El triunfo del
candidato republicano, Donald Trump, en las elecciones presidenciales de los
Estados Unidos amenaza con crear una profunda grieta en la sociedad americana.
“Podría pararme en mitad de la 5ta. Avenida y disparar
a la gente y no perdería votantes” dijo
el candidato republicano Donald Trump, en la ciudad de Sioux Center, en Iowa,
durante la campaña presidencial, pero nadie lo tomó en serio, interpretaron
esta afirmación como otro más de sus frecuentes exabruptos y exageraciones.
Sólo que esta vez la afirmación resultó cierta.
Nunca
un candidato presidencial fue tan “políticamente
incorrecto”, tan soberbio, despectivo, vulgar y agresivo con el electorado
y aun así ganó el apoyo masivo de los votantes. Su triunfo fue tan amplio, que
incluso llevó al Partido Republicano a controlar ambas cámaras del Congreso.
Trump
llevó adelante su campaña presidencial sobre la base del odio, la xenofobia, el
racismo, la misoginia y el desprecio por los demás.
Curiosamente,
el electorado estadounidense en lugar de repudiar estas ideas parece haberlas
obviado -o incluso aceptado- para concentrarse sólo en su propuesta de “hacer
grande a América una vez más.”
La
existencia de un sustrato de ideas retrogradas, de un agresivo conservadurismo
radical en la sociedad americana, es la enseñanza más terrible que nos deja el
triunfo de Trump.
Por
primera vez un outsider de la política, se enfrentó casi en solitario contra
todo el establishment político de Washington y financiero de Wall Street y le
propino una rotunda y humillante derrota.
Habrá
que ver a quienes de estos políticos y financistas profesionales convoca Trump
para integrar sus equipos de gobierno. También habrá que prestar especial
atención a cómo serán sus relaciones con la dirigencia republicana, muchos de
cuyos miembros le retacearon su apoyo durante la campaña. Algunos incluso no
dudaron en expedirse en su contra.
También
debemos seguir detenidamente como fluctuarán sus vínculos con los políticos
demócratas y los sectores independientes que tanto lo hostigaron durante los
últimos meses.
Donald
Trump es sin lugar a dudas un político carismático, populista y demagógico, y
este tipo de líderes suelen provocar en el pueblo una profunda “grieta”, que
divide a sus partidarios y de sus opositores.
Las
sociedades que padecen el populismo suelen terminar dividiéndose en dos bandos
irreconciliables, esperemos que esto no le ocurra a los estadounidenses.
De
ahora en más, será preciso seguir con detenimiento el desarrollo de la política
americana a los efectos de detectar que sectores de poder, grupos económicos y
figuras políticas independientes se alinean con él y cuáles se situarán desde
un primer momento en “la vereda de
enfrente”.
También
deberemos prestar especial atención a lo que suceda con la grieta que hoy se
percibe en la sociedad americana. Es necesario saber si se acentúa o atempera.
Porque
en esta elección no sólo resultó derrotada Hillary Clinton sino también una
visión de los Estados Unidos, multirracial, racional, previsible, liberal e
integrado al mundo.
Trump
triunfó proponiendo a sus votantes el retorno al ideal americano de un país
predominantemente blanco, protestante y anglosajón. Aseguró a sus partidarios
que lograría una mayor prosperidad económica a través de una economía más
proteccionista y cerrando sus fronteras a la inmigración.
Trump
encarna el ideal recurrente del “aislamiento
americano”, que emerge desde el siglo XIX en el “testamento político de Washington”, y que hoy postula que los
Estados Unidos deben evitar involucrarse en conflictos internacionales para no
debilitarse. Estas son malas noticias para Ucrania, para los rebeldes sirios
que luchan contra el presidente Bashar al-Ásad e incluso para la oposición
venezolana que intenta liberarse del chavismo.
Probablemente,
el nuevo presidente estadounidense se vea tentado, al menos inicialmente,
manejar las crisis internacionales que se le presenten con una versión
actualizada de la “política de las
cañoneras” que tanto entusiasmaba a otro presidente neoyorquino y
republicano como él: Theodor “Thedy”
Roossevelt.
Debemos
esperar que, desde ahora y al menos hasta el fin del primer semestre del año
próximo, los Estados Unidos -y en alguna medida, buena parte del mundo- vivirá
una etapa de convulsiones y reacomodos para adaptarse al “orden Trump”.
NOSOTROS ANTICIPAMOS LA NOTICIA
En mi
pasada columna del pasado sábado 5 de noviembre, reseñando el desarrollo de la
campaña electoral en los Estados Unidos hice un análisis de determinados
indicadores que preanunciaban el triunfo de Donald Trump, recordemos cuales
fueron:
Las encuestas indicaban
un empate técnico entre ambos candidatos.
Los principales medios
de prensa estadounidenses habían tomado abiertamente partido a favor de la
candidata demócrata. Por tanto habían perdido objetividad y credibilidad.
-
La inteligencia
artificial MoglA y el profesor Allan Lichtman, con muchos antecedentes de
predicciones electorales exitosas, deban ganador a Donald Trump.
-
La existencia en el
electorado de fuertes resistencias contra la figura de Hillary Clinton.
-
La existencia de un “voto vergonzante” que favorecía al
candidato republicano.
Para
quién supiera leer entre líneas, la conclusión era evidente: Trump tenía serías
posibilidades de imponerse en los comicios.
Si
Usted siguió estas columnas pudo enterarse antes de los hechos y predecir
acertadamente el resultado de los comicios estadounidenses.
Si,
por el contrario, no consulta nuestro portal asiduamente, lo invitamos con
mucho gusto a compartir nuestras reflexiones con mayor frecuencia.
Los
esperamos.
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