viernes, 28 de agosto de 2020

A LOS POLÍTICOS ARGENTINOS SE LES ESTÁ ESCAPANDO LA TORTUGA


 

Administrar un país durante 158 días de aislamiento social domiciliario y enfrentar más de 10.000 casos de infectados diarios parece estar afectando el sentido común de algunos dirigentes argentinos.

Algunos miembros del gobierno argentino parecen estar al borde de un ataque de nervios. Posiblemente se deba al estrés generado por la pandemia del coronavirus Covid 19 o la impotencia de no poder encausar la crítica situación económica del país, pero lo cierto es que ciertas aptitudes y declaraciones que efectúan propias de un país gobernado por el realismo mágico de Gabriel García Márquez.

El lunes 24 de agosto, el presidente Alberto Fernández, por ejemplo, recibió a Cristina Castro, madre del joven desaparecido Facundo Astudillo Castro, que lucha por saber que ocurrió con su hijo.

Facundo Astudillo Castro, un joven humilde, desapareció el pasado 30 de abril cuando iba de la localidad de Pedro Luro a la ciudad de Bahía Blanca, para buscar algunas pertenencias de la casa de su novia.

En medio de las medidas gubernamentales que restringían los desplazamientos entre localidades e imponían el aislamiento social, Facundo recorría el sur de la provincia de Buenos Aires viajando a dedo. Durante su recorrido, al menos en dos ocasiones fue detenido por personal de la Policía de la Provincia que lo intimó a retornar a su ciudad de origen y desistir de avanzar rumbo a Bahía Blanca. A partir del 30 de abril, su celular dejó de funcionar y nunca más se supo nada de él.

La madre del joven, Cristina Castro una mujer sencilla de pueblo comenzó una activa campaña para saber que había ocurrido con él. Ante la falta de respuestas adecuadas por parte de la Policía, la justicia y las autoridades de la provincia de Buenos Aires se dirigió a los medios de comunicación, a las redes sociales y organizó marchas pidiendo por su aparición con vida con el apoyo de sus vecinos y algunas organizaciones de defensa de los derechos humanos.

No obstante, Facundo Astudillo Castro sigue con paradero desconocido y se sospecha que personal de la Policía Bonaerense se encuentran vinculados con su desaparición.

Finalmente, el 16 de agosto unos pescadores encontraron restos óseos humanos en un cangrejal de la localidad de Villarino Viejo, una zona que debía atravesar Facundo en su viaje rumbo a la casa de su novia en Bahía Blanca donde nunca llegó.

La incansable búsqueda de Cristina Castro encontró rápidamente apoyo popular convirtiéndose en un problema para el gobierno provincial de Axel Kicillof y del gobierno nacional del presidente Alberto Fernández.

Para descomprimir la situación de cara a la opinión pública, el presidente Fernández tomó la iniciativa de recibir a la madre del joven que nunca le había pedido audiencia, para expresarle la preocupación del gobierno por esclarecer el hecho.

Terminada la reunión ninguna de las partes informó lo conversado, pero Cristina Castro dijo sencillamente que el presidente le había obsequiado un cachorrito de su perro Dylan.

Así, la madre de un joven que lucha por encontrar a su hijo o al menos saber que ocurrió con él y quién fue responsable de su desaparición, recibía de su presidente un perrito. Igual que una niña triste a quién para hacerle olvidar el dolor provocado por la muerte de un ser querido se le obsequia una mascota.

La única respuesta que se ocurrió al presidente Fernández frente a esta tragedia fue obsequiar un perrito. Patético.

Otro patético caso de estrés agudo fue protagonizado por el expresidente peronista Eduardo Duhalde. El piloto de tormenta que dirigió el país durante la crisis de 2002, quien es considerado por muchos como el auténtico artífice del traumático final anticipado que tuvo la presidencia de Fernando De la Rúa, protagonizó ese mismo lunes 24 un insólito hecho.

Duhalde realizó explosivas declaraciones a la prensa sobre el futuro del país. Afirmó tener conocimiento de que un sector de las fuerzas armadas estaban preparando un golpe de Estado y agregó “que es ridículo pensar que el año que viene va a haber elecciones”, en referencia a las elecciones legislativas de medio turno que deberán llevarse a cabo en octubre de 2021.

Las declaraciones del expresidente conmocionaron inmediatamente al país. Argentina padeció golpes de Estado militares seguidos de gobiernos de facto en seis ocasiones: 1930, 1943, 1955, 1962 , 1966 y 1976, además de una decena de intentonas militares que no prosperaron pero alteraron la gobernabilidad.

Por lo tanto, la posibilidad de una nueva interrupción del orden institucional y el retorno de un gobierno militar no es un tema que la gente tome a la ligera.

La postergación de las elecciones legislativas de 2021 también es una cuestión políticamente muy sensible.

Cuando todos los analistas evaluaban las declaraciones del expresidente para determinar su veracidad y los motivos detrás de las mismas y elevaban las voces de quienes censuraban a Duhalde por sus declaraciones y lo tildaban desde imprudente hasta golpista, el dirigente peronista realizó un nuevo golpe de timón.

Cuarenta y ocho horas después de sus explosivas afirmaciones el expresidente Duhalde se desdijo públicamente declarando: “No me reconozco diciendo lo que dije” […] “no lo tenía que decir”. Luego responsabilizo al aislamiento social por su exabrupto agregando “No es un brote psicótico, es un instante, es un desenganche de la realidad. No es un brote, es un momento, es un flash” y completo sus declaraciones afirmando: “Se me escapó la tortuga”.

Frente a este extraño dislate parece imposible no recordar al genial Astor Piazzola, en su “Balada para un loco”, cuando decía “Yo sé que estoy piantao, piantao…”

Para terminar este listado de incongruencias en el accionar de los miembros del gobierno argentino lo suministró la Secretaria de Acceso a la Salud de la Nación, Carla Vizzotti.

La médica Vizzotti alcanzó celebridad cuando el domingo 16 de agosto, en que se festejaba el “Día del Niño”, tras informar el número de personas infectadas y muertas por el Covid 19, por la Televisión Pública se puso a compartir monerías con la payasa Filomena.

Ahora en otro comportamiento insólito para un funcionario público de su novel declaró muy suelta de cuerpo: “Necesitamos realmente jerarquizar las actividades de más riesgo, las actividades en lugares cerrados, por tiempo prolongado, con personas próximas, sin tapabocas, realizando acciones intensas como hablar fuerte, como gritar, como cantar, como reírse, ni hablar toser o estornudar sin cubrirse la boca con el pliegue del codo: son actividades que por más que la persona que esté con nosotros no tenga síntomas, puede estar incubando el virus, podemos ser parte de la cadena de transmisión.”

Es decir que, para la Secretaria de Acceso a la Salud, los argentinos no sólo deben permanecer en confinamiento domiciliario por tiempo indeterminado sino que deben abstenerse de cantar o reírse. Un disparate más.

El gobierno argentino no sólo esta desorientado y carece de un plan para hacer frente a la crisis socioeconómica que enfrenta el país sino que algunos de sus funcionarios parecen estar sufriendo una suerte de alienación producto de la tensión acumulada que nubla su sentido de la oportunidad y los pone en ridículo.

Mientras tanto, muchos argentinos de dejan de preguntarse “¿Y dónde está el piloto?”. Es decir, en manos de qué tipo de personajes están los destinos del país en los tiempos convulsionados que se viven en el mundo.

 

miércoles, 26 de agosto de 2020

BIELORRUSIA SE EMPANTANA EN LA CRISIS


La exrepública soviética de Bielorrusia esta sumida en una ola de protestas masivas desde hace más de dos semanas después de unos comicios que dieron por vencedor por sexta vez consecutiva al presidente Alexander Lukashenko con más del 80% de los votos, resultado que los partidos de oposición rechazan.

En Bielorrusia los partidos opositores se niegan a reconocer los resultados de los comicios efectuados el pasado domingo 9 de agosto. Según los datos oficiales, el dictador Alexander Lukashenko de 65 años, en el poder durante los últimos 26 años, habría logrado un nuevo y aplastante triunfo con el poco creíble 80% de los votos emitidos, quedando habilitado para un sexto mandato presidencial consecutivo.

La oposición considera que la candidata Svetlana Tijanósvskaya, una profesora de inglés de 38 años, esposa del dirigente Serguei Tijanóvski, encarcelado por el gobierno bielorruso desde el año 2004, actualmente asilada en la vecina Lituania, es la auténtica triunfadora en los comicios.

También n Occidente se consideran fraudulentos los resultados anunciados por el régimen de Lukashenko. La Unión Europea ha anunciado la imposición de sanciones a Bielorrusia por el fraude electoral y la dura represión desatada contra los manifestantes y dirigentes opositores.

Diversos líderes europeos, como Ángela Merkel y Emanuel Macrón, se han comunicado con el presidente Vladimir Putin, reconociendo que Bielorrusia integra la esfera de interés y seguridad de Rusia, buscando que el Kremlin ejerza una influencia positiva en crisis dejando de apoyar al dictador bielorruso.

Hasta el momento Vladimir Putin, que enfrenta su propia crisis tras el envenenamiento del opositor ruso Alkséi Navalny, no ha dado muestras claras de apoyar cambios en el liderazgo de Bielorrusia.

Muy por el contrario, Putin fue el primer jefe de Estado en felicitar a Lukashenko por su triunfo y los medios de prensa rusos han tomado una actitud ambigua en la defensa del dictador calificando a los dirigentes opositores como neoliberales antirrusos financiados por la OTAN. Incluso han llegado a compararlos con los opositores ucranianos, que en 2014 llenaron la Maidan Ployet (Plaza de la Independencia).

El presidente Putin siempre ha apoyado a Lukashenko aunque mantiene sus reservas con respecto al dictador bielorruso. En el pasado Lukashenko apeló a todo tipo de argumentos para no concretar la integración con Rusia pactada en el Tratado suscripto el 2 de abril de 1997, ni aceptar la instalación de bases militares rusas en su territorio.

Minsk tampoco reconoció la integración de Crimea a la Federación de Rusia, ni la independencia de las exrepúblicas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur. Por último, el año del Kremlin siempre recelo de la estrecha relación de Lukashenko con su rival el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y de sus aproximaciones al Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Sin embargo, Vladimir Putin parece temer que si deja caer a Alexander Lukashenko la “revolución de colores” se extienda también a Rusia y amenace su propio proyecto continuista.

También es grande el rechazo que en Moscú siente por la oposición encabezada por Tijanóskaya a quién consideran financiada por la OTAN y la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos a través de sus aliados en Polonia y Lituania.

Recientemente, la periodista Vicky Peláez, en el portal Sputnik Mundo, acusó a la oposición bielorrusa de formar parte de un complot occidental destinado a crear un “cordón sanitario” de naciones antirrusas extendido desde el mar Báltico hasta los mares Negro y Adriático para contener la influencia y expansión de Rusia hacia Europa Oriental.

Presentando como clara evidencia de ello el empleo por parte de los manifestantes antilukashenko de la bandera blanca y roja, que no es la oficial del país (con colores rojo, verde y blanco), sino la empleada en el pasado por el Gran Ducado de Lituania y la Mancomunidad Polaco – Lituana (1569 -1795) y aún más, por la “Rada Central Bielorrusa”, el gobierno colaboracionista encabezado por el nacionalista lituano Radaslaü Astroüski, durante la ocupación alemana (1941 – 1944).

Las sospechas rusas se ven incrementadas por ciertas decisiones adoptadas por la Unión Europea como el destinar dos millones de euros para apoyar a las familias de las víctimas de la represión y otro millón para “apoyar a la sociedad civil”, es decir, a la oposición bielorrusa. El Kremlin ve en estos anuncios la clara evidencia de que la Europa Comunitaria esta financiando a los manifestantes opositores.

Mientras la diplomacia intenta bloquear los apoyos internacionales de Lukashenko, la oposición mantiene la presión sobre su gobierno en las calles.

El domingo 24 de agosto, la oposición llevó a cabo un imponente acto de fuerza. Reunió a doscientas mil personas en el centro de la ciudad de Minsk para exigir la renuncia de Lukashenko, nuevas elecciones y la liberación de los numerosos presos políticos que mantienen superpobladas las cárceles del país.

Pronto las manifestaciones callejeras recibieron el apoyo de diversos sectores de la sociedad bielorrusa cansados de la dictadura de Lukashenko, los mineros, varios directores de los complejos industriales, como el director de la planta de tractores de Minsk, Alexei Rimshevski, que desconocieron los resultados oficiales y llamaron a los obreros a la huelga.

Algo similar hicieron unos trescientos trabajadores de la televisora estatal “Beterradio” (BTRK) y los periodistas del diario Zuyazda que se declararon en huelga demandando el fin de la censura oficial.

Algunos prestigiosos presentadores televisivos como Dmitry Smchenko, Anna Shalyutina y Dmitry Shunin se han negado a difundir las noticias oficiales que critican a la oposición y difaman a los manifestantes.

Por su parte, el vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Bielorrusia ha anunciado que 72 periodistas fueron detenidos mientras realizaban su labor cubriendo las protestas. También señaló que las autoridades trataron de evitar que se difundiera en el mundo la real situación que impera en el país bloqueando la Internet, negando la acreditación a decenas de periodistas extranjeros y reemplazando a los periodistas bielorrusos que se negaban a aceptar la censura oficial por periodistas rusos.

Mientras tanto, el dictador Alexander Lukashenko ha declarado que deberán matarlo para lograr convocar a nuevas elecciones. Para demostrar su resolución hizo difundir un vídeo donde aparece descendiendo de un helicóptero en el jardín del Palacio de la Independencia, residencia presidencial, junto con su hijo Nikolái de quince años. El presidente y el niño lucen indumentaria negra, gorra, chaleco antibalas y portan fusiles Kalashnikov.

Lukashenko también ha ordenado a las fuerzas antidisturbios y a la KGB bielorrusa que comanda el general Valeri Vakulchik, que desarticule el movimiento opositor. Es así como se produjeron la muerte de cuatro personas, centenares de heridos y siete mil detenidos que fueron a parar al complejo carcelario de Kurapaty – Akrestsin, entre ellos los dirigentes opositores Olga Kovalkova y Sergei Dylevsky.

Desde su exilio en la capital lituana de Vilna, Svetlana Tijanósvkaya creó un “Consejo de Coordinación para la Trasferencia del Poder” conformado por setenta personalidades, entre ellas intelectuales, activistas de derechos humanos, líderes sindicales y políticos, entre los cuales están la Premio Nobel de Literatura 2015, Svetlana Aleksiévich, María Kolesnikova y el ex ministro de Cultura, Pavel Latushka.

Pese a las protestas, la presión internacional y la renuncia de algunos funcionarios, el presiden Alexander Lukashenko parece contar, al menos por el momento, con el apoyo y lealtad de las fuerzas armadas y los órganos de seguridad e inteligencia.

Estos apoyos parecen ser suficientes para mantenerse en el poder. Especialmente porque Vladimir Putin no ha decidido aún que alternativa es la mejor para mantener a cubierto los intereses rusos en la vecina Bielorrusia.

 

 

domingo, 23 de agosto de 2020

GOLPE DE ESTADO EN MALI

 


El miércoles 19 de agosto los militares de la República de Malí en el corazón del Sahel africano se rebelaron contra el presidente Ibrahim Boubacar Keita deponiéndolo y reemplazándolo por un Comité de Salvación Nacional del Pueblo.

RADIOGRAFÍA DE UN ESTADO FALLIDO

La República de Mali, es un estado sin fronteras marítimas que se encuentra situado en el África occidental. Es el séptimo país más extenso del continente y limita al norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al sur con Costa de Marfil, Guinea y Burkina Fasso.

Su superficie es de 1.240.000 km² -aproximadamente la extensión de Sudáfrica y Angola- y lo ubica también en el puesto 24 en la lista de países por extensión territorial. La mayor parte del país forma parte del sur del Sáhara, por lo que el clima es caluroso, y las frecuentes sequías son propicias para que se formen las frecuentes tormentas de arena que suelen asolar el territorio de Mali.

La población total se ha estimado en alrededor de trece millones de personas dividida en diversas etnias: bambara (36.5%), senufo, sarakolé, dogón, peúl (fulah 17%)), tuareg (tamashek) y árabe (10% entre ambos). En opinión de José E. Mosquera: “en Malí cada etnia ha ejercido el poder sobre otras dependiendo de la época, se han entremezclado desde hace varios siglo y enfrentado entre sí, han formado alianzas y se han esclavizado entre ellas y a la vez se han unido en la yihad en diferentes períodos históricos.” En verdad siempre ha existido una cierta tensión étnica entre las poblaciones del Norte (blancos, árabes, bereberes, musulmanes y nómades) que habitan grandes espacios por todo el Sahel; con respecto a los habitantes negros del Sur, que constituyen la mayoría de población y que suelen ser agricultores sedentarios y  musulmanes, pero con pequeñas comunidades cristianas y animistas en su seno.

La estructura económica del país se centra en la agricultura y la pesca. El algodón es el principal producto de exportación y se lo envía a Senegal y Costa de Marfil. Además del algodón, el país produce arroz, mijo, maíz, verduras, tabaco y maderas.

Pese a que algunos de sus recursos naturales son el oro (es el tercer productor de África, después de Sudáfrica y Ghana y el cuarto a nivel mundial), el uranio, el petróleo, los fosfatos, la piedra caliza y la sal. El oro que se extrae en la región sur, como principal producto de exportación desde 1999 ayudó a mitigar el impacto negativo de la caída de los precios del algodón desde 2003.

El ochenta por ciento de la población se desempeña en la agricultura y un quince por ciento lo hace en el sector servicios. Sin embargo, las variaciones estacionales dejan sin trabajo temporal a la mayoría de los campesinos. Azotada por frecuentes hambrunas es considerada una de las naciones más pobres del mundo: el índice de desarrollo humano lo sitúa en el puesto 175 entre 182 estados. Con un PBI per capita de tan sólo 1.123 dólares, el 68,4% de la población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza.

Otros índices de calidad de vida son igualmente alarmantes: tan sólo el 26,2% de la población sabe leer y escribir, la esperanza de vida al nacer es una de las más bajas del mundo: 51,4 años, de cada mil niños nacidos vivos mueren 191 antes de cumplir el año. El 27,9% de los niños malienses padecen desnutrición crónica.

Su gobierno, en las últimas décadas, mantuvo buenas relaciones con los Estados Unidos –que entrenaba a su mal pertrechado ejército- y con Francia y la Unión Europea que financiaban el 70% de su presupuesto. Los Estados Unidos han invertido desde 2010 unos quinientos cincuenta millones de dólares en el entrenamiento y equipamiento de los ejércitos de África Occidental.

Las crisis alimentarias son endémicas debido a la irregularidad de las precipitaciones, las rudimentarias técnicas agrícolas y la continua inestabilidad política que provoca el éxodo de la población de las áreas más violentas e interrumpe el flujo natural de los intercambios comerciales con los países vecinos.

También los circuitos habituales de pastoreo trashumantes se han visto alterados. Los pastores se han desplazado en busca de zonas de pasto y agua más lejanos para proteger a su ganado del pillaje creciente. Esta situación ha generado  la interrupción de las campañas de vacunación y ha creado el riesgo de que el ganado enferme.

Además el retorno a la región de unas doscientas mil personas del pueblo tuaregs que huyó de Libia para evitar la guerra civil y la crisis económica. Faltos de recursos y de medios para ganarse la vida, los recién llegados agravaron la situación alimentaria y rompió el equilibrio étnico

EL FIN DE LA PRESENCIA EUROPEA

El dominio europeo sobre África fue relativamente corto, si se excluyen unas pocas plazas o territorios ocupados precozmente. El territorio de Malí, con el nombre de Alto Senegal Níger, se convirtió, en 1895, en una colonia francesa integrada al África Occidental Francesa con una parte de Mauritania, Burkina Faso y Níger. Kayes fue el centro administrativo hasta 1907, cuando Bamako pasó a ser la capital. En 1920 cambió su nombre por el de Sudán Francés.

Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, toda actividad política estuvo prohibida en la colonia francesa. Al concluir la contienda mundial, fue muy difícil para Francia aceptar los reclamos de independencia de la población del Magreb y del Sahel. La presencia francesa allí era no sólo un problema militar o relacionado con el dominio de los intereses económicos metropolitanos, sino que se vinculaba especialmente con las comunidades francesas residentes, que controlaban los sectores más lucrativos de la economía y retenían el más elevado número de cargos en el gobierno, con la excepción de los niveles inferiores de la administración.

En Malí el proceso que llevó a la independencia fue pacífico y gradual. En 1946, los nacionalistas crearon en la ciudad de Bamako, el partido independentista para la Reunificación Democrática Africana (RDA). En 1956, el gobierno de Francia convirtió el Sudán francés en una república autónoma dentro de la Comunidad Francesa. El 17 de enero de 1959, Mali, Senegal, Dahomey y Alto Volga se unieron para formar la Federación de Mali que el 20 de junio de 1960 proclama su independencia. Esta Federación estalla algunos meses más tarde; casi inmediatamente se separaron Alto Volta y Dahomey, y en agosto se aleja Senegal. La República de Mali se proclama el 22 de septiembre de 1960.

Inmediatamente, Mali se convierte en miembro de la Organización de las Naciones Unidas y de la Unión de Estados Africanos. El nacionalista africano Modiko Keita, quien fue jefe de gobierno de la efímera Federación de Mali, se convirtió  en el primer presidente malinense. Pronto Mali comenzó a alejarse de la influencia de Francia y a aproximarse a la Unión Soviética.

En 1968, como consecuencia del creciente declive económico del país, el presidente Modiko Keita fue derrocado por un cruento golpe de Estado militar dirigido por el teniente Moussa Traoré. El gobierno fue asumido por un Comité Militar para la Liberación Nacional presidido por Traoré quien trató de reformar la economía e impulsar el desarrollo del país. Pero sus esfuerzos fueron frustrados por la creciente agitación política y una sequía devastadora que afectó a todo el Sahel durante el periodo de 1968 a 1974 provocando una terrible hambruna.

En 1976, Traoré fundó el único partido político legal, la Unión Democrática del Pueblo de Mali, pero debió enfrentar protestas estudiantiles que se iniciaron a finales de la década de 1970, así como tres intentos de golpe de Estado. Sin embargo, los disidentes fueron exitosamente reprimidos hasta el final de la década de 1980.

El gobierno continuó intentando aplicar reformas encaminadas hacia la economía de mercado. Se impulsó la inversión extranjera en el campo del comercio y los servicios públicos. Malí avanzó en la reforma económica firmando acuerdos en 1988 con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el gobierno militar no pudo mejorar su relación con la población civil que demandaba el retorno a un régimen constitucional. En respuesta a las crecientes demandas en favor de la instauración de una democracia pluripartidista, el presidente Traoré adoptó algunas medidas liberalizadoras pero se negó a poner una fecha para la realización de elecciones. Entre 1985 y 1986, Mali y Burkina Faso mantuvieron un conflicto armado por reclamos territoriales.

En 1990, comenzaron a surgir movimientos de oposición coherentes que contaban con cierta simpatía de la opinión pública internacional. Pero, el movimiento de apertura democrática se vio obstaculizado por los brotes de violencia étnica en el norte del país, en la región de Azawad, debido a las revueltas organizadas por los tuaregs. La sequía de 1990 originó el fin para gran parte de la economía tradicional tuareg, basada en la cría de ganado con la consiguiente marginalización de su población. El conflicto se prolongó hasta 1992.

El malestar y las protestas terminaron por provocar otro golpe de Estado militar, esta vez encabezado por el teniente coronel Amadou Toumani Touré, quien presidió un gobierno de transición –el Consejo Nacional de Reconciliación- que reformó la constitución y convocó a elecciones presidenciales. En 1992, Alpha Oumar Konaré, un profesor universitario, se impuso en los comicios con el partido ADEMA y pasó a presidir el país. Tras su reelección en 1997, el presidente Konaré impulsó reformas políticas y económicas al tiempo que intentaba reducir la creciente corrupción. En 2002, fue reemplazado por el general Amadou Toumani Touré quien ganó las elecciones presidenciales.

El 22 marzo de 2012, un golpe de Estado encabezado por el capitán Amadou Haya Sanogo, un oficial con tres años de formación militar en los Estados Unidos, al frente de las unidades de élite y paracaidistas y bajo la bandera del Consejo Nacional para la Restauración de la Democracia y el Estado (CNRDR), depuso al presidente de Malí,  Amadou Toumani Touré y suspendió la vigencia de la constitución. El golpe de Estado originó el cese de la ayuda internacional que tanto necesitaba el país. Pronto las endémicamente débiles fuerzas armadas de Malí pronto se vieron divididas por las pujas de poder.

Lejos de estabilizarse la gobernabilidad de Malí siguió tambaleándose. Un mes después la presión de Francia llevó a un proceso de transición con el nombramiento del presidente de la Asamblea Nacional, Diondunda Traoré  como presidente y Cheick Modibo Diarra, ex gerente de la empresa multinacional de capital estadounidense Microsof en África, como primer ministro de un gobierno provisional. En diciembre de 2012, Diarra fue reemplazado por el ex funcionario del FMI, Django Sissoko. Aunque Sanogo sigue ejerciendo el poder en la sombras.    

LOS TUAREGS EN PIE DE GUERRA

           Pero lo más significativo es el estallido de una nueva revuelta de los Tuaregs en el norte de Malí, en la región de Azawad, a comienzos de 2012. Desde la creación del Estado de Mali, en 1960, luego del retiro de Francia de la región, los tuaregs se han rebelado contra el gobierno central en 1990 a 1996, nuevamente en 2006 y de 2007 a 2009. Nunca antes una rebelión había alcanzado una expansión de tal magnitud impulsada por el ideario salafista y alimentada por combatientes y armas provenientes del escenario libio, una combinación de factores que ya hemos visto en Afganistán.

La denominación de “tuareg”, es una palabra árabe, popularizada en Europa para denominar a un pueblo nómade que se llama así mismo “kel tamasek” (gente del tamashek) identificándose por su idioma: el tamashek que es una lengua bereber.

Los tuaregs son por su origen una población blanca, libico – bereber, que a su llegada al Sáhara absorbió a grupos humanos preexistentes, en especial negros y libertos, cuyas culturas incorporó parcialmente. Hoy la sociedad tuareg, está conformada por hombres blancos o negros en un conglomerado, culturalmente integrado, estrictamente estratificado y jerarquizado que habla el tamashek y que cuenta con su propio sistema de grafía, una escritura, denominada “tifinar”, y practica un modo característico de vida.

Los tuaregs nunca se sintieron integrados a un estado donde los cargos gubernamentales, la administración pública y las fuerzas armadas quedaban en manos de la etnias Songhai y Fulani, que constituyen el 95% de la población malinense y donde ellos eran claramente minoritarios.

LA REBELIÓN DE LOS TUAREGS EN 2012

La nueva rebelión en el norte de Malí, estuvo protagonizada por una alianza de distintos grupos separatistas y terroristas yihadistas a ambos grupos se integraron milicianos tuaregs que retornaban de la guerra de Libia con grandes cantidades de armamento pesado y sin otra profesión u ocupación posible que la de combatiente. La coalición rebelde puso en jaque al gobierno del presidente Amadu Toumani Touré en tan sólo un par de meses.

En esas condiciones las autoridades de Bamako y sus poco profesionales fuerzas armadas no estaban en condiciones de hacer frente a las milicias yihadistas.

Rápidamente los rebeldes lograron arrebatar al gobierno central el control de las más importantes ciudades del Norte: Kidal, Gao y Tombuctú. En esta forma los rebeldes pasaron a controlar un territorio de más de 820.000 km², el 65% de la superficie de Mali pero habitada solamente por 1,3 millones de personas.

A grandes rasgos los rebeldes se agrupaban en cuatro organizaciones: El Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNZLA), Ansar al Din, Al Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI) y el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO)

El 6 de abril de 2012, estos grupos acordaron declarar la independencia de los territorios bajo su control con el nombre de “Estado Islámico de Azawad”. Aunque no lograron el reconocimiento de otros países africanos. La Unión Africana, por ejemplo, rechazó la declaración de independencia considerándola “nula y de ningún valor” e hizo un llamamiento al resto del mundo para que la ignore.

El 27 de junio de 2012, los islamistas del Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental se enfrentaron en un cruento combate con las milicias tuareg del MNLA en la denominada “batalla de Gao”. Los tuareg llevaron la peor parte en el enfrentamiento que provocó 35 víctimas fatales, en esa ocasión su secretario general Bidal Ag Acherif resultó herido. Los islamistas se hicieron con el control de la ciudad y los enfrentamientos entre ambos grupos se tornaron algo frecuente.

Para el 17 de julio de 2012, los rebeldes tuaregs del MNLA habían sido expulsados por sus aliados originales de los distintos grupos salafistas. Entonces las ciudades se distribuyeron entre los tres grupos salafistas principales: Ansar Dine en Kidal, AQMI en Tombuctú y el MUYAO en Gao. Así, inesperadamente el levantamiento tuareg y la crisis del estado fallido de Mali terminó en la creación de otro estado fallido, este de carácter fundamentalista salafista regido por la ley islámica, en la región de Azawad

La aplicación de la sharia con penas de azotes públicos, mutilaciones y lapidaciones, prohibición a la educación de las niñas, así como la destrucción del patrimonio cultural islámico en los territorios bajo control de los insurgentes yihadistas y las luchas violentas entre las distintas facciones insurgentes provocaron el éxodo de más de doscientos sesenta mil personas del norte de Mali hacia la ciudad capital: Bamako y hacia los otros países de la región.

Los milicianos salafistas destruyeron gran parte del patrimonio cultural de Tombuctú, en el marco de  su concepción radical del Islam. Comenzaron por demoler siete mausoleos o “morabitos” de ancestrales santones musulmanes que vivieron en la zona y luego destruyeron la puerta de manera labrada de la mezquita de Sidi Yahia (del siglo XV, declara patrimonio de la humanidad por la UNESCO. A los ojos de los salafistas esos monumentos eran haram (pecado).

No obstante, sus diferencias y las luchas de facciones los insurgentes pronto se encontraron a las puertas de Bamako con la intención de unificar a Mali en un estado yihadista – un Yihadistán, como señalaron alarmados los medios de prensa occidentales- en el centro de África y a las puertas de la Unión Europea.

Fue entonces, que, para impedir que los yihadistas se hicieran con el control total de Mali, los gobiernos europeos se decidieron a intervenir en el país africano. La iniciativa recayó en Francia, como antigua potencia colonial y por ser el país con mayores intereses en la región, se hizo precisa la intervención militar de Francia, en su antigua colonia.

LA OPERACIÓN SERVAL

A principios de enero de 2013, los grupos salafistas que controlaban el norte de Mali desde junio, reagruparon sus fuerzas y lanzaron una exitosa ofensiva contra la localidad de Kona –situada al centro oeste de la provincia de Mopti, que sobrepasó a las tropas malienses.

Tras la caída de esta ciudad, el 10 de enero, en manos de los rebeldes, el presidente Dioncunda Traoré, al verse acorralado por la rebelión, solicitó al presidente de Francia, Franҫois Hollande, asistencia militar para enfrentar a los grupos armados compuestos por tuaregs y fundamentalistas islámicos. Hollande aceptó ayudar al gobierno de Mali pero con el consentimiento del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El 13 de enero comenzaron las operaciones de combate francesas cuyo objetivo primordial era asegurar la vida de los seis mil ciudadanos franceses residentes en Mali y para proteger los intereses estratégicos galos en la región, en especial sus inversiones en el campo petrolero y el abastecimiento de uranio.

Francia inicialmente brindó apoyo aéreo y más tarde de tropas terrestres para apoyar al Ejército de Mali. Sobre el terreno, los 1.700 soldados de la fuerza de intervención francesa, apoyados por fuerzas del maltrecho ejército maliense y efectivos de la CEDEAO, especialmente ochocientos soldados de Chad, repelieron con aparente facilidad el avance de los grupos rebeldes y recuperaron el control de las principales ciudades del norte de Malí: Tombuctú y Gao.

Otro trágico saldo del conflicto fue la pérdida del legado histórico de los pueblos de la región que constituye un auténtico patrimonio de la humanidad. Mientras las fuerzas francesas y malienses recuperaban el control de la ciudad de Tombuctú, los rebeldes salafistas en retirada incendiaron el Instituto Ahmed Baba, destruyendo entre dos y tres mil manuscritos, aunque afortunadamente otros trescientos mil documentos pudieron ser salvados y ocultados por la población. Muchos de estos textos datan del siglo XII al XVI y fueron elaborados por renombrados eruditos de la zona. Los documentos estaban por ser digitalizados, pero los rebeldes destrozaron las computadoras y otros equipos enviados por la UNESCO y otras ONGs para ese propósito.

ELVIETNAM DEL SAHEL

Desde 2012, Mali es un país en guerra con el yihadismo, ocupado por fuertes contingentes armados de diversos países.

La presencia francesa que comenzó en 2013 como la mencionada “Operación Serval”, cambio de denominación en 2014 por “Operación Barkhane” y comprende a un total de cinco mil efectivos de las fuerzas galas que suelen operar con las fuerzas del G-5 en especial en la zona denominada de las “tres fronteras”, entre Malí, Níger y Burkina Faso.

Paris ha reivindicado la “neutralización” (muerte) de varias decenas de yihadistas pertenecientes a las dos principales redes yihadistas que operan en la región Al Qaeda en el Magreb Islámico y su rival el Estado Islámico en el Gran Sáhara, pero pese a la intervención de fuerzas militares extranjeras la violencia terrorista se ha extendido al centro de Malí y a los país vecinos, Burkina Faso y Níger.

El 19 de mayo, por ejemplo,  las fuerzas francesas capturaron a Mohamed el Mrabat, veterano terrorista del Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS).   

El 6 de junio pasado, los franceses en otra exitosa operación antiterrorista abatieron al emir de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el terrorista argelino Abdelmark Droukdal, una pieza clave en el entramado del yihadismo en el Sahel desde hace más de veinte años responsable de varios secuestros y asesinatos.

No obstante, la aparición de un grupo yihadista afiliado a Al Qaeda, liderado por el predicador de la etnia peul Amadou Koufa, que a reclutado sobre todo en su comunidad, ha propiciado ataques y represalias entre los peuls, mayoritariamente ganaderos y las etnias bambara y dogon, que viven principalmente la agricultura.

Grupos armados siguen aterrorizando a la población civil en las zonas rurales y la violencia ha hecho metástasis al otro lado de las fronteras en los países vecinos de Burkina Faso y Níger.

Desde 2012, más de diez mil africanos occidentales han muerto y más de un millón han huido de sus hogares convirtiéndose en refugiados y las fuerzas armadas de África Occidental y Francia han sufrido importantes bajas.

Hace apenas diez días (10.08.2020) fueron asesinados en la región seis cooperantes franceses y dos ciudadanos nigerianos en la región de Kouré (suroeste de Níger). Las fuerzas francesas, por su parte, son víctimas de acoso y emboscadas relativamente frecuentes, cuando los grupúsculos yihadistas, enfrentados entre ellos, confirman su implantación en los pueblos víctimas de una pobreza secular.

Naciones Unidas está presente con la “MINUSMA”, una de las misiones de paz más importantes y numerosa del organismo internacional.

Europa participa a través de la European Unión Training Missión (EUTM-Mali), con sede en Bamako, en la formación y capacitación de cuatro batallones del ejército de Malí (integrado por unos 3.000 soldados) para que estén en capacidad de hacerse cargo de la seguridad del país cuando se retiren las fuerzas extranjeras. República Checa y España suministraron instructores y personal de apoyo (actualmente hay 200 españoles, pertenecientes a la VII Bandera “Valenzuela” de la Legión Extranjera Española, en Malí. Hay 15 en Bamako y 185 en la ciudad de Koulikoro, que pronto se incrementaran con otros 97 efectivos), Francia tropas de protección, Alemania un hospital de campaña y Bélgica dos helicópteros de evacuación médica. En total la Unión Europea ha desplazado unos quinientos militares a Malí e invertido cientos de millones de euros para contribuir a estabilizar el país.

Los Estados Unidos participan también suministrando “Predators”, “drones” de gran utilidad para la vigilancia de grandes espacios abiertos y que operan desde el territorio de Níger.

Cinco países africanos: Mali, Mauritania, Níger, Burkina Faso y Chad han constituido la “Fuerza G-5” para contribuir en la lucha contra el islamismo.

Precisamente, el conflicto en Mali se mantiene como el mayor desafío a la seguridad en el Sahel. En opinión del profesor Alaya Allani, de la Universidad de Manouba en Túnez, “los yihadistas van a desarrollar una guerra de desgaste desde las zonas de difícil acceso en las que se han refugiado”.

EL GOLPE DE ESTADO DE 2020

En las elecciones presidenciales de 2013 se impuso Ibrahim Boubakar Keïta, quien obtuvo el 78% de los votos emitidos. Su mandato se desarrolló entre la crisis económica que afecta al país, los ataques de los grupos yihadistas y la cada vez mayor presencia de tropas extranjeras en el país

En 2018, Keïta se postuló para un segundo mandato y triunfó en la elección, pero sólo después de haberse visto forzado a pasar por una segunda vuelta electoral debido al debilitamiento de su imagen popular.

Desde julio se llevaban a cabo fuertes manifestaciones opositoras en las calles de Bamako, la capital maliense, que demandaban la renuncia del presidente debido a graves hechos de corrupción que involucraban a ciertos funcionarios y a miembros de su propia familia (en especial por la vida licenciosa de Karim Keïta, uno de los hijos del presidente) y la prolongada violencia que llena de sangre al país . La oposición también acusaba al presidente Keïta de haber hecho fraude en la elección parlamentaria el marzo pasado e instalar en el Parlamento a sus candidatos. Las movilizaciones opositoras fueron impulsadas especialmente por el imán popular Mahmoud Dicko y la coalición de agrupaciones políticas denominada Movimiento 5 de Junio – Agrupación de Fuerzas Patrióticas (M5-RFP).

La gobernabilidad del país se vio aún más afectada después de que las fuerzas de seguridad asesinaran a once manifestantes durante la represión de las protestas.

Finalmente, el miércoles 18 de agosto de 2020 los militares de la base de Kati (situada a unos 15 kilómetros de Bamako), la 3ª División Militar al mando del Coronel Mayor Malick Diaw se rebelaron contra las autoridades militares y detuvieron al presidente Ibrahim Boubacar Keïta, al jefe de gobierno Bubu Cissé y a otros altos funcionarios del gobierno y tomaron el poder.

Entre los políticos y exfuncionarios detenidos por los militares figuran el presidente de la Asamblea Nacional de Malí, Mouss Timbiné, el ministro de Economía y Finanzas, Abdoylaye Daffé y el asesor presidencial Sabane Mahalmoudou.

Los militares golpistas constituyeron un “Comité Nacional para la Salvación del Pueblo”, presidido por el coronel mayor Assimi Goita del Ejército de Tierra y responsable de las Fuerzas Especiales en el centro del país, la región más golpeada por el terrorismo y la violencia intercomunitaria en los últimos años.

El Comité Nacional para la Salvación del Pueblo esta integrado por cinco militares: coronel mayor Goita, el coronel mayor Malick Diaw, el coronel Sadiou Cámara, a quién los observadores consideran el “cerebro” del golpe y que acaba de regresar a Mali después de un período de instrucción militar en Rusia, el coronel mayor Ismael Wagué, Jefe Adjunto del Estado Mayor del Ejército del Aire.

REPERCUSIONES INTERNACIONALES

Los militares sublevados han prometido respetar la vida y la seguridad de los funcionarios detenidos y que Malí seguirá cumpliendo todos los tratados internacionales.

El vocero del Comité de Salvación del Pueblo, coronel mayor Ismaël Wague anunció, el jueves 20 agosto, que s formará un “gobierno de transición que contará con un presidente civil o militar. Esta transición será lo más breve posible y convocará a elecciones para normalizar institucionalmente al país lo antes posible.

No obstante, el golpe de Estado fue inmediatamente rechazado por diversos organismos internacionales: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Unión Europea, la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) que demandaron la inmediata restitución del presidente Ibrahim Bubacar Keita en su cargo y enviaron una delegación conjunta para verificar el estado de salud y condiciones d detención de los exfuncionarios capturados por los militares rebeldes. La Unión Africana y la CEDEAO incluso suspendieron la membresía de Mali a sus respectivas organizaciones hasta tanto se restablezca el orden constitucional en el país. En el mismo sentido se pronunció el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

CONCLUSIONES

La República de Malí constituye una pieza clave en la situación de seguridad de la región sáharo – saheliana, un amplio espacio sin ley que abarca una superficie mayor que la de Europa.

Un espacio sin ley cuyos habitantes viven bajo la continua amenaza de hambrunas y los grupos criminales organizados y las organizaciones armadas yihadistas aprovechan para realizar sus negocios ilícitos.

Por tanto, la existencia de un gobierno de facto ilícito en Mali constituye un importante factor de inestabilidad y de promoción de la violencia que hará más difícil la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado transnacional.

De allí la urgente necesidad de los países europeos de restaurar la democracia constitucional en Malí.


sábado, 22 de agosto de 2020

IMPORTANTE RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL A MARRUECOS EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS

 


La designación del diplomático marroquí Mohamed Aujjar como presidente de la Misión Independiente de Investigación sobre Libia es un reconocimiento a la labor en defensa de los derechos humanos seguida por el rey Mohammed VI y al creciente protagonismo del Reino de Marruecos en África.

Libia vive una sangrienta guerra civil desde el levantamiento popular que derrocó al dictador Muamar Gadafi, en 2011, y terminó con su vida al año siguiente. Sus sucesores no tardaron en enfrentarse entre sí.

Finalmente, en diciembre 2015, en la bella ciudad balnearia de Sjirat, en la costa Atlántica y cercana a Rabat, tras arduas negociaciones los bandos en lucha  arribaron a un entendimiento que permitió creación del Gobierno del Acuerdo Nacional. Aunque pronto surgieron los conflictos entre las distintas facciones y se formaron dos bandos enfrentados en el campo de batalla.

En la ciudad de Trípoli, se instaló el poder ejecutivo con el presidente Fayez al Serraj. Este gobierno en algún momento tuvo el reconocimiento de Naciones Unidas. Cuenta con el apoyo de los grupos islamistas, como la rama libia de los Hermanos Musulmanes, de la Unión Europea, del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan de Italia y Qatar. Este gobierno controla el noroeste del país.

En la mayor parte de Libia gobierna la Cámara de Representantes, con la sede en la ciudad de Tobruk, tiene como brazo armado al Ejército Nacional Libio que comanda el “mariscal” Jalifa Haftar que cuenta con mayores apoyos internacionales: lo apoyan decididamente Vladimir Putin, los Estados Unidos, Arabia Saudí, Jordania, Egipto y Francia.

Desde el comienzo de la guerra civil operaron en ambos bandos tropas irregulares y milicias tribales. Gadafi contaba con grandes depósitos de armas y convocó combatientes extranjeros, en especial mercenarios del Frente Polisario provenientes de los campos de Tinduf en Argelia y aguerridas milicias Tuareg de Mali.

Después de la muerte de Gadafi las armas de sus depósitos quedaron en manos de las milicias irregulares. En algún momento operaban en Libia unos cinco mil grupos milicianos distintos además de grupos yihadistas como Al Qaeda en el Magreb Islámico y su rival del Daesh o Estado Islámico. Parte de esas milicias y grupos yihadistas siguen operando y se han sumado tropas de combate e instructores militares turcos y unos once mil combatientes sirios que pelean junto a las tropas y milicias del Gobierno del Acuerdo Nacional de Fayez al Serraj. Mientras que el mariscal Haftar cuenta con la asistencia de los mercenarios rusos del Grupo Wagner.

La presencia de tantos combatientes de distinto origen, algunos de los cuales tienen un gran historial de violencia, ha producido graves violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario de la guerra.

En abril de 2019, las tropas del Ejército Nacional Libio lanzaron una gran ofensiva que les permitió conquistar gran cantidad de territorio hasta acercarse a la ciudad de Trípoli cuando parecía que unificaría el país intervino el presidente turco Erdoğan quien envío tropas y drones que lograron frenar la ofensiva de los efectivos de Haftar.

En marzo de 2020, el Gobierno del Acuerdo Nacional lanzó la “Operación Tormenta de la Paz” que contrarresto en parte la ofensiva de Haftar del año anterior y recuperó importantes ubicaciones estratégicas, incluidas la base aérea de Al-Watiya y la ciudad de Tarhuna.

A principios de junio de 2020, las tropas de Trípoli descubrieron ocho fosas comunes en la ciudad de Tarhuna, que hasta entonces era el centro de operaciones y suministro de las milicias del mariscal Jalifa Haftar al oeste de Libia.

La Misión de Apoyo de Naciones Unidas en Libia calificó las fosas comunes como “aterradoras”. Más de ciento cincuenta cuerpos, incluidos los pertenecientes a mujeres y niños, fueron hallados en los enterratorios masivos.

La respuesta de las Naciones Unidas no se demoró. El Consejo de Derechos Humanos (UNHRC) adoptó, el 22 de junio, sin votación una resolución solicitando a la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, que constituyese una “Misión Independiente de Investigación sobre Libia”.

Bachelet designó para presidirla al exministro y diplomático marroquí Mohamed Aujjar. La Misión dispondrá de doce meses para desarrollar sus tareas.

La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos definió el objetivo del organismo que presidirá Mohamed Aujjar diciendo que: “Este órgano de expertos servirá como un mecanismo esencial para combatir eficazmente la impunidad generalizada de las violaciones y abusos de los derechos humanos, y también puede servir de disuasión para evitar nuevas violaciones y contribuir a la paz y la estabilidad en el país”.

La designación de un diplomático marroquí para una misión humanitaria tan compleja en el contexto de una guerra civil con diversos actores internacionales involucrados es un claro reconocimiento a la política implementada por el Rey de Marruecos en materia de derechos humanos en especial la “Instancia para la Equidad y Reconciliación” aprobada en los primeros días de su reinado el 16 de agosto de 1999, entre otras medidas destinadas a controlar los posibles abusos de los funcionarios.

Con su decisión, Alta Responsable de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos también reconoce la gobernabilidad y desarrollo alcanzado por el Reino de Marruecos especialmente en las últimas décadas y al creciente liderazgo del Rey Mohammed VI en la política internacional africana.


miércoles, 19 de agosto de 2020

¿UN GOBIERNO DE IMPROVISADOS?

 


Los frecuentes errores en la implementación de algunas medidas de gobierno evidencian la poca experiencia e idoneidad profesional de los elencos de la actual Administración.

Al asumir su cargo el presidente Alberto Fernández, para diferenciarse de su predecesor Mauricio Macri, afirmó que el suyo sería un gobierno de científicos y no uno de empresarios.

Pero, tras ocho meses de continuos errores cometidos por los nuevos funcionarios dejan la idea de que en realidad en Argentina gobierna un grupo de políticos improvisados más que de científicos.

Primero fue el ministro de Salud de la Nación Ginés González García quien afirmó en febrero que la pandemia del Covid-19 nunca llegaría al país porque China queda muy lejos…

Luego un consejo asesor de médicos infectólogos que recomendaron aplicar una estricta cuarentena que después de 153 días ha destruido la economía del país y desquiciado la salud mental de los argentinos sin evitar que el país se sitúe entre los trece países del mundo con mayor número de personas infectadas y muertas debido a la pandemia.

Luego fueron las muestras que en la TV Pública realizaban el programa educativo “Seguimos Educando”. Las maestras mediáticas evidenciaron su escasa preparación escribiendo en el pizarrón con gruesas faltas de ortografía y equivocándose en una sencilla suma.

Luego fue el Directorio del Banco Central cuyos miembros se mostraron impotentes para contener la continua pérdida de divisas, encontraron tiempo para emitir una Resolución estableciendo una  detallada “Guía del Banco Central de la República Argentina para una comunicación inclusiva” para regular las comunicaciones internas y los formularios  del banco con palabras tan emblemáticas como “mayordomas”, “oficialas” o “choferesa”.

El domingo 16 de agosto, el ministerio de Salud de Nación se adjudicó un nuevo papelón. Las autoridades de ese ministerio decidieron realizar un saludo a los niños con motivo de la celebración de su día. Una iniciativa muy loable si se la hubiera implementado adecuadamente. Pero, nuevamente la falta de criterio y capacidad profesional de los funcionarios hecho a perder sus buenas intenciones.

El ministerio de Salud no tuvo mejor idea que unificar el saludo a los niños con el reporte diario de las cifras de personas infectadas y muertas por el coronavirus Covid 19. El resultado fue un cuadro surrealista.

El panel informativo se conformó con la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizotti, el subsecretario de Estrategia Sanitaria Alejandro Costas y la payasa Filomena. De forma tal que las mujeres eran mayoría como tanto agrada a la lideresa suprema Cristina Fernández de Kirchner.

De forma tal que luego de informar sobre los infectados y muertos, los funcionarios se sumaron a las mímicas lúdicas de la payasa.

Inmediatamente estallaron las críticas en las redes hablando de un “gobierno de payasos”

Para completar este cuadro lamentable, Argentina tiene a un presidente a quien le sobra el tiempo como para interrumpir sus funciones al frente del Poder Ejecutivo para concurrir a tomar examen en la Facultad de Derecho de la UBA y muy suelto de cuerpo afirma que carece de un plan económico para su gobierno porque no cree en los planes. Todo un estadista el abogado Alberto Fernández.

Cuando cualquier profesional de ciencias económicas lo primero que aprende al ingresar a la Facultad es que se debe hacer un “plan de negocios” para acceder a créditos, financiamiento, buscar socios, etc.

Tampoco se entiende porque cuando era Jefe de Gabinete de los presidentes Néstor Kirchner o Cristina Fernández de Kirchner no propuso suprimir el ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios que dirigía el arquitecto Julio de Vido si no cría en planes o planificaciones.

En esta reseña hemos obviado las declaraciones escandalosas contra los llamados “runners”, los jugadores de tenis y golf o el operativo montado con dos helicópteros y personal en tierra d la Prefectura Naval Argentina para multar a un remero olímpico que se entrenaba totalmente solo en la localidad de Tigre, cuando la población del gran Buenos Aires reclama por la falta de personal policial ante la ola delictiva que sacude al país, y otras decisiones, actitudes y declaraciones insólitas o desubicadas de los funcionarios kirchneristas como el propio presidente Alberto Fernández, en los primeros meses de la cuarentena, sin barbijo, abrazando funcionarios y organizando asados partidarios que violaban las regulaciones que por él mismo había establecido.

Todos los gobierno suelen cometer algún error público y sufren un papelón pero los continuos errores y la falta de profesionalismo que evidencian los funcionarios designados por Alberto Fernández son demasiados y no se produjeron con tanta frecuencia en los anteriores gobierno kirchneristas.

Es posible que las segundas líneas de funcionarios de las pasadas administraciones de Néstor y Cristina Kirchner estuvieran formadas por cuadros peronistas que habían adquirido cierta experiencia en la función pública durante los gobiernos de Carlos Menem y Eduardo Duhalde.

Mientras que en la actual gestión, por influencia de Cristina Kirchner y su hijo Máximo, estos cuadros veteranos y experimentados han sido desplazados para dar lugar jóvenes militantes de La Cámpora. Apareciendo así una nueva generación de funcionarios con gran fervor militante, fuertemente ideologizados pero carentes de formación profesional, idoneidad y experiencia. Estos militantes casi adolescentes devenidos en funcionarios jerárquicos serían los responsables de los continuos errores del Gobierno.  


martes, 18 de agosto de 2020

BIELORRUSIA VIVE UNA REVOLUCIÓN DE COLORES

 


Las recientes elecciones presidenciales plagadas de irregularidades realizadas en la república de Bielorrusia han abierto las puertas a una revuelta popular exigiendo el alejamiento de triunfador el dictador Alexander Lukashenko en el poder desde hace 26 años.

El verano de 2020 será difícil d olvidar para los europeos. A los efectos de la pandemia del virus covid 19, que paralizó la economía mundial y que no termina de generar contagios y muertos se suma la explosiva situación en el Mediterráneo Oriental con las crecientes tensiones entre dos países miembros de la OTAN: Turquía y Grecia. El conflicto amenaza con expandirse después de la intervención de Francia e Israel. La crisis se desató con la reanudación de las exploraciones turcas en búsqueda de gas en el estrecho que separa su costa de la provincia de Antalya y la isla de Chipre, un territorio dividido y en disputa entre las comunidades turcochipriotas y grecochipriotas.

También en Europa Oriental pero en su extremo Norte, la exrepública soviética de Bielorrusia parece estar viviendo las conmociones generadas por una “Revolución de Colores”, tras el fraude en los comicios del pasado 9 de agosto.

Como se recordará la denominación de “Revolución de Colores” se aplica a una serie de movilizaciones políticas, en el antiguo espacio soviético, llevadas a cabo para desplazar del poder a líderes autoritarios acusados de violar los derechos humanos, las libertades individuales y/o amañar las elecciones, además de otras prácticas dictatoriales y corruptas.

En el caso bielorruso, el dictador cuestionado es Alexander Lukashenko, un antiguo apparatchik de la nomenclatura soviética que pasó de director de una granja colectivos (Koljós) en Gorodets, a ingresar en 1990 al Soviet Supremo de la República Socialista Soviética de Bielorrusia como diputado y desde allí a la presidencia de Bielorrusia.

En 1994, Lukashenko obtuvo el 45% de los votos en la primera ronda de las elecciones presidenciales como candidato independiente de una plataforma política de carácter populista.

En los veintiséis años siguientes, Lukashenko tras reformar la constitución, estableció un opaco régimen dictatorial, que ostenta el extraño mérito de ser la única economía planificada de Europa y bascula peligrosamente entre Occidente y Moscú para sacar el máximo provecho de su particular situación geoestratégica.

Bielorrusia, desde el punto de vista geopolítico, ocupa una posición clave. Es una suerte de “Estado tapón” situado entre Rusia y los países de la OTAN. Además, su territorio enlaza por tierra el enclave ruso en el Báltico de Kaliningrado con el resto del suelo ruso.

Debido a esta situación geoestratégica clave, en 1999, el presidente ruso Boris Yeltsin suscribió con Lukashenko el “Tratado de la Unión Estatal” que le permitió al dictador bielorruso subsidiar a su economía con energía proveniente de Rusia a precios preferenciales. El 95% de las necesidades energéticas bielorrusas se satisfacen con gas, petróleo y electricidad proveniente de su vecino ruso.

Aunque Lukashenko firmó el acuerdo nunca avanzó realmente en la integración económica entre ambos estados ni accedió a las demandas de Vladimir Putin de instalar bases militares rusas en su territorio.

Lukashenko ganó en 1955 un referéndum para disolver el Parlamento y luego otro en 1196 para reformar la constitución y asegurarse la reelección indefinida y poderes discrecionales.

Desde entonces y hasta 2020, el presidente bielorruso ha sido reelegido en seis ocasiones con porcentajes superiores al 70% de los votos, resultados controvertidos al ser considerados fraudulentos por la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) que impuso sanciones al país.

Frente al aislamiento político y las sanciones impuestas por el Parlamento Europeo a sus elecciones presidenciales fraudulentas, Bielorrusia reforzó sus lazos con los países exsoviéticos de la Comunidad de Estados Independientes, China, la Venezuela chavista, Corea del Norte, Irán e Irak.

A mediados de 2019, cuando sus relaciones con el Kremlin se enfriaron, intentó un acercamiento a los Estados Unidos que culminó este año cuando se reunió con el Secretario de Estado Mike Pompeo, negociando la designación de un embajador estadounidense en Minsk tras doce años de acefalía y la adquisición de petróleo estadounidense para aliviar su dependencia energética de Rusia.

En los comicios del pasado 9 de agosto, Lukashenko compitió contra tres mujeres que representaban a sendos candidatos encarcelados. Svetlana Tijanovsky encarcelado por el gobierno. Verónica Tsepkalo, esposa de Valery Tsepkalo, que antes se ser detenido escapó a Moscú y la tercera es María Kolesnikova, que fue directora de la campaña presidencial del banquero Viktor Babaryko, director general del banco Belgasprombank, que está en prisión con su hijo Eduard, desde junio y enfrentan cargos por corrupción que podrían acarrearles condenas de cárcel de hasta quince años.

Lukashenko que en los primeros años de su mandato gozó del apoyo popular, incluso recibió el apodo de Batka (padre), especialmente en las zonas rurales y entre las generaciones nostálgicas de los tiempos soviéticos.

Con el paso del tiempo su gobierno fue tomando un carácter represivo, la oposición sufrió acoso, se restringió la libertad de expresión, los detractores fueron encarcelados o incluso asesinados por la KGB bielorrusa.

Hoy, el régimen de Lukashenko ha perdido su impronta de terror y ya no controla como antes a la población de casi diez millones de personas que viven en esa antigua república soviética.

Es por lo que, el anuncio oficial que adjudicaba al dictador Lukashenko el 80% de los votos emitidos, seguido de Svetlana Tijanovskaya con tan solo el 6%, no resultó creíble y la oposición denunció inmediatamente el fraude y ganó la calle en demanda de nuevos comicios y de la renuncia del presidente.

Las fuertes protestas callejeras se sucedieron todos los días pese a la intensa represión de las tropas antimotines que dejaron un saldo de dos muertos, decenas de manifestantes heridos y siete mil detenidos.

Sin embargo, la rebelión siguió incrementándose aún más y la oposición organizó el domingo 16 de agosto la mayor concentración popular en la historia del país.

Putin fue el primer jefe de Estado en felicitar al dictador bielorruso por su reelección y también al primer líder extranjero a quien Lukashenko llamó en búsqueda de apoyo ante el incremento de las protestas opositoras.

La repercusión internacional del fraude electoral y la posterior rebelión popular no se hizo esperar. La vocera de Exterior de la OSCE, María Adebahr subrayó que los comicios del 9 de agosto “no cumplieron los estándares democráticos mínimos” y no fueron “ni libres ni justas” y que el resultado oficial comunicado por la Comisión Electoral “no se corresponde con la opinión real en el país.”

También la canciller alemana Angela Merkel se comunicó con el presidente Vladimir Putin, este martes (18.8.2020) para conversar sobre la situación en Bielorrusia. Merkel comprende muy bien que Bielorrusia forma parte de la esfera de interés y seguridad del Kremlin y que nada puede hacerse allí sin la aprobación del presidente ruso y busca sumarlo a la solución de la crisis.

Por último, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea tratarán en una cumbre por vídeo conferencia el miércoles 19 la “inaceptable” situación en Bielorrusia como la califica la carta de invitación enviada a los primeros mandatarios europeos.

La internalización de la “Revolución de Color” en Bielorrusia y los intereses rusos y europeos en esa república amenaza con desestabilizar a toda la Europa Oriental.