Las redes
sociales están impulsando una creciente farandulización de la política en todo
el mundo. Los nuevos dirigentes no han llevado una vida de militancia política,
no poseen una clara identidad ideológica ni un programa de gobierno, son tan
sólo personas conocidas por el gran público y con buena capacidad de
comunicación.
Los
avances en las tecnologías de la imagen y la comunicación, como todos los
cambios tecnológicos, tienen sus efectos positivos y negativos sobre las
sociedades que los padecen.
En las
décadas de 1930 y 1940, por ejemplo, se generalizó el empleo de la radio en los
hogares y como medio de información de masas. Inmediatamente la política se
apropió de ella.
El 30
de octubre de 1938, Orson Wells demostró a través de una obra radiofónica como
este medio de comunicación podía emplearse para sugestionar a las masas o
despertar la histeria colectiva.
Wells
recreó la novela de H. G. Wells, “The war
of the worlds” simulando que un noticiario radiofónico alertaba a la
población sobre un ataque marciano a los Estados Unidos. Los oyentes, que no
advirtieron que se trataba de una parodia, cayeron en pánico. El país entero
entró en conmoción.
En
realidad, desde hacía algunos años los políticos habían descubierto el poder
político que encerraba la radiodifusión. La radio fue fundamental para que los
líderes fascistas, como Benito Mussolini y Adolfo Hitler, llevaran su
propaganda a las masas. En los Estados Unidos, el presidente Franklin Delano Roosevelt
la empleó para darle aliento y esperanzas a los americanos, durante los duros
años de la Gran Depresión, a través de cálidas “Charlas junto a la chimenea”.
Poco
después, durante la Segunda Guerra Mundial, se emplearon libros, revistas,
películas cinematográficas y transmisiones radiales con fines propagandísticos.
El ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, encargó a la cineasta Leni
Riefensthal la realización de la película “El
triunfo de la voluntad” para difundir los “éxitos” de la nueva Alemania. Más tarde, programas radiales como “Alemania llamando, llamando a Alemania”,
conducido el desertor estadounidense William Joyce, conocido como “Lord Haw Haw”, pretendían minar la
voluntad de resistencia de los británicos. En él Pacífico, los japoneses
hicieron otro tanto. Con el programa “Hora
Zero”, locutoras como la Rosa de
Tokio, Ikuko Toguri, empleaban palabras dulces y melodías nostálgicas para
afectar la moral de soldados americanos que luchaban en las islas.
Por
esos años, en Argentina, Juan Domingo Perón, fue el primer político en emplear
la radio y las movilizaciones obreras para consolidar su influencia entre las
masas. Perón cerró el acceso a la radio a los políticos opositores, mientras
que sus mensajes a través de la “cadena
nacional” llegaban a todo el país.
En la
década de 1960, un nuevo cambio tecnológico introdujo el televisor en los
hogares. El mensaje político se potenció con la incorporación de la imagen. Así
lo entendió, rápidamente, John F. Kennedy. Su mayor conocimiento de la
importancia y los códigos de la televisión le permitió derrotar al entonces
vicepresidente Richard Nixon en el primer debate televisivo de la historia
americana.
Una
vez convertido en presidente, Kennedy empleó la televisión en varias ocasiones
para dirigirse a su pueblo. En especial, para mantener informado al pueblo
sobre la confrontación con la URSS durante la Crisis de los Misiles en Cuba. Incluso las trágicas escenas de su
asesinato pasaron a ser parte del mensaje político, además de un testimonio
histórico.
Durante
la Guerra de Vietnam, los distintos gobiernos estadounidenses también
descubrieron lo peligrosas que pueden ser las imágenes televisivas cuando no
son supervisadas (es decir, censuradas).
La
televisión, con su enorme poder para crear celebridades se constituyó en
generadora de un nuevo tipo de líderes políticos. Desde ese momento, para ser
reconocido como figura política, un candidato debía primero llegar a la
población a través de la pantalla. El actor Ronald Reagan fue el primer ejemplo
de un actor convertido en político. Primero fue gobernador de California y
luego presidente. Arnold “Terminator” Schwarzenegger, por haber
nacido en Austria, debió conformarse con ser tan sólo gobernador de California.
En la
década de 1980, el entonces gobernador de la provincia de La Rioja, Carlos S.
Menem, comenzó su campaña presidencial como corredor de automóviles y
apareciendo fotografiado con vedettes escasamente vestidas.
Sus
opositores se burlaban de él, sus asesores de campaña desesperaban, pero el
candidato sabía muy bien lo que hacía. “Que
hablen de mí. Que hablen mal o bien, pero que hablen”, solía decir a sus
íntimos cuando cuestionaban su estrategia.
Y,
Menem lo hizo, contra todos los pronósticos, primero ganó la interna del
Partido Justicialista contra el gobernador bonaerense Antonio Cafiero y, luego,
derrotó al candidato de la Unión Cívica Radical, el gobernador de Córdoba,
Eduardo Angeloz.
Una
vez convertido en presidente, Menem aplicó una estrategia similar para ganar
las elecciones legislativas. Convocó a toda una generación de celebridades del
mundo del espectáculo y el deporte para reforzar las listas de candidatos del
Partido Justicialista.
Así se
convirtieron en diputados, gobernadores, embajadores y hasta candidatos
presidenciales, el cantautor Ramón “Palito” Ortega, el campeón automovilístico
Carlos Reutemann, el motonauta Daniel Scioli, el rugbier Hugo Porta, la actriz
Irma Roy, etc.
El
mismo Mauricio Macri, actual presidente de la Argentina, luego de ser un
empresario de éxito, abandonó todo para convertirse en presidente del club de futbol
más famoso del país, Boca Juniors (la mitad más uno del país). Esta fue la
plataforma de comunicación que lo proyectó hacia la política. Primero como
diputado, luego como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y finalmente
a la presidencia de la Nación.
Con la
llegada de las redes sociales este tipo de líderes encontraron nuevas
facilidades para transmitir sus mensajes.
Barack
Obama fue el primer presidente en aprovechar las redes sociales para comunicar
sobre diversos aspectos durante la campaña presidencial y luego sobre aspectos de
su gestión.
Pero,
quién más ha sabido aprovechar las nuevas tecnologías y las redes sociales ha
sido Donald Trump. Este magnate inmobiliario, se hizo famoso por rodearse de
bellas esposas rubias y conducir durante once años el programa de telerrealidad
“The Apprentice”, de gran audiencia en los Estados Unidos.
Pese a
que tenía a todos los medios de prensa americanos en su contra (sólo trece
diarios regionales apoyaron su candidatura) y buena parte de las agencias de
noticias internacionales lo atacaban, Trump apeló a las redes sociales y, en
especial, al empleo del Twitter para difundir su propuesta y comunicarse con
sus seguidores.
El
triunfo de Donald Trump, ratifica que para tener éxito en la política del siglo
XXI, primero hay que ser conocido, sin que importe demasiado el porqué de esa
celebridad. Veamos algunos ejemplos más.
En
Italia, la actriz porno Ilona Staller, más conocida como “la Cicciolina” (el apodo significa en el lenguaje coloquial
italiano “Cariñosita” o “Dulzurita”), una húngara nacionalizada,
fue elegida en 1987 diputada por el Partido Radical Italiano.
Más
tarde, el cómico italiano, Giuseppe Piero Grillo, “Beppe Grillo”, que tiene un blog con 160.000 visitas diarias, creó
en 2009 un partido político denominado “Movimiento
Cinco Estrellas” -“M5E”-.
En
2013, el M5E fue el partido más
votado en las elecciones italianas, cosechando el 25,5% de los votos para
diputados (108 escaños) y 23,8% para el Senado (54 escaños).
En
enero de 2016, Beppo Grillo abandonó el partido después de descubrir que “la política es una enfermedad mental”.
Su partido pasó a ser conducido por el empresario Gianroberto Cassaleggio.
Lo más
chocante, para quienes aspiramos a contar con dirigentes políticos idóneos y
capacitados, es ver como los cargos públicos terminan en manos de personas poco
preparadas para esa tarea. Incluso se ha dado el caso de que payasos
profesionales son elegidos legisladores.
En
Brasil, Francisco Everdardo Olivera Silva, un analfabeto conocido como “el payaso Tirírica” fue elegido, en
2010, como el legislador federal más votado. En 2014, fue reelecto para el
mismo cargo como candidato del Partido de la República.
Actualmente,
en Ecuador, Ernesto Huerta Carrillo, conocido como “el payaso Tiko Tiko” se presenta como candidato a la Asamblea
Nacional por el Partido Socialista – Frente Amplio.
Se
trata de un colombiano que reside en Ecuador, desde hace 42 años, y que
adquirió la ciudadanía ecuatoriana hace seis años, reuniendo así todos los
requisitos legales para ser candidato.
La
candidatura del payaso Tiko Tiko, que
hace campaña, para las elecciones de febrero de 2017, maquillado como su
personaje, ha despertado muchas protestas, en especial dentro de la juventud de
su partido.
También
en Argentina hemos tenido payasos y cómicos como legisladores electos.
Miguel
Ignacio Torres del Sel, un cómico del trío “Midachi”,
quien se hizo célebre vistiéndose como una grotesca mujer llamada “La Tota”, dejó el mundo del espectáculo
para ser elegido diputado del gobernante partido Pro, en 2013. Desde comienzos
de este año, Miguel Torres del Sel, es el embajador argentino en Panamá.
Incluso
el actual senador por la provincia de Corrientes, Eugenio “Nito” Artaza, se hizo célebre como cómico teatral antes de
dedicarse a la política. Artaza milita en la Unión Cívica Radical.
También
hubo quien realizó el camino inverso. El economista menemista Moisés Iconicoff,
en los noventa, y el diputado kirchnerista José Ottavis, han compartido la
acción política con el mundo del espectáculo, realizando “stand up” en los
teatros musicales.
Incluso
hay quienes sospechan que el antiguo relator deportivo, convertido en exitoso
presentador y empresario televisivo, Marcelo Tinelli aspira a capitalizar su
éxito al frente del reality “Bailando por un Sueño”, para
convertirse en presidente de la Asociación del Futbol Argentino y, luego, utilizar
ese cargo como trampolín de una eventual candidatura presidencial en el futuro.
Como
puede verse, televisión, futbol, éxito empresarial, redes sociales, blogs,
twitter, etc. Se combinan para potenciar la carrera política de algunos
personajes populares sin mayor preparación la elaboración de políticas
públicas, sin una clara identificación ideológica o un programa definido de
gobierno.
Saben
muy poco o nada de que proponían Adam Smith o Karl Marx, tampoco conocen
ninguna de las recomendaciones de Nicolás Maquiavelo para alcanzar y mantener
el poder, pero son hábiles comunicadores y suelen tener buenas dotes
empresariales. Habitualmente toman decisiones guiándose por encuestas de
opinión, son refractarios a asumir cualquier riesgo político y pocas veces
toman medidas necesarias pero cuyos efectos benéficos solo se percibirían en el
largo plazo.
Son
sólo personas populares, sin más preparación para la política que un importante
potencial económico y la habilidad para comunicarse con el gran público. Hoy en
día parece no necesitarse mucho más para iniciar una carrera política. Otra
cosa es saber gobernar.
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