El
presidente de Bolivia, Evo Morales, es un político populista de dudosas
credenciales democráticas pero su intento de hacerse reelegir por cuarta vez en
el cargo y gobernar a su país por veinte años consecutivos lo pone en la senda
de los dictadores perpetuos de América Latina como Fidel Castro o Alfredo
Stroessner.
La primera década del siglo
XXI fue una época de implantación del populismo de izquierda en América Latina
con figuras tales como: Hugo Chávez Frías en Venezuela, Néstor y Cristina
Kirchner en Argentina, Luis Inacio “Lula”
da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Fernando Lugo en
Paraguay, Evo Morales en Bolivia, Ollanta Humala en Perú y Daniel Ortega en
Nicaragua, además de Fidel y Raúl Castro en Cuba.
Años en que el alto precio de
las materias primas (hidrocarburos, minerales y soja) permitían la
implementación de desprolijas políticas distributivas y hasta el despilfarro,
cuando no el robo, de los por entonces abundantes recursos del Estado.
Pero, el ciclo de prosperidad
fue corto. Hacia finales de la década, lo niveles de crecimiento económico
comenzaron a desacelerarse, cayó la recaudación tributaria y la inversión pública,
se deterioraron las balanzas comerciales y se incrementó notablemente el
déficit fiscal que licuó las reservas internacionales de los países
latinoamericanos.
Golpeados por la crisis
económica y otros factores gradualmente los líderes populistas comenzaron a
retirarse del escenario político regional. Algunos debieron hacerlo por
imposición de la biología, Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Fidel Castro. Otros
por que así lo impuso la realidad política y el marco institucional de su país:
Lula da Silva, Ollanta Humala, Cristina Kirchner y Rafael Correa.
Por último, están los que
fueron expulsados de sus altas posiciones mediante juicios políticos como
Fernando Lugo o Dilma Rousseff.
Los últimos exponentes del “socialismo del siglo XXI” no están
pasando por un buen momento. Por un lado enfrentan el repudio, en ocasiones
violento, de sus pueblos, por el otro viven en un marcado aislamiento
internacional.
Para sobrevivir en sus cargos
se ven forzados a reprimir y perseguir toda expresión opositora, en especial a la
proveniente de la prensa independiente, al tiempo que cambian las reglas de
sistema institucional democrático al sólo efecto de poder perpetuarse en el
poder.
Un claro ejemplo de esta
situación son los intentos de Evo Morales por aspirar a un cuarto mandato
presidencial y así poder gobernar a Bolivia por veinte años consecutivos.
Al asumir la presidencia por
primera vez Evo Morales, en 2006, la constitución boliviana prohibía la
reelección. En 2009, el líder cocalero modificó el texto constitucional para
lograr una segunda presidencial. El nuevo texto marca claramente la posibilidad
de una única reelección consecutiva, sin embargo, Evo Morales logró ser
reelecto en tres ocasiones. Pero, esto no es suficiente para Morales.
Para burlar la limitación
constitucional a la reelección indefinida, Evo Morales apeló a la realización
de un referéndum para aspirar a un cuarto mandato consecutivo por medio de una
nueva enmienda constitucional.
La consulta popular se
implementó el 21 de febrero de 2016 y el pueblo se expidió en contra del
presidente. Los escándalos de corrupción dentro del gobierno boliviano, en
especial el protagonizado por el ex ejecutiva de una empresa constructora
china, Gabriela Zapata, vinculada sentimentalmente a Morales, enjuiciada y
sentenciada en 2017 a una pena de cárcel por tráfico de influencias, fue una de
las causas del rechazo a la reelección presidencial.
Morales no aceptó la voluntad
popular y apeló al Tribunal Constitucional Plurinacional, formado por jueces
designados durante su gestión. El máximo tribunal que excedió sus facultades
procedió a suprimir los artículos de la constitución que prohibían las dos
reelecciones consecutivas argumentando que violaban el Pacto de San José, de
1969, que estableció la Convención Americana de Derechos Humanos. Una
argumentación que muchos juristas encuentran cuando menos dudosa.
En diciembre de 2018, fue el
Tribunal Supremo Electoral el organismo que legalizó la postulación
presidencial de Morales pese al rechazo de intelectuales, políticos,
comunidades indígenas y un amplio sector de la población.
El expresidente Carlos Mesa,
el precandidato presidencial con mayor expectativa de votos en las encuestas,
se expidió categóricamente señalando: “Este
es un golpe mortal a nuestra democracia, porque se ha habilitado al hombre que
tiene todos los poderes en su mano.”
No sólo los bolivianos
expresan su preocupación por las amenazas que se ciernen sobre la democracia y
los derechos humanos en Bolivia.
Veinte expresidentes
iberoamericanos, reunidos en la Iniciativa Democrática de España y las Américas
(IDEA) se han dirigido a la Organización de Estados Americanos y a la Unión
Europea solicitando que estos organismo internacionales “mantenerse vigilantes y disponer las medidas preventivas y efectivas
necesarias y apropiadas a la ruptura del orden constitucional y democrático
ocurrido en Bolivia bajo la Presidencia de Evo Morales.”
IDEA es una organización que
denuncia abusos de poder y demanda el respeto a los derechos humanos y
políticos en la región. La petición contra Evo Morales fue firmada entre otros exmandatarios
por José María Aznar (España), Fernando de la Rúa (Argentina), Vicente Fox
(México), César Gaviria (Colombia), Felipe González (España) y Jorge Quiroga
(Bolivia).
Morales, reaccionó con indiferencia
al llamado internacional acusando a los ex presidente de representar al
capitalismo y defender al imperio.
La reacción de los gobiernos
de la región al claro deterioro de la legalidad democrática en Bolivia ha sido
por demás tibia.
América Latina aún no ha
cerrado las heridas provocadas por los escándalos de corrupción que estallaron
en diversos países (Mensa lao, Lava Jato, Odebrecht, los cuadernos del
kirchnerismo, etc.), tampoco la economía de la región se ha recuperado lo
suficiente.
Esto hace que los gobiernos
latinoamericanos otorguen prioridad a los problemas internos y orienten su
política exterior a la captación de inversiones más que a la lucha por la
preservación de la democracia en la región.
Es así como logran perpetuarse
dictadores como Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Evo Morales.
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