Es
difícil decir que un atentado que dejó quince inocentes víctimas fatales y un
centenar de heridos es un fracaso. Pero, el hecho puede tener más de una
lectura.
El
Estado Islámico se encuentra evidentemente en crisis. No solo por sus pérdidas
territoriales en Siria, Irak y Libia. Si no, especialmente, porque sus últimos
atentados en Europa evidencian una carencia absoluta de medios materiales y de
preparación.
Convengamos
que un yihadista atacando con un machete a policías fuertemente armados o
apuñalando transeúntes en una ciudad europea puede ser muy aterrados para la
mayoría de los ciudadanos. Aunque desde el punto de vista de la seguridad es
verdaderamente patético.
Cuando una organización que pretende reconstruir el Califato Islámico y reducir a
España a la condición de provincia musulmana de este, no es capaz de proveer a
sus terroristas suicidas de armas de fuego y cinturones explosivos no
se la pueda tomar en serio.
Siempre
habrá individuos que se radicalizan por diversas circunstancias y aceptan
inmolarse por su fe y por sus creencias. Pero cuando estos individuos alineados
solo pueden agredir envistiendo con un automóvil alquilado o con un cuchillo de
cocina comprado en una tienda, el grupo yihadista deja de ser una real amenaza
a la seguridad nacional para transformarse tan solo un serio problema policial.
En
ocasiones el árbol puede ocultar el bosque. Un atentado que cobra la vida de
quinde personas es, sin lugar a duda, un hecho muy grave e impactante. Un hecho
que no debería ocurrir bajo ningún concepto. Pero, el atentado podría haber
sido mucho más grave y solo la torpeza y la falta de medios de los terroristas
lo impidieron.
EL PLAN TERRORISTA
La célula
yihadista de Ripoll se proponía realizar un atentado explosivo de gran
envergadura que produjera numerosas víctimas. El blanco, además, debería tener
un gran valor simbólico para los españoles y para el mundo entero.
En la
lista de posibles blancos, en Barcelona, sobresalía la iglesia La Sagrada Familia, un emblemático
edificio creado por el arquitecto Gaudí. Esta Iglesia, patrimonio de la
Humanidad, era visitado diariamente por centenares de turistas. De modo que un
ataque en ese lugar afectaría a gran número de personas.
En
segundo término, en la nómina de posibles blancos, se situaba el paseo de La
Rambla. Otro lugar emblemático de la ciudad de Barcelona muy concurrido a toda
hora por españoles y turistas extranjeros.
Al
parecer, sin definir claramente el blanco todavía, los terroristas se dedicaron
a producir explosivos (Triperóxido de Triatoma -TATP-, más conocido entre los
yihadistas como “la madre de Satán”) y a acumular bombonas (garrafas) de gas
butano, de las cuales llegaron a adquirir poco más de un centenar.
Estaban
en este proceso, cuando su propia torpeza y falta de medios provocó una
gigantesca explosión que destruyó totalmente la finca de Alcanar donde habían
improvisado su laboratorio de explosivos y tenían el depósito de las bombonas.
La
detonación mató también a dos miembros de la célula yihadista, entre los cuales
se encontraba el líder y organizador: el imán Abdel Baki Essatti.
Los
terroristas sobrevivientes muy afectados por el suceso entraron en pánico sin
saber muy bien que hacer.
Muerto
su líder, el imán Abdel Baki Essatti, perdidos los explosivos que pensaban
detonar y bajo la certeza de que pronto la policía saldría a darles caza y que
en el mejor de los casos terminarían sus días en una cárcel española, los
terroristas elaboran un alocado “Plan B”:
inmolarse llevándose consigo al mayor número de infieles posibles.
El
problema era que contaban con escasos medios. Un par de vehículos a lo sumo. De
allí que salieran a comprar cuchillos en un bazar y armar falsos cinturones
explosivos para intimidar a la policía. Su propósito era atentar mediante un
atropellamiento en La Rambla y apuñalar a todos aquellos que se pusieran a su
alcance.
Cabe
pensar cuanto más daño podrían haber hecho estos jóvenes yihadistas si hubieran
contado con el mismo armamento que los terroristas de Club Bataclan y el
entorno de Saint-Denis.
Recordemos
que, en los ataques del 13 de noviembre de 2015 en París, siete terroristas
armados con fusiles Kalashnikov y cinturones explosivos llevaron a cabo seis
ataques que produjeron 130 víctimas mortales, 352 heridos (entre ellos 99 en
estado crítico) y grandes destrozos materiales.
EL ATAQUE EN LA RAMBLA
Esta vez
la suerte estuvo del lado de los terroristas. El paseo de La Rambla no contaba
con ningún tipo de infraestructura defensiva que protegiera a los transeúntes
en caso de un ataque por atropellamiento o de coche bomba. El atentado se produjo
en un horario de gran afluencia de paseantes y la saña y sangre fría del
conductor terrorista incrementaron el número de víctimas dando mayor
transcendencia al atentado.
Los
hechos en Cambrils son menos claros. Lo cierto es que los Mossos d´Escuadra
estaban en alerta y con gran eficacia neutralizaron a los terroristas
abatiéndolos antes de que pudieran provocar gran número de víctimas. Recordemos
que estos estaban solo armados con cuchillos de cocina.
El
balance final es claramente desfavorable para el Estado Islámico. Perdió a una
célula de al menos doce hombres, sumando los muertos y detenidos
posteriormente. Entre sus bajas se cuenta un importante cuadro terrorista, el
imán Abdel Baki Essatti, muerto en la explosión de la finca de Alcanar.
El
imán tenía experiencia en el reclutamiento de jóvenes para radicalizarlos,
estaba familiarizado con los viajes por diversos países europeos y hasta con la
preparación de atentados. Un cuadro de estas capacidades no es fácil de
reemplazar para una organización terrorista.
El
Estado Islámico no pudo llevar a cabo un ataque de envergadura y debió
conformarse con la pequeña victoria de un atropellamiento particularmente
exitoso. Magro botín para una organización que tan sólo tres años atrás
pretendía modificar el mapa de Medio Oriente creando un nuevo estado
teocrático.
Perder
a una docena de “soldados de Ala”
para asesinar a tan solo quince infieles no es ningún triunfo militar tan sólo
una victoria pírrica. Ninguna fuerza combatiente sobrevive mucho tiempo con ese
nivel de bajas.
Pero
cuidado. El enemigo no está muerto sino solo muy golpeado. Aún puede hacer
serio daño. No es momento para celebrar y mucho menos para relajar los
controles o aflojar en la lucha. Hay que seguir negando a los terroristas en
Europa el acceso a armas de fuego y a los explosivos. También debe monitorearse
a los imanes para evitar que algunos prediquen un discurso de odio que lleve a
la radicalización a los buenos muchachos musulmanes.
Recordemos
que siempre habrá fanáticos dispuestos a todo.
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