martes, 22 de agosto de 2017

EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI RETROCEDE EN AMÉRICA LATINA



América Latina se dispone a dejar atrás el ciclo del populismo corrupto de la mano de líderes más racionales e integrados al mundo.

LOS PRIMEROS CAMBIOS

La muerte del caudillo venezolano Hugo Chávez, fundador del “socialismo del siglo XXI”, el 5 de marzo de 2013, marcó el principio del fin para la etapa de gobiernos populistas que se expandieron por América Latina a comienzos del nuevo milenio.

Algunos de sus exponentes más emblemáticos han dejado la presidencia y enfrentan problemas con la justicia por hechos de corrupción ocurridos durante su gestión.
Tal es el caso de los brasileños Luis Inacio “Lula” da Silva, Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández de Kirchner, el peruano Ollanta Humala y el ecuatoriano Rafael Coreano.

Otros, aún en el poder, enfrentan un destino incierto, como el inefable Nicolás Maduro y el boliviano Evo Morales o la chilena Michelle Bachelet.

El cambio de tendencia comenzó poco después del fallecimiento del “Comandante Eterno” de Venezuela, cuando en Paraguay asumió la presidencia el empresario tabacalero Horacio Manuel Carles Jara, el 15 de agosto de 2013.

Luego, el 28 de julio de 2016, el pueblo peruano eligió a otro empresario de ideas pro mercado y respetuoso de las reglas de la democracia liberal, Pedro Pablo Kuczynski.

Ese mismo año, Mauricio Macri derrotó al candidato continuista del kirchnerismo, el motonauta Daniel Scioli. En esa forma Macri se consagró como el primer presidente que llegó a la Casa Rosada, desde la reforma electoral de 1912 que consagró el voto universal y secreto, que no provenía de ninguno de los dos partidos históricamente mayoritarios de la Argentina: la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista o Peronista.

Todos estos cambios los llevaron a cabo los latinoamericanos con su voto. En cada uno de estos países fue el propio pueblo quién decidió apartarse del populismo.

EL CAMBIO EN ECUADOR

Por eso resulta particularmente curioso lo que está aconteciendo en Ecuador. En este país andino, a comienzos del corriente año fue electo el candidato de la oficialista Alianza País, el partido del presidente populista Rafael Correa que terminaba su mandato, el empresario Lenin Moreno.

El nuevo presidente había sido vicepresidente de Correa en su primer mandato y todos los observadores consideraban que sería tan sólo un presidente de transición que “cuidaría” el cargo a Correa hasta que este retornara triunfante cuatro años más tarde.

Por eso ha sorprendido la energía y decisión con que el presidente Lenin Moreno se ha distanciado de su predecesor e impulsado las investigaciones judiciales sobre hechos de corrupción ocurridos en tiempos de la “revolución ciudadana” implementada por el correísmo en sus mejores días.

En Ecuador, durante los últimos tiempos del gobierno de Rafael Correa, las denuncias sobre sobornos de la empresa constructora brasileña Odebrecht se mantuvieron en sordina. Durante los gobiernos de Correa, Odebrecht obtuvo contratos por 1.600 millones de dólares en Ecuador y pagó al menos 33,5 millones en sobornos a funcionarios ecuatorianos. Pero, todo cambio con Lenin Moreno que incluso avaló investigaciones que involucraban muy seriamente a su vicepresidente Jorge Glass.

Prudentemente, Rafael Correa se apresuró a refugiarse en Bélgica donde la nacionalidad de su esposa le asegura un permiso de residencia y dificulta que sea extraditado a Ecuador si llega el caso.

Desde allí, el ex presidente hace una encendida defensa del vicepresidente Glass y de otros de sus ministros imputados por corrupción, mientras lanza dardos mediáticos contra su sucesor.

Hasta allí el tema parecía circunscribirse a una puja de poder interno entre el presidente Moreno y su predecesor. Incluso la prensa internacional ironizó sobre el tema hablando que en Ecuador había un “Juego de Tronos”.

Pero las recientes medidas adoptadas por el presidente Lenin Moreno en materia de política internacional indican algo más profundo.

En Ecuador podría estar teniendo lugar un profundo clivaje ideológico que implicaría abandonar el populismo del tan meneado “socialismo del siglo XXI” que no ha hecho otra cosa que empobrecer a los pueblos latinoamericanos.

Moreno sorprendió la semana pasada con un mensaje televisado, emitido el lunes 14, en el que condenó la violencia aplicada por el régimen de Nicolás Maduro y denunció la existencia de presos políticos. Unos días después, el viernes 18, anunció el cese en su cargo de los embajadores en Venezuela y en Cuba, donde ambos funcionarios mantenían el alineamiento con el eje Caracas – La Habana que había sido la base de la política exterior de Correa. También relevó al embajador ecuatoriano en Estados Unidos, a quien iba a resultarle difícil superar el cambio del discurso antiimperialista a otro más realista.

En su mensaje sobre Venezuela, Moreno calificó la situación como “preocupante”, y aunque evitó mencionar directamente al presidente Maduro, sus palabras fueron claras: “Por encima de cualquier postura ideológica o política, la vida s sagrada e intocable. La muerte de seres humanos es un hecho que debemos lamentar y rechazar enérgicamente”. Mostró además su preocupación por la existencia de “cantidad de presos políticos”, una denominación que el gobierno venezolano niega.

De acuerdo con Moreno, la “democracia es aquella en la que los problemas se solucionan con el diálogo entre todos los actores. Recordar que el mejor mecanismo para ello es la democracia directa, que para los mandatarios debería ser la última palabra.” El presidente ecuatoriano terminó su discurso expresando su solidaridad con el pueblo venezolano, deseándole “que pronto alcance la paz y que no se derrame ni una gota más de sangre”.

De momento es un distanciamiento tímido, pero si el nuevo presidente busca un perfil propio lo normal es que debilite los compromisos con la Alternativa Bolivariana para las América (ALBA), el nucleamiento de países que responden a las directivas diplomáticas emanadas desde La Habana y que son el principal sustento del régimen venezolano. Operación que deberá realizar gradualmente para no despertar las reticencias de la base de izquierda que lo apoya.

En cualquier caso, la que ha quedado en tela de juicio es la canciller, María Fernanda Espinosa, quien en alguna ocasión ha manifestado su preocupación por la violencia de la oposición a Maduro. Espinosa ha concurrido a Caracas para apoyar la instalación de la Asamblea Constituyente ilegalmente promovida por Maduro.

Este cambio de política exterior fue acompañado de cambios en las políticas públicas internas. Moreno advirtió a la población que su gobierno recibió una economía en estado crítico, con una deuda pública de 41.000 millones de dólares, además de otros pasivos y contingentes que podrían convertirse en deuda.

El nuevo jefe de Estado también señaló que debido a la caída de los precios internacionales del petróleo y las consecuencias del terremoto que afectó al país, entre otras razones externas, el gobierno de Correa tomó decisiones que llevaron al país al límite de sus posibilidades.

Demostrando gran prudencia y sin entrar en el juego de acusaciones e insultos a los que era proclive su antecesor, Moreno ha respondido que su administración será austera y que el sector privado volverá a ser el motor de la economía ecuatoriana. Lo cierto es que ya puso en venta uno de los dos aviones presidenciales, además de treinta vehículos de lujo destinados al servicio del Gobierno y redujo en diez por ciento del salario de los funcionarios públicos de mayor nivel.

Estas medidas han acrecentado la imagen del presidente que por el momento cuenta con niveles de aprobación sin precedentes en Ecuador.

CONCLUSIONES

Todo parece indicar, que al menos por el momento, el ciclo populista en América Latina parece llegar a su fin. Esto implica una importante pérdida de influencia en la región para Cuba que además de los réditos políticos que le proporcionaban los gobiernos afines en la región perderá las ventajas económicas que obtenía de la venta de servicios médicos y educativos, a través de las “misiones” en Brasil, Ecuador y Caracas. Las “misiones” eran una importante fuente de divisas para La Habana.

Además, estos gobiernos amigos eran permeables a las actividades de la inteligencia cubana que parasitaba las estructuras de seguridad e inteligencia de los países que caían bajo su influencia. Sin estos amigos su influencia regional también se verá reducida.


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