Un atentado yihadista en un cuartel de la ciudad de Gao, en
el Norte de Malí deja un saldo de 77 muertos y 117 heridos graves, y reaviva la preocupación por la instalación
en el corazón de África de un amplio territorio sin ley donde prosperan los
grupos criminales y terroristas de todo tipo. Una región donde se evidencia la
impotencia tanto de la ONU, como de la OTAN para controlar la seguridad.
EL ESTADO FALLIDO DE MALI
La República de Mali, es un estado sin fronteras
marítimas que se encuentra situado en el corazón del África Occidental. Es el
séptimo país más extenso del continente y limita con siete países africanos, al
norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al
sur con Costa de Marfil, Guinea y Burkina Faso.
Su
superficie es aproximadamente dos veces la extensión de Francia. La mayor parte
del país forma parte del sur del Sáhara, por lo que el clima es caluroso, y las
frecuentes sequías son propicias para que se formen las frecuentes tormentas de
arena que suelen asolar el territorio de Mali.
Mali
es un ancestral cruce de caminos entre el desierto y la sabana, el norte árabe
y bereber y el África negra, el islam y el animismo. En su amplio territorio se
dan cita los más diversos grupos del yihadismo, el separatismo, el crimen
organizado (que lucran con el tráfico de drogas, armas, personas, tabaco, ayuda
humanitaria, etc.) y los conflictos étnicos en torno a porosas fronteras
surgidas de antiguas pujas coloniales y que no responden a la realidad humana
del lugar.
Las
crisis alimentarias son endémicas debido a la irregularidad de las
precipitaciones, las rudimentarias técnicas agrícolas y la continua
inestabilidad política que provoca el éxodo de la población de las áreas más
violentas e interrumpe el flujo natural de los intercambios comerciales con los
países vecinos.
Además,
los circuitos habituales de pastoreo trashumantes se ven alterados. Los
pastores se desplazan en busca de zonas de pasto y agua más lejanos para
proteger a su ganado del creciente pillaje.
Por
otra parte, el retorno de unas doscientas mil personas del pueblo tuaregs, que
huyó de Libia para evitar la guerra civil y la crisis económica. afectó el
equilibrio demográfico de la región. Faltos de recursos y de medios para
ganarse la vida, los recién llegados agravaron la situación alimentaria y rompieron
el equilibrio étnico.
El
22 marzo de 2012, un golpe de Estado encabezado por el capitán Amadou Haya
Sanogo, al frente de las unidades de élite y paracaidistas y bajo la bandera
del Consejo Nacional para la Restauración de la Democracia y el Estado (CNRDR),
depuso al presidente de Malí, Amadou Toumani Touré y suspendió la vigencia de
la constitución. El golpe de Estado originó el cese de la ayuda internacional
que tanto necesitaba el país.
La
Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), el 2 de abril de
2012, en un encuentro en Uagadugu (Burkina Faso) suspendió a Malí de todas las
instancias de la organización y llamaron a los embajadores de los países miembros
en consulta, congeló los fondos de Mali en el Banco Central de los Estados de
África Occidental y suspendieron los programas de ayuda para el desarrollo
Además,
las endémicamente débiles fuerzas armadas de Malí pronto se vieron divididas
por las pujas de poder.
Lejos
de estabilizarse la gobernabilidad de Malí siguió tambaleándose. Un mes después
la presión de Francia llevó a un proceso de transición con el nombramiento del
presidente de la Asamblea Nacional, Diondunda Traoré como presidente y Cheick
Modibo Diarra, ex gerente de la empresa multinacional de capital estadounidense
Microsoft en África, como primer ministro de un gobierno provisional. En
diciembre de 2012, Diarra fue reemplazado por el ex funcionario del FMI, Django
Sissoko.
En
julio de 2013, se celebraron nuevas elecciones generales, en la cuales se
impuso Ibrahim Boubacer Keïta, quien asumió la presidencia del país, el 4 de
septiembre de 2013, en un clima de inestabilidad política, lucha militar contra
los separatistas Tuareg del norte
del país y la intervención francesa. Keïta decide dejar a un lado la política y
llena su gabinete de gobierno de tecnócratas e intelectuales.
LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA
A
principios de enero de 2013, los grupos yihadistas que controlaban el norte de
Mali desde junio, reagruparon sus fuerzas y lanzaron una exitosa ofensiva
contra la localidad de Kona –situada al centro oeste de la provincia de Mopti,
que sobrepasó a las tropas malienses.
Tras
la caída de esta ciudad, el 10 de enero, en manos de los rebeldes, el entonces presidente
Dioncunda Taoré, al verse acorralado por la rebelión, solicitó al presidente de
Francia, Franҫois Hollande, asistencia militar para enfrentar a los grupos
armados compuestos por tuaregs y fundamentalistas islámicos. Hollande aceptó
ayudar al gobierno de Mali pero con el consentimiento del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas. Todo sucedió con celeridad. Francia consiguió primero
el apoyo de los Estados Unidos que suministró la capacidad de repostar
combustible en el aire para los aviones franceses que operarían en Malí y luego
logró que el presidente argelino Abdelkader Buteflika abandonara sus
reticencias y abriera los cielos de Argelia a la fuerza de intervención.
El
13 de enero comenzaron las operaciones de combate francesas cuyo objetivo primordial
era asegurar la vida de los seis mil ciudadanos franceses residentes en Mali y
para proteger los intereses estratégicos galos en la región, en especial sus
inversiones en el campo petrolero y el abastecimiento de uranio.
Francia
inicialmente brindó apoyo aéreo y más tarde de tropas terrestres para apoyar al
Ejército de Mali. Sobre el
terreno, los 1.700 soldados de la fuerza de intervención francesa, apoyados por
fuerzas del maltrecho ejército maliense y efectivos de la Comunidad Económica
de África Occidental -CEDEAO-, especialmente ochocientos soldados de Chad, repelieron
con aparente facilidad el avance de los grupos rebeldes y recuperaron el
control de las principales ciudades del norte de Malí: Tombuctú y Gao.
En
agosto de 2014, la Operación Serval
se transformó en Operación Barkhane,
que además del norte de Mali cubre parte de Níger, Mauritania, Chad y Burkina
Faso y el contingente francés se incrementó hasta los 3.000 hombres. A ellos se
agregaron los “cascos azules” de la
ONU (MINUSMA compuesta por 12.000 efectivos pertenecientes a 123 países)
realizando una clásica -y desfasada- labor de interposición y estabilización,
que ya contabiliza más de cien muertos en sus filas y la misión de la Unión
Europea (EUTM: 600 efectivos de 26 países, entre ellos España y Holanda),
destinada al entrenamiento y asesoramiento de las Fuerzas Armadas malienses
para que se encuentren en capacidad de controlar la seguridad en el país.
También
están presentes los asesores estadounidenses, sin fuerzas terrestres, pero con
medios de inteligencia, drones, satélites y bases secretas. Los americanos
incluso han construido, para los países de la región, una nueva generación de
embajadas, más parecidas a un bunker que a una sede diplomática.
Pero
la intervención europea no solucionó el problema del terrorismo, solo lo
desperdigó por todo el centro de África.
Hace poco más de un año, el hotel Radisson
de Bamako, el más importante de la capital maliense, fue blanco de un atentado
perpetrado por el grupo yihadista Al Murabitun. La
recuperación de la instalaciones hoteleras dejó un saldo de 27 pasajeros muertos.
El establecimiento volvió a abrir sus puertas tras ser reforzada la seguridad,
esfuerzos que dan fe de la voluntad del país de seguir hacia adelante.
Un acuerdo de paz fue rubricado en mayo
de 2015, en Argel, por el Gobierno maliense, la Coordinadora de Movimientos del
Azawad (CMA), que representa a la mayoría de los insurgentes separatistas
tuaregs y las milicias unionistas pro gubernamentales del Gatia. La
conferencia nacional, prevista en marzo de 2017, debería acelerar este inicio
de entendimiento con los jefes rebeldes. Los habitantes del norte de Mali así
lo esperaban.
Pero, apenas dos días
después de la visita del presidente francés a las tropas francesas destacadas en
la ciudad de Gao, un suicida a bordo de un coche cargado de explosivos mató
este miércoles a 77 personas en un cuartel militar de la ciudad maliense en
el peor atentado que sufre el país en los últimos años y que pone de nuevo de
manifiesto la fragilidad del país.
Fuentes militares explicaron que el
coche bomba que explotó dentro del cuartel iba camuflado de los mismos colores
de los vehículos de las fuerzas ubicadas en ese cuartel, por lo que pudo entrar
sin llamar la atención. La nube de polvo causada por la explosión cubrió entera
la ciudad de más de 80.000 habitantes, provocó un caos
general, el cierre de los comercios y de las escuelas.
Las instalaciones atacadas pertenecen al
denominado Mecanismo Operacional de Coordinación (MOC), que agrupa a fuerzas
gubernamentales y grupos armados locales, y cuya misión es la protección y la
estabilidad en la región de Gao, tal como lo estipula mencionado el acuerdo de
paz.
En el campamento se encontraban en ese
momento unos 600 combatientes del ejército y de las milicias tuaregs, a punto
de salir en las nuevas “patrullas conjuntas” para restablecer el control de la
región.
Poco después, el grupo yihadista Al Murabitun, dirigida por el veterano yihadista
argelino Mokhtar Belmokhtar,
se atribuyó el hecho.
AL MURABITUN
Este grupo yihadista se originó en una escisión de
AQMI producida por Mokhtar Belmokhtar, primero emir de la región novena hasta
que, en 2008, por desavenencias con el emir supremo Droukel, se lo destituyó
quedando a cargo del “Batallón
Enmascarado” que recibió esa denominación por operar entre las tribus
tuaregs. Finalmente, sus conflictos con la conducción de AQMI hicieron que se
separara y formara un grupo propio.
El emir Mokhtar Belmokhtar, alias “Bellaouar”
(El tuerto) o “Míster Malboro”-, es un ex militar argelino que se convirtió en un
“afgano”, es decir, un veterano de la
guerra de Afganistán que a los veinte años se unió a los talibanes en su lucha
contra los soviéticos en la década de los años 1990. Precisamente, Nació en
1972, en Ghardaia, 600 kilómetros al sur de Argel. En la niñez por un accidente
(una pedrada) perdió un ojo. Belmokhtar regresó a Argelia en 1994 y en 1996 se
incorporó a la organización salafista Grupo Islámico Armado (GIA) desde donde
pasó al Grupo Salafista de Predicación y Combate (GSPC), en 1998, y finalmente
a Al Qaeda en el Magreb Islámico.
Era el emir de la novena zona militar con jurisdicción
en el Sahel, y el verdadero artífice de la expansión de los salafistas
argelinos en estos territorios. Interlocutor de Bin Laden durante una época en
la que se encargó del desplazamiento de los emisarios de Al Qaeda por el África
Occidental y al Magreb.
Los hombres de Belmokthar trasladaron sus acciones al
sur del Sahara y hacia los estados anárquicos y desprotegidos del Sahel. Allí
montaron una lucrativa industria secuestrando a turistas y cooperantes
extranjeros, participando del contrabando de tabaco, medicinas, drogas y armas
provenientes de los campos de refugiados del Frente Polisario, América Latina y
de Afganistán, a través del Cuerno de África, y del tráfico de inmigrantes
subsaharianos rumbo a Europa. Con los yihadistas convertidos en traficantes, la
línea que separa al terrorismo del crimen organizado transnacional es demasiado
delgada.
Los grupos terroristas operan en columnas de tres a
seis vehículos 4X4 –Toyota Land Cruiser, por ejemplo-. En la parte trasera
llevan un cargamento de ruedas de repuesto, bidones de quinientos litros con
combustible, agua, sacos de dormir, alimentos y municiones. La tripulación
suele estar constituida por entre cuatro y seis hombres armados con kalashnikovs
o lanzacohetes. Sus conductores son hombres del desierto con experiencia y
disponen de GPS y visores nocturnos. Durante el día suelen ocultarse en grutas
o bajo lonas o árboles. Tienen sus propios depósitos y se abastecen de los
nómades y de las redes logísticas que emplean los traficantes del desierto
Mokhtar Belmokhtar, a quien también llaman “El Diplomático”, en alusión a su gran
habilidad para trabar alianzas con las tribus bereberes del Norte de Mali,
donde tiene sus bases móviles y su tacto al momento de lograr suculentos
rescates por sus rehenes. Además del dinero con el que compra lealtades y
ofrece un medio de vida a los jóvenes de la depauperada región en la que opera.
Belmokhtar utiliza una forma clásica de ganarse fidelidades y establecer
contactos: el matrimonio con mujeres de la minoría árabe que habita en la zona
y ofreciendo a las poblaciones de estos territorios, dinero, asistencia médica
y alimentos.
Esta misma estrategia de captación ha sido empleada
por otros salafistas que se han casado con mujeres peuls, tuaregs, berabiches y
de otras etnias.
Desde su refugio en los desiertos que rodean la región
de Taoudeni, y con la complicidad de contrabandistas de Níger y Mali,
Belmokhtar se hizo con el control de las rutas de tráficos ilegales.
A Belmokhtar y sus hombres se les atribuyen el
secuestro del enviado especial del Secretario General de las Naciones Unidas a
Níger, Robert Fowler, y a su asistente, Louis Guay, en diciembre de 2008, el
secuestro de los tres cooperantes españoles que se desplazaban a Naouadhibou en
noviembre de 2009 y el de dos ciudadanos franceses en enero de 2011, que fueron
ejecutados como consecuencia de la intervención de una unidad de las fueras
especiales francesas. También se lo considera responsable del atentado contra
la embajada de Israel en Nouakchot, en febrero de 2008.
Otra operación importante llevada a cabo por los
hombres del Belmokhtar ha sido el ataque a la planta de gas de In Amenas, en el
sur de Argelia, en enero de 2013, en que murieron 37 rehenes y 32 terroristas.
Algunas versiones, que nunca han podido ser
confirmadas plenamente, Belmokhtar
mantendría o habría mantenido en algún momento vínculos con los organismos de
inteligencia de Argelia. Belmokhtar ha sumado a su organización los restos del
grupo yihadista “Movimiento para la
Unidad y la Yihad en África Occidental” -MUYAO- y aún mantiene fuertes vínculos con vínculos con AQMI –o quizás
con la central de Al Qaeda-.
CONCLUSIÓN
Al Murabitun es el grupo yihadista más activo y
peligros de Mali, mientras Mokhtar Belmokhtar es el líder terrorista más
buscado por los gobiernos occidentales. El atentado contra el cuartel de Gao es
claramente una respuesta y un mensaje, tanto a la presencia del presidente
francés François Hollande, como a la Cumbre de Francia – África que reunió a 35
jefes de Estado africanos en la ciudad de Bamako, de que los líderes
terroristas son parte del esquema de poder en la región. Un mensaje que no
puede pasarse por alto.
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