Parecen ser
buenos tiempos para la derecha en el mundo. Después del triunfo de Donald
Trump, los grupos extremistas de derecha interpretan que su ideología entra en
un período de auge.
HORA DE CAMBIOS
Al
principio solo fueron algunos indicios muy superficiales. En Argentina, un
empresario moderado fundaba un nuevo partido y una década más tarde desplazaba
del gobierno al populismo kirchnerista. El triunfo de Mauricio Macri, hace un
año, fue el primer anuncio de que algo parecía estar modificándose en el mundo.
Luego
se produjo la victoria de otro empresario en el Perú. El liberal Pedro P.
Kuczynski se impuso en la segunda vuelta electoral a la populista Keiko
Fujimori, alcanzado la presidencia del país
Al
mismo tiempo el régimen bolivariano de Nicolás Maduro debía enfrentar los
intentos de la oposición por llevar adelante un referéndum revocatorio después
de derrotarlo en las elecciones parlamentarias.
Incluso
la socialista chilena Michelle Bachelet enfrenta una fuerte baja de popularidad
que parece abrir la puerta para el retorno al gobierno del ex presidente
Sebastián Piñera. Otro empresario liberal devenido en político exitoso.
Los
analistas se apresuraron en hablar del fin de un ciclo populista en América
Latina. Pero pronto se vería que el fenómeno tenía alcances más amplios.
Unos
meses más tarde, contra todos los pronósticos, el pueblo británico se expidió a
favor de abandonar la Unión Europea.
El “Brexit” fue apoyado por diversos grupos
eurofobos, en especial, el minúsculo Partido
de la Independencia del Reino Unido (UKIP) en ese entonces liderado por el
histórico Nigel Farage.
Mientras
los partidos ingleses tradicionales no lograban superar su desazón y espanto
ante el resultado de la consulta popular, los euroescépticos, xenófobos y
derechistas británicos se adjudicaban una victoria que en modo alguno les
pertenecía.
Luego,
fue el pueblo colombiano quien rechazó un histórico acuerdo con la guerrilla de
las FARC, juzgando que la paz no podía ser a cualquier precio y mucho menos
alcanzarse perdonando años de atrocidades y crímenes de toda laya.
No
obstante, el cambio de tendencia se confirmó cuando en la primera potencia
global llegaba a la presidencia otro empresario, que estaba vez adoptaba el
discurso etnonacionalista, xenófobo y misógino de la derecha alternativa.
EL FENÓMENO TRUMP
Repudiado
por todo el establishment americano, incluso el de su propio partido, Donald
Trump se recostó sobre las manifestaciones más radicales de la política de su
país desde el Tea Party republicano a
expresiones más bizarras como el discurso de la derecha alternativa y el Breitbart News, hasta llegar a concitar
el apoyo del Ku Klux Klan y los neonazis.
Con
toda la prensa tradicional en su contra, Trump confió en su dominio del
lenguaje televisivo y en el manejo de las redes sociales para transmitir su
mensaje.
A
medida que Trump se imponía en las elecciones primarias, su discurso se hacía
más bizarro y marginal. Fue ese el momento en que algunos líderes derechistas
de otros países comprendieron que era oportuno sumarse a la campaña del
magnate. El primero fue el británico Nigel Farage que no dudó en concurrir a la
convención del Partido Republicano.
Donald
Trump terminó hackeando al orden político establecido en los Estados Unidos.
El
triunfo de Trump sorprendió a muchos, pero no a los derechistas que venían
apostando por él. Rápidamente, Nigel Farage y Marianne Le Pen, entre otros, a
trataron de capitalizar en su favor los resultados de la elección americana.
Todavía
sin salir de su sorpresa, algunos analistas especularon, sin ningún fundamento,
que Donald Trump no cumpliría con las políticas anunciadas durante la campaña
presidencial.
Pero,
Trump fue fiel a sí mismo y a su electorado, ratificó sus promesas de campaña y,
para no dejar lugar a dudas, designó a miembros de la derecha alternativa en
posiciones claves. En especial a Steve Bannon como Director de Estrategia y al
general Michael Flynn como Asesor de Seguridad Nacional. Los sectores moderados
se alarmaron y los grupos de derecha celebraron.
Inmediatamente
se comenzó a especular con el riesgo de un efecto contagio que podría llevar al
poder a otros partidos de derecha en el mundo. En especial, se teme por la
posibilidad de que el Frente Nacional, de Marianne Le Pen alcance la
presidencia de Francia.
ALT-RIGHT
Sin
embargo, donde los grupos de derecha alternativa y supremacía blanca están más
activos sigue siendo en los Estados Unidos. Allí hay 892 grupos de odio, según,
el último registro de 2015. Como grupo de odio, se entiende aquel que tiene
creencias o lleva a cabo prácticas que agreden o difaman a una categoría entera
de personas.
Entre
los que hoy parecen más cercanos a la Administración Trump cabe mencionar al National Policy Institute, dirigido por
Richard Spencer, un “racista académico”
que se propone defender en los Estados Unidos el “legado, identidad y futuro de la gente de origen europeo”.
El
think tank, The New Century Foundation,
dirigido por Jared Taylor, también promueve una visión académica de la
supremacía blanca.
En
general, estos grupos rechazan explícitamente el conservadurismo moderno porque
creen que los conservadores convencionales no defienden los intereses de la
gente blanca como grupo.
Más a
la derecha aún se sitúan los 94 grupos de ideología neonazi, como la web Daily Stormer, que edita Andrew Anglin,
que mezcla referencias nazis con elogios a Trump.
También
están los 190 grupos que, a lo largo de los Estados Unidos, emplean el nombre
de Ku Klux Klan. El diario oficial de este grupo racista fue uno de los pocos
que respaldaron al republicano antes de su victoria. Incluso, la filial de
Carolina del Norte del Ku Klux Klan ha convocado a un “mitin de la victoria”, para el próximo 3 de diciembre.
FACTORES PREDISPONENTES
Distintos
factores parecen haberse conjugado para permitir que estos grupos de odios
alcance una prosperidad impensada hasta hace poco. Entre estos factores pueden
mencionarse la prolongada crisis económica que vive el mundo, los altos niveles
de desocupación que golpean a la clase media, el incremento de los flujos
migratorios, el auge de agresivos grupos feministas, los movimientos en favor
de diversidad sexual, los elevados índices de criminalidad y narcotráfico y,
especialmente, la amenaza del terrorismo yihadista.
Al
sentirse amenazadas, algunas personas pueden caer en aptitudes xenófobas,
racistas, misóginas, homofóbicas o islamofóbicas, aceptando propuestas
simplistas -y notoriamente erróneas- para resolver las complejas situaciones
sociales de hoy.
Ahora,
gracias a la Internet, cada una de estas personas que sostienen posturas
extremas pueden ver que no están solas. Y cuando esas personas se encuentran,
comienzan ha hacer cosas: se vinculan, organizan, crean memes, publicaciones y
mundos cibernéticos completos que refuerzan su visión del mundo. Esos grupos
también se convierten en blancos perfectos para líderes políticos audaces e
inescrupulosos, quienes reconocen la energía de sus temores y resentimientos y
los aprovechan para obtener victorias en el mundo real.
Aún es
demasiado pronto para saber cuáles serán finalmente los vínculos entre estos
grupos y la Administración que asumirá, el 22 de enero de 2017, en los Estados Unidos.
Tampoco podemos estar seguros de que la llegada a la presidencia de Donald
triunfo de Trump contribuya al triunfo de expresiones similares en Europa.
Mucho
menos pueden realizarse paralelos entre la situación actual y la difusión del
fascismo en las décadas de 1920 y 1930. Sin embargo, el auge de los grupos
radicales de derecha es un fenómeno lo suficientemente preocupante como para
seguir el desarrollo del tema con detenimiento.
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