La evidente decadencia
que enfrentan los separatistas del Frente Polisario impulsa a sus dirigentes a
tomar medidas desesperadas como el intento de generar un incidente armado con
Marruecos en el extremo sur de su territorio.
Los
separatistas del frente Polisario enfrentan su peor momento. Al retorno de
Marruecos a la Unión Africana, el único foro internacional donde tenían alguna
presencia; se suma el fin del mandato de su aliado Bam Ki-moon al frente de
Naciones Unidas y la pérdida de reconocimiento internacional para su parodia de
estado, la autoproclamada “República Árabe Saharaui Democrática”.
Ayer
mismo, por ejemplo, fue el ministro de Asuntos Exteriores de Zambia, Harry
Kalaba, quién confirmó la retirada por Zambia, el 9 de julio de 2016, de su
reconocimiento a la “RASD” y la rotura de toda relación de su país con esta
entidad. A los problemas de los separatistas se agrega el creciente desinterés
de la mayoría de las naciones africanas por la suerte de la supuesta “causa saharaui”.
Todo
ello coloca a los dirigentes separatistas frente al dilema de apelar a medidas
extremas o enfrentar una gradual, pero inexorable, desaparición como
organización. Es por ello que apelan a su último recurso: la ruptura del alto
al fuego acordado con Marruecos, el 16 de septiembre de 1991, bajo supervisión
de las Naciones Unidas. Los polisarios han amenazado durante años en los
diferentes foros internacionales con apelar a la violencia si sus demenciales
demandas no son atendidas.
Recordemos
que el Frente Polisario es una organización separatista que registra un largo
historial de acciones terroristas no solo contra Marruecos, sino también contra
ciudadanos y pesqueros españoles que operaban en aguas marroquíes o cooperantes
internacionales que concurrían al Sáhara.
En los
últimos tiempos, las amenazas de recurrir a la violencia se han incrementado,
en parte por la pronunciada decadencia que en todos los campos registra la
organización separatista, pero, especialmente, después de la designación de
Brahim Ghali como Secretario General del Frente Polisario.
Este
dirigente separatista enfrenta cargos por violaciones a los derechos humanos y
crímenes comunes ante la justicia española. Además, durante los años en que
condujo a las milicias polisarias fue responsable de planificar y llevar a cabo
ataques terroristas que costaron la vida de numerosos ciudadanos españoles. En
consecuencia, es lógico pensar que para Brahim Ghali la violencia es un recurso
más del que dispone para intentar salvar a su causa de esa inexorable
decadencia que enfrenta.
El procedimiento
elegido en esta ocasión fue el de montar una provocación en la región de
Guergarat, en el sur de Marruecos. En ese punto situado en el confín suroeste
del territorio marroquí, al pie de las obras de defensa fronteriza y en
proximidad de la línea de alto el fuego entre Marruecos y las milicias
irregulares del Frente Polisario se fue conformando una angosta franja de
territorio -que en su punto más ancho tiene una extensión de cinco kilómetros-
que constituye una suerte de “tierra de
nadie”, antes de llegar al territorio de Mauritania, creada por el acuerdo
de 1991.
Aprovechando
estas circunstancias que artificialmente se había generado en esa zona, se
instalaron en el lugar bandas criminales que desarrollaban las actividades de
tráfico ilícito frecuentes en el Sáhara: robo de automóviles, tráfico de
autopartes, contrabando de combustible, cigarrillos, drogas y armas. Las
actividades criminales en ese lugar beneficiaban a los dirigentes polisarios
que las protegían e impulsaban y también a la población local mauritana
desprovista, en muchos casos, de medios legales de subsistencia.
Debido
al riesgo que el incremento de estas actividades criminales significaban para
la seguridad de la región y a los efectos de evitar que se consolidara una
“zona sin ley” en el lugar, el pasado 11 de agosto miembros de la Gendarmería
Real, acompañados de personal vial y maquinarias, realizaron una operación
sorpresiva de control, limpieza y extracción de restos de automóviles,
destrucción de refugios precarios utilizados por los contrabandistas y
reparaciones en la ruta que une Marruecos con Mauritania. Todas estas acciones
tenían el único propósito de poner fin a las actividades criminales en el
lugar.
El
hecho provocó inmediatamente las protestas del Frente Polisario que lucraba con
la protección brindada a los negocios ilegales en la zona, de los cuales
sacaban beneficios especialmente los altos dirigentes del Polisario.
No
obstante, el incidente no pareció, en un primer momento, pasar a mayores. Pero,
después de que Marruecos concretó su retorno a la Unión Africana, en la Cumbre
de Addis Abeba, en el pasado mes de enero, los dirigentes separatistas, en
respuesta, incrementaron la presencia provocativa de sus milicianos en el lugar
buscando generar un incidente de envergadura en el lugar.
El rey
Mohammed VI comprendió la gravedad de la maniobra que pretendían implementar
los separatistas y actuó con prontitud para contrarrestarla.
Inmediatamente,
se comunicó telefónicamente con el flamante Secretario General de Naciones
Unidas, el político portugués, Antonio Guterres, para ponerlo al tanto de
la situación real en el lugar y
solicitarle la colaboración de las fuerzas de la MINURSO, garantes del
cumplimiento del alto al fuego. Esto cortó radicalmente toda posibilidad, por
parte de los separatistas, de escalar en el conflicto.
Al
mismo tiempo, ordenó a las fuerzas marroquíes replegarse a unos kilómetros de
la línea de alto al fuego de 1991 a los efectos de evitar cualquier incidente
en la zona y como respuesta a la solicitud del Secretario General. Dicha
actitud comprueba una vez más el compromiso de Marruecos para el respeto de las
recomendaciones y apreciaciones de la ONU de conformidad con la legalidad
internacional para una solución pacifica y mutualmente aceptable a este
conflicto artificial.
Resulta
evidente que los separatistas polisarios se encuentran desesperados y apelan a
cualquier procedimiento para intentar contrarrestar el creciente peso
internacional que Marruecos, gracias a la hábil diplomacia desplegada por
Mohammed VI, adquiere día a día en África.
Seguramente,
los dirigentes del Polisario no se arriesgarán a reanudar el conflicto en el
Sáhara -que no podrían mantener en el tiempo sin el abierto apoyo de Argelia-
pero sí a generar un incidente armado lo suficientemente grave para
desestabilizar la zona.
Al
mismo tiempo, los separatistas intentan poner a prueba la imparcialidad e
idoneidad del nuevo Secretario General de Naciones Unidas para manejar una
crisis en el Sáhara. Especialmente, cuando se acerca la fecha en que anualmente
se debate la renovación del mandato de la MINURSO en la región.
El
aumento de las tensiones armadas en Guergarat es tan sólo otro intento -grave y
preocupante- de reflotar una “causa”
que, desde hace años, hace agua por los cuatro costados. Por otra parte, la madurez
de la política de Marruecos deja en evidencia el carácter violento y terrorista
de una organización separatista en estado de agonía.
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