jueves, 25 de mayo de 2017

RECAMBIO CORREÍSTA EN ECUADOR


En Ecuador acaba de asumir la presidencia Lenin Moreno, un ex presidente del saliente Rafael Correa, mientras el mundo se pregunta si esto implica un cambio de régimen o tan sólo un poco más de lo mismo.

UNA PESADA HERENCIA

El nuevo presidente Lenin Moreno se convirtió en candidato del oficialismo correísta porque el líder populista Rafael Correa, tras diez años de mandato, estaba imposibilitado por la legislación de presentarse para una nueva reelección.

Entonces, Correa apeló a impulsar la candidatura del dialoguista y poco carismático empresario Lenin Moreno que había sido su vicepresidente en el primer mandato.

Lenin Moreno asume la presidencia con una compleja herencia económica y política.

Después de varios años de crecimiento económico y la aplicación de generosas políticas distributivas, la “Revolución Ciudadana” que impulsaba el presidente Correa entró en crisis.

Se inició a raíz de cambios operados en el panorama económico internacional. Después de un período de “viento de cola” con gran desarrollo y altos precios para las materias primas la situación se modificó abruptamente. La recesión en los Estados Unidos y el derrumbe de los precios internacionales del petróleo se combinaron para poner en jaque a la economía ecuatoriana.

Los intereses del fisco ecuatorianos provienen en un treinta por ciento de sus exportaciones de petróleo y el gobierno de Correa no demostró la mejor capacidad para gestionar la crisis. Pronto Ecuador se sumió en la recesión.

Para colmo, el gobierno se negó a ajustar el gasto público. En los últimos diez años el gasto fiscal pasó del 25 al 44 por ciento del PBI y la deuda externa se incrementó un 150%, alcanzando los 25.680 millones de dólares, el 26,3% del PBI.

Correa pretendió nivelar las cuentas fiscales aumentando los impuestos. Fue como apagar un incendio arrojando un balde de nafta.

El gobierno incremento el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 12 al 14 por ciento, imponiendo contribuciones “voluntarias” -es decir, obligatoria- a los salarios, a los beneficios obtenidos por las empresas y al patrimonio de los sectores de mayores recursos. Además, incrementó los impuestos a unos tres mil productos importados -ordenadores, telefonía celular, electrodomésticos, etc.- hasta en un 45%.

Las desacertadas medidas gubernamentales provocaron seis semestres consecutivos de contracción de la economía ecuatoriana, precedidos por uno de estancamiento. En 2016, el PBI ecuatoriano se contrajo en un 2,2%.

Pronto la crisis recesiva impactó sobre el nivel de empleo. La tasa oficial de desocupación se mantuvo en el 5%. Pero muchos de los nuevos empleos provenían de una sobredimensionada burocracia estatal. Por ejemplo, Correa incrementó el número de ministerios de 15 a 30.

Al mismo tiempo, se expandió el porcentaje de empleo en la economía informal. El trabajo no registrado comprende al 20% del total y quienes se ven forzados a recurrir a él ganan un promedio de entre uno y dos dólares diarios.

Para complicar aún más las cosas, al gobierno ecuatoriano se le sumaron un devastador terremoto y los efectos climáticos adversos provenientes de “El Niño” provocando daños y pérdidas económicas que se han estimado en unos tres mil millones de dólares.

MORENO AL GOBIERNO, CORREA AL PODER

El nuevo presidente ecuatoriano no sólo enfrenta problemas económicos sino también de gobernabilidad.

Correa, tal como suelen hacer todos los gobernantes populistas, deja una sociedad ecuatoriana divida por una profunda grieta.

Aunque Lenin Moreno es un individuo más dialoguista, menos confrontativo que promete manejarse con mayor mesura frente a la prensa y los políticos opositores, nadie sabe con certeza cuál es su poder real, su autonomía o inclusos sus deseos de producir un cambio en Ecuador.

La mayoría de sus funcionarios fueron designados por Correa, quien además domina al oficialismo, en especial a los legisladores que controlan el Congreso.

El ex presidente ha anunciado su intención de dedicarse a su profesión de economista, en especial a tareas académicas y de asesoramiento, pero, en ningún momento declaró que piensa retirarse de la política.

Entonces, si Correa detenta el poder real detrás del trono cabe preguntarse qué papel cumplirá Lenin Moreno.

Por otra parte, el nuevo presidente tampoco ha enviado señales de que pretenda adjurar de la “Revolución Ciudadana” o cambiar los alineamientos internacionales diseñados por el correísmo, especialmente su apoyo a Nicolás Maduro en Venezuela o sus estrechos vínculos con Cuba.

Mucho menos, Moreno ha aclarado cuál será su aptitud frente a las denuncias de Marcelo Odebrecht, presidente de la firma constructora internacional Odebrecht, de que había pagado sobornos en Ecuador por un monto de 34 millones de dólares, durante los años de gobierno de Correa.

Tampoco ha dicho nada sobre qué hará con respecto a los múltiples escándalos de corrupción e incluso de narcotráfico producidos durante el gobierno de su predecesor.

UNA NUEVA VENEZUELA

Las pocas medidas que ha anunciado el nuevo presidente no han hecho más que incrementar la incertidumbre. Moreno ha suprimido las filípicas sabatinas que pronunciaba Correa, ha reducido en seis el número de ministros como parte de un cambio meramente cosmético.

Al mismo tiempo, el nuevo mandatario ha anunciado que incrementará la obra pública, en especial que construirá 325.000 nuevas viviendas de las cuales 191.000 casas se entregarán sin costo alguno a familias en situación de pobreza extrema, proceso que espera crearán 136.000 empleos. Pero, el presidente ha omitido decir de donde procederán los recursos para tales obras.


Con este panorama, se justifica que muchos ecuatorianos vivan con el temor de que gradualmente su país se convierta en una nueva Venezuela. 

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