Los robots están
reemplazando, gradual pero inexorablemente, a los seres humanos en el mercado
laboral, provocando inquietantes cambios sociales.
UN MUNDO QUE
CAMBIA
Aunque para un argentino a quién se le corta la
energía eléctrica con frecuencia, no cuenta con cloacas o un abastecimiento
seguro de agua potable y su servicio de wifi es precario, lento y costoso, el tema
puede parecer más próximo a una novela de Julio Verne, Ray Bradbury o Issac
Asimov que a su realidad cotidiana. Sin embargo, el cambio tecnológico más
temprano que tarde modificará radicalmente su vida.
Recientemente, un informe elaborado por el Foro Económico
Mundial, con sede en la localidad suiza de Davos, alerta sobre el creciente
impacto del cambio tecnológico sobre los niveles de empleo en el mundo.
Aunque los sindicalistas argentinos se empecinen en
negarlo, los avances tecnológicos son la principal causa, en todo el mundo, de
la destrucción de empleos. Aunque las erróneas políticas gubernamentales y la
recesión de la economía mundial tienen una incidencia importante, son los
avances tecnológicos y la aparición de máquinas inteligentes desempeñando
actividades que antes realizaban las personas el factor que está reduciendo
aceleradamente puestos de trabajo en todos los países.
El fenómeno, en realidad, no es nuevo. A comienzos de
la Revolución Industrial, por ejemplo, los telares mecánicos -movidos por
precarias máquinas a vapor- y la cada vez mayor globalización de los
intercambios comerciales dejaron sin trabajo a los tejedores que producían sus
telas con telares artesanales. Esto ocurrió, en la India, Marruecos, la
provincia argentina de San Juan y otros miles de lugares por todo el planeta.
Solo que la Revolución Industrial comenzó en Gran Bretaña, hacia 1750, y ha
pasado mucho tiempo como para que la gente recuerde las transformaciones e
inconvenientes que originó en sus comienzos.
Por otra parte, en el pasado los avances tecnológicos
eran lentos y las personas disponían de más tiempo para adaptarse a los cambios
laborales, económicos y sociales que producían.
Hoy el cambio tecnológico se produce en forma
vertiginosa, en muchos casos provocando transformaciones radicales en la
sociedad en que vivimos cada cinco años.
Esto es, precisamente, la realidad que refleja el
Informe “The Future of Jobs” -El futuro de los empleos- presentando en el Foro
Económico Mundial de Davos.
En sus conclusiones dicho Informe consigna que “los
avances tecnológicos van a eliminar unos 7,1 millones de puestos de trabajo y a
la vez crear dos millones de empleos en los próximos cinco años”. Es decir que,
mientras la población mundial seguirá incrementándose a ritmo acelerado, la
pérdida neta de empleos será de 5,1 millones de puestos de trabajo.
En otras palabras, la falta de empleos y sus
consecuencias sociales negativas se irá incrementando en los próximos años.
EL CAMBIO HA
COMENZADO
La realidad es que, en las últimas décadas, muchas
tareas y ocupaciones han sido gradualmente desempeñadas por máquinas, solo que
no se computó la cantidad de empleos que destruían. No ha sido estimada la
cantidad de puestos de trabajo que destruyeron, por ejemplo, los cajeros
automáticos y la generalización de la banca electrónica. Tampoco se ha
dimensionado el impacto de la mejora en el sistema de comunicaciones, con
teléfonos inteligentes, fax, fotocopiadoras, escáneres y diversos sistemas de
correo electrónico. Mucho menos las pérdidas de empleos que se produjeron
cuando las computadoras reemplazaron a las máquinas de escribir manuales en las
oficinas administrativas de industrias, la banca y la burocracia estatal.
Actualmente, más máquinas y menos personas realizan un
volumen de trabajo mucho mayor del que se llevaba a cabo veinte años antes. Por
no hablar, del trabajo realizado por las personas desde sus casas y sus efectos
sobre el aparato productivo.
Sólo que ahora el proceso se está acelerando. En el
corto y mediano plazo -entre 5 y 10 años- las máquinas inteligentes
desarrollaran más tareas, no sólo en el sector productivo sino también en el de
prestación de servicios. Así, las recientes mejoras en las capacidades
sensoriales y de procesamiento, junto con el desarrollo del big data y la
inteligencia artificial, están permitiendo que la automatización pase de la
realización de tareas repetitivas a otras más creativas, como la conducción de
vehículos (los drones o los vehículos sin conductor de Google) o la prestación
de servicios médicos (como el robot Watson de IBM).
Ya en 2010, un hombre se sometió a una operación de
próstata sin la intervención directa de un cirujano. En Canadá, un robot médico
denominado “McSleepy” llevó a cabo
totalmente la cirugía, aunque en esa ocasión fue supervisado en forma remota
por un equipo médico humano. Este robot es capaz de realizar todas las acciones
quirúrgicas que puede realizar un ser humano.
Veamos otro ejemplo. La agencia oficial de noticias
china, Xinhua, empleando, desde el
año 2015, un “reportero robot”
denominado “Kuaibi Xiaoxi” -que puede
traducirse como “Noticias de pluma rápida”-
para redactar noticias por inteligencia artificial, sin que intervenga en ellas
la mano de un redactor humano. Además, el “reportero
robot” es capaz de redactar sus notas tanto en idioma mandarín como en
inglés.
El Informe del Foro de Davos se suma a recientes
predicciones del prestigioso “oráculo”
de Google, Thomas Frey, científico que dirige el prestigioso Da Vinci Institute
de los Estados Unidos, quien ha elaborado un estudio donde señala que existe
más de un centenar de profesiones que dejarán de existir a partir de 2030. Los
que más sufrirán serán los trabajos administrativos en oficinas.
Claro que las nuevas tecnologías también generan
nuevas profesiones y nuevos empleos. Pero, destruyen los empleos repetitivos y
que demandan baja calificación laboral: repartidores, repositores, guardias de
seguridad, conductores, personal de limpieza, etc. Mientras que crean empleos
que requieren una preparación profesional más compleja, por lo general, la que
requiere de estudios universitarios: expertos en genética, biotecnología,
robótica e inteligencia artificial, etc.
LA DIMENSIÓN DEL
PROBLEMA
En diez años, entre el 12 y el 15% de la fuerza de
trabajo en el mundo podría no encontrar un empleo, especialmente los “analfabetos
informáticos”. Aunque parezca paradójico, el fenómeno afectará por igual a los
países de alto desarrollo tecnológico y a los países subdesarrollados.
Los países que saldrán mejor parados de este reajuste
laboral pertenecen a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (3,72
empleos ganados por puesto de trabajo perdido), México (3,06); Reino Unido
(2,91), Estados Unidos (1,37) y Turquía (1,4). En el resto de los países se
espera una pérdida generalizada de empleos.
La pérdida de empleos afectará en forma casi similar a
mujeres (48%) y a los hombres (52%). Sin embargo, un análisis más específico
revela que por cada cinco empleos perdidos para las mujeres, sólo se creará uno
para ellas. Mientras que, por cada tres empleos perdidos, los hombres obtendrán
uno.
Por último, el Informe de Davos sostiene que las
empresas más afectadas serán las de infraestructura (42%) y movilidad (39%).
Los sectores menos afectados serán los medios de comunicación, entretenimiento
e información.
LAS CONSECUENCIAS
Los robots no realizan huelgas ni demandan reajustes
de salarios por inflación, pero, más trabajadores sin empleo implican mayores
subsidios estatales, más reparto gratuito de alimentos, más marginalidad,
violencia y delito, además de niveles crecientes de conflictividad social.
La destrucción de empleos tendrá efecto, incluso,
sobre los flujos migratorios. La gente sin trabajo abandonará sus países de
origen en búsqueda de cualquier oportunidad de ganarse la vida.
Como hemos visto, incluso en los Estados Unidos y en
los países de la Unión Europea, la desocupación -es decir, el paro- y la crisis
económica, los descontentos y frustrados, son el caldo de cultivo para las propuestas
políticas más extrañas. Desde el separatismo en Cataluña y Escocia, hasta la
aparición de líderes antisistema, como Donald Trump o Mary Le Pen.
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