Los barras bravas
nacieron en las primeras décadas del siglo XIX cuando el futbol comenzaba a ser
un espectáculo de masas. Un siglo más tarde estos grupos han evolucionado hasta
constituir organizaciones delictivas que prosperan regulando la violencia en un
ambiguo entorno compartido por la industria del espectáculo deportivo y
corrupción política.
NOTA:
En 2010, la revista francesa Cahiers de la Securité me solicitó un artículo
sobre el problema de las barras bravas, como una modalidad del crimen
organizado. Este trabajo se publicó en francés para un público europeo. Dada la
actualidad que el tema ha tomado en estos días me parece oportuno reproducir el
artículo original tal como fue publicado debido a que en esencia el fenómeno no
se ha modificado sino tan sólo incrementado.
Estos
grupos violentos se originaron en épocas donde las instalaciones deportivas
eran precarias. En muchos casos simples gradas con tablones de madera. El campo
de juego no estaba bien protegido del eventual ingreso de espectadores y la
presencia policial era algo eventual y siempre insuficiente. Cuando los ánimos
se caldeaban, debido al juego brusco de los futbolistas, las decisiones del
árbitro o el resultado final del encuentro, la violencia se hacia presente. El
primer incidente grave de violencia que registra la historia del futbol se
produjo el 16 de julio de 1916. Ese día se jugaba el último partido del
Campeonato Sudamericano en el estadio del club Gimnasia y Esgrima de Buenos
Aires. Debido a la sobreventa de entradas, cuarenta mil personas se acercaron
para ver el partido en un estadio que sólo podía albergar a la mitad de esos
espectadores. El encuentro debió ser suspendido debido a la violencia desatada en las tribunas, que
terminaron incendiadas.
En
esos tiempos, cuando estallaba la violencia en un partido de futbol la peor
parte solían llevarla los simpatizantes del equipo visitante. Se libraban combates
a puño limpio. En esas ocasiones, el núcleo duro de la hinchada copaba la parada y hacia frente a la
hinchada rival protegiendo a su propia gente de la agresión de los locales
siempre más numerosos.
Así
nacieron los barras bravas. En un
comienzo tan sólo un grupo de muchachos, más aguerridos que el resto de los
simpatizantes, dispuestos a actuar como informal “grupo de choque” de la hinchada en los eventuales combates con
hinchadas rivales. El nivel de violencia fue creciendo con el tiempo y pronto
llegó la primera víctima fatal. El 2 de noviembre de 1924, en la ciudad de
Montevideo, Uruguay, tras disputarse el último partido del Campeonato
Sudamericano en que se impuso Uruguay, se produjeron incidentes frente al hotel
donde se alojaba el seleccionado argentino, interviniendo en la pelea fanáticos
uruguayos contra hinchas y jugadores argentinos. Durante los incidentes, el
argentino José Lázaro Rodríguez disparó contra Pedro Demby, quien falleció al
día siguiente. Rodríguez logró escapar y regresar a la Argentina, gracias a la
ayuda de jugadores argentinos, en un buque que partió una hora antes de los
programado y no interceptado por la policía. Las autoridades uruguayas lograron
identificar al agresor por una fotografía publicada, el 4 de noviembre de ese
año, en el diario argentino Crítica. En la foto se veía a Rodríguez cenando con
jugadores argentinos. El asesino fue detenido el 24 de ese mes, pero nunca fue
extraditado a Uruguay ni juzgado en Argentina.
Los primeros
barras eran amateurs. Es decir,
jóvenes más o menos violentos pero que fuera del estadio y del club tenían una
vida relativamente normal. Es decir, que poseían un trabajo más o menos formal.
Con esto queremos significar que no vivían del dinero que les pagaba el club de
futbol ni de actividades criminales.
Los
directivos del club también comenzaron a proteger a los barras bravas que eran detenidos por la policía durante los
enfrentamientos con otras hinchadas. En algunos casos a través de simples gestiones
con las autoridades policiales. Cuando esto fracasaba intervenían directamente
los abogados del club. Gradualmente, los
barras bravas comenzaron a gozar de cierta inmunidad, dentro del club,
dentro del estadio y aún en la calle. En muchos casos eran las mismas
autoridades quienes “negociaban” con
los violentos para evitar incidentes en encuentros claves: cuando se
enfrentaban dos hinchadas particularmente enemistadas, encuentros en que se
definía un torneo o que implicaban el descenso de categoría para el perdedor.
La
denominación de barras bravas para
estos grupos organizados de violentos llegó mucho tiempo después. La mayoría de
las fuentes atribuyen a un artículo periodístico publicado por un diario de la
ciudad de Buenos Aires, el vespertino “La
Razón”, en octubre de 1958. El artículo, donde se comentaban los hechos que
originaron el asesinato del joven Mario Linker, muerto por un disparo efectuado
por el personal policial que custodiaba el evento, en realidad empleaba la
expresión “barras fuertes”. No obstante, a partir de la década de 1960, la
prensa deportiva de Argentina generalizó el empleo del término barra brava. La expresión se extendió
por toda la América de habla castellana. En Brasil en cambio, estos grupos
reciben la denominación de “torcidas
organizadas”, mientras que en Europa se los designa como “hooligans” o “ultras”.
Gradualmente
la situación fue cambiando. Los partidos que antes jugaban exclusivamente los
fines de semana -sábado o domingo según las categorías-, comenzaron a jugarse
también los días de semana, es decir cuando la mayoría de las personas debían
concurrir a sus trabajos. Además, los encuentros deportivos comenzaron a
multiplicarse. A las ligas nacionales se complementaron con torneos
internacionales, copas mundiales y hasta encuentros olímpicos. Al incrementarse
los encuentros, lógicamente, también se incrementó la posibilidad de hechos
violentos.
Los
fanáticos no tenían descanso. Alentar a los equipos y acompañarlos en sus giras
nacionales e internacionales se convirtió en una tarea de tiempo completo.
Gradualmente, los fanáticos se convirtieron en profesionales dedicados a alentar a sus equipos a tiempo completo.
Pero
lo que realmente cambio las reglas del juego fue la televisación de los
partidos. El futbol se convirtió en una industria en expansión. Los derechos de
televisación alimentaron a esta nueva industria. Los jugadores comenzaron a
comprarse y venderse en cifras astronómicas. La publicidad vio allí su
oportunidad. A la propaganda televisiva y radiofónica emitida durante los
encuentros se agregó la comercialización de una gran cantidad de productos de
mercadeo especialmente concebida para los fanáticos: ropa deportiva con los
colores del equipo, banderines y objetos de diverso uso con los colores de los
clubes y sus emblemas.
La
industria también se diversificó en múltiples actividades complementarias
aparecieron los directores técnicos, preparadores físicos, médicos deportólogos,
kinesiólogos nutricionistas, médicos deportólogos y hasta psicólogos deportivos.
Paralelamente, surgió un ejército de relatores deportivos, periodistas,
comentaristas, programas radiales y televisivos, diarios y revistas
especializadas, etc. Todos ellos ligados a una sola actividad: la millonaria
industria del deporte espectáculo.
El
futbol al dejar de ser un deporte para transformarse en una industria, precisó
de simpatizantes profesionales que movilizaran e impulsaran al resto de los
espectadores. Alguien debía acompañar a los equipos en sus giras aportando el
fervor necesario en cada encuentro. El espectáculo televisivo demandaba
tribunas llenas, entusiastas, festejos, cánticos, banderas, fuegos de artificio
y lluvias de papeles. La única forma de proveer esta parafernalia era sumar a
los simpatizantes amateurs un núcleo duro de simpatizantes rentados a los
cuales se financiaba para que estuvieran a disposición del club en todo
momento.
Como
socios del club, los barras comenzaron a intervenir en la vida interna de la
entidad. Apoyaron a ciertas listas en las elecciones de comisión directiva.
Apoyaban u hostigaban a un director técnico o a un jugador cuando su
rendimiento era bajo. Al mismo tiempo, los directivos del club apelaron a ellos
para forzar a renunciar a algún técnico, para presionar a un jugador que pedía
demasiado dinero para renegociar su contrato o que no aceptaba una
transferencia a otro club.
Gradualmente,
los barras bravas comenzaron a cobrar autonomía, a hacerse más poderosos, más
marginales y violentos. También ampliaron sus negocios incursionando en el ámbito
del delito y de la política. Algunos eran o se convirtieron en delincuentes
comunes. La crónica policial registra diversos casos en que barras bravas
fueron detenidos durante la comisión de delitos comunes no vinculados con la
actividad deportiva. En algunos clubes la barra brava comenzó a nutrirse de
elementos marginales que asistían a los partidos atraídos por los negocios que
se generaban en el estadio. Estos iban desde pequeños robos –arrebatadores o
carteristas-, la venta de drogas, los favores y dinero recibidos de la
dirigencia del club o de personajes de la política que frecuentemente requerían
de los servicios de los violentos.
El
vínculo entre políticos y barras bravas otorgó a estos últimos mayor impunidad
para sus actividades delictivas. También hizo a los primeros dependientes de
los favores o al menos de la neutralidad de las barras bravas, para desarrollar
sus actividades proselitistas en ciertos barrios.
LAS BARRAS BRAVAS COMO ESTRUCTURA
Es un
error muy generalizado considerar que todos los barras bravas son jóvenes
violentos pertenecientes a los estratos más humildes de la sociedad. Ni todos
son jóvenes ni todos son individuos marginales, semianalfabetos y
frecuentemente consumidores de alcohol o drogas. La mayoría de los barras bravas responden a este perfil.
Pero, otros muchos son individuos de edad madura, con una adecuada inserción
social y hasta vinculaciones políticas. Rafael Di Zeo, líder de “La Doce”, la mítica barra brava del
Club Boca Juniors, por ejemplo, era un miembro de la clase media urbana, con
trabajo formal, que vivía en un coqueto departamento en el barrio porteño de
Palermo. Era frecuente verlo en entrevista con la prensa usando relojes y
anteojos de primeras marcas internacionales. Su esposa, Soledad Spinetto era la
secretaria privada del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Felipe Solá,
hasta que el enjuiciamiento de su esposo por asesinato llevó a que se destinara
en otra dependencia del gobierno provincial. Di Zeo incluso había recorrido varios
países de América Latina dando conferencias y cursos para barras bravas. En su época de mayor popularidad, el jefe de La Doce firmaba autógrafos a la par de
los futbolistas del plantel.
Podemos
concluir que muchos barras bravas son
individuos marginales provenientes de las “villas
miserias”. En ocasiones, son jóvenes delincuentes que también actúan en los
estadios de futbol y que consumen drogas y alcohol, para dar rienda suelta a su
resentimiento y frustración. Pero otros, especialmente sus líderes, no lo son.
Estos suelen ser personajes más cerebrales que controlan la violencia para
ponerla al servicio de sus negocios. Se trata de individuos capaces de negociar
con el poder, tanto dentro del Club como en el mundo de la política, y que
obtiene importantes ganancias de estas actividades. En otras palabras son
delincuentes organizados que emplean racionalmente la violencia para obtener
beneficios económicos.
Aunque
las barras bravas no poseen una
ideología o filiación política definida todas son portadoras en algún grado de
las siguientes pautas subculturales: exaltación de la violencia y de la fuerza,
machismo exacerbado, nacionalismo extremo y un fuerte desprecio por toda forma
de autoridad que no se sustente en la aplicación de la fuerza física o la
violencia.
Cada
grupo de barras bravas se considera
custodio de la identidad del club a que pertenece. Éste era antiguamente un
lugar compartido con los jugadores o técnicos “símbolo” y los dirigentes realmente comprometidos con la
institución. Luego la gran rotación de jugadores y técnicos dejó esta
responsabilidad en manos de los “barras”.
Las barras bravas suelen identificarse con
la utilización de banderas –a las cuales denominan “trapos”- confeccionadas con los colores del club. Estas banderas
tienen un carácter sagrado. Similar al que tenían en los clanes primitivos los
tótem. Los barras frecuentemente suelen aprovechar la confrontación con otras
hinchadas para capturar “trofeos”. Es decir, los “trapos”, camisetas o
carteleras que arrebatan violentamente a alguna hinchada rival y que luego
exhiben en otros partidos o por Internet.
En
sus presentaciones suelen acompañarse de diversos instrumentos de percusión: en
especial bombos, redoblantes e incluso fuegos artificiales. Las barras bravas
también ocupan un lugar preferencial en el centro de las tribunas populares.
Aquellas partes del estadio que carecen de asientos y donde los espectadores
deben ver el partido de pie. La
ubicación en las tribunas señala cual es el peso que cada grupo tiene dentro de
la barra brava. Los que están en el centro tienen más poder y por lo tanto
controlan más negocios y más dinero. De allí que ese lugar sea frecuentemente
disputado por diferentes grupos dentro de una misma barra brava.
Cada
barra brava tiene antagonismos particulares con la barra brava de otro club.
Por ejemplo, entre la hinchadas de los clubes Nueva Chicago y All Boys. Al
mismos tiempo, establece pactos de no agresión e incluso de alianza con la
barra brava de algún otro club. Esto convierte a ciertos encuentros deportivos
en particularmente explosivos y a otros en partidos muy pacíficos donde incluso
los tantos se festejan moderadamente.
Actualmente,
los enfrentamientos más violentos, que suelen derivar en uno o varios muertos,
son producto de conflictos dentro de una misma barra brava y no del choque de
dos hinchadas diversas. Así ocurrió cuando dos grupos de los “Borrachos del Tablón”, los que
respondían a Adrián Rousseau y los “pupilos”
de Alan Schelenker se enfrentaron a tiros en las instalaciones para socios
del Club Atlético River Plate. Días más tarde, el 9 de agosto de 2007, la gente
de Schelenker asesinó a Martín Gonzalo Acro, la mano derecha de Rousseau. Como
se puede apreciar se trata de ajustes de cuentas al mejor estilo de la mafia.
NEGOCIOS EN EL TABLÓN
Las barras bravas son actualmente
sofisticadas organizaciones criminales que se financian a través de actividades
lícitas, parcialmente ilícitas y claramente ilícitas. Entre las primeras
figuran la contratación de los barras
como empleados en los clubes de futbol, en empresas pertenecientes a miembros
de la Comisión Directiva del Club o incluso como empleados públicos en diversos
organismos del Estado. En realidad esta contratación no significa que el barra brava desempeñe realmente las
tareas para las cuales se lo contrató. El barra nunca es un trabajador real. Lo
usual es que sólo eventualmente concurra a su lugar de trabajo. Con frecuencia
asiste tan sólo el día de pago. Popularmente, en Argentina se denomina a este
tipo de seudo trabajador con el nombre de “noqui”.
Otra
fuente de ingresos para las barras bravas son las concesiones de puestos de
venta de productos alimenticios y merchandising en el Club y particularmente en
el estadio. También el desempeño de tareas de seguridad cuando los estadios son
rentados para actividades no deportivas. Tales como conciertos de rock o la
presentación de otros artistas.
La Doce, es decir, la barra brava del Club
Atlético Boca Juniors gerencia diversos negocios legales. Ha otorgado una
franquicia a la firma de ropa deportiva Nike
para la creación y venta de una línea de vestimenta deportiva con los colores
del Club y la leyenda “El jugador número
doce”. Además, tienen convenios con compañías de turismo para proteger en
forma encubierta a los turistas que concurren al estadio a presenciar los
encuentros de futbol. Una empresa de turismo, por ejemplo, organiza un tour que
denomina “Pura Adrenalina”. Por aproximadamente ciento cincuenta euros, los
turistas viajan al estadio en los autobuses de “La Doce” repletos de simpatizantes xeneises, cantando y agitando
banderas. Una vez en el estadio pueden saltar y agitarse subidos al
para-avalanchas de la “popular”. En
contrapartida, “La Doce” recibe el
60% del dinero que pagan los visitantes extranjeros por el espectáculo.
Así,
los turistas pueden concurrir a “La
Bombonera” para presenciar el tradicional superclásico entre Boca Juniors y
River Plate portando costosos relojes, cámaras fotográficas o de filmación y
otros valiosos objetos sin sufrir ningún tipo de molestia. Esto sólo es posible
por el control que la barra brava ejerce sobre el estadio y los asistentes.
Además,
“La Doce” controla las “peñas” que el club tiene en el interior
del país. Boca Juniors es el club de futbol más popular de la Argentina. Su sede
se encuentra en la ciudad de Buenos Aires pero sus simpatizantes abarcan toda
la geografía del país. Es por ello que en algunas ciudades de provincia los
hinchas se agrupan en “peñas” o
asociaciones civiles más o menos informales que se encargan de adquirir
entradas para los encuentros, rentar micros para viajar hasta el estadio, etc.
En
ocasiones, estas peñas organizan cenas a las que asisten los jugadores más
populares del plantel del club. La barra
brava se encarga de coordinar la actividad de estas peñas. Aunque los jugadores concurren en forma gratuita, los barras cobran a cada peña un monto de dinero por la
asistencia de los jugadores y otros servicios –fotografías, pelotas y camisetas
autografiadas, etc.-
Un
diario digital, en 2006, informó que un grupo de “La Doce” viajó en una ocasión a la ciudad de Río Tercero, en la
provincia de Córdoba distante 600 kilómetros de Buenos Aires, con pasajes,
comida y alojamientos pagos para participar de una cena que costó a cada
asistente unos quince euros y que
incluía una comisión para la barra brava.
Según este medio, la principal atracción de la noche no fueron los jugadores
que asistieron sino Rafael Di Zeo, el líder de “La Doce” que debió firmar gran cantidad de autógrafos.
LOS VÍNCULOS INTERNACIONALES
“La Doce” ha obtenido también dinero dando
cursos de “organización” a las barras
bravas del “Fondo Sur” del club
español Real Madrid, las “Chivas” de
Gaudalajara y del “América” de
México. Los barras del Real Madrid
aprendieron de sus colegas boqueases como ingresar al estadio ilegalmente
saltando los molinetes, como organizar viajes para contingentes de 250
fanáticvos. Incluso recibieron un CD con cánticos de tribuna que luego abrían
de sonar en el estadio Santiago Bernabeu.
Este
no es el único caso. “Los borrachos del
tablón”, a su vez, asesoraron a barras
bravas provenientes de Colombia y Perú. En tanto, que “La Guardia Imperial”, la barra
brava del Racing Club de Buenos Aires, asesoraron a “El Frente Atlético”, la barra
brava del club Atlético de Madrid.
Rafael
Di Zeo incluso habría cobrado, en 2006, a la productora inglesa “Zigzag”, quince mil dólares por una
entrevista para el documental “International
Football Factories”, emitido luego por TV Bravo.
Más
recientemente el diario deportivo Ole, en su edición del viernes 25 de abril de
2014 publicó un revelador artículo de Gustavo Grabia donde el jefe de la “torcida” del club Inter de Porto Alegre
manifestaba que había viajado a la ciudad de Buenos Aires para acordar con la
barra brava del Club Independiente y con la asociación civil Hinchadas Unidas
Argentinas, la concurrencia a la Copa Mundial de la FIFA a realizarse ese año
en Brasil ese año.
Por
lo revelador de esa entrevista nos ha parecido interesante transcribir sus
párrafos principales:
-
Giba:
“Somos amigos de la barra de Independiente desde 2011, cuando jugamos la
Recopa. Antes nos recibieron acá para la Copa América, conocimos a Hinchadas
Unidas Argentinas. Y ahora devolvemos el favor. Vine a tratar todas las cosas
referentes al Mundial y llegamos a un acuerdo. Los vamos a alojar en dos
gimnasios en Sapucaia do Sul, que está en la Gran Porto alegre, a unos veinte
kilómetros del centro y que tiene espacio para 1.200 personas. Y garantizo
docientos tickets para cada partido de la Selección Argentina.
-
Grabia: ¿Cómo los conseguiste? Si en la Web están
agotados…
-
Por
medios políticos
-
¿De qué manera?
-
No
puedo informarte. Pero ya los tengo conmigo.
-
¿Los compraste?
-
No,
no, me los regalan (Nota de Autor: el valor por entonces de cada ticket era de
2.000 U$S)
-
Algo darás a cambio…
-
Sí,
después yo ayudo a los políticos en su cosas con la gente que manejo en Porto
Alegre (ahí Argentina juega con Nigeria). Y para los partidos en Río y Belo
Horizonte (la Selección va contra Bosnia e Irán), las torcidas de Flamengo y
Cruzeiro me consiguen los tickets. Ellos tienen los mismos contactos que yo.
Será una gran copa.
-
Para ustedes será un gran negocio.
-
Yo lo
hago de amigo y les resuelvo las cosas a los de Hinchadas Unidas Argentinas. El
alojamiento, el transporte, los abogados si hay un problema legal, tudo bem.
-
¿Con quién negociás en Argentina?
-
Con
Bebote. Mi negocio es con Bebote Álvarez. Yo consigo las cosas y él decide
quienes vienen y reciben los tickets. Yo le doy todo a él.
-
Pero si tenés 200 tickets y vienen 1.200 barras,
seguro habrá lío.
-
No es
mi problema. Yo les doy eso, el resto lo tendrán que conseguir ellos con sus
contactos.
-
En Brasil hay mucha rivalidad con los argentinos. ¿Vos
garantizás que no ocurrirá nada?
-
Yo
garantizo que con esos 1.200 vamos a confraternizar. ¿Qué pasa con la torcida
del Gremio? No se van a cruzar: ellos no entran a nuestros barrios y nosotros
no pisamos los de ellos.
-
Y no tenés miedo de que nuestros barras lleven la
violencia allá. En Sudáfrica hubo un muerto y 29 deportados.
-
Esto
no es Sudáfrica y Hinchadas Unidas Argentinas tiene líderes y sabrá manejar a
su gente.
-
Pero, muchos barras son delincuentes, tienen
prontuario…
-
Los
argentinos deberán hacerse responsables por los argentinos. Los conozco y son
buena gente. Ni ellos ni nosotros queremos lío, será una Copa bonita.
-
Bueno, tienen algo común: vos tenés derecho de
admisión a los estadios, como varios de nuestras barras.
-
Me lo
pusieron por defender a mi gente. Pelee contra la Policía porque oprime al
pueblo del Inter y no dialoga. Pero aunque no entro a la cancha, sigo manejando
todo con la dirigencia, los políticos, con todo.
-
Los barras argentinos tienen un montón de negocios.
Además de la reventa, manejan los micros, el merchandising ilegal, puestos de
comida y bebida, estacionamientos en espacios públicos, les cobran a los
representantes por alentar a sus jugadores, hasta tienen pases de algunos.
¿Cómo es en Brasil?
-
Muy
diferente. Lo único que nos dan son los tickets y la plata para los micros.
Pero a mí me gustaría que fuera como en la Argentina: acá por lo visto está
todo mucho más desarrollado.”
El
testimonio es por demás revelador. Un abogado podría decir: a reconocimiento de
parte, relevamiento de prueba…
Por
último, se podría mencionar que los barras bravas cobran por exhibir, durante
los encuentros de futbol, banderas con leyendas en apoyo de ciertos políticos.
La Guardia Imperial solí colocar en su tribuna una bandera que en letras
gigantescas rezaba: “Kirchner 2007”.
Los
negocios semi-ilícitos son bien conocidos. Comienzan con la “reventa” de entradas que reciben
gratuitamente de los dirigentes de los clubes. Siguen con el control de los estacionamientos. Es decir, en el
control de las calles aledañas a los estadios de futbol. Si bien el
estacionamiento en esa áreas de la vía pública es libre para cualquier persona,
resulta imposible aparcar los automóviles con seguridad allí sin pagar un canon
a los barras que cuidan los vehículos. Todo ello ante la mirada indiferente de las
autoridades policiales y municipales presentes en el lugar.
En
eventos especiales un “clásico”, un
encuentro de final de copa o el concierto en que se presenta una figura
internacional de la música el costo de aparcar en ese lugar el automóvil puede
alcanzar los diez euros.
Por
último, los barras bravas incluso
venden sus servicios a los dirigentes políticos y sindicales para organizar el
proselitismo durante las campañas electorales. Sus servicios pueden ser de lo
más variados: pintar consignas electorales en las paredes, llevar pancartas,
banderas o tambores a los actos de campaña. Y, llegado el caso, imponer el
orden en los actos. Según algunos testimonios, “Los borrachos del tablón” habrían cobrado unos 15.000 euros a un
candidato a intendente de la provincia de Buenos Aires por su apoyo en la
campaña electoral interna de su partido.
Los
negocios ilícitos son menos evidentes. Comienzan con la extorsión a dirigentes,
técnicos y jugadores del Club. Aunque estos siempre lo niegan todos “colaboran” financieramente con los “muchachos” de la hinchada.
En
ocasiones, la barra brava impulsa a
un determinado jugador por que ha recibido de un dirigente, del representante o
del dueño del pase del jugador la promesa de percibir una comisión si este es
vendido a algún club del extranjero. Por los mismos motivos apoyan o atacan,
según el caso, a los directores técnicos. Si el técnico les paga, cuando el
equipo pierde, los barras amenazan a
los jugadores con represalias si no esfuerzan más para ganar. En ocasiones, es
algún dirigente del club el que paga a la barra brava para que hostilice al
director técnico y fuerce su reemplazo por otro más afín a sus intereses.
La
barra brava también recauda “colaboraciones”
entre los comerciantes de la zona aledaña al estadio. En esta forma los
comerciantes se aseguran que sus establecimientos no sufran ataques los días en
que hay partidos.
Además,
la barra brava controla la venta de drogas en el club y en el estadio. En
muchos casos, los barrar bravas, son en realidad narcotraficantes provenientes
de las villas miserias o de los barrios populares aledaños que han extendido
sus actividades criminales al lucrativo negocio del futbol.
Finalmente,
las barras bravas obtienen también recursos de sus vínculos con políticos y
sindicalistas, tal como se verá seguidamente.
BARRAS BRAVAS, POLÍTICOS Y SINDICALISTAS
La
política pronto comprendió que no podía permanecer al margen de un negocio que
congregaba multitudes, que generaba adhesiones fanáticas y operaba con millones
de dólares. En un principio, los políticos ejercieron su influencia para
proteger a los barras bravas de la
acción de la justicia. Presionaban a las autoridades policiales o judiciales
para lograr la impunidad de los violentos. Cuando esto resultaba imposible,
para proporcionarles condenas más reducidas, mejores condiciones de detención,
etc. El grado de estas influencias
políticas podían llegar incluso a una amnistía presidencial. En enero de 1993,
el entonces presidente Carlos S. Menem conmutó la pena del barra brava del Club
Atlético San Lorenzo, Emilio Narváez Chávez condenado por asesinar a Saturnino
Chávez, el 14 de diciembre de 1990, en el estadio del Club Atlético Boca
Juniors, conocido popularmente como “La
Bombonera”. Ese día, durante un encuentro entre los equipos de San Lorenzo
y Boca Juniors, Narváez Chávez arrojó un caño que pesaba unos veinte kilogramos
sobre la bandeja inferior de la tribuna donde se encontraba parte de la
hinchada de Boca Juniors provocando la muerte del simpatizante boquense
Saturnino Cabrera.
Es
indudable que el futbol se ha convertido en una industria millonaria, tan
millonaria como la política, al menos en Argentina. De forma tal que ambas
entrelazan sus actividades y comparten en muchas ocasiones sus actores
centrales. Un claro ejemplo de esta situación lo brinda el actual Jefe de
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el ingeniero Mauricio Macri.
Miembro de una familia de poderosos empresarios, poseía una considerable
fortuna personal cuando decidió dejar la dirección de las industrias familiares
para convertirse en presidente del club de futbol más popular de la Argentina:
Boca Juniors. Su objetivo final parece ser competir por la presidencia de la
Argentina. Con ese objeto empleó su brillante gestión como presidente del Club
para hacer que su nombre y su figura fueran conocidos en todo el país. Al mismo
tiempo se rodeó de una aureola de administrador eficiente y creativo. Prestigio
y popularidad lo convirtieron en jefe de Gobierno de la ciudad más populosa e
importante del país.
Estos
no son, claro esta, los únicos ejemplos de vinculaciones entre el futbol y la
política. En ocasiones los barras bravas
actúan como fuerzas de choque para dirimir algún conflicto político o como “operadores políticos” durante las
campañas electorales.
En
agosto de 1995, el entonces intendente del Municipio de Morón, Juan Carlos
Rousselot recurrió a los barras bravas
de los clubes Deportivo Morón y Chacarita Juniors para impedir la entrada al
Consejo Deliberante de un grupo de vecinos que protestaba contra un acto de
corrupción del intendente en la contratación de empresas para la construcción
de cloacas en ese Partido.
En
ese entonces, la barra brava de
Deportivo Morón era dirigida por Máximo Manuel Zurita, conocido como “cadena”
por el objeto que empleaba en las reyertas con otros barras. Un individuo que
había cumplido una condena de cárcel por el robo a mano armada a una panadería
y a quien se responsabilizaba por el asesinato del joven simpatizante de Boca
Juniors, Daniel Hernán García de una puñalada en el abdomen. García, de 19
años, había concurrido a Uruguay para presenciar el encuentro que por la Copa
América en que la selección argentina derrotó por 4 a 0 a la selección chilena.
Al regresar, el transporte en que viajaba, junto a simpatizantes del Club
Defensores de Belgrano, fue
interceptado, en la ciudad uruguaya de Paysandú, por los barras bravas de los
clubes Deportivo Morón y Tigre. El saldo fueron un muerto y tres heridos
graves, todos ellos por armas blancas. Zurita fue identificado por los testigos
como uno de los agresores y como el victimario de García.
Zurita
había sido designado por el intendente Rousselot con el legajo N° 79.269 para
cumplir funciones en el Sector Servicios Públicos del Partido Morón. El barra brava nunca fue separado de su
empleo pese a las imputaciones en su contra.
Al igual que los políticos, los dirigentes sindicales suelen apelar a
los barras bravas para dirimir
violentamente sus conflictos. El 17 de octubre de 2006, se efectuó el traslado
de los restos mortales de Juan D. Perón desde su bóveda en el cementerio de La
Chacarita hasta la quinta de San Vicente, en la provincia de Buenos Aires. Allí
se enfrentaron los seguidores de Hugo Moyano, Secretario General del Sindicato
de Camioneros con quienes respondían al sindicalista Juan Pablo “Pata” Medina, dirigente de la Unión
Obreros de la Construcción de la República Argentina –UOCRA-, de la filial
correspondiente a la ciudad de La Plata. Para reforzar a sus huestes en la puja
por ocupar el lugar central en la ceremonia de traslado de los restos, Moyano
recurrió a la barra brava del Club
Atlético Independiente. El hijo de Moyano, Pablo, además de ser él también un
importante dirigente sindical, es vocal titular de la Comisión Directiva del
Club Atlético Independiente. Además estaba a cargo del predio que esa entidad
deportiva tiene en la localidad de Villa Domínico y que habría sido remodelada
con dinero suministrado por el gremio de los camioneros. Su rival, “El Pata” Medina apeló a los barras
bravas de los clubes Estudiantes de La Plata y Defensores de Cambaceres.
El
enfrentamiento, transmitido por la televisión, se inició con insultos y golpes
de puño pronto escaló al empleo de palos y piedras para culminar con
impoertante intercambio de disparos. Entre quienes apelaron a las armas se
identificó a Emilio Quiroz, alias “Madonna”,
chofer de Pablo Moyano y conocido integrante de la barra brava del club Independiente.
Hugo
Moyano, actualmente es también Secretario General de la Confederación General
del Trabajo –CGT-, la central sindical oficial de la Argentina y Vicepresidente
del Partido Justicialista, es decir, del partido que gobierna el país. Quienes
lo conocen afirman que el objetivo de Moyano es imitar a Inacio Lula Da Silva y
Lech Valesca. Convertirse en el primer sindicalista que llega a la presidencia
de Argentina.
Podríamos
continuar aportando ejemplos de los inocultables vínculos entre barras bravas,
políticos y sindicalistas. Pero para concluir es suficiente con recordar la
esclarecedora respuesta que dio el presidente de la Asociación del Futbol de
Argentina –AFA-, Julio Grondona a la Comisión de Deportes de la Cámara de
Diputados de Argentina. Ante la pregunta sobrfe los vínculos entre dirigentes
de los clubes de futbol y los barras bravas, el veterano dirigente respondió
con otra pregunta: “¿Cuántos empleados hay en esta casa (por el Congreso de la
Nación) que pertenecen a las barras bravas?”
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