A ocho
años del inicio de las Primaveras Árabes el mundo árabe ha conseguido muy poca
democracia y ha pagado un inmenso precio de destrucción y más de sesenta mil
muertos.
El 14 de enero de 2011, dejaba
el poder que ejercía en forma ininterrumpida desde hacía 24 años, el dictador
tunecino Zinedine el Abidine Ben Alí. Había triunfado la “Revolución del Jazmín”,
la primera de las revueltas populares conocidas como “Primaveras Árabes”.
Todos había comenzado un mes antes
cuando Mohammed Bouazizi, un humilde vendedor ambulante de naranjas fue
despojado de su mercancía. Desesperado e indignado por el atropello de las
autoridades que lo despojaron de su único medio de vida, Bouazizi decidió
inmolarse al “estilo bonzo”, en señal de protesta.
Durante su agonía miles de tunecinos
se lanzaron a las calles para demandar el fin de un régimen autoritario y
represivo que oprimía a su país. Mohammed Bouazizi finalmente falleció el 4 de
enero de 2011. Su sacrificio encendió la mecha que incendió buena parte del
mundo árabe.
En
Egipto, salieron a manifestarse millones de personas contra el general Hosni
Mubarak, quien llevaba treinta años en el poder; los libios contra Muamar al Gadafi,
que gobernaba desde hacía 42 años.
En
Siria contra Bashar al Assad. La familia Al Assad gobernaba el país desde hacía
41 años. El fundador de la dinastía Hafez Al Assad, había conquistado el poder
con un golpe de Estado apoyado por el Partido Baath Árabe Socialista, el 13 de
noviembre de 1970, y gobernado hasta su muerte en el 2000. Desde entonces los
destinos de Siria quedaron en manos de su hijo Bashar.
En
Yemen las revueltas fueron contra Ali Abdullah Saleh que llevaba 21 años en el
poder duraron más de un año hasta que en febrero de 2012 fue expulsado del
gobierno.
En
Argelia, contra el decrépito presidente Abdelaziz Buteflika que se hacía
reelegir continuamente, tras tomar el poder con el apoyo del Ejército y tras un
cruento y represivo golpe de Estado, en 1999.
El sultán de Omán Qabus bin Said al Said
y el Hamad bin Isa al Jalifa de Bahréin incrementaron el poder de los parlamentos
y prometieron mejores condiciones de vida a sus pueblos. En Jordania fue
derrocado el primer ministro Samir Rifai.
Mientras en Egipto Hosni Mubarak fue
derrocado y se convocó a elecciones. Triunfo el islamista Mohamed Morsi, con el
apoyo de los Hermanos Musulmanes. Pero, en 2013, el ministro de Defensa general
Abdulfatah Said Husein Jalil al Sisi derrocó al presidente y lo encarceló. Se
convocaron a elecciones donde los islamista fueron proscriptos. El 8 de junio
de 2014, el general al Sisi se convirtió en presidente constitucional. El 2018,
al Sisi se hizo reelegir por otro período presidencial.
En Libia, el gobierno de Gadafi acudió
presuntamente al uso de la fuerza aérea y al empleo de mercenarios extranjeros para
reprimir a los manifestantes. En respuesta, la OTAN lideró una coalición
internacional para frenarlo. Los rebeldes libios, ayudados por la OTAN,
expulsaron a Gadafi de Trípoli, la capital del país, y tomaron el control del
gobierno. El 20 de octubre de 2011, la aviación francesa atacó el convoy donde viajaba
Gadafi y los rebeldes capturaron al dictador
durante su huida y lo asesinaron. Luego los distintos grupos rebeldes y los
islamistas del Estado Islámico comenzaron a disputarse el poder y desde
entonces el país carece de gobierno y vive en estado de anarquía.
En
Yemen tras la renuncia de Saleh le sucedió el vicepresidente Abd Rabbuh Mansur
al Hadi. El proceso de transición fue interrumpido por los conflictos entre los
chiíes hutis y Hadi, así como la actividad de Al Qaeda en la Península Arábiga
y el Estado Islámico. En septiembre de 2014, los Hutis, entrenados y armados
por Irán, se apoderaron de Saná, lo que provocó una guerra civil y la
intervención de Arabia Saudita para prevenir el colapso del gobierno de Hadi.
En
Siria, la guerra civil se internacionalizó con la intervención de Rusia,
Turquía y los Estados Unidos y la presencia del Estado Islámico.
En
síntesis, las Primaveras Árabes, han
provocado al menos 60.000 muertos, han desestabilizado el Norte de África y
gran parte del mundo árabe sin producir reformas
democráticas duraderas. Las protestas populares pronto fueron capitalizadas por
partidos religiosos o generaron dictaduras aún más violentas y represivas que
aquellas que ayudaron a derrocar. Tal como sucedió en Egipto con el régimen
dictatorial implantado por el general Al Sisi con ayuda del ejército.
Es
por lo que este nuevo aniversario de los sucesos en Túnez no puede celebrarse con
alegría. Ocho años más tarde el balance es claramente negativo. Las flores de
las Primaveras Árabes se encuentran marchitas y cubiertas de sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario