Una
combinación de grupos anarquistas y mapuches son los protagonistas de los
recientes ataques terroristas en Argentina
Durante el último mes han
tenido lugar diversos ataques y atentados incendiarios contra propiedades e
instalaciones gubernamentales en Argentina. En la mayoría de los lugares
atacados se encontraron inscripciones y símbolos anarquistas empleados por sus
autores para reivindicar su participación en el hecho.
Esto nos lleva a preguntarnos
quiénes son estos anarquistas, desde cuando están actuando en el país y que se
proponen. Veamos si podemos encontrar algunas respuestas a estos interrogantes.
Durante los últimos diez años,
grupos violentos de ideología anarquista han estado realizando esporádicos
ataques contra bancos, embajadas y otros locales en Argentina. Estos ataques
provocaron al menos un muerto y una decena de heridos.
Durante los doce años de
kirchnerismo, el gobierno dedicó muchos esfuerzos en ocultar su actividad. Para
un gobierno que se preciaba de ser “nacional
y popular” y estar llevando a cabo una “revolución progresista” le
resultaba particularmente molesto reconocer que grupos aún más radicalizados
actuaran en el país sin su control.
Por lo tanto, prefirió ignorar
e incluso ocultar sus acciones, negociar con sus dirigentes en lugar de
encarcelarlos e incluso financiarlos a través de las organizaciones de derechos
humanos. Todo ello para reducir su accionar violento a su mínima expresión.
No obstante, algunos hechos
terroristas se produjeron igual. Fueron, en especial, ataques contra cajeros
automáticos donde se empleaban bombas caseras construidas con matafuegos o
garrafas de gas llenos de pólvora y mecanismos de relojería como detonadores.
Por lo general, las bombas
fueron colocadas en los cajeros a altas horas de la noche, para no provocar
víctimas. Incluso, en ocasiones, los propios terroristas alertaban a los
policías sobre la existencia de los artefactos para que, aunque detonaran no
hubiera víctimas civiles.
No obstante, como nada es
perfecto, el 13 de julio de 2010, una bomba construida con una garrafa de gas
de diez kilogramos rellena de pólvora colocada a la entrada de la Escuela de
Cadetes de la Policía de Río Negro, provocó al detonar la muerte de José
Maciel, un humilde recolector de residuos de 68 años.
En todos los hechos aparecían
vinculaciones entre organizaciones y militantes chilenos de grupos anarquistas
o sectores de la izquierda violenta trasandina, como el grupo Mapu – Lautaro o
los mapuches de la Coordinadora Arauco Malleco.
Muchas de estas acciones se
vincularon con el pedido de extradición a Chile del terrorista chileno
Galvarino Sergio Apablaza Guerra imputado de haber participado en el asesinato
de un senador chileno.
Aunque estos grupos
reivindican la ideología anarquista tradicional del siglo XIX, tal como la
expresaban teóricos como Mijaíl Bakunin (1814 – 1876) o Enrico Malatesta (1853 –
1932), entre otros. Los nuevos anarquistas del siglo XXI han actualizado su
propuesta ideológica, pero siguen practicando la llamada “propaganda por la
acción”. Es decir, el empleo de la violencia para difundir su ideología. La conocida
filosofía de “la bomba y el puñal” que
produjo tantos magnicidios entre 1880 y 1914.
Hoy, el “anarquismo del siglo XXI” o “neoanarquismo”
no propone el magnicidio, como el pasado, pero sí el accionar violento a través
de combates callejeros con la policía y la colocación de artefactos explosivos.
También han agregado a su
ideología un discurso antiglobalización, la lucha en defensa de los derechos de
los pueblos originarios, la crítica al consumismo y el sistema capitalista en
su conjunto, la defensa del medio ambiente y hasta de los derechos de los
animales.
Por ello, no debe sorprender
que activistas anarquistas apoyen y hasta participen de protestas y acciones
violentas junto a organizaciones indigenistas, como la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM).
Los grupos anarquistas son
particularmente activos en Italia, Grecia y España, en Europa y en América
Latina en Chile, México y Argentina. Se coordinan a nivel internacional a
través de la Internet y, en especial, por medio de cierta web anarquistas que
promueven periódicamente campañas de activismo.
Incluso reciben apoyo y
financiamiento de fundaciones y organizaciones europeas siempre dispuestas a
apoyar “causas humanitarias” y a
defender los derechos de las minorías fuera de su continente, especialmente de
los grupos indígenas.
En Argentina, estos grupos
difícilmente superen el centenar de miembros. Sin embargo, son muy activos y
están decididos a emplear la violencia. Suelen actuar sumándose a
movilizaciones de izquierda donde, para hacerse notar, dejan sus inscripciones
o realizan actos de violencia al momento de las desconcentraciones.
Ahora, la desaparición forzada
de un activista de izquierda, Santiago Maldonado, el 1° de agosto pasado cuando
participaba de una protesta de la RAM, en la Ruta Nacional N° 40, en proximidades
de la localidad de Esquel, provincia de Chubut, les ha dado a estos grupos una
causa común de proyección nacional capaz de unir a su activismo el de las
organizaciones de derechos humanos.
CONCLUSIONES
La existencia de estos grupos
anarquistas es particularmente preocupante pro que Argentina será sede, en
2018, de la Cumbre del G-20.
Como es sabido estas cumbres
siempre atraen a activistas antiglobalización particularmente radicalizados y
violentos.
Por lo tanto, los grupos
anarquistas y otros grupos de la izquierda radicalizada local podrían reforzar
a los activistas antiglobalización extranjeros que pretenden perturbar la
realización de la Cumbre del G-20.
Al mismo tiempo, las
organizaciones antiglobalización de todo el mundo podrían proporcionar mayores
medios económicos y una buena causa para incrementar la importancia de estos
grupos, facilitar el reclutamiento de nuevos miembros e incentivar la realización
de nuevos atentados.
Por otra parte, como se ha
señalado los grupos anarquistas y las organizaciones mapuches se complementan y
retroalimentan mutuamente.
Por último, cabe destacar que
activistas y organizaciones chilenas están involucradas en el resurgimiento de
la violencia política en Argentina.
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