La decisión del presidente Trump de separar de su
cargo al Director del FBI, James Comey, ha sido interpretada como un intento de
ocultar los vínculos de miembros de su equipo con Rusia. Sin embargo, el hecho puede
tener otra interpretación.
Creado,
en 1909, por el presidente William H. Taff y su Fiscal General George W.
Wickersham, el Federal Bureau of Investigation -FBI- es una de las más
poderosas e influyentes agencias de lucha contra el crimen en el mundo y la más
importante organización de contrainteligencia en los Estados Unidos.
Dentro
de los Estados Unidos no sólo es la mayor agencia de inteligencia y
contrainteligencia interna, sino que cuenta con los laboratorios periciales más
desarrollado tecnológicamente del planeta y de los registros de datos más
completos.
En síntesis,
se trata de un organismo tan poderoso que es vista con respeto y temor por
todos los estamentos de poder del país.
En
consecuencia, el Director del FBI es uno de los funcionarios con mayor poder y
prestigio dentro del gobierno de los Estados Unidos.
El
Director del Bureau suele ser más influyente que su jefe nominal, el Fiscal
General de los Estados Unidos y sus relaciones con el Presidente a lo largo de
la historia no han estado exentas de tensiones.
Es por
ello que el Congreso estableció por ley la duración máxima en el cargo de este
funcionario en diez años y su designación debe ser aprobada por el Senado.
Los
legisladores estaban interesados en dotar a los futuros directores del Bureau
de estabilidad en el cargo, pero, al mismo tiempo, de que se repitiera el caso
del primer jefe del FBI, Edgar J. Hoover que se perpetuó en el cargo por 43
años hasta que la muerte, en 1972, puso fin a su reinado.
Precisamente,
el fantasma de nuevo Edgar J. es un recordatorio permanente para los políticos
de Washington de permitir que un Director del FBI adquiera demasiado poder.
Según
muchas versiones, Hoover había acumulado tanto poder e información clasificada
sobre los políticos americanos que pude enfrentar con éxito a todos los
presidentes americanos desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt.
Edgar
J. Hoover fue la peor pesadilla de todos los habitantes de la Casa Blanca hasta
su muerte.
Algo
similar había comenzado a ocurrir con el Director James Comey en los últimos
años.
Comey
un abogado republicano que ascendió al cargo con amplio apoyo bipartidista (39
votos a favor y uno en contra en el Senado) en junio de 2013, cuando el
presidente Barack Obama lo designo para reemplazar a Robert Muller que terminaba
su mandato.
Obama
no consideró que Comey tenía antecedentes de rebeldía contra sus superiores. En
2003, siendo Fiscal General Adjunto de los Estados Unidos, a cargo
temporariamente de la Fiscalía por enfermedad de su titular, se rebeló contra su
propia Administración. Se opuso ferozmente a una legislación promovida por la
Administración del presidente George W. Bush que ampliaba las facultades del
Ejecutivo para ordenar interceptaciones telefónicas sobre los estadounidenses
en el marco de la guerra contra el terror.
Comey
juzgo que la nueva legislación era inconstitucional y amenazó con dimitir si la
Administración avanzaba en su aprobación. El presidente Bush debió retroceder y
modificar el proyecto de ley.
Después
de consolidarse como Director del FBI y aprovechando que la Administración
Obama tocaba a su fin comenzó a dar muestras de una mayor independencia y de la
búsqueda de más protagonismo político.
En
septiembre de 2015, Comey anunció que el FBI abriría una investigación sobre
información hallada en un servidor de correo privado perteneciente a la
senadora, y entonces precandidata presidencial demócrata, Hillary Clinton. La
documentación hallada correspondía a correos electrónicos oficiales
pertenecientes al período en que la señora Clinton se desempeñó como Secretaria
de Estado entre los años 2009 y 2013.
Comey
mantenía una tensa relación con los Clinton desde que, en 1995, se desempeñó
como Adjunto del Presidente del Comité Investigador del Senado sobre el caso de
Whitewater Development Corporation.
El “Escándalo
Whitewater” vincula a Bill y Hillary Clinton con dudosas inversiones inmobiliarias
en Arkansas. Los Clinton fueron finalmente sobreseídos no así su socia, Susan
McDougal condenada a dieciocho meses de cárcel y perdonada por el presidente
Clinton en su último día en la Casa Blanca.
En
junio de 2016, en plena campaña presidencial, el Director Comey no dudó en
calificar a la senadora Clinton como “extremadamente descuidada” con la
información oficial.
El
affaire de los correos electrónicos oficiales “perdidos” o borrados del
servidor privado de Hillary Clinton fueron intensamente aprovechados por su
rival el magnate Donald Trump durante la campaña presidencial.
En su
búsqueda de un mayor protagonismo, el Director James Comey rompió con la
tradición no escrita de no dar a conocer a la opinión pública información sobre
una investigación aún en curso.
El 28
de octubre de 2016, a once días de la elección presidencial, y en un momento en
que la candidata demócrata lideraba las encuestas, el Director Comey anunció
que el FBI reabriría las investigaciones sobre los correos electrónicos debido
a que contaba con nuevos elementos. Aunque no precisó cuáles eran los nuevos
elementos que impulsaban a reabrir una investigación cerrada anteriormente.
Tras
la derrota de su candidata, los demócratas comenzaron a hablar del “Efecto
Comey” como causante de su revés electoral. No se sabe si realmente los rusos
manipularon la campaña presidencial estadounidense de 2016, pero casi con
certeza si lo hizo James Comey.
No
obstante, Comey no fue más complaciente con la nueva administración republicana
de Donald Trump.
Cuando
el nuevo presidente acusó a su predecesor, Barack Obama, de haber espiado sus
comunicaciones durante la campaña presidencial, el Director Comey se apresuró a
rebatir públicamente a su presidente negando el espionaje. Trump acusó el golpe,
pero se abstuvo de responder.
Por el
contrario, el presidente Trump intentó distender el conflicto invitando al
Director del FBI, James Comey a una cena privada en la Casa Blanca, pero no
obtuvo mucho de la reunión.
En
febrero de 2017, el FBI provocó la renuncia del Asesor de Seguridad Nacional,
el general retirado Michael Flynn, nombrado tan sólo 24 días antes, cuando
reveló que poseía grabaciones de conversaciones telefónicas entre este y el
embajador ruso Sergey Kislayak.
Las
grabaciones probaban que Flynn había mentido durante sus audiencias de
confirmación en el Senado y que, siendo aún un ciudadano privado, había
analizado la política de la Administración Obama con respecto a Rusia con el
representante de un país extranjero.
Aunque
Comey nunca aclaró como el FBI contaba con esas grabaciones, la revelación le
costó el cargo a Flynn.
Era
evidente para todos que el FBI estaba espiando al embajador ruso o a los
miembros del equipo de campaña de Trump, o a ambos.
Esto
se confirmó cuando otras revelaciones del FBI también casi provocan la renuncia
del jefe de Comey, el Fiscal General Jeff Sessions. El FBI reveló que Sessions
había mentido durante las audiencias de confirmación en el Senado al no
mencionar sus reuniones con el embajador Kislayak.
Para
salvar su cargo, el fiscal Sessions debió comprometerse a no intervenir en
ningún aspecto vinculado con las investigaciones que el FBI llevaba a cabo
sobre ´la posible colusión de personal de campaña de Donald Trump con miembros
del gobierno ruso para alterar el resultado de la campaña presidencial
estadounidense.
El 20
de marzo, imprevistamente el Director Camey declaró, durante su comparecencia
ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, que el FBI estaba
investigando al equipo de campaña del presidente Trump. La persistencia de esta
investigación enfrentaba a Comey con su jefe directo el Fiscal General Jeff
Sessions y con toda la Administración Trump.
Aunque
Comey aseguró, en tres oportunidades, a Trump de que no era objeto de ninguna
investigación con respecto a sus vínculos con Rusia, el presidente estaba
preocupado porque la misma involucrara a algunos funcionarios de su círculo más
íntimo. En especial, a su hijo mayor Donald Jr. y a su yerno el empresario y
asesor presidencial Jared Kushner.
Finalmente,
a principios de mes, el Fiscal General Sessions advirtió al presidente Trump
que Comey había solicitado más presupuesto y la posibilidad de nombrar más
personal especializado para llevar adelante nuevas investigaciones sobre el
tema de los vínculos con Rusia durante la campaña.
Cansado
de la pulseada, el presidente Trump decidió cortar por lo sano y cesanteó al
Director del FBI.
Si
bien la medida no tenía precedentes, tan sólo el presidente Bill Clinton, había
despedido, el 19 de julio de 1993, al entonces Director del FBI, Williams
Sessions por cargos de evasión impositiva y malversación de fondos públicos.
Pero Trump se limitó a ratificar su autoridad diciendo: “Siempre he creído que
un presidente puede despedir a un Director del FBI por cualquier motivo e
incluso sin motivo. No voy a perder tiempo en ello.”
Conocida
la decisión del presidente Trump, el Comité de Inteligencia del Senado
inmediatamente invitó al destituido James Comey a testificar voluntariamente.
Comey aceptó también rápidamente. Pero, cuando el presidente Trump amenazó por
Twitter hacer públicas grabaciones de las conversaciones entre ambos, Comey dio
marcha atrás y anunció que no concurriría a testimoniar frente al Comité.
Es
indudable, que el motivo principal por el cual el presidente Trump despidió a
Comey fue el poner fin a las investigaciones sobre los vínculos de sus asesores
con la Embajada de Rusia en Washington.
No
obstante, a decir verdad, James Comey hace mucho tiempo que había dejado de
comportarse como un funcionario profesional de inteligencia objetivo e
imparcial para entrar en un juego de poder y presiones con sus declaraciones y
revelaciones sobre las investigaciones en curso del FBI.
Si el
FBI hubiera descubierto realmente algo ilegal por parte de un funcionario
estadounidense era responsabilidad de Comey el ponerlo en conocimiento de las
autoridades competentes y no estar amenazando con promesas de revelaciones y
ampliar las investigaciones.
Estos
eran motivos suficientes para que el presidente decidiera apartar a su díscolo
Director del FBI de su cargo sin más.
Puede
ser que, en esta trama de espionaje doméstico y extorsiones, después de todo,
Donald Trump no sea el villano sino la víctima.
Mientras,
tanto, mucha gente se pregunta que hay en las grabaciones de las conversaciones
entre el presidente y su Director del FBI que tanto teme Comey que se conozca.
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