El presidente Mauricio
Macri se ve obligado a cambiar al ministro Alfonso Prat Gay ante el fracaso de
la estratégica económica de su gobierno.
Cuando
el pasado 26 de diciembre el presidente argentino Mauricio Macri resolvió
sorpresivamente pedirle la renuncia a su ministro de Hacienda y Finanzas,
Alfonso Prat Gay, todos los observadores trataron de determinar las causas
reales de esta decisión.
Desde
el gobierno, y sus habituales voceros periodísticos, se deslizó la versión que
atribuía el alejamiento del ministro a problemas de personalidad. Se deslizaba
sutilmente la interpretación de que Prat Gay era un funcionario de gran talento
y capacidad de trabajo, exitoso en su gestión, pero con un temperamento
difícil, que confrontaba continuamente con sus colegas de gabinete e incluso
que mantenía una tensa relación con el presidente.
No
obstante, resulta difícil creer que un presidente cambie a un ministro exitoso
por un conflicto de egos. ¿Si Macri hecho a Prat Gay por su gran ego, que
debería hacer con la conflictiva y territorial ministro Susana Malcorra?
La
política, al nivel de las relaciones entre un presidente y su gabinete de
ministros, es ámbito de frecuentes choques de egos. Un primer mandatario
perdería con mucha frecuencia a sus colaboradores más cercanos si no
desarrollara la capacidad de tratar con personas que usualmente se consideran
superiores o mejores a los demás.
Por lo
tanto, la versión oficial -o mejor dicho la versión “extraoficial”- difundida desde la Casa Rosada no resulta muy
creíble.
El
gobierno, al mismo tiempo, insiste en afirmar que la gestión económica del ex
ministro Prat Gay fue exitosa. En gran medida lo fue. Argentina salió del
default, abandonó el cepo cambiario y realizó un blanqueo exitoso de los
activos y propiedades que los argentinos mantenía ocultos y por los cuales
evitaban pagar impuestos. Pero, no logró mucho más.
Es
cierto también, que no toda la responsabilidad por el bajo rendimiento de la
política económica es responsabilidad del ex ministro Prat Gay.
La
economía argentina continúa bloqueada por una tóxica combinación de recesión -caída
del PBI del 2%- e inflación elevada -40% anual-, también se ha disparado el
déficit fiscal y crecido el endeudamiento externo.
Los “brotes
verdes” que el gobierno esperaba en la economía para el último trimestre de
2016 no se han registrado.
Es
difícil determinar cuándo responsabilidad tiene el ministro saliente en este
problema y cuanta tienen otros funcionarios claves del área económica e incluso
el propio presidente Mauricio Macri con algunas de sus decisiones.
El
gobierno de Macri parece empeñado en conceder todas las demandas de los
sectores con capacidad de confrontarlo: gobernadores y legisladores peronistas,
sindicatos, agrupaciones piqueteras, etc. Esta política de continuas
concesiones tiene altos costos económicos.
La
negociación para la modificación del impuesto a las ganancias fue un claro
ejemplo de la combinación de errores de instrumentación y limitaciones frente a
los contrapoderes reales que enfrenta el actual gobierno argentino.
Lo
cierto es que, el mayor costo político de este fracaso del gobierno, se
descargó sobre el ministro Prat Gay a quien Macri apartó de las negociaciones
finales sobre el impuesto, en el Congreso.
Fue
entonces que Prat Gay decidió alejarse, cuando aún podía presentar una gestión
aparentemente exitosa, o fue el presidente quien decidió descargar sobre su
ministro el costo de la inoperancia y debilidad mostrada por gobierno durante
esa frustrante negociación.
Por el
momento al menos, resulta imposible descubrir la verdad.
Lo
cierto es que la salida Prat Gay y también la de la presidente de la empresa estatal
Aerolíneas Argentinas, Isela Constantini, son una clara señal de que el
gobierno de Mauricio Macri se encuentra en crisis en medio de un año electoral.
Si
quiere asegurar la marcha de su gobierno en los siguientes años, Mauricio Macri
debe tener un desempeño aceptable en las elecciones legislativas de octubre de
2017. Para ello la actividad económica debe evidenciar signos de recuperación y
la inflación debe estar bajo control.
Sin
alguna señal de “brotes verdes”,
Macri no podrá revalidar en las urnas su legitimidad como gobernante.
Esto
requiere cirugía mayor y no tan sólo un cambio cosmético de un par de
funcionarios. Pronto sabremos si el presidente está dispuesto a realizarla y si
sabe como hacerla.
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