Los
recientes atentados en Barcelona, llevados a cabo por personas de menos de
treinta años, nos llevan a preguntarnos que factores llevan a los jóvenes
musulmanes de Europa a la radicalización y al terrorismo.
La
mayoría de los expertos en lucha contra el terrorismo yihadista consideran que
el elemento determinante que lleva a un joven musulmán al terrorismo es la
forma en que se radicaliza.
La
radicalización islamista, según el profesor Javier Jordán de la Universidad de
Granada, es un “proceso mediante el que
un individuo incorpora un sistema de creencias que incluye la voluntad de
emplear o apoyar activamente la violencia con el fin de alcanzar los objetivos
del salafismo yihadista.”
En el
proceso de radicalización de los jóvenes musulmanes europeos es posible
encontrar factores globales, locales y personales.
Los
factores globales cabe mencionar las situaciones de injusticias y los
conflictos armados que provocan el sufrimiento de la población musulmana,
particularmente ancianos, mujeres y niños. Las noticias relacionadas con estos
hechos pueden generar sentimientos particulares de humillación, agravio y
rebeldía en quienes comparten la fe islámica.
Las
noticias que llegan sobre conflictos en Siria, Irak o Palestina pueden reforzar
determinados elementos ideológicos del salafismo yihadista, como, por ejemplo,
la existencia de una nueva cruzada de ejércitos cristianos y judíos contra el
islam, el deber de la yihad, la supremacía de umma sobre las solidaridades
nacionales, la conveniencia de restaurar las antiguas fronteras del califato,
etc.
Al
mismo tiempo, la revolución en las tecnologías de la información y la imagen
constituyen en un elemento, aunque no motiva directamente los procesos de radicalización,
sí los facilita al posibilitar la transmisión de conocimientos y la difusión de
valores, de manera instantánea, descentralizada y a muy bajo costo.
Los
factores locales comprenden un conjunto de problemas relacionados con una
posible integración fallida de inmigrantes de origen musulmán.
La
formación de guetos, la existencia de graves desigualdades entre musulmanes y
no musulmanes en términos de formación profesional, fracaso escolar, acceso al
mercado laboral, situación de empleo; deficiente integración sociopolítica,
manifestada en desconfianza hacia el sistema y las instituciones, o la
aparición de estructuras paralelas de participación política y social; la
polarización social, las actitudes de rechazo y desconfianza por parte de la
sociedad europea.
Todas
estas circunstancias pueden generar estados de frustración, de humillación y de
desafección hacia la sociedad que crean un terreno fértil a la radicalización
violenta.
El
discurso yihadista también trata de integrar estas situaciones en su marco
explicativo y en clave de conspiración, argumentando que los musulmanes por el
hecho de serlo son tratados como ciudadanos de segunda clase en las sociedades
europeas.
Los
factores personales a su vez contienen elementos racionales, emocionales, normativos
y de identidad grupal.
Los
elementos racionales llevan a recurrir al terrorismo como una técnica armada
que permite plantear con posibilidades de éxito un conflicto asimétrico contra
un adversario poderoso en términos militares. Es también una herramienta útil
en términos de chantaje y propaganda ya que permite situar rápidamente una
determinada cuestión en el centro de la opinión pública, presionando al Estado
y a la sociedad para obtener determinadas concesiones.
Los
objetivos yihadistas solo pueden alcanzarse por medio del empleo de la
violencia como consecuencia del radicalismo de su ideología que los convierte
en un sector extremadamente minoritario dentro del islam.
Por
último, el terrorismo crea la ilusoria idea de alcanzar ciertos resultados a corto
plazo, siempre que sus demandas sean muy limitadas: liberación de prisioneros,
retiro de tropas de ciertos conflictos, etc.
Evidentemente
la racionalidad del terrorismo es muy limitada, generalmente el terrorista
comete errores de cálculo de costos y beneficios, errores de cálculo de riesgo,
creen en una vulnerabilidad ilusoria, etc. Pero esto no elimina la racionalidad
dentro de la lógica yihadista.
Los
elementos emocionales que normalmente se atribuyen a los terroristas, en
especial a los más fanatizados o a los suicidas son: frustración, privación
relativa, rabia ante la injusticia padecida o sufrida por otros, deseos de
venganza, etc.
Pero,
además de estas emociones, también es posible encontrar en algunos casos
sentimientos asociados a la militancia en un grupo terrorista: deseo de
aventura, atracción por lo clandestino, fascinación por la violencia y la
agresividad, afán de notoriedad, deseo de sentirse admirado o de ser respetado
y temido, etc.
En
este sentido, la popularidad y la moral de victoria que generan las diferentes
organizaciones yihadistas son variables que ejercen una considerable influencia
de los potenciales reclutas.
Los
elementos normativos comienzan por el hecho de que el individuo que se
radicaliza interpreta la realidad desde la óptica del sistema de valores
yihadistas. A través de ellos el individuo hace propios, parcial o totalmente,
los objetivos de la causa radical, dotando de un nuevo sentido a su vida y sus
acciones.
A
partir de allí, los individuos radicalizados definen quienes son los amigos y
quiénes los enemigos. A menudo los yihadistas se contemplan como víctimas y
combatientes de una guerra defensiva que ellos no han comenzado.
Por
eso son muy receptivos a las teorías conspirativas que presentan coaliciones
ocultas contra el islam y contra los muyahidines.
Esto
explica que algunos yihadistas no tengan un plan para transformar la sociedad
(aunque otros muchos, sobre todo entre los líderes de alto nivel, sí lo
tengan). Les resulta suficiente con materializar la rabia y advertir el daño
que pueden provocar: en este caso la violencia no cambia las cosas, pero
proporciona al violento una sensación de poder y valor.
Los terroristas
yihadistas suelen considerarse a sí mismos como una élite: la vanguardia del
islam.
Para
reforzar esta idea los yihadistas suelen citar con frecuencia pasajes del Corán
o de la Sunna donde se recoge el mandato de combatir a los no creyentes,
incluidos cristianos y judíos, si estos atacan al islam.
En
consecuencia, conductas intuitivamente reprobables como el asesinato
indiscriminado de civiles o la muerte suicida se valoran de forma positiva e
incluso heroica. En algunos casos, el individuo puede seguir considerando la
violencia como un mal, pero la justifica como un instrumento imprescindible al
que se ve forzado para defenderse.
Los
predicadores o reclutadores yihadistas suelen utilizar argumentos -en ocasiones
con cierta solidez doctrinal- que convencen a los candidatos jóvenes y poco
instruidos sobre la legitimidad de la interpretación salafista de islam. Por
eso, no son extraños los casos de individuos que no comenzaron a practicar
seriamente el islam hasta que comenzaron su proceso de radicalización.
Los
elementos de identidad grupal están relacionados con la afinidad personal, el
compañerismo, el parentesco o la amistad que impulsan a un determinado grupo a
actuar en la persecución de objetivos comunes
La
principal motivación de un joven que se radicaliza puede responder al deseo de
ser aceptado y a la solidaridad intragrupal, más que a razones de carácter
religioso o ideológico.
La
necesidad de pertenencia grupal es más fuerte en personas que buscan su
identidad o un sentido de pertenencia (por ejemplo: inmigrantes recién llegados
y sin familia, inmigrantes de segunda generación no integrados, internos dentro
de un penal, conversos que proceden de grupos antisistema o de familias
disgregadas, etc.), aunque no siempre deba tratarse de personas en situaciones
límites.
La
militancia clandestina proporciona una identidad particular. Se trata de
relaciones más intensas que una amistad normal por lo que suponen la lealtad,
sacrificio e intimidad.
La
presencia de amigos o parientes dentro del grupo radical aumenta la confianza.
Se espera que no traiciones y, de ese modo, la integración en el grupo tampoco
supone una ruptura vital pues se mantienen relaciones anteriores al ingreso.
Para
muchos individuos la amistad y la camaradería en una célula de estas
características resulta enormemente atractiva, en comparación con una
existencia gris, marcada por un trabajo rutinario de escasos ingresos.
Los
grupos de amigos pueden conducir a la radicalización de dos maneras: porque
desde un principio tienen ese propósito (es decir, que sean promovidos por uno
o varios yihadistas que aprovechan la amistad con fines de reclutamiento), o
porque, dentro de un grupo preestablecido, uno o varios de sus miembros se
acercan al yihadismo y, posteriormente, arrastran a los demás.
La
polarización que promueve la ideología yihadista fortalece el compromiso de los
miembros y simpatizantes, y eleva las barreras virtuales que separan al
terrorista del resto de la sociedad.
CONCLUSIONES
La
comprensión de los factores que inducen a la juventud musulmana de Europa a la
radicalización constituye un factor fundamental en la lucha contra el
terrorismo yihadista. Solo conociendo plenamente las causas y actuando contra
ellas será posible evitar que nuevos jóvenes se conviertan en victimarios y
víctimas del terrorismo.
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19 agosto, 2017
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