Después de dos años de aplazamiento y
tras unas elecciones marcadas por el fraude, la República Democrática del Congo
tiene su primera transición presidencial pacífica y constitucional desde su
independencia en 1960. El hasta entonces líder opositor Félix Tshisekedi es el
nuevo presidente en reemplazo de Joseph Kabila que gobernó los últimos 18 años.
A los
55 años y sin haber desempeñado nunca un cargo público, Félix Tshisekedi se ha
convertido en el quinto presidente de la República Democrática del Congo. Un
presidente cuya legitimidad ha sido puesta en duda por la Unión Africana,
Francia y Bélgica.
Una
clara muestra del aislamiento a que se enfrenta el nuevo presidente es el hecho
de que a su asunción del cargo solo concurrió un jefe de Estado africanos, el
keniano Uhuru Kenyatta y los vicepresidentes de Namibia, Tanzania y Zimbabue.
El presidente de Sudáfrica que se ha pronunciado en respaldo de Tshisekedi se
abstuvo de concurrir a la ceremonia en Kinshasa.
Las
elecciones realizadas el 31 de diciembre pasado llegaron tras dos años de
atrasos e incertidumbre, desde que el entonces presidente Joseph Kabila -en el
poder durante los últimos 18 años-concluyera por ley su segundo y último
mandato electoral, reteniendo de facto el poder desde diciembre de 2016. Luego
de varias aplazamientos, los comicios tuvieron lugar, pero el recuento de votos
se demoró más de lo esperado. Finalmente, la Comisión Electoral Nacional
Independiente (CENI), con el aval de la Corte Constitucional de país dio por
vencedor a Tshisekedi con el 38,57% de los votos emitidos. Pero, esos datos
fueron cuestionados tanto por la Conferencia Episcopal como por el candidato
opositor Martín Fayulu, favorito en los sondeos previos, que solicitaron
infructuosamente un nuevo recuento de votos.
Félix
Tshisekedi, es el líder de la Unión para la Democracia y el Progreso Social
(UDPS), un partido fundado por su padre Étienne Tshisekedi, un ex ministro del
dictador Joseph Mobutu Sese Seko, fallecido el año pasado a los 86 años.
En
medios internacionales se sospecha la existencia de un pacto entre Kabila y
Tshisekedi que preserve los intereses económicos y la influencia política del
presidente saliente. De hecho, el nuevo
presidente agradeció a Kabila su importante rol en la “transición y reconstrucción del país” y lo ha considerado como uno
de los actores “que ha hecho posible la
alternancia democrática”. En un gesto poco usual en la política africana el
presidente saliente y el nuevo mandatario se fundieron en un cálido abrazo
durante la ceremonia de traspaso del mando.
En
realidad, Joseph Kabila deja la presidencia pero conserva aún gran poder en la
RDC. Su partido el Frente Conjunto para el Congo tiene mayoría propia en la
Asamblea Nacional donde el UDPS, partido del presidente es la tercera minoría.
Además,
él y su familia son propietarios de 700 kilómetros cuadrados de las mejores
tierras, controlan ochenta grandes empresas presentes en todos los sectores
estratégicos -minería, construcciones, telecomunicaciones, etc.-. La fortuna de
Kabila no ha dejado de crecer desde que asumió la presidencia en 2001, tras el
asesinato de su padre Laurent-Desirée Kabila.
El
nuevo presidente, en su discurso de asunción a dicho: “Nuestro Congo no será el de la división, el odio y el tribalismo”.
También se comprometió a “revisar la
lista de los prisioneros políticos”. Las buenas intenciones de Tshisekedi
pueden ser promesas difíciles de cumplir en un país rico, pero densamente poblado,
sometido a la explotación de los grandes conglomerados internacionales, con un
PBI per cápita de 500 dólares, sacudido periódicamente por las epidemias de
ébola y la endémica violencia tribal.
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