América
Latina se dispone a dejar atrás el ciclo del populismo corrupto de la mano de
líderes más racionales e integrados al mundo.
LOS
PRIMEROS CAMBIOS
La muerte del caudillo
venezolano Hugo Chávez, fundador del “socialismo del siglo XXI”, el 5 de marzo
de 2013, marcó el principio del fin para la etapa de gobiernos populistas que
se expandieron por América Latina a comienzos del nuevo milenio.
Algunos de sus exponentes más
emblemáticos han dejado la presidencia y enfrentan problemas con la justicia
por hechos de corrupción ocurridos durante su gestión.
Tal es el caso de los
brasileños Luis Inacio “Lula” da
Silva, Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández de Kirchner, el peruano
Ollanta Humala y el ecuatoriano Rafael Coreano.
Otros, aún en el poder,
enfrentan un destino incierto, como el inefable Nicolás Maduro y el boliviano
Evo Morales o la chilena Michelle Bachelet.
El cambio de tendencia comenzó
poco después del fallecimiento del “Comandante
Eterno” de Venezuela, cuando en Paraguay asumió la presidencia el
empresario tabacalero Horacio Manuel Carles Jara, el 15 de agosto de 2013.
Luego, el 28 de julio de 2016,
el pueblo peruano eligió a otro empresario de ideas pro mercado y respetuoso de
las reglas de la democracia liberal, Pedro Pablo Kuczynski.
Ese mismo año, Mauricio Macri
derrotó al candidato continuista del kirchnerismo, el motonauta Daniel Scioli.
En esa forma Macri se consagró como el primer presidente que llegó a la Casa Rosada,
desde la reforma electoral de 1912 que consagró el voto universal y secreto,
que no provenía de ninguno de los dos partidos históricamente mayoritarios de
la Argentina: la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista o Peronista.
Todos estos cambios los
llevaron a cabo los latinoamericanos con su voto. En cada uno de estos países
fue el propio pueblo quién decidió apartarse del populismo.
EL
CAMBIO EN ECUADOR
Por eso resulta particularmente
curioso lo que está aconteciendo en Ecuador. En este país andino, a comienzos
del corriente año fue electo el candidato de la oficialista Alianza País, el
partido del presidente populista Rafael Correa que terminaba su mandato, el
empresario Lenin Moreno.
El nuevo presidente había sido
vicepresidente de Correa en su primer mandato y todos los observadores consideraban
que sería tan sólo un presidente de transición que “cuidaría” el cargo a Correa hasta que este retornara triunfante
cuatro años más tarde.
Por eso ha sorprendido la
energía y decisión con que el presidente Lenin Moreno se ha distanciado de su
predecesor e impulsado las investigaciones judiciales sobre hechos de
corrupción ocurridos en tiempos de la “revolución
ciudadana” implementada por el correísmo en sus mejores días.
En Ecuador, durante los
últimos tiempos del gobierno de Rafael Correa, las denuncias sobre sobornos de
la empresa constructora brasileña Odebrecht se mantuvieron en sordina. Durante
los gobiernos de Correa, Odebrecht obtuvo contratos por 1.600 millones de
dólares en Ecuador y pagó al menos 33,5 millones en sobornos a funcionarios
ecuatorianos. Pero, todo cambio con Lenin Moreno que incluso avaló
investigaciones que involucraban muy seriamente a su vicepresidente Jorge
Glass.
Prudentemente, Rafael Correa
se apresuró a refugiarse en Bélgica donde la nacionalidad de su esposa le
asegura un permiso de residencia y dificulta que sea extraditado a Ecuador si
llega el caso.
Desde allí, el ex presidente
hace una encendida defensa del vicepresidente Glass y de otros de sus ministros
imputados por corrupción, mientras lanza dardos mediáticos contra su sucesor.
Hasta allí el tema parecía
circunscribirse a una puja de poder interno entre el presidente Moreno y su
predecesor. Incluso la prensa internacional ironizó sobre el tema hablando que
en Ecuador había un “Juego de Tronos”.
Pero las recientes medidas
adoptadas por el presidente Lenin Moreno en materia de política internacional
indican algo más profundo.
En Ecuador podría estar
teniendo lugar un profundo clivaje ideológico que implicaría abandonar el
populismo del tan meneado “socialismo del
siglo XXI” que no ha hecho otra cosa que empobrecer a los pueblos
latinoamericanos.
Moreno sorprendió la semana
pasada con un mensaje televisado, emitido el lunes 14, en el que condenó la
violencia aplicada por el régimen de Nicolás Maduro y denunció la existencia de
presos políticos. Unos días después, el viernes 18, anunció el cese en su cargo
de los embajadores en Venezuela y en Cuba, donde ambos funcionarios mantenían
el alineamiento con el eje Caracas – La Habana que había sido la base de la
política exterior de Correa. También relevó al embajador ecuatoriano en Estados
Unidos, a quien iba a resultarle difícil superar el cambio del discurso
antiimperialista a otro más realista.
En su mensaje sobre Venezuela,
Moreno calificó la situación como “preocupante”,
y aunque evitó mencionar directamente al presidente Maduro, sus palabras fueron
claras: “Por encima de cualquier postura
ideológica o política, la vida s sagrada e intocable. La muerte de seres
humanos es un hecho que debemos lamentar y rechazar enérgicamente”. Mostró
además su preocupación por la existencia de “cantidad
de presos políticos”, una denominación que el gobierno venezolano niega.
De acuerdo con Moreno, la “democracia es aquella en la que los
problemas se solucionan con el diálogo entre todos los actores. Recordar que el
mejor mecanismo para ello es la democracia directa, que para los mandatarios
debería ser la última palabra.” El presidente ecuatoriano terminó su
discurso expresando su solidaridad con el pueblo venezolano, deseándole “que pronto alcance la paz y que no se
derrame ni una gota más de sangre”.
De momento es un
distanciamiento tímido, pero si el nuevo presidente busca un perfil propio lo
normal es que debilite los compromisos con la Alternativa Bolivariana para las
América (ALBA), el nucleamiento de países que responden a las directivas
diplomáticas emanadas desde La Habana y que son el principal sustento del
régimen venezolano. Operación que deberá realizar gradualmente para no
despertar las reticencias de la base de izquierda que lo apoya.
En cualquier caso, la que ha
quedado en tela de juicio es la canciller, María Fernanda Espinosa, quien en
alguna ocasión ha manifestado su preocupación por la violencia de la oposición
a Maduro. Espinosa ha concurrido a Caracas para apoyar la instalación de la Asamblea
Constituyente ilegalmente promovida por Maduro.
Este cambio de política
exterior fue acompañado de cambios en las políticas públicas internas. Moreno
advirtió a la población que su gobierno recibió una economía en estado crítico,
con una deuda pública de 41.000 millones de dólares, además de otros pasivos y
contingentes que podrían convertirse en deuda.
El nuevo jefe de Estado
también señaló que debido a la caída de los precios internacionales del
petróleo y las consecuencias del terremoto que afectó al país, entre otras
razones externas, el gobierno de Correa tomó decisiones que llevaron al país al
límite de sus posibilidades.
Demostrando gran prudencia y
sin entrar en el juego de acusaciones e insultos a los que era proclive su
antecesor, Moreno ha respondido que su administración será austera y que el
sector privado volverá a ser el motor de la economía ecuatoriana. Lo cierto es
que ya puso en venta uno de los dos aviones presidenciales, además de treinta
vehículos de lujo destinados al servicio del Gobierno y redujo en diez por
ciento del salario de los funcionarios públicos de mayor nivel.
Estas medidas han acrecentado
la imagen del presidente que por el momento cuenta con niveles de aprobación
sin precedentes en Ecuador.
CONCLUSIONES
Todo parece indicar, que al
menos por el momento, el ciclo populista en América Latina parece llegar a su
fin. Esto implica una importante pérdida de influencia en la región para Cuba
que además de los réditos políticos que le proporcionaban los gobiernos afines
en la región perderá las ventajas económicas que obtenía de la venta de servicios
médicos y educativos, a través de las “misiones” en Brasil, Ecuador y Caracas.
Las “misiones” eran una importante fuente de divisas para La Habana.
Además, estos gobiernos amigos
eran permeables a las actividades de la inteligencia cubana que parasitaba las
estructuras de seguridad e inteligencia de los países que caían bajo su
influencia. Sin estos amigos su influencia regional también se verá reducida.
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