El discurso del presidente Alberto
Fernández implantando fuertes restricciones a los desplazamientos y la
suspensión de las clases presenciales en escuelas y colegios desató un fuerte
cacerolazo de repudio.
El
presidente Alberto Fernández atraviesa por el peor momento desde que asumió el
cargo hace algo menos de un año y medio.
Hoy
Argentina es un país en recesión que tiene el 42% de la población por debajo de
la línea de la pobreza, donde la inflación mensual es del 4% y donde el
desempleo es de más de dos dígitos. Es también un país imposibilitado de
cumplir los compromisos que contrajo con el FMI. Un país sin vacunas bajo un
rebrote del coronavirus.
El
gobierno kirchnerista ha demostrado una total inoperancia en la lucha contra la
pandemia. Primero sometió a la población a una larguísima e indiscriminada
cuarentena durante la cual no fue capaz de mejorar la infraestructura
sanitaria, ni de realizar suficientes testeos y sólo demostró eficacia en la
politización de la lucha contra el coronavirus.
Por
decisión de la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner el gobierno
decidió adquirir solo vacunas producidas en Rusia y China y sólo adquirió una
pequeña partida de Astra-Zeneca.
El
gobierno afirma que adquirió unos veinte millones de dosis pero lo cierto es
que al país arribaron algo más de siete millones de vacunas de las cuales
administró cinco millones con una dosis y solo setecientas mil personas
recibieron dos dosis.
Es
decir que, como la Argentina tiene aproximadamente cuarenta y cuatro millones de
habitantes solo fue vacunada con una dosis el 10% de la población y con dos
dosis el 1,5% de los argentinos.
El
problema es más grave aún porque la distribución de las vacunas se llevó a cabo
con ineficacia y corrupción.
Comenzando
por el hecho de enviar grandes aviones de Aerolíneas Argentinas para traer
pequeños embarques de vacunas a un costo operativo elevadísimo.
Luego
surgieron los llamados “vacunatorios VIP” donde se inmunizaba de privilegio a
políticos, miembros de la farándula, los famosos y los amigos del poder, que le
costaron el cargo al inepto ministro de Salud Ginés González García.
Finalmente,
se sumó una ineficiente vacunación de personal esencial. Por ejemplo, se
inmunizó a algunos docentes, personal sanitario y de seguridad que por edad y
condición sanitaria no enfrentaban mayores riesgos o no cumplían funciones
directamente vinculadas con la lucha contra la pandemia.
Ahora,
cuando los casos aumentan y la ocupación de camas de terapia intensiva llega peligrosamente
al límite de las disponibles, el gobierno kirchnerista no tiene vacunas ni
ideas.
Al
presidente Alberto Fernández solo se le ocurre recurrir a las mismas medidas
que fracasaron en 2020, destruyeron la economía del país y agotaron la
paciencia de los argentinos.
Por
eso, cuando el presidente Fernández anunció las restricciones a la actividad
comercial, el cierre nocturno de los establecimientos gastronómicos y la
suspensión de las clases presenciales a partir del lunes 19 y hasta el 30 de
abril estalló un fuerte cacerolazo en la ciudad de Buenos Aires y otros puntos país.
Además,
espontáneamente la gente comenzó a congregarse frente a la residencia
presidencial de Olivos para cacerolear y expresar su disgusto ante las medidas presidenciales.
Pero, quizá
la protesta este solo comenzando. Las redes sociales estaban convocando a una
concentración para el sábado 17 a las 17.00 hs. en la Av. 9 de Julio, en la
zona del Obelisco porteño, para protestar por la falta de vacunas. Con estos
anuncios esa convocatoria se verá potenciada.
Mientras
tanto, el periodismo y la oposición, que gobierna en la ciudad de Buenos Aires,
sostienen que el verdadero foco de expansión de los contagios no son las clases
presenciales en las escuelas, ni los locales gastronómicos y shopping porteños
que operan con estrictos protocolos sanitarios, sino los barrios populares del
conurbano bonaerense donde no se realizan testeos, donde muy pocas personas
usan tapabocas y los comercios informales (como las infames “saladitas”)
funcionan sin ningún tipo de control ni medidas preventivas. Barriadas donde
circulan “colectivos truchos” (buses informales e ilegales) atestados de pasajeros.
En otras
palabras, que el principal foco de expansión del coronavirus no es la ciudad de
Buenos Aires sino la provincia de Buenos Aires donde viven más de nueve
millones de argentinos y donde gobierna el economista Axel Kicilloff, el
dirigente consentido de Cristina Fernández de Kirchner.
Es por
lo que, mientras aumentan los casos positivos de covid, se acumulan los muertos
y faltan vacunas, el presidente Alberto Fernández se limita a realizar anuncios
y promesas que la población sabe muy bien que nunca se cumplen y no los cree.
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