La
falta de respuesta de Argelia a la propuesta del rey de Marruecos de arreglar
sus diferencias en una negociación diplomática directa y honesta dilata una vez
más la tan ansiada integración del Magreb.
UNA RIVALIDAD HISTÓRICA
A un
mes del generoso llamamiento del rey de Marruecos, Mohammed VI, al gobierno de
Argelia para resolver en forma negociada, directa y honesta, todas sus
diferencias, superarlas y encarar conjuntamente el desafío de lograr un
desarrollo sostenible y de crecimiento económico para todos los países del
Magreb, iniciativa que fue calificada por el ministro de Asuntos Exteriores de
España, Josep Borrell, como una “gran
noticia”, Argel ha respondido con un silencio indiferente.
Marruecos
y Argelia son, desde hace décadas, vecinos antagónicos. La discordia fronteriza
alentó el rencor entre dos pueblos hermanos que comparten una misma fe, un
mismo origen étnico y costumbres comunes, y se transformó en una rivalidad
tenaz que se agravó con la Cuestión del Sáhara, al convertirse Argel en el
sostén político militar del Frente Polisario.
El Conflicto
del Sáhara, inconcluso desde hace más de cuarenta años, y el cierre de la
frontera común desde hace casi dos décadas, vallada en ciertos tramos, son las
dos causas tangibles de una enemistad que mantiene al Magreb desunido, pese a
los continuos esfuerzos del reino alauí por superar este problema.
Los
dos grandes países del Magreb son enemigos íntimos desde los días de la
Independencia. Tras su guerra de la independencia (1954 – 1962), Argelia heredó
el vasto territorio sahariano que los franceses habían delimitado muy a favor
del que fue su Departamento de Ultramar, en detrimento de la integridad
territorial de Marruecos. Así uno de los objetivos fundamentales del recién
nacido Estado argelino fue la conservación de un extenso territorio con
abundantes riquezas minerales.
En
consecuencia, tras la independencia de Argelia y el retiro de los franceses,
Marruecos no reconoció las fronteras bilaterales decididas por Francia en el
Sáhara y se lanzó a la recuperación de sus territorios. El conflicto parecía
inevitable y alcanzó su máxima expresión en la efímera “Guerra de las Arenas” (1963), en la que las Fuerzas Armadas Reales
y un embrionario Ejército argelino (con auxilio de instructores y combatientes
cubanos y egipcios) se batieron en diferentes posiciones fronterizas. El reino
alauí alcanzó una clara victoria militar que, sin embargo, no le reportó
ganancia territorial alguna y solo sirvió para asestar un duro golpe moral a su
vecino argelino y arraigar el resentimiento bilateral que dura hasta la
actualidad.
Sin
embargo, la década posterior al Conflicto de las Arenas fue de una cierta
distensión entre ambos vecinos, a pesar de la carrera armamentista que habían
iniciado y de que por entonces ambos países habían adoptado trayectorias
antagónicas en sus respectivas relaciones internacionales.
LA CUESTION DEL SÁHARA
Eran
los años de plena Guerra Fría, y Marruecos se orientó hacia el bando
occidental, mientras que Argelia osciló hacia el Bloque Socialista,
convirtiéndose en un baluarte para los movimientos de liberación nacional de
inspiración pro-soviética que llevaban a cabo luchas guerrilleras y atentados
terroristas.
Tras
la recuperación de las provincias saharianas de Marruecos, cuando, en noviembre
de 1975, el rey Hassan II llevó a cabo la “Marcha
Verde”, Argelia se convirtió en el principal abastecedor de armamento y
entrenamiento militar -junto a la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular
Socialista de Muhammad Gadafi- y en refugió para el Frente Polisario, que
estableció en la regional argelina de Tinduf su base de operaciones, desde
donde lanzaba sus ataques terroristas.
En 1991, después de que Marruecos construyera
un muro defensivo que puso fin a las incursiones fronterizas del Frente
Polisario desde Argelia, ambas partes arribaron a un alto al fuego controlado
por la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental
(MINURSO).
Durante los siguientes 27 años el
conflicto se estancó convertido en una
contienda diplomática y de propaganda.
De nada sirvió que en 2007, el Reino de
Marruecos presentara, en respuesta a una petición de Naciones Unidas, la “Iniciativa Marroquí para la Negociación de
un Estatuto de Autonomía para la Región del Sáhara”. Una solución realista,
justa y aceptable para sacar el conflicto de un callejón sin salida.
La Iniciativa recibió inmediatamente el apoyo
de Naciones Unidas y de otros actores internacionales que la consideraron un
aporte valioso para la resolución del diferendo preservando tanto la soberanía
marroquí como los intereses de la población marroquí de origen saharaui
confinada en Argelia.
Nuevamente, Argelia impulsó la intransigencia
del Frente Polisario para mantener a Marruecos en medio de un desgastante
conflicto fronterizo y forzarlo a una continua carrera armamentista.
En 1994, la concordia vecinal entre ambos
países magrebíes sufrió un nuevo traspié. En el contexto de la guerra civil
argelina, Marruecos responsabilizó a Argel por un atentado terrorista
perpetrado por dos franceses de origen argelino en un hotel de Marrakech en el
que fallecieron dos turistas españoles. El reino alauí estableció el visado a
los ciudadanos argelinos que quisieran ingresar a su territorio, a lo que
Argelia respondió cerrando la frontera común, que permanece en esa situación hasta
el momento. Desde entonces, Argel ha tratado de vincular la apertura de
fronteras a la Cuestión del Sáhara y se ha negado a abordar ambos temas por
separado, con lo cual ahonda el cisma vecinal.
LA CARRERA
ARMAMENTISTA
Así Argelia comenzó a apostar decididamente a
desarrollar su hard power hasta
convertirse en el país con el mayor presupuesto militar de África -alrededor de
un tercio del presupuesto militar combinado del resto del continente- y el
quinto del mundo con mayor gasto militar respecto del PIB (5,7% en 2017).
Además, Argelia se convirtió en el séptimo importador mundial de armas. Entre
2013 y 2017 adquirió el 52% del armamento importado en África.
Argel ha intentado justificar su gran
presupuesto militar aduciendo la inestabilidad regional en el Magreb y el Sahel,
a raíz de “las primaveras árabes” y
la mayor presencia de grupos yihadistas en la región, como Al Qaeda en el
Magreb Islámico, que se originó en grupos yihadistas argelinos expulsados por
el ejército de Argel, en la década de los años noventa.
Mientras Argelia desarrollaba un
desproporcionado aparato militar, Marruecos de la mano de Mohammed VI apostaba
al soft power, al crecimiento
económico y a la paz.
UNA APUESTA
POR LA PAZ
La hábil diplomacia marroquí cosechó
rápidamente acuerdos y estableció sólidos vínculos de amistad con los países
del Golfo y entre las naciones del continente africano.
Desde el comienzo del reinado de
Mohamed VI, en 1999, Marruecos se ha caracterizado por una política exterior
dirigida a desarrollo sostenible y cooperativo, al fortalecimiento de las
relaciones Sur – Sur y a priorizar los vínculos con África.
Esta
política comenzó con la cada vez mayor intervención de tropas marroquíes en las
misiones de paz de Naciones Unidas en el continente y con el otorgamiento de
becas para estudiantes africanos. Con una participación de 1.865 miembros de
las Reales Fuerzas Armadas en las misiones de paz de Naciones Unidas, Marruecos
ocupa el puesto 18° en el ranking de los países que contribuyen con tropas a
escala mundial, el 3° en el mundo árabe y el 8° en el continente africano.
En
2016, estudiaron en Marruecos 18.000 alumnos extranjeros provenientes de 42
países, de los cuales 6.500 fueron becarios. La participación en la formación
de imanes, el envío de ayuda humanitaria y medicamentos para los pueblos
necesitados de África y muchas otras iniciativas similares.
Actualmente,
Marruecos, con 1.700 millones de dólares en inversiones, es el segundo inversor
africano en el continente, después de Sudáfrica y aspira a convertirse en el
primero.
Las
inversiones marroquíes en África se distinguen por su variedad y riqueza
sectorial, a la imagen de los servicios que constituyen un componente esencial
de la demanda africana. El cúmulo de las inversiones marroquíes se centran
especialmente en el sector de la construcción y obras públicas, TIC, servicios
bancarios, electrificación, industria farmacéutica, transporte aéreo, minas,
seguros y telecomunicaciones.
La
presencia de Mohammed VI acompañado de delegaciones de funcionarios y
empresarios marroquíes se hizo algo habitual en los países de la región. Cada visita
del monarca alauí a un país africano dejaba al país anfitrión un saldo de
donaciones y ventajosos convenios de cooperación bilateral.
Marruecos ha suscripto una serie de acuerdos regionales para el libre
intercambio de mercancías y para favorecer las inversiones entre el Reino y el
resto del continente africano. Desde 1956 a 1999 se firmaron 515 acuerdos con
los países africanos; mientras que, desde entonces, han sido 949 los acuerdos
firmados hasta la fecha, es decir, más del doble. Esos acuerdos abarcan todo
tipo en materias que van desde los intercambios meramente comerciales a la
colaboración de materias concretas como la educación o la cultura.
Esta diplomacia económica, empresarial y su fuerte compromiso en el
campo de la diplomacia cultural y religiosa pusieron de manifiesto
la preocupación del Rey de Marruecos por las necesidades de los pueblos
hermanos del África.
Marruecos se ha convertido, en las últimas décadas, en una potencia
económica y diplomática dentro de África, lo que se tradujo en la imposibilidad
de que el Reino se mantuviera ausente de la escena diplomática continental o de
su organización la Unión Africana. Marruecos propició la creación de este
organismo por impulso del entonces rey Mohamed V que convocó a la Conferencia
de Casablanca, en 1961, y luego se incorporó a la entonces Organización de
la Unidad Africana (OUA) en 1963, y de la cual se alejó en 1984 por acciones
que amenazaban su soberanía territorial. Este regreso se concretó en enero de
2017 y en ese mismo año Mohamed VI fue nombrado como “Líder de la Unión
Africana sobre la Cuestión de la Migración”.
En 2018, en la XXIIª Sesión Ordinaria
del Consejo Ejecutivo del Bloque Panafricano como preludio de la XXXª Cumbre de
la Unión Africana, realizada en la ciudad de Addis Abeba, Etiopia, Marruecos
fue designado miembro del Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana,
máximo organismo de la entidad regional.
Marruecos
ha establecido estrechas relaciones con algunos importantes países africanos, a
cuyos ciudadanos ha exonerado de visado para ingresar a su territorio: Argelia,
Congo, Costa de Marfil, Guinea Conakry, Libia, Mali, Níger, Senegal y Túnez. Marruecos
fortalece la cooperación Sur – Sur, destinado aproximadamente trescientos
millones de euros anuales en ayuda pública al desarrollo de África que se
canalizan a través de distintos cauces de cooperación institucional como la
Agencia Marroquí de Cooperación Internacional (AMCI), órgano encargado de
programas tripartitos de cooperación en los que intervienen Marruecos como
canalizador de la ayuda, otro país africano como beneficiario y un tercer país
u organismo internacional. Por ejemplo, Japón gestiona parte de su ayuda al
desarrollo en África en colaboración con la AMCI. En este caso, Marruecos actúa
como país de puerta a África en el
ámbito de la cooperación internacional.
Este
no es el único ámbito donde Marruecos ha cambiado a su favor el balance de
poder regional. Mohammed VI avanzó con su diplomacia sobre algunos de los
aliados tradicionales de Argelia.
Visito
Nigeria y se reunió con el presidente Muhammad Buhari para firmar un acuerdo por
el cual la fundación de riqueza soberana de Marruecos
Ithmar Capital junto con la Autoridad
de Inversión Soberna de Nigeria (NSIA) se han asociado para invertir en el
proyecto de gasoducto de 6.500 kilómetros de extensión que conectará Nigeria
con las naciones de la CEDEAO y la Europa Comunitaria, pasando por Marruecos.
Además,
estableció relaciones diplomáticas con Cuba, el mayor patrocinador (juntamente
con la República Bolivariana de Venezuela) del Frente Polisario en América
Latina.
Esa estabilidad y liderazgo atraen
inversiones extranjeras a su territorio, le dan un mayor protagonismo en
las misiones de paz de Naciones Unidas, lo convierten en sede de eventos
internacionales como la “Cumbre de la Tierra – Río 1992” (que ha
albergado en dos ocasiones en 2001 y 2016) de la Conferencia de las
Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP22),
la Cumbre Africana para la Acción (2016) o la Conferencia
Intergubernamental de Adopción del Pacto Mundial, así como el Foro
Global para la Migración y el Desarrollo que se realizarán en Marrakech
entre el 10 y 11 de diciembre de 2018.
Finalmente,
Marruecos organiza periódicamente distintos foros empresariales y de
inversiones orientados especialmente hacia el continente africano, como el Foro
Invest Africa Expo del cual participaron 26 países africanos. Estos eventos
sirven también para evidenciar el compromiso de Marruecos con el desarrollo de
los países y la economía africana. Una muestra de ello fueron el Forum África Developpement y los Spécial Recontres d’Affaires Africa que
estuvieron lugar en abril de 2017 en Casablanca, y los Forum Crans Montana, que
tienen lugar en la ciudad puerto de Dakhla, cuyo objetivo son garantizar a toda
la población africana acceso a los bienes básicos (agua, electricidad, comida y
medicamentos). De estos eventos participaron representantes de 137 países.
LA INTEGRACIÓN PENDIENTE
Marruecos
y Argelia cuentan con economías complementarias, pero la rivalidad política
ocasiona perjuicios porque los dos se ven obligados a importar productos a un
precio más alto del que podrían adquirir directamente de su vecino. El cierre
de la frontera hace que el Magreb sea la región menos integrada comercialmente
del mundo: solo un 4,8% del volumen de comercio magrebí tiene como destino otro
país del Magreb; representa menos de un 2% del PBI. Por el contrario, el cierre
de las fronteras provoca que a menudo mercancías que tienen como destino
ciudades del otro lado de la frontera o puertos del país vecino que se
encuentran en el mismo litoral tengan que transitar por ciudades como Marsella,
Alicante o Almería, lo que evidencia lo inconveniente y absurdo de la
situación.
La
normalización de las relaciones bilaterales debería ser una prioridad política
para Marruecos y Argelia por el mero bienestar de sus ciudadanos, que son los
que consumen en última instancia los costos extras del cierre bilateral, los
que dejan de beneficiarse de un intercambio cultural entre dos naciones que
deberían ser hermanas y los que ven cómo sus impuestos siguen utilizándose para
engrosar un gasto militar desorbitado.
No
obstante, este acercamiento no se intuye a corto plazo pese a la buena voluntad
reiterada por Mohammed VI por falta de una respuesta por parte de Argelia. Con
tal fin el ministro de Relaciones Exteriores marroquí, Naser Burita, convocó al
embajador argelino en Rabat para expresarle que Rabat “no puede sino lamentar que esa invitación no haya tenido la reacción
esperada”, pese a “las varias
gestiones, formales e informales, realizadas en vano durante diez días con el
fin de establecer un contacto con las autoridades argelinas a nivel
ministerial.” Pero, nuevamente no hubo reacción por parte de Argel.
El
silencio argelino constituye un gesto desalentador, especialmente, porque la
semana próxima se reunirán Marruecos, Argelia, Mauritania y el Frente Polisario
bajo los auspicios de las Naciones Unidas para buscar una solución al Conflicto
del Sáhara, algo que resulta imposible sin un entendimiento previo entre
Marruecos y Argelia.
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