Finalmente se
cumplieron las predicciones, en Ecuador la presidencia se resolverá en una
segunda ronda electoral signada por el fantasma del fraude.
LAS PRIMERAS HORAS
Si
bien la emisión del voto, en los comicios presidenciales del pasado domingo en
Ecuador, se desarrolló con normalidad el panorama se complicó en el recuento de
votos y en la comunicación de los resultados.
Los comicios
cerraron a las 17.00 horas de Ecuador, inmediatamente, tal como suele ocurrir
en todas las elecciones en América Latina, los candidatos presuntamente más
votados hablaron ante la prensa declarándose vencedores en función de encuestas
realizadas a “boca de urna”.
Las
encuestas a “boca de urna” recogen
datos de los electores que acaban de emitir su voto y manifiestan
voluntariamente al encuestador por quien han votado. Este tipo de encuestas
suelen ser extremadamente imprecisas y solo son útiles para crear un clima
triunfalista.
El
primero en hablar fue el candidato oficialista de “Frente País”, Lenin Moreno, que mostró un “boca de urna” que le asignaba un 46% de los votos, y una marcada
distancia con su más cercano competidor que sólo alcanzaba el 28%, dándose por
vencedor en la primera vuelta electoral y futuro presidente de Ecuador.
En
respuesta el candidato opositor del “Movimiento
Creo”, el empresario Guillermo Lasso, que mostró otra encuesta de boca de
urna -confeccionada por una empresa distinta- que, aunque daba ganador a
Moreno, le asignaba menos del 40% de los votos y por tanto hacia necesaria una
segunda vuelta entre Lasso y Moreno para determinar quién sería el próximo
presidente.
La
tensión y la incertidumbre se mantuvo hasta que el Comité Nacional Electoral
(CNE) dio a conocer los primeros datos oficiales aproximadamente hacia las
21.00 horas.
Los
datos oficiales confirmaban las afirmaciones del candidato opositor en el
sentido de que Ecuador se encaminaba a una segunda vuelta electoral el 2 de
abril.
Las
cifras asignaban el 38,5% a Moreno, 28,30% para Lasso y 15,5% para la candidata
socialcristiana Cynthia Viteri. A medida que se conocían datos adicionales de
más urnas escrutadas la tendencia inicial se confirmaba. El candidato oficial,
Moreno nunca alcanzó el 40% y el candidato opositor por su parte nunca
descendió del 28%.
CRECEN LAS SOSPECHAS
Sorpresivamente,
en horas de la madrugada sin que se conociera el motivo real se suspendió la
publicación de los datos cuando aparentemente faltaba escrutar el 12% de las
mesas electorales.
Mientras
las sospechas de fraude crecían, el CNE informó que demoraría 72 horas en
escrutar el 12% de las urnas restantes debido a “irregularidades” en la confección de las actas.
Esto
no hizo más que disparar todas las alarmas sobre la posibilidad de que el
régimen de Rafael Correa impusiera fraudulentamente a su candidato en la
primera vuelta.
Los
observadores internacionales por un lado reclamaban calma a los votantes y
transparencia a las autoridades gubernamentales.
El
candidato opositor Guillermo Lasso insistió en que había segunda vuelta y pidió
a sus seguidores que se movilizaron para demandar a las autoridades que dieran
a conocer la totalidad de los datos.
Mientras
tanto, la candidata Cynthia Viteri que se situaba tercera con el 16% de los
votos, no sólo reclamaba la segunda vuelta, sino que anunciaba que apoyaría a
Guillermo Lasso en los comicios de abril.
También,
el alcalde de la ciudad de Guayaquil, el socialcristiano, Jaime Nebot, advirtió
el martes: “Desde hoy mismo vamos a
promover una gigantesca movilización para, de ser necesario, defender la
democracia en las calles.”
La
tensión en las calles de las ciudades de Quito y Guayaquil se intensificó
despertando la preocupación de los altos mandos del Ejército ecuatoriano.
El 20
de febrero, el Consejo de Generales del Ejército dio a conocer un comunicado
diciendo: “Las Fuerzas Armadas se permiten
hacer un llamado a las organizaciones del Estado a velar por el respeto
estricto a la voluntad de nuestros mandantes expresada en las urnas, ya que es
deber sagrado de las instituciones no desconocer la voluntad ciudadana.”
Incluso
la Conferencia Episcopal Ecuatoriana consideró necesario fijar su posición en
defensa de la legalidad electoral y llamó al CNE y a la ciudadanía a colaborar
para que “la verdad se vea
democráticamente reflejada en la tempestiva publicación de los anhelados resultados
de estas importantes elecciones, donde se ha expresado la voluntad política de
los ecuatorianos.”
La
presión popular fue tanta que el presidente del Comité Nacional Electoral, Juan
Pablo Pozo, se vio obligado a reconocer que: “la tendencia no podría cambiar, porque está marcada”, aunque
reconoció que por el momento los resultados no son definitivos.
Finalmente,
a las 13.00 horas del miércoles 22, casi a las 72 horas del cierre de los
comicios, el presidente Rafael Correa se presentó en la televisión reconociendo
que, aunque su partido “Frente País”
había triunfado en las elecciones, el candidato Lenin Moreno no había alcanzado
el 40% de los votos y era necesario realizar una segunda vuelta electoral para
definir quién ocupará la presidencia.
LAS ELECCIONES DE SEGUNDA VUELTA
La
demora del gobierno en reconocer los resultados reales de la elección ha
reforzado las dudas preexistentes de que Correa podría apelar al fraude para
imponer a su sucesor.
Es que
los populismos solo ganan elecciones en épocas de prosperidad y derroche
generoso de empleos públicos, subsidios y repartos de todo tipo. Las pierden,
en cambio, en períodos recesivos donde cae el empleo, la actividad económica y
los subsidios no alcanzan para aliviar la situación de la población. Y esto es
precisamente lo que está ocurriendo en Ecuador.
Si a
este panorama agregamos las acusaciones de corrupción por el caso Oderbercht,
las persecuciones a la prensa independiente y el agotamiento del régimen
después de diez años en el poder se entiende el porqué del limitado éxito del
candidato Lenin Moreno.
En
estos casos, los candidatos oficialistas se sitúan en una posición incómoda. Un
candidato oficial carga con los errores del gobierno y no pueden presentarse
como algo nuevo e incontaminado. Son más de lo mismo y sus votantes son
esencialmente aquellas personas que aprueban lo hecho o se han beneficiado
notoriamente con el estado de cosas existente.
Mientras
que el candidato opositor, puede criticar todo, no tiene compromisos con el pasado,
o con un gobierno que ha cometido errores y arrastra escándalos de corrupción.
Es automáticamente el candidato del cambio y de la esperanza, juega con la
ilusión del votante de una época mejor.
En las
elecciones de segunda vuelta, la oposición que concurrió dividida a la primera
ronda, se agrupa instantáneamente, no por decisión de sus dirigentes sino por
decisión propia y autónoma del electoral. En estas elecciones el votante suele
expresar su opinión de a quien no quiere en la presidencia del país. Se suele
votar al candidato menos malo y no al preferido.
Las
elecciones de segunda vuelta electoral suelen resolverse por escaso margen: en
un 48 a 50%. Esto fue lo que ocurrió, por ejemplo, en Argentina entre el
oficialista Daniel Scioli y el opositor Mauricio Macri. Scioli se impuso por
37,05% a 34,15% en la primera vuelta, pero en la segunda Macri lo derrotó por 51,4%
a 48,6%.
En el caso de Ecuador, el final está abierto, el
2 de abril sabremos quién será el próximo presidente de Ecuador si el
continuista Lenin Moreno o el candidato del cambio, el empresario liberal
Guillermo Lasso.
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