La Resistencia
Ancestral Mapuche, un grupo separatista étnico, lleva a cabo una “guerra de
guerrillas” para crear un Estado Mapuche en la Patagonia.
LOS MAPUCHES
Los
mapuches -cuyo nombre en lengua mapudungun significa “gente de la tierra”-, a quienes los españoles denominaban “araucanos”, son un pueblo originario
del sur de Chile.
En 1790, perseguidos por los españoles, cruzaron la
Cordillera de los Andes y se instalaron en el actual territorio argentino. Los
mapuches se asentaron en la zona del Comahue, gran parte de la región pampeana
y al Norte de la Patagonia Oriental.
A su
llegada, los invasores transandinos exterminaron a los pueblos originarios del
territorio argentino, en especial, a los tehuelches septentrionales, los
pehuenches y los pampas.
Cabe
mencionar que los españoles ocupaban el actual territorio argentino desde
comienzos del siglo XVI. Hubo algunos asentamientos transitorios desde 1517,
hasta que en 1553 se fundó la ciudad de Santiago del Estero, primera población
española estable.
En
otras palabras, los españoles ocupaban el territorio del Río de la Plata más de
doscientos años antes de que llegaran los mapuches. Ni la Patagonia Oriental,
ni la Pampa eran “res nullius”, sino
una parte del Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, cuando los
mapuches invadieron y ocuparon por la fuerza esos territorios.
Sin
embargo, los mapuches reclaman falsamente su condición de “pueblos originarios” del territorio argentino.
Durante
los años de las luchas por la independencia y la organización nacional, entre
1810 y 1860, los mapuches aprovecharon la debilidad de las jóvenes repúblicas
sudamericanas y las frecuentes luchas civiles para crear una suerte de
Confederación Mapuche que extendía sus correrías por un amplio territorio,
desde el sur del río Salado hasta la Tierra del Fuego y desde los valles
cordilleras a las costas atlánticas.
En ese
territorio asentaban sus precarios campamentos unos treinta mil aborígenes
nómades agrupados en tribus conducidas por un “lonco” o cacique. Vivían principalmente del pillaje a las
poblaciones criollas.
Los
ataques de los aborígenes tomaban la forma de “malones”, donde una numerosa caballería indígena armada con lanzas,
boleadoras, facones -cuchillos muy largos- y algunas armas de fuego, atacaba
por sorpresa a pueblos y estancias desprotegidas.
En sus
incursiones mataban a los hombres, secuestraban a las mujeres y a los niños que
luego convertían en sus concubinas y en esclavos, a los que denominaban “cautivos”. En muchos casos, los
indígenas se veían reforzados por renegados cristianos que se iban a vivir a
las “tolderías” indígenas para
escapar a la persecución de las autoridades argentinas.
En sus
incursiones, los mapuches saqueaban a todo lo que encontraban a su paso y
volvían al sur profundo, más allá del río Salado, que oficiaba de frontera
entre indígenas y criollos, arreando todo el ganado de las estancias. Como los
aborígenes solo se alimentaban de carne de yegua, las vacas y ovejas robadas
eran cruzadas a territorio chileno, del otro lado de la cordillera, donde se
traficaban a cambio de alcohol, yerba mate, pólvora, armas y otros productos.
Hacia
1860, las actividades deprecatorias de los mapuches tomaron tal dimensión que,
tanto Chile como la Argentina resolvieron poner fin a sus correrías y restaurar
su seguridad y soberanía en la región patagónica.
Entre
1861 y 1883, Chile llevó a cabo la “Pacificación
de la Araucanía” ocupando el territorio chileno comprendido entre los ríos Biobío
al Norte y Toltén al Sur.
La
Argentina hizo otro tanto en 1879 con la “Campaña
al Desierto”. El general Julio A. Roca eliminó la amenaza indígena desde el
sur de las provincias de Mendoza, Córdoba y Buenos Aires hasta el río Negro, en
la actual provincia homónima.
En
ambos países se terminó con la amenaza de los “indios de lanza” -guerreros-, se liberó a los “cautivos” criollos, se encarceló a los caciques y “capitanejos” y se instaló a la población aborigen restante en “reservaciones”.
EL RESURGIR DEL INDIGENISMO
Hacia
1890, la continua amenaza de los malones indígenas sobre las estancias y
poblaciones desapareció tanto en Chile como en Argentina y extensas regiones se
incorporaron a la actividad productiva y al poblamiento de los inmigrantes
europeos que arribaban a Sudamérica.
En
1881, ambos países suscribieron un “Tratado
General de Límites” que estableció la actual frontera a lo largo de
Cordillera de los Andes.
Durante
un siglo el tema de los “pueblos
originarios” pasó al olvido y sus integrantes se fueron incorporando a la
sociedad, como un grupo étnico más dentro del “crisol de razas” que es la
Argentina.
Sin
embargo, algo comenzó a cambiar hacia 1990, con el colapso del mundo
socialista, tras la caída del Muro de Berlín, el tema del indigenismo
repentinamente cobró vigencia.
Se
acercaba la conmemoración de los quinientos años de la llegada de Cristóbal
Colón a América y los grupos intelectuales de izquierda, que no habían logrado
asimilar totalmente la crisis ideológica provocada por la desaparición del “modelo soviético” de sociedad,
encontraron en la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios y
las crueldades históricas de los colonizadores europeos una nueva base
ideológica para combatir al capitalismo.
Fue
entonces, cuando la activista indigenista guatemalteca Rigoberta Menchú obtuvo,
en 1992, el premio Nobel a la Paz.
A
partir de ese momento, financiados y apoyados por intelectuales y fundaciones
europeas, grupos de descendientes de indígenas americanos comenzaron a demandar
desde la entrega de tierras, al derecho a una reparación patrimonial histórica,
el derecho al autogobierno y la autonomía, cuando no la misma autodeterminación
en nuevos estados étnicos.
Fue el
momento oportuno para un resurgir del activismo mapuche.
En
Chile, el censo de 2002, registró a 604.349 personas que se reconocían como “mapuches”, conformando el 4% de la
población chilena total. Aunque las organizaciones que dicen representarlos
hablan de un millón y medio de mapuches.
En
Argentina el número de mapuches es sustancialmente menor. El censo de 2005,
registró a 78.534 personas, algo menos del 2% de la población total como
mapuches. Aunque nuevamente, las organizaciones mapuches hablan de la
existencia de medio millón de aborígenes de esta etnia.
En
Chile, los mapuches tienen un largo historial de violencia contra las personas
-incluso con varios asesinatos y atentados explosivos- y delitos contra la
propiedad. Pero desde hace un par de años, los activistas mapuches han
comenzado a realizar atentados también en suelo argentino.
Los
activistas mapuches reclaman la aplicación del mismo derecho de
autodeterminación que se empleó en el caso del pueblo inuit, en Groenlandia,
para crear un estado mapuche independiente con el territorio patagónico que hoy
ocupan Chile y la Argentina.
Un
grupo separatista autodenominado “Resistencia
Ancestral Mapuche”, dirigido por el activista mapuche argentino Francisco
Facundo Jones Huala, ha llevado a cabo una suerte de “guerra de guerrillas” con más de una docena de ataques e incendios
en territorio de la provincia argentina de Chubut.
Ahora
amenaza con crear “Unidades Ancestrales
de Liberación Territorial”, para “atacar
propiedades e infraestructuras del capitalismo” y llevar una “guerra de fuego” contra los bosques
naturales patagónicos en apoyo de la “resistencia
territorial y la liberación territorial”.
Por el
momento, ni el gobierno de Michel Bachelet en Chile, ni el de Mauricio Macri en
Argentina, por un problema de imagen internacional que puede afectar la llegada
de inversiones, están dispuestos a aceptar la existencia de un grupo
guerrillero operando en su territorio.
Pero,
las organizaciones separatistas mapuches están expandiendo sus actividades
gracias al apoyo económico y político proveniente de fundaciones y grupos
autonómicos europeos como el Bloque Nacionalista
Gallego o Esquerra Republicana de Catalunya.
Las últimas informaciones señalan incluso que los mapuches reciben
entrenamiento y armamento de las FARC
colombianas.
Al
analizar el activismo separatista mapuche y sus vínculos internacionales no podemos
sino identificar la misma metodología empleada por otros grupos separatistas.
En
especial, con el accionar del Frente Polisario, que también apela a argumentos
falsos y
disparatados para sostener sus demandas de independencia. También es
claro que el Polisario solo sobrevive política y económicamente gracias al
apoyo que recibe del gobierno de Argelia y de las ONG europeas.
Por
otra parte, pensar que Chile y Argentina van a ceder graciosamente una parte de
su territorio a un grupo separatista mapuche es tan disparatado como creer que
Marruecos va a ceder sus provincias del sur porque un grupo de marroquíes
saharauis quieren crear un estado títere de Argelia.
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