La decisión del presidente Nicolás Maduro de crear el
“Premio Comandante Eterno Hugo Chávez a la Paz y la Soberanía de los
Pueblos” para competir con el Premio Nobel a la Paz es una
muestra más de que Venezuela es “Macondo” y viven en
medio del “populismo mágico”.
La
adhesión al llamado “realismo mágico”
le abrió las puertas al premio nobel a Gabriel García Márquez. Pero, en América
Latina el realismo mágico no sólo involucra a la literatura o a las artes
plásticas sino que frecuentemente se traslada al ámbito de la política. Allí
ese “realismo mágico” suele mutar en
lo que con justicia podría denominarse como un “populismo mágico”.
El “populismo mágico” constituye una forma
distorsionada de realizar la política, en la cual los dirigentes viven en una
suerte de realidad alterna donde todas sus decisiones son correctas y sus
pueblos viven en la más completa prosperidad y felicidad, pese al acoso
continuo del pérfido imperialismo y sus aliados de la derecha cipaya.
El “populismo mágico” ha sido
característico de los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, Hugo Chávez
Frías, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa y algún otro irresponsable
demagogo.
No
obstante, el mejor exponente de un régimen latinoamericano de “populismo mágico” es la República
Bolivariana de Venezuela hoy en las manos del impredecible Nicolás Maduro Moro.
Como
Maduro está convencido de que todo marcha de maravillas en Venezuela no siente
la necesidad de trabajar para terminar con el desabastecimiento de alimentos,
medicamentos e insumos para las industrias, ni de contener la inflación
desbocada, combatir a una criminalidad fuera de control y otras plagas bíblicas
que azotan al pueblo venezolano.
Por el
contrario, todas las energías del régimen chavista parecen estar destinadas al
campo internacional donde Venezuela enfrenta un creciente marginamiento y
condena.
Con
gran entusiasmo y energía, Maduro se ha lanzado a un inusitado activismo
internacional aprovechando que una fortuita coincidencia le ha otorgado a
Venezuela una posición coyuntural de excepción para hacer oír su voz en los
foros internacionales.
Venezuela
ha sido elegida como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la
Organización de Naciones Unidas y simultáneamente Maduro ejerce la presidencia “pro témpore” del Movimiento de Países
No Alineados y de la Unión de Naciones Suramericanas -UNASUR- y sólo la acción
decidida de los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay impidió que sumara
también la presidencia del Mercosur.
Al
mismo tiempo los diplomáticos chavistas han recibido instrucciones de
intensificar su participación en todos los foros internacionales donde tienen
alguna presencia como el Grupo Intergubernamental de los Veinticuatro para
Asuntos Monetarios Internacionales y de Desarrollo -G 24- o la 4ta Comisión de
Naciones Unidas sobre territorios sujetos a descolonización, etc.
Aunque,
tratándose de Maduro, hasta las iniciativas diplomáticas pronto se transforman
en disparatadas expresiones del “populismo
mágico”. Sino de que forma puede interpretarse su reciente decisión de
crear un premio internacional a la paz para competir con el prestigioso Premio de
la Paz que otorga el Comité Noruego del Nobel.
Al
parecer, Nicolás Maduro se sintió molesto por el otorgamiento de este galardón
al presidente colombiano Juan Manuel Santos y la ostensible omisión del líder
de la narcoguerrilla de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, más conocido por
su alias de “Timochenko”. Por ello,
decidió crear su propio galardón: el “Premio
Comandante Eterno Hugo Chávez a la Paz y la Soberanía de los Pueblos”. Este
premio otorgado por un país empobrecido por la caída del precio del petróleo
-su casi único producto de exportación- consistirá en una importante
retribución monetaria acompañada de una reproducción del monumento al “Comandante Eterno Hugo Chávez”,
realizada por el artista ruso Sergei Kantzasev, que se encuentra emplazado en
Sabaneta la cuna natal del líder bolivariano y que originariamente fuera donado
por la Federación de Rusia.
Fiel
al estilo autocrático y personalista que caracteriza a los líderes del “populismo mágico”, Maduro no sólo
anunció la creación del premio sino que también anticipó quien sería la primera
figura internacional en recibir esta dudosa distinción. El elegido fue el
presidente ruso Vladimir Putin, evidentemente todo un adalid de la paz como
pueden confirmarlo los ucranianos, los sirios y los kurdos. Seguramente, en la
siguiente edición de este galardón, la figura premiada será Timochenko, para
reparar la injusticia cometida por el Comité Noruego del Nobel.
Así,
paradójicamente, habrá un Premio Nobel a la Paz para distinguir a las figuras
que se destaquen en este campo dentro del mundo racional y predecible y un “Premio Comandante Eterno Hugo Chávez”
para recompensar los esfuerzos por la paz -o algo por el estilo- para quienes
viven en el área de influencia del “populismo
mágico”.
Esta
es la forma bizarra que emplea el chavismo para intentar superar el creciente
aislamiento internacional que enfrenta y que puede incrementarse
sustancialmente si el régimen bolivariano decide, de una vez por todas,
abandonar la fachada democrática y asumirse como la dictadura que es. Para ello
solo deberá suspender indefinidamente las elecciones, suprimir a los partidos
políticos opositores y ahogar a las pocas voces disidentes que aún tienen el
valor de luchar por la democracia en Venezuela.
Es que
el mundo parece estar dividiendo nuevamente en dos bloques. Ello se debe a la
confluencia de un conjunto de Estados parias del sistema internacional en un
bloque alternativo. Allí bajo la dirección y protección de la Federación de
Rusia se alineando Cuba, Corea del Norte, Argelia, Irán, Nicaragua, Bolivia,
Ecuador y algunos otros estados que gradualmente se van marginando del sistema
internacional por sus continuas violaciones a los derechos humanos, su falta de
democracia y los peligros que entrañan a la seguridad y la paz en el mundo.
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