El
presidente Donald Trump esta modificando tanto su equipo de gobierno como el
programa de su administración.
Donald
Trump está dando mayor previsibilidad a su Administración renovando a sus
colaboradores más cercanos y modificando algunas de sus propuestas de campaña.
Se ha
desprendido de elementos de la alt right, como su asesor de estrategia, Steve
Bannon y el inexperto Anthony Scaramucci para rodearse de hombre provenientes
de las fuerzas armadas.
Tres
generales retirados ocupan posiciones claves en la Administración Trump, el
jefe de gabinete John Kelly; el Asesor de Seguridad Nacional, H. R. McMaster y
el secretario de Defensa, James Mattis.
Pero,
esta no es la única influencia de los militares. El presidente Trump eligió
para dirigir por primera vez un mensaje a la nación un tema vinculado con la
seguridad nacional y una instalación militar, el Fort Myer, en Arlington,
Virginia para realizar su alocución. Desde allí anunció su nueva estrategia
para el sur de Asia que comprende la política estadounidense para Afganistán.
Las
fuerzas armadas de los Estados Unidos llevan desplegadas en Afganistán dieciséis
años, por lo que algunos expertos denominan a este conflicto la “guerra
interminable”.
El
objetico inicial de las fuerzas armadas fue combatir a Al Qaeda en la “guerra contra el terror” declarada por
el presidente George W Bush, tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas, el
11-S. Desde 2014, esas operaciones han incorporado como misión complementaria
luchar contra las milicias del ISIS o Estado Islámico en ese país.
Esa
guerra consumió (en cifras del departamento de Defensa al 31 de diciembre 2014)
la vida de 2.216 soldados estadounidenses (más de 1.800 caídos por acciones
hostiles) y decenas de miles de heridos. También consumió aproximadamente
700.000 millones de dólares de los contribuyentes americanos. Mientras que el
saldo positivo ha sido muy poco significativo.
En
2010, los Estados Unidos tenían desplegados unos cien mil hombres de sus fuerzas
armadas. Desde entonces se ha reducido su presencia a tan solo 8.900 efectivos
propios. Además, la coalición occidental que combate al terrorismo yihadista en
ese país despliega otros 4.600 hombres de varias nacionalidades.
Desde
que el presidente Obama anunció el retiro de las tropas estadounidenses, el
gobierno de Kabul ha perdido gradualmente el control del territorio afgano.
Hace un año controlaba en forma indiscutible el 72% de ese territorio, hoy sólo
controla el 57% del mismo.
Es
imposible no hacer comparaciones entre el proceso que el alto mando
estadounidense enfrenta en Afganistán y lo ocurrido en Vietnam, en 1973, cuando
se anunció el retiro de las tropas americanas.
Por lo
pronto, el presidente Trump pospuso el retiro de los estadounidenses de
Afganistán sin fecha.
Hablando
al pueblo americano en el momento de máxima audiencia, el presidente Trump
anunció a fijar una fecha para el retiro final de las tropas estadounidenses
-algo que su predecesor, Barak Obama, había establecido para 2016- y destacó
que serían las “condiciones” quienes
indicarían cuando ese momento llegara.
“Una retirada apresurada crearía un vacío
que los terroristas, incluido el ISIS y Al Qaeda llenarían de inmediato, tal y
como ocurrió antes del 11-S y, como sabemos, América se fue de Irak de forma
equivocada y apresurada”, señaló el presidente.
“Ya no vamos a construir una nación, vamos
a matar terroristas”, enfatizó Trump, tras explicar que su papel no
sería decir a los afganos como vivir o como construir su sociedad. “Estados Unidos trabajará con el gobierno
afgano siempre que veamos determinación y avances. Pero nuestro compromiso no
es ilimitado y nuestro apoyo no es un cheque en blanco. El pueblo
estadounidense espera ver reformas reales y resultados reales”, apunto
también.
Además,
lanzó una advertencia contra Pakistán, país al que acusó de ser “refugio para
organizaciones terroristas.”
En
junio pasado, el Pentágono propuso a Trump un plan para agregar tres mil
soldados más al contingente enviado a Afganistán y el presidente optó por
otorgar al departamento de Defensa la autoridad para determinar la cantidad y
naturaleza del contingente a enviar, pero el jefe del Estado Mayor, general
James Mattis, prefirió aguadar a disponer de una estrategia clara por parte de
la Administración antes de modificar el despliegue de sus fuerzas en
Afganistán.
REPERCUSIONES
Tras
el discurso del presidente estadounidense no tardaron las repercusiones.
El gobierno
afgano fue el primero en expresar su apoyo. Tanto el presidente afgano, Ashraf
Gani, como el jefe del ejecutivo, Abdulá Abdulá, agradecieron el envío de más
tropas a su país sin fecha de retirada.
Según
el presidente afgano, la nueva estrategia de Estados Unidos en Afganistán pone
el énfasis particular en el respaldo a las fuerzas armadas afganas: permitirá
doblar el número de tropas especiales, mejorar las Fuerzas Aéreas o incrementar
el número de asesores que trabajen con los militares afganos.
Todo
ello, afirmó Gani: “deberá mostrar a los
talibanes […] que no pueden lograr una victoria militar”.
Por su
parte los talibanes declararon que; “Si
los estadounidenses no retiran sus fuerzas en Afganistán, no está lejos (el día
en que) esta tierra se convertirá en el cementerio del siglo XXI del imperio
estadounidense”, señaló el vocero talibán Zabihullah Mujahid.
“Mientras que un soldado de los Estados
Unidos permanezca en el país […] continuaremos con nuestra yihad contra ellos
con la moral fuerte, con plena voluntad y más sobriedad.”,
detalló el líder talibán.
El
gobierno de la India, al conocer el mensaje del presidente estadounidense,
expresó: “Estamos comprometidos en apoyar al gobierno y a la gente de
Afganistán en sus esfuerzos por llevar la paz, la seguridad, la estabilidad y
la prosperidad a su país”, informó el ministerio de Relaciones Exteriores indio
en un comunicado.
La
India ha invertido unos dos mil millones de dólares en varios proyectos para la
reconstrucción de Afganistán desde la caída del régimen talibán, en 2001, y
hace un año comprometió mil millones de dólares más para el país tras una
visita del presidente afgano, Ashraf Gani, a Nueva Delhi.
El
secretario general de OTAN, Jens Stoltenberg, por su parte, ha dado señalado en
un comunicado: “Doy la bienvenida al
nuevo enfoque del presidente Trump con respecto a Afganistán y a la región,
basado en condiciones. La OTAN sigue plenamente comprometida en Afganistán y
estoy deseando debatir el camino hacia adelante con el general Mattis y
nuestros aliados y socios internacionales.”
CONCLUSIONES:
El conflicto
de Afganistán tiene las características propias de una guerra prolongada de
desgaste. Los terroristas yihadistas apuestan al momento en que los
estadounidenses consideren que mantener tropas en Afganistán es demasiado
costoso en hombre y en recursos económicos.
Po
otra parte, los afganos son un pueblo de guerreros que a lo largo de su
historia han combatido a los rusos, a los ingleses, nuevamente a los rusos y
ahora a las fuerzas de la coalición internacional y cuando no combatían contra
invasores extranjeros lo hacían entre ellos.
Cuando
se lucha durante generaciones, la violencia e incluso la guerra se convierten
en algo natural, algo cotidiano, casi en una forma de vida.
Mientras
que para los soldados estadounidenses es un conflicto en un país remoto, donde
la gente tiene una idiosincrasia difícil de comprender y donde los intereses
americanos en juego a veces no resultan claros.
El
soldado estadounidense va a Afganistán a cumplir un servicio con su país y a
tratar de regresar con vida para poder continuar su existencia en los Estados
Unidos, con quienes ama, y a tratar de olvidar esa horrible guerra.
Mientras
que el combatiente afgano lucha, la igual que hizo su padre y su abuelo, para liberar
a su país de los invasores infieles y por su fe.
Bajo
esas horribles condiciones no se puede ser muy optimista sobre el resultado
final de este conflicto.
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