 1921.
Los autores
españoles hablan de la traición y el salvajismo de las tropas de Abdelkrim.
Pero lo cierto es que estos combatientes no se regían por las leyes de la
guerra vigentes en Europa. Ellos luchaban por su supervivencia contra un
ejército que había invadido sus tierras. No eran parte de un Estado, sino
fuerzas tribales que a duras penas podían alimentarse ellos y sus familias, no
estaban en condiciones de alimentar y cuidar a tres mil prisioneros, muchos de
ellos heridos. También sabían que los soldados españoles que llegaran a Melilla
pronto retornarían recuperados y con nuevas armas para atacarlos. En esas
condiciones no tenía sentido para los combatientes irregulares marroquíes
perdonar la vida a los enemigos vencidos.
DESPUÉS
DE ANNUAL
España
envió refuerzos y, en el transcurso del año 1922, las tropas españolas
recuperaron los territorios que habían caído en poder de los hombres de Abdelkrim. No obstante, las fuerzas
rifeñas siguieron conquistando victorias, logrando apoderarse de más de veinte
mil fusiles, junto con cuatrocientos cañones ligeros y ciento veinte piezas de
artillería pesada. Con ellos formó un ejército permanente, compró aviones (tuvo
dos en servicio) y contrato mercenarios alemanes para instruir a sus hombre e
incluso minar las playas de la bahía de Alhucemas.
Abdelkrim exigió un rescate por sus
prisioneros a fin de conseguir que España le proporcionara los fondos con los
cuales proseguir su esfuerzo bélico. El 27 de enero de 1923, el líder rifeño
consiguió más de cuatro millones de pesetas del Gobierno español a cambio de la
liberación de los soldados tomados prisioneros por sus hombres. Cuenta la
tradición que el rey Alfonso XIII al conocer la suma de dinero que debía
pagarse por los cautivos exclamo: “¡Qué cara está la carne de gallina!”[xvi]
En febrero de 1923, Abdelkrim
intentó sentar los cimientos de un Estado independiente en el Rif. Aceptó el
compromiso de lealtad (“beia” o pleitesía) que le ofrecían las tribus de la
región y asumió el liderazgo político a título de emir de ese territorio montañoso. Los españoles respondieron
movilizando una nueva fuerza de campaña a fin de reconquistar el Rif. Entre los
años 1923 y 1924, los rifeños infligirían a los españoles un buen número de
derrotas, culminando su serie de triunfos con la conquista de la población de
montaña de Chauen en el otoño de 1924. Los españoles sufrieron otras diez mil
bajas más en las batallas posteriores.
La guerra del Rif
provocó gran inquietud en Francia por temor a que la rebelión se extendiera a
su Protectorado. Finalmente, en abril de 1925, las fuerzas de Abdelkrim enfilaron hacia el sur e
invadieron la zona francesa. Trataban de obtener el apoyo de las tribus locales
que reivindicaban la posesión de las tierras de cultivo situadas al sur del
Rif. Los franceses se vieron obligados a evacuar a todos los ciudadanos
europeos y a retirar las tropas que tenían acantonadas en las áreas rurales,
congregándolas en la ciudad de Fez y sufriendo numerosas bajas en el repliegue
de la línea de Uarga. En sólo dos meses, los franceses habían perdido cuarenta
y tres puestos militares y sufrido cuatro mil setecientas bajas –mil quinientas
de ellas mortales-.[xvii]
El movimiento de Abdelkrim
se detuvo frente a las murallas de Fez en junio de 1925. En julio de ese año
arribó al Protectorado un gran contingente militar de refuerzo proveniente de
Francia. Con él desembarcó el mariscal Philippe Pétain, héroe de la batalla de
Verdún, en la Gran Guerra. Pétain
llegó para reemplazar a Lyautey y dirigir las operaciones militares.
Las fuerzas francesas
y españolas combinaron sus acciones para aplastar la rebelión en el Norte de
Marruecos. El ejército del Rif ya se había replegado a la accidentada región
del Norte de Marruecos de la que procedía, pero una vez allí se vio atrapado en
el cerco de dos frentes que organizara el inmenso contingente de los ejércitos
español y francés,[xviii]
en septiembre de 1925.
En octubre, las fuerzas coloniales tenían completamente
rodeadas las montañas del Rif, imponiendo un bloqueo total pensado para forzar
la rendición de las cabilas por falta de alimentos. Los europeos rechazaron los
esfuerzos que realizó Abdelkrim para
alcanzar una solución negociada al conflicto. En mayo de 1926, un ejército
conjunto formado por unos ciento veintitrés mil soldados, con fuerza aérea,
carros blindados, artillería, armas químicas[xix], y con el apoyo de las
fuerzas navales de las dos potencias coloniales irrumpió en las montañas del
Rif. La disparidad de fuerzas selló la suerte de la rebelión. El 26 de mayo de
1926 Abdelkrim se rindió a los
franceses. Sin embargo, la región del Atlas no fue totalmente pacificada hasta
1934.
BIBLIOGRAFÍA
CARRASCO
GONZÁLEZ, Antonio M.: El reino olvidado. Cinco siglos de historia de España
en África. La esfera de los libros. Madrid 2012. P. 112.
CASADO y
ESCUDERO, Luis: Igueriben. Relato auténtico por el único oficial superviviente.
Imprenta de C. Hernández y Galo Sáez. Madrid 1923. Ps 31. Puede obtenerse en
PDF en https://www.academia.edu/31074949/Defensores_de_Igueriben
DE
MADARIAGA, María Rosa: Marruecos ese gran desconocido. Breve historia del
protectorado español. Alianza Editorial. Madrid 2013.
GILSON MILLER, Susan: Historia
del Marruecos Moderno. Ed. Akal. Madrid 2013.
GONZÁLEZ
ANDRADAS, Rogelio: Campaña del Rif. Final de un soldado español en Monte
Arruit. Ed. Csedensayo. Madrid 2013.
PICASSO,
Grl Juan: El Informe Picasso. En PDF, 210 ps. http://www.hispanista.org/libros/alibros/18/lb18a.pdf
ROGAN,
Eugene: Los árabes. Ed. Crítica.
Barcelona. 2010.
SEGURA, Antoni: El Magreb del colonialismo al islamismo. Ed. Universidad de
Barcelona. Barcelona. 1995.
[iv] CARRASCO
GONZÁLEZ, Antonio M.: El reino olvidado. Cinco siglos de historia de España
en África. La esfera de los libros. Madrid 2012. P. 112.
[v] BARAKA: Una
suerte especial que libraba a quién lo poseía de la muerte. Algo similar se
decía en la Legión Extranjera Española del entonces comandante Francisco
Franco.
[vi] MAMBISES:
nombre que daban los españoles a los guerrilleros cubanos que luchaban por la
independencia de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas de España.
[vii] GONZALEZ
ANDRADAS, Rogelio: Campaña del Rif. Marruecos 1859 – 1927. Ed.
Csedensayo. Madrid 2012. P. 112.
[viii] GONZÁLEZ
ANDRADAS, Rogelio: Ob. Cit. 101
[ix]
HELIÓGRAFO: Instrumento que sirve para hacer
señales telegráficas por medio de la reflexión de un rayo de sol en un espejo
plano movible de diversas maneras, de tal modo que produce destellos más cortos
o largos, agrupados o separados, a voluntad del operador, para denotar
convencionalmente letras o palabras. Por la noche puede operarse reflejando la
luz de la luna o de una lampara de queroseno. Se usaba para las comunicaciones
militares antes de que llegara la radio o cuando no estaba disponible el
telégrafo.
[x] ZOCO:
Mercado árabe al aire libre.
[xi] Muley Ahmed ibn Muhammad ibn Abdallah al-Raisuli: más conocido como El
Raisuli o El Raisuni, fue el sherif (descendiente del
profeta Mahoma) de las tribus yebala entre los siglos XIX y XX. Si bien
los extranjeros y el gobierno de Marruecos lo consideraban un bandido, algunos
nativos lo consideraban una figura heroica, en lucha contra la represión y la
corrupción del gobierno colonial.
Nació en el pueblo de Zinat a finales
de los años 1860, no estando la fecha de su nacimiento confirmada. Debido a su
origen y a su bello rostro, uno de sus apodos era el Águila de Zinat. Era hijo
de un prominente caíd, e intentó seguir los pasos de su padre. Sin embargo, Ahmed
finalmente se desvió hacia la delincuencia, el robo de ganado vacuno y ovino,
ganándose la ira de las autoridades. A raíz de esto, Muley Ahmed dependía
totalmente de Muley Sadiq Raisuli. Este último era primo e interlocutor de
Muley Ahmed, lo cual era necesario para resolver los problemas con las
autoridades. También fue ampliamente conocido como un mujeriego.
Según la mayoría de las fuentes, el evento
clave en la vida de Raisuli fue su detención y encarcelamiento por parte de
Abderramán Abd el-Saduq, el pachá de Tánger, que era primo y hermano de leche
suyo. El pachá había invitado a Ahmed a cenar a su casa en Tánger, sólo para
que sus hombres lo capturasen y trataran brutalmente cuando llegó. Fue enviado
a un calabozo de Mogador y encadenado a una pared durante cuatro años,
aunque se permitió a sus amigos llevarle alimentos, de modo que pudo
sobrevivir. Ahmed fue excarcelado por un indulto general realizado durante el
comienzo del reinado del sultán Abd al-Aziz.
El paso por prisión endureció a Raisuli,
que volvió al crimen tras su liberación. Pero se volvió mucho más ambicioso que
antes, empezando a resentirse su fidelidad al sultán a la vez que las varias
potencias europeas –Gran Bretaña, Francia, España y el Imperio Alemán- competían por la influencia en el Norte de
África. Con un pequeño pero devoto grupo de seguidores, El Raisuni se embarcó
en una segunda profesión: secuestrar oficiales prominentes para pedir
escandalosos rescates.
La primera víctima de Ahmed fue Walter
Burton Harris, un periodista inglés al que conocía. No exigió dinero por él,
pero si la liberación de varios de sus hombres en prisión; Harris fue liberado
a las tres semanas. A pesar de esto, muchas de las demás víctimas de Raisuli en
aquel tiempo eran militares y funcionarios marroquíes, y rara vez secuestró
europeos.
El Raisuli también mantuvo una pequeña
flota de barcos para la piratería. Sin embargo, fue menos exitoso en este campo
que en sus secuestros y tramas de extorsión.
Ahmed se hizo conocido por su caballerosidad
y actitud respetuosa hacia los rehenes; prometió a Ion
Perdicaris protegerlo de cualquier daño, y se conoce que trabó amistad con
muchos de sus rehenes. Sin embargo, para los que no eran dignos a su parecer de
rescate, o los emisarios del pachá y el sultán, era conocido por su crueldad,
llegando a quemarle los ojos a un emisario marroquí con monedas de cobre
puestas al fuego, y devolviendo la cabeza de otro al pachá en una canasta de
melones.
En 1904, El Raisuli saltó al escenario
internacional por lo que iba a ser conocido como el incidente Perdicaris, como
se llamó al secuestro de los expatriados greco-estadounidenses Ion
Perdicaris y su hijastro Cromwell Varley, y por los que pedía un rescate de
70.000 dólares. El presidente norteamericano Theodore Roosevelt, entonces
candidato a la reelección, decidió aprovecharse políticamente de la situación
enviando un escuadrón de buques de guerra a Marruecos para forzar al sultán Abd
al-Aziz a cumplir las demandas de El Raisuni, con la famosa proclama “¡Perdicaris
vivo o Raisuli muerto!”.
Después de haber casi una confrontación
entre el gobierno de Marruecos y las tropas estadounidenses, Raisuli recibió el
dinero del rescate y concesiones; fue nombrado pachá de Tánger y
gobernador de la provincia de Yebala, y todos sus seguidores encarcelados
fueron liberados. Sin embargo, El Raisuni fue expulsado en 1906 de sus
cargos acusado de corrupción y crueldad con sus súbditos; un año después era de
nuevo declarado proscrito por el gobierno marroquí.
Poco después de su destitución, Raisuli secuestró a sir Harry Aubrey de
Vere Maclean, un oficial del ejército británico que actuaba como asistente de
las tropas del sultán. Obtuvo 20 000 libras por su rescate.
Durante años El Raisuli continuó hostigando
al gobierno marroquí, incluso después de la abdicación forzada de Abd al-Aziz.
Recuperó brevemente el favor del gobierno al apoyar a Abd al-Hafid en el
derrocamiento del sultán, y fue restaurado como pachá de Tánger. Esta situación
no duraría mucho, y a instancias del gobierno español, el nuevo sultán
destituyó a Ahmed en 1912.
En 1913, El Raisuli llevó a varias tribus
del Yebala a una sangrienta revuelta contra los españoles,
sosteniendo una guerra de guerrillas contra ellos durante casi ocho años.
Sus hombres fueron finalmente derrotados por el coronel Manuel Fernández
Silvestre.
En septiembre de 1922 y tras una entrevista
con el Coronel José Villalba Riquelme se sometió a las autoridades
españolas, y posteriormente fue uno de los jefes del bando español en la Guerra
del Rif de la década de 1920.
En enero de 1925, los seguidores de Abd el
Krim bajo las órdenes de su hermano Mohamed Abd el Krim atacaron el
palacio de El Raisuli y lo capturaron. Se dice que lo enterraron luego en la
orilla de un río en el Rif. Otra versión afirma que murió a finales de abril de
ese mismo año, después de haber sufrido hidropesía durante muchos años, a
pesar de los rumores que dicen que vivió algunos años más.
[xii] AGUA
POTABLE: Recordemos que una persona debe consumir un mínimo de 1,5 litros por
día para sobrevivir en climas templados y 7,5 litros con las temperaturas
imperantes en Igueriben.
[xiii] CASADO
ESCUDERO, Luis: Igueriben. Relato auténtico por el único oficial
superviviente. Imprenta de C. Hernández y Galo Sáez. Madrid 1923.
[xiv] DE
MADARIAGA, María Rosa: Marruecos ese gran desconocido. Breve historia del protectorado
español. Alianza Editorial. Madrid 2013. P. 123.
[xv] GONZALEZ
ANDRADAS, Rogelio: Ob. Cit. P. 190
[xvi] GONZALEZ
ANDRADAS, Rogelio: Ob. Cit. P. 212