El desalojo de las fuerzas que responden
al Estado Islámico de las ciudades de Mosul, en Irak, y Raqqa en Siria y la
posible muerte de su líder, Abu Bakr al-Baghdadi son serios reveses para el
grupo yihadista, pero es muy pronto para celebrar su desaparición.
El Estado Islámico -o ISIS o
Daesh- es la organización yihadista más importante de los últimos años. Desde
la proclamación del Califato por Abu Bakr al-Baghdadi, en la mezquita Al Nuri
de Mosul, en verano de 2014, el yihadismo suní contó con una amplia base
territorial en Irak y Siria.
Esa base suministraba a los
yihadistas abundantes recursos económicos, campos de entrenamiento y el control
sobre una población de aproximadamente diez millones de personas.
Sin embargo, los últimos
reveses, especialmente su retirada de las ciudades de Mosul y Raqqa, con la
pérdida de aproximadamente 25.000 combatientes, han afectado a la organización.
No obstante, la misma está muy lejos de desaparecer o de dejar de operar.
El Estado Islámico ha decidido
replegarse y reorganizarse en la zona de Deir Ezzor, en Siria, donde aún domina
importantes porciones de territorio. Concretamente, ha instalado su nuevo
cuartel general en la ciudad de Al Mayadin, una localidad a las orillas del río
Éufrates, a unos 174 kilómetros al sudeste de Raqqa.
La elección de ciudad de Al
Mayadin tiene dos explicaciones esenciales. La primera es que la ciudad se sitúa
en proximidades de campos petrolíferos que permitirán al Estado Islámico seguir
obteniendo recursos del contrabando de crudo que venden a empresas turcas,
chinas y rusas, pero también abastecen a comerciantes locales. Se estima que
este grupo terrorista ha obtenido entre cuatrocientos y mil millones de dólares
tan sólo por sus “exportaciones” de petróleo.
Además, los yihadistas se
financiaron con el cobro de impuestos a la población sujeta a su control,
tráfico de armas, comercialización ilegal de antigüedades, la zakat (limosna
que en el islam constituye uno de los pilares de la fe), comercialización
ilegal de antigüedades y objetos de arte, etc.
El segundo motivo para escoger
a Al Mayadin como “capital”, es su
ubicación estratégica. La ciudad constituye la cabecera de una franja de
territorio que penetra en Irak y que, por sus características topográficas,
resulta fácil de controlar para una milicia.
Si bien es cierto que el
Estado Islámico ha sido desalojado de los grandes centros urbanos que
controlaba en Irak y Siria, lo que constituye un serio revés. Aún está muy
lejos de ser derrotado. Todavía conserva el control del desierto y de gran
número de poblaciones medianas, como Mahalabiya, Ayyadia y Tal Afar, en Nínive,
y otras más pequeñas de las que deberá ser desalojado en duros combates a un
gran costo de vidas. Estas posiciones obrarán como un conjunto de “taifas” dispersas y semi aisladas en un
amplio territorio.
Además, el repliegue sobre Al Mayadin
no fue una desbandada producto de una derrota sino una operación militar de
retirada perfectamente implementada y coordinada.
El Estado Islámico traslado
hacia Al Mayadin a sus milicianos, sus mandos militares, sus armas pesadas, redes
financieras, centros de reclutamiento y propaganda -incluso a sus operadores en
las redes sociales-.
Este repliegue comenzó en el
verano de 2016, mientras otras fuerzas resistían en Mosul y Raqqa permitiendo
la evacuación de lo esencial. Desde entonces los yihadistas han comenzado a
concentrarse (incluso trasladando a sus familias).
Desde Al Mayadin, el Estado
Islámico coordinará y llevará a cabo acciones guerrilleras y atentados
terroristas por todo el territorio sirio e iraquí, incluso dentro de las mismas
ciudades de donde ha sido desalojado el mes último.
Actualmente, los expertos
estiman que el Estados Islámico ha perdido la mitad de los militantes y cuadros
de conducción que tuvo en su momento de esplendor (por bajas sufridas en
combate y deserciones). También ha perdido, al menos, un tercio de sus fuentes
de recursos económicos al ver reducido su control territorial y por el saqueo a
que ha sometido a las poblaciones locales que controla.
No obstante, sus recursos aún
cuantiosos y la muerte de su líder Abu Bakr al Baghdadi a manos de la fuerza
aérea rusa, en Mosul, no ha podido ser confirmada.
El Estado Islámico parece
haber compensado sus pérdidas territoriales en Medio Oriente con una mayor
presencia y adhesiones en nuevos escenarios. Sus franquicias se han establecido
en Yemen, Libia, Egipto, Afganistán, el Sahel, Nigeria, Filipinas e Indonesia.
Esto además de sus ya tradicionales células, “lobos solitarios” y redes de reclutamiento en Europa.
Esto hace suponer a los
organismos de inteligencia que operan contra el Estado Islámico, que el grupo
yihadista no cesará sus operaciones ni aún en el caso de que pierda la
totalidad de sus bases territoriales.
En un caso extremo, el Estado
Islámico mutará convirtiéndose en una organización menos jerárquica y rígida.
Seguramente se transformará en una insurgencia de carácter terrorista que
aplicará una estrategia de desgaste a largo plazo en Irak y Siria,
desarrollando un conflicto de baja intensidad, por medio de continuos atentados
y ataques suicidas.
Incluso pueden establecer su
cuartel general en alguna región sin ley fuera de Medio Oriente. Como podría
ser el inestable Sahel en el corazón de África.
Posiblemente, en este proceso
incrementen su accionar terrorista en Europa para mantener una imagen de
vigencia e importancia que siga reportándoles nuevos reclutas y recursos
financieros.
Por lo tanto, nada puede ser
peor que subestimar la amenaza del Estado Islámico pensando que ya está
derrotado y relajar el nivel de vigilancia sobre sus potenciales miembros.
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