En Ecuador otro
líder populista latinoamericano abandona el poder dejando tras de sí la
herencia tradicional: corrupción generalizada, la economía en retroceso y una
sociedad dividida.
LA POLITICA DEL BUEN VIVIR
Después
de una década de despilfarro, autoritarismo y falso progresismo la llamada “Revolución Ciudadana” del presidente
Rafael Correa tiene poco a su favor para mostrar.
La
economía ecuatoriana ha experimentado, los últimos dos años, un estancamiento
que disparó la desocupación y deterioró el escaso poder adquisitivo de los
salarios en un país dolarizado donde el 20% de los trabajadores debe arreglarse
con un salario promedio de 335 dólares mensuales, que no cubre sus necesidades
básicas. Mientras que el “bono de desarrollo humano”, un subsidio estatal que
se brinda a los ancianos sin recursos y a los discapacitados es de solo
cincuenta dólares.
El PBI
de Ecuador, está en declive desde 2015, son cinco trimestres consecutivos de
contracción que fueron precedidos por uno de estancamiento. Ecuador, con una
economía “petrodependiente” fue
afectada, tanto por el descenso de los precios internacionales del hidrocarburo
como, por la incapacidad del gobierno para, tras diez años de gestión, acumular
las reservas suficientes para enfrentar con éxito los períodos de crisis.
En
2016, el PBI ecuatoriano, según algunas estimaciones, se contrajo en un 2,2%.
En medio de este período de “vacas flacas”,
que el gobierno se empecina no llamar “crisis”,
ha caído bruscamente el consumo y por ende la recaudación fiscal.
El
gobierno de Correa ha respondido incrementando el IVA (del 12 al 14%) y las
contribuciones solidarias -y obligatorias- que han salido de los salarios, de
la rentabilidad de las empresas y de impuestos al patrimonio. La excusa ha sido
la necesidad de reconstruir las provincias de Manabí y Esmeralda afectadas por
un sismo, en abril de 2016, en que murieron 660 personas.
Con
esas medidas de excepción, el Servicio de Rentas Internas logró recaudar 12.261 millones de dólares, entre enero y
noviembre de 2016, que fueron 220 millones menos que en igual periodo de 2015.
Si no se tienen en consideración a las contribuciones solidarias, la baja en la
recaudación fiscal se eleva hasta los 1.300 millones, lo que pone de manifiesto
la magnitud de la recesión.
La
agricultura, la producción manufacturera, la actividad comercial y la
construcción son los cuatro rubros más importantes de la economía ecuatoriana y
representan el 43,4% de un PBI de poco más de 100.000 millones de dólares.
Estos cuatro rubros han registrado fuertes descensos en el año que pasó. Hasta
septiembre de 2016, sin considerar el refinamiento de petróleo, las manufacturas
sumaron 266 millones de dólares menos, la construcción 953 millones, el
comercio 672 y la agricultura 90 millones menos.
No
obstante, el gobierno incapaz de abandonar lo que llama su “política del buen vivir” y manejarse con austeridad, gasto en
2016, 17.000 millones (otras estimaciones llevan el gasto fiscal a 24.000
millones), evitando el ajuste económico y tratando de ganar tiempo en un año
electoral. Pero, cuando parecía que estaba a punto de lograr su cometido estalló
el escándalo Odebrecht.
EL CAPÍTULO ECUATORIANO DE ODEBRECHT
En el
tramo final de la campaña presidencial que finalizó el pasado viernes, salió a
la luz el escándalo de corrupción generado por los sobornos pagados por la constructora
brasileña Odebrecht.
Los
directivos de la firma brasileña declararon, el pasado mes de diciembre, ante
la justicia de los Estados Unidos que, entre 2007 y 2016, precisamente los años
del mandato de Rafael Correa, sobornos en Ecuador por un monto de 33,5 millones
de dólares.
Pero,
como este hecho de corrupción no parecía suficiente para acabar con la
credibilidad de Correa, aparecieron en las redes sociales vídeos con las
declaraciones del prófugo ex ministro Carlos Pareja Yannuzelli, alias “Capaya”. Estos escándalos manchan
principalmente al actual vicepresidente Jorge Glas, quien forma parte del
binomio de candidatos oficialistas y ha sido el hombre fuerte en los sectores
estratégicos del régimen de Correa.
A partir
de ese momento, todas las fuerzas del oficialismo se esmeraron en limpiar la
imagen de sus candidatos, principalmente la de Glas, con nulos resultados.
Las
intervenciones de Correa desmintiendo a Capaya
solo han aclarado que la corrupción esta enquistada dentro de las esferas más
altas del poder. Y mientras más demoras pone la Fiscalía General del Estado
para sacar a la luz los nombres de los funcionarios corrompidos por Odebrecht,
más convencida está opinión pública de que la corrupción en endémica al
gobierno de Correa.
FINAL ABIERTO
Aunque
el binomio del oficialista “Frente Unidos”,
que presenta a dos ex vicepresidentes de Correa como candidatos, Lenin Moreno y
Jorge Glas, marcha primero en las encuestas, ninguna de ellas lo da como
triunfador en la primera vuelta electoral. Para ello debería superar el 40% de
los votos válidos y mantener una diferencia de al menos diez puntos con su más
cercano competidos. Las predicciones asignan tan solo un 30% de las
preferencias a Moreno.
En
segundo término, las encuestas sitúan a los candidatos de “Compromiso Ecuador”, la fórmula conformada por el empresario
Guillermo Lasso y Andrés Páez, con un cómodo 23,5% muy alejado del casi 16%
asignado a la candidata social cristiana Cynthia Viteri, tercera en las
preferencias.
Los
analistas hablan de “un alto número de
indecisos”, de un “voto oculto”
que no favorecería al oficialismo y hasta de la posibilidad de fraude oficial
en los comicios. Pero, lo cierto es que, si el candidato oficialista no logra
imponerse en las urnas este domingo, la cuestión se resolverá en abril entre
los dos candidatos más votados, posiblemente Moreno y Lasso.
Frente
a esta posibilidad Lenin Moreno no tiene la mejor parte, porque el voto
opositor tenderá a unificarse. En ese caso, los ecuatorianos votaran por la
continuidad de la “revolución ciudadana”
o por un país más serio, más previsible y más próspero.
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