Un sector de la clase
media argentina, que en las últimas elecciones voto por Mauricio Macri,
actualmente ha perdido la esperanza de que la Argentina sea un país más
predecible, seguro, próspero, con menos antagonismos, sin alianzas políticas
espúreas y con mejor gobernabilidad.
EL VOTO MACRISTA
Mauricio Macri alcanzo la presidencia de Argentina con
el apoyo del 51% del electorado. Esto significa que recibió el apoyo de
votantes pertenecientes a todos los sectores sociales. Pero, es evidente, que
su mayor apoyo provino de los estratos medios de la sociedad.
En medio de la grieta que divide a los argentinos, los
votantes de Macri eran, en general, personas que aspiraban a un cambio en la
marcha de los asuntos de su país. Aunque las motivaciones de los votantes eran
diversas, los observadores coinciden en señalar que el apoyo a “Cambiemos” se originó en el rechazo a
la demagogia populista y la soberbia del kirchnerismo, el cansancio ante el
descarado culto a la personalidad alentado por la ex presidente, los reiterados
y prolongados discursos de Cristina Kirchner por la cadena nacional de
radiodifusión, la continua apelación al drama del terrorismo de Estado, en la
década de los años setenta, para alentar la división, el revanchismo y el odio
entre los argentino. También la corrupción impune, el clientelismo descarado y
el asistencialismo estéril, entre otras muchas cosas más.
También pesaron al momento del voto las cuestiones
económicas. En el campo las retenciones impositivas a las exportaciones
agrícolas y la evidente hostilidad de los funcionarios kirchneristas contra el
sector.
En la clase media urbana, el descontento con el
kirchnerismo pasaba por el rechazo al “impuesto
al trabajo”, el cepo al dólar, el desborde del presupuesto fiscal y la
apelación a la emisión monetaria para sostenerlo con las correspondientes
consecuencias inflacionarias.
En lo social, los sectores medios se quejaban de las
endémicas protestas y piquetes que complicaban la vida cotidiana, el deterioro
de los hospitales, escuelas y universidades públicas, que las rutas y caminos
se tornaran intransitables por falta de mantenimiento, que no se construyeran
redes cloacales, gasíferas o de agua corriente, etc.
Los sectores mejor informados, y seguramente más
politizados, llevaban sus reclamos y rechazos a otros aspectos más complejos.
Como ser, el creciente aislamiento internacional del país, que la política
exterior se basara esencialmente en una alianza estratégica con Venezuela,
Cuba, Bolivia y Ecuador y la confrontación con el resto del mundo. Se
cuestionaba también que, después de catorce años, el país siguiera en default,
sin crédito ni inversiones extranjeras, que el nivel educativo de la población
descendiera año a año; que las fuerzas armadas estuvieran relegadas, faltas de
equipamiento y presupuesto, etc.
La sociedad en su conjunto rechazaba los argumentos
kirchneristas de que la “inseguridad”
era una cuestión de “sensación”, de
que los juzgados instalaran una “puerta
giratoria”, en beneficio de los delincuentes y para cumplir con los preceptos
ideológicos del garantismo zaffaroniano.
Por todas estas demandas y otras cosas más la gente
votó un cambio en noviembre de 2015.
LOS LOGROS DEL
PRIMER AÑO
Ha transcurrido un año desde entonces sin que los
sectores que votaron por Macri registren un cambio positivo en la situación del
país.
Es cierto que ha disminuido -sin desaparecer totalmente-
el aislamiento internacional, el país ha salido por fin del default de la deuda
externa, se eliminó el cepo cambiario y se redujeron sensiblemente las
retenciones al agro.
También se cambió el estilo de gobernar. Hay muchísimo
más republicanismo, menos personalismo y mayor y mejor funcionamiento de las
instituciones democráticas. Se terminó con el discurso único, el revanchismo y
la caza de brujas. Pero, además de promesas hay poco más que contar en el haber
del nuevo gobierno.
Esta no es una columna económica, ni pretende serlo,
pero no podemos dejar de consignar algunos aspectos económicos que percibe el
argentino de a pie.
El sinceramiento de tarifas, en los servicios públicos,
los combustibles y el transporte, disparo aún más la inflación. El impuesto a
las ganancias lejos de eliminarse -como había prometido Macri en la campaña
presidencial- se incrementó.
Estas medidas provocaron que la actividad económica
descendiera sensiblemente y aumentara el desempleo.
Fue evidente para todos los observadores que el
gobierno apelaba a la recesión (a través de una combinación de altas tasas de
ahorro en pesos y un dólar barato) como instrumento para contener la inflación.
Como en otras ocasiones de la historia argentina, el
peso de la crisis y el necesario ajuste financiero golpe impiadosamente a los
sectores bajos y medios que vieron reducido el poder adquisitivo de sus
salarios. Muchos de los más afectados eran decididos votantes del frente
Cambiemos.
Si bien el gobierno aun cuenta con un amplio apoyo
social, y muy probablemente también electoral, las demandas y cuestionamientos
a la marcha del gobierno macrista crecen día a día.
ALTAS Y BAJAS
La clase media espera, entre otras cosas, ver a alguno
de los notorios funcionarios corruptos del régimen kirchnerista entre rejas y
con una condena firme.
Espera que se racionalice a la Administración Pública,
depurándola de todos aquellos empleados y funcionarios innecesarios que nombró
el gobierno anterior, que se creen mecanismo trasparente para el ingreso a la
función pública, etc.
Pero, por el contrario, el gobierno irresponsablemente
aumenta continuamente el número de ministerios sin contemplar adecuadamente el
costo que estos nuevos organismos generan.
La clase media también espera que se contenga al gasto
destinado al “asistencialismo” y la “contención social”, que consume gran
parte de sus impuestos.
Pero, nuevamente el gobierno sigue el rumbo contrario.
Asume compromisos para transferir 30.000 millones de pesos hasta el final de su
gestión a las organizaciones piqueteras y de trabajadores desocupados. También
alienta la creación de una “obra social piquetera” que no será más que otra
caja recaudadora en manos de dirigentes sociales que han hecho de la protesta
callejera una forma de vida y de militancia política. Todo ello al solo efecto
de comprar la “paz social” en la navidad de 2016.
Las endémicas deficiencias del sistema educativo no
han sido atendidas, ni se conocen planes de reforma del sector. Algo similar
ocurre en áreas de medio ambiente, ciencia y tecnología o defensa.
No obstante, donde más se hacen sentir las falencias y
la inacción es en campo de la seguridad. La ministro Patricia Bullrich muestra
una inacción e inoperancia superlativa. Pero el presidente parece mirar hacia
otro lado.
Mientras tanto, se multiplican los robos y asesinatos,
el narcotráfico se enseñorea en extensas áreas del conurbano bonaerense, el
Gran Rosario y otras zonas suburbanas. Al mismo tiempo, miembros de las fuerzas
de seguridad frecuentemente se ven involucrados en hechos de corrupción y
complicidad con la delincuencia.
LA ALTERNATIVA DE HIERRO
Ante este pobre balance del primer año de gestión, los
sectores medios enfrentan una alternativa de hierro. Aunque no aprueba
totalmente la marcha del gobierno de Mauricio Macri, las alternativas de
recambio institucional en 2019 son, por el momento, peores.
Siempre está la amenaza de un retorno del caos
kirchnerista con todos los protagonistas sospechados de corrupción y otros
delitos.
Por otro lado, existe la alternativa de un gobierno
peronista formado por kirchneristas tardíamente arrepentidos que, sin embargo,
no reniegan de su tradición populista y demagógica.
Por ahora, la opción favorece a Mauricio, lo que nadie
sabe con certeza es hasta cuando el presidente podrá seguir contando con el
apoyo de la clase media si no es capaz de introducir mejoras en el
funcionamiento de su gobierno.
Si realmente no se producen cambios llegará el momento
en que serán los votantes los que produzcan cambios.
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