El
pasado 30 de diciembre se llevaron a cabo elecciones presidenciales en la
República Democrática del Congo que podría tener así su primera transición
democrática desde su independencia de Bélgica en 1960. Pero la poca
transparencia en el recuento de votos está aumentando las tensiones en el país
y en toda la región.
EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS
La
República Democrática del Congo (RDC) es un Estado fallido, empobrecido y
sumergido en la violencia.
Es
también uno de los países más pobres de la tierra cuando no debería ser así. Su
inmensa geografía que lo convierte en el segundo país del continente en
extensión, sólo superado ligeramente por Argelia y con una superficie
equivalente a la de toda la Europa del Este.
Pero, a
diferencia del país magrebí, su territorio no es árido. El territorio congoleño
es muy fértil, excelente para la agricultura y la ganadería, que le permitiría,
con una adecuada explotación, alimentar a toda la población de África. Posee
también bosques que son un enorme pulmón para todo el continente africano y una
gran reserva de biodiversidad. Tiene grandes lagos y ríos caudalosos donde
existen abundantes recursos pesqueros. Por último, en su subsuelo hay inmensas
riquezas minerales como oro, diamantes, casiterita, bauxita, tungsteno y el hoy
tan preciado coltán, indispensable para la industria electrónica de última
generación y del cual el 80% de las reservas mundiales se sitúan en la zona
Este del país, sin olvidar las enormes bolsas de gas que se encuentran bajo las
aguas de sus extensos lagos (Kivu, Alberto y Eduardo).
Empresas
como Glencore Plc., Barrick Gold Corp. y China Molybdenum Co. Tienen
operaciones importantes en el país. Glencore, el mayor operador de productos
básicos, tiene minas de cobalto y cobre en el país y extrajo casi 300.000
toneladas métricas de cobre y 26.000 toneladas de cobalto en primeros nueve
meses de 2018. Planea producir mucho más en 2019 con el aumento de producción
de su mina de Katanga.
La
empresa canadiense Barrick Gold Corp., la mayor extractora de oro del mundo,
adquirió en enero de 2019 la Rand Gold Resources Ltd. Por 5.400 millones de
dólares, adquiriendo así los intereses de esta última en la RDC. La compañía
canadiense ahora opera la mina de oro de Kigali, en el noreste del Congo, una
de las mayores del mundo. La actividad de esta mina producirá más de 700.000
onzas de oro este año. Anglo Gold
Ashanti Ltd., también posee el 45% de esta mina.
La
producción de cobre y cobalto constituyen el ochenta por ciento de los recursos
del país, según el Banco Mundial.
Toda
esta riqueza debería permitir a sus 82 millones de habitantes un nivel de vida
digno. Sin embargo, el 72% de su población vive por debajo de la línea de la
pobreza (con ingresos de menos de dos dólares diarios), sujetos a periódicas
hambrunas y asolados por frecuentes pandemias.
Pero,
los peores males que azotan al país son la corrupción, la inestabilidad
política y violencia endémica.
UNA HISTORIA CARGADA DE VIOLENCIA
La
República Democrática del Congo cuenta con una de las historias más sangrientas
y convulsionadas de África.
Durante
la Primera Guerra Mundial, las cubiertas de bronce de los proyectiles
disparados por las tropas aliadas en Paschendaele y Somme provenían en un 75%
de cobre congolés.
En la
Segunda Guerra Mundial, el uranio de las bombas nucleares que destruyeron las
ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki provenía de una mina en el sureste
del Congo.
Las
democracias occidentales se defendían del fascismo con los minerales del Congo,
mientras que a la población congoleña se le negaba la independencia, el derecho
al voto, a formar sindicatos o asociaciones políticas. Se les negaba todo, más
allá de una educación básica. La población congoleña fue sometida por los
colonialistas belgas en un nivel de desarrollo infantil que convenía al dominio
colonial y la explotación económica. Esto garantizaba que de producirse la
independencia política no habría una elite nativa en condiciones de conducir
eficazmente el país.
Por
eso la independencia en 1960 fue particularmente desastrosa. En ese momento tan
solo diez congoleños contaban con un título universitario, no había ningún
abogado, médico o ingeniero. De cinco mil empleados gubernamentales, apenas
tres eran congoleños.
La
antigua colonia belga, alcanzó su independencia, en 1960, de la mano del
carismático y polémico Patrice Lumumba. Pero, el nuevo primer ministro no
gozaba del apoyo de las potencias Occidentales que, en tiempos de la Guerra
Fría, venían con sospechas su acercamiento a la Unión Soviética. Tras el
asesinato de Lumumba, el 17 de enero de 1961, el país vivió varios años de
inestabilidad y guerra civil. Finalmente, en 1965, un golpe de Estado desplazó
del poder al presidente Joseph Kasavubu y permitió al Comandante en Jefe del
Ejército, Teniente General Joseph-Désiré Mobutu, un antiguo sargento de la Force Publique, establecer una dictadura
de partido único.
En
1971, Mobutu, cambió el nombre del país por República
de Zaire (el cuarto cambio de denominación en once años y el sexto en
total), el río Congo se convirtió en el río Zaire.
El
régimen de Mobutu se caracterizó por la violencia y la corrupción. Fuentes
occidentales estiman que el ex dictador robo entre 4.000 y 5.000 millones de
dólares del erario de la RDC. Las potencias occidentales ignoraron las
violaciones a los derechos humanos y la corrupción con tal de que los minerales
estratégicos continuarán alimentado sus economías y el país se mantuviera fuera
de la esfera de influencia soviética.
Los
opositores eran perseguidos, encarcelados y torturados o, simplemente,
comprados. Los ministros robaban presupuestos enteros, el gobierno estaba
atrofiado. Las transacciones ilícitas de la economía paralela de la RDC fueron
tres veces el PBI oficial.
A
mediados de la década de 1990, la situación interna de la RDC empeoró
bruscamente. A principios de 1990, el Banco Mundial y el FMI suspendieron la
mayoría de los desembolsos y de la ayuda bilateral. Incapaz de pagar sus
deudas, los derechos de préstamo del FMI a la RDC fueron cortados en febrero de
1992; los créditos del Banco mundial fueron congelados en julio de 1993.
Al
mismo tiempo, dentro del marco de una gran crisis migratoria en la región de
los Grandes Lagos, el genocidio ruandés provocó una gran ola de refugiados que
huían de la guerra y las epidemias que asolaban a Ruanda y Burundi.
La
incapacidad de Mobutu para manejar esta crisis, acompañada de la pérdida de
confianza por parte de las naciones occidentales que suministraban ayuda
humanitaria, cansadas de la corrupción del régimen congoleño precipitó la caída
del anciano dictador.
En
1996, el gobierno ruandés, en manos de un grupo pro-tutsi, invadió la provincia
congoleña de Kivu Norte, para perseguir a los grupos hutus, responsables del
genocidio de 1994, que desde allí lanzaban ataques contra territorio de Ruanda.
Pronto otros países vecinos se unieron contra el dictador congoleño.
El
ejército de Mobutu sin fondos implosionó. Mobutu partió en su avión particular
cargado de objetos valiosos y valijas llenas de dinero, mientras sus propios
soldados le disparaban. Se refugió en el extranjero donde falleció ese mismo
año víctima de un cáncer de próstata. Había “reinado”
sobre la RDC por treinta y cinco años.
En
mayo de 1997, la Alianza de Fuerzas
Democráticas para la Liberación del Congo, una milicia liderada por
Laurent-Désiré Kabila, hasta entonces refugiado en Tanzania, derrocó el régimen
de Mobutu Sese Seko.
Bajo
la presidencia de Laurent Kabila, el Estado y las empresas estatales comenzaron
un programa de reconstrucción. El gobierno inició una reforma al corrupto
sistema de impuestos, las fuerzas de seguridad fueron reorganizadas y
profesionalizadas y se comenzaron a reparar las precarias rutas del país.
Pero,
la tranquilidad no duró mucho, los aliados de Kabila pronto se volcaron en su
contra descontentos porque el nuevo presidente toleraba las acciones que la
guerrilla hutu interahamwe Fuerzas
Democráticas para la Liberación de Ruanda realizada desde su territorio.
Tropas de Ruanda y Uganda invadieron a la RDC, en agosto de 1998. Tropas de
Zimbabue, Angola, Namibia, Chad y Sudán intervinieron en favor del nuevo
gobierno de Kinsasa. Así comenzó una de las guerras más sangrientas que ha
conocido África, la llamada “Segunda
Guerra de Congo” o “Guerra
Continental Africana”. Este conflicto arrojó un saldo de nueve millones de
muertos y mutilados.
El 10
de julio de 1999 se acordó un alto al fuego, pero la lucha continúo
intermitentemente en especial en aquellas zonas del país con riquezas mineras,
donde se extraían entre otros coltán, casiterita y diamantes entre otros.
Laurente-Désiré Kabila fue asesinado, el 17 de enero de 2001, por el
viceministro de Defensa, coronel Kayembe, al que acababa de destituir junto con
otros oficiales superiores, debido a su conducta en la guerra.
Su
hijo, Joseph Kabila, de 29 años, en ese entonces Comandante en Jefe del
Ejército, asumió la presidencia. El nuevo presidente rápidamente comenzó
negociaciones de paz. En 2002, el “Acuerdo
de Pretoria” puso fin a las hostilidades.
Aunque
la RDC nunca se pacificó en su totalidad, especialmente en la región de Ituri,
en el nordeste del país, donde la etnia lendu
de agricultores se enfrentaba con los ganaderos de la etnia hema por las tierras y en las provincias
de Kivu del Norte y Kivu del Sur donde actuaban las guerrillas de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de
Ruanda.
Como
parte del Acuerdo de Pretoria, en 2005, se promulgó una nueva Constitución
reorganizando la administración pública. Las provincias pasaron de ser diez a
ser veinticinco, se estableció un Parlamento bicameral (conformado por un
Senado y una Asamblea Nacional) y se reorganizó la justicia.
El 30 de julio de 2006 se celebraron en el país
las primeras elecciones multipartidarias y libres desde la independencia del
país en 1960. Joseph Kabila se presentó como candidato del Partido de Pueblo para la Reconstrucción y
la Democracia. En los comicios Kabila se impuso en la segunda vuelta
realizada el 29 de octubre. Desde entonces, Kabila es el árbitro de los
destinos del país.
OTRO DICTADOR AFRICANO
El
presidente Joseph Kabila Kabange es el presidente de la República Democrática
del Congo desde hace diecisiete años.
A los
25 años, cuando su padre Laurent Kabila se lanzó de lleno a la lucha
guerrillera contra el régimen de Mobutu, Joseph asumió el mando de una unidad
de “kadogos” (niños soldados) que
actuaron decisivamente en las batallas que llevaron a la conquista de Kinsasa.
Cuando
su padre asumió la presidencia, en 1997, Joseph Kabila realizó estudios
militares en la Universidad de la Defensa Nacional en Beijing. Aunque por el
breve tiempo que pasó en China sus estudios debieron reducirse a un simple
curso de capacitación.
A su
regreso de China, Joseph fue ascendido a Mayor General y nombrado subjefe de
personal de las Fuerzas Armadas de la RDC. En el 2000 fue nombrado comandante
en jefe del ejército y jefe de gabinete de ministros de su padre.
Tras
el asesinato de su padre se hizo cargo de la presidencia de facto de la RDC
hasta las elecciones de 2006.
Joseph
Kabila sigue el patrón de todos los dictadores africanos que buscan perpetuarse
en el poder, se enriquecen descaradamente y se aferran al poder recurriendo al
nepotismo, el fraude electoral, la corrupción generalizada y la feroz represión
de toda expresión opositora.
Este
ha sido el proceder en los últimos años de Joseph Kabila que busca todos los
medios por mantenerse en el poder y que lo ha llevado a enfrentarse a la
Iglesia Católica que busca una alternancia en el poder y combatir la corrupción.
UNA DEMOCRACIA ENDÉMICAMENTE INESTABLE
En
diciembre de 2011, Joseph Kabila fue reelecto para un segundo mandato
presidencial. Al igual que ocurrió en 2006, la oposición cuestionó la legalidad
de los comicios, pero sus protestas fueron infructuosas.
Después
de diecisiete años en el poder, Joseph Kabila es inmensamente impopular, en
parte por los conflictos en la RDC, pero también por los altos niveles de
corrupción que rodean a su gobierno. La creencia generalizada es que el
presidente y su familia se han enriquecido mientras millones de congoleños se
debaten en la miseria.
Los
conflictos armados en el Este del país continuaron provocando numerosas
violaciones a los derechos humanos de los civiles -incluidas ejecuciones
sumarias, asesinatos, secuestros, actos de violencia sexual y saqueos- no sólo
por parte de los insurgentes sino también por parte de las fuerzas de
seguridad.
La
endémica crisis económica se agravó aún más aumentando los ya elevados niveles
de pobreza y hambre. Para colmo de males se produjeron brotes de ébola, cólera
y fiebre amarilla que causaron cientos de muertes. El descontento de la
población estalló en nuevas protestas duramente reprimidas por el gobierno.
Los
opositores son perseguidos por la policía y sus actividades, incluso en locales
cerrados, prohibidas. La dura represión siempre termina con manifestantes
muertos por las fuerzas que responden a Kabila.
ELECCIONES DEMORADAS Y CUESTIONADAS
De
acuerdo con la Constitución de la República Democrática del Congo, el
presidente Joseph Kabila no puede ser nuevamente reelecto. El 19 de septiembre
de 2016 se realizaron protestas masivas en todo el país pidiendo la renuncia de
Kabila que dejaron un saldo de diecisiete personas muertas.
Las
elecciones presidenciales debían ser originariamente realizadas el 27 de noviembre
de 2016. Pero, el gobierno estableció la obligatoriedad de la realización de un
censo poblacional antes de los comicios.
El 29
de septiembre de 2016, la autoridad electoral anunció que debido a que el censo
no había podido realizarse los comicios deberían posponerse hasta principios de
2018. La oposición inmediatamente denunció que se estaba llevando a cabo una
maniobra para permitir al presidente permanecer en el poder. Se realizaron
nuevas protestas en Kinsasa, Lubumbashi, Boma y Matadi, con mayor represión y
nuevas víctimas fatales.
Los
movimientos juveniles Lutte pour le changement (Lucha por el Cambio) y Filimbi
son los más activos en la protesta y el gobierno los declarado ilegales.
La Conferencia Episcopal Congolesa (CENCO) y
el Comité de Coordinación de los Laicos,
propiciaron un diálogo entre el presidente y los sectores opositores.
Finalmente, el 31 de diciembre de 2016, se establecieron los acuerdos de San
Silvestre, con el objetivo de lograr la celebración de elecciones creíbles y
transparentes, antes del fin de 2017, en las cuales Joseph Kabila no se
presente como candidato.
El 5
de noviembre de 2017, la Comisión
Nacional Electoral Independiente (CENI) anunció que las elecciones
presidenciales, legislativas, provinciales y locales no tendrían lugar hasta el
23 de diciembre de 2018.
El
anuncio despertó inmediatamente las protestas tanto de la oposición como de la
Iglesia Católica. La CENCO anunció que cada jueves, entre las 21 y 21,15 las
campanas de todas las iglesias sonarían en señal de protesta e invitó a la
población a sumarse con bocinazos, vuvuzelas y cacerolazos.
A lo
largo del mes de enero de 2018 se produjeron protestas callejeras que dejaron
el lamentable saldo de diez manifestantes muertos por acción de las fuerzas de
seguridad.
Al
frente de la protesta se ha situado la Iglesia Católica. El 21 de enero, desde
Lima, sumó su voz el propio papa Francisco al pedir a la multitud congregada en
la Plaza de Armas para asistir al Ángelus, “Recemos
por el Congo”.
El 24
de enero, el arzobispo de Kinshasa, Laurent Monsengwo, se expidió duramente
contra el régimen del presidente Kabila: “Estamos
en una prisión a cielo abierto? ¿Cómo se puede matar a hombres, mujeres, niños,
jóvenes y ancianos que entonan cánticos religiosos y portan biblias, rosarios y
crucifijos?” -dijo el prelado.
También
el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha indicado que el
organismo está preocupado “por lo que
parece ser un patrón recurrente de represión, incluso el uso de la fuerza,
contra las manifestaciones en la RDC, en el contexto de las crecientes
tensiones políticas”.
Finalmente,
después de muchos aplazamientos, uno de ellos provocado por una epidemia de
ébola que se inició el 1° de agosto y que registró 545 casos de esta
enfermedad, 360 de ellos mortales, las elecciones se llevaron a cabo en la
mayor parte del país el 30 de diciembre de 2018.
Los
congoleños han votado a sus diputados nacionales y provinciales como así
también a su presidente en todas sus circunscripciones excepto en Beni y
Butembo, en la provincia de Kibu del Norte (noreste), y Yumbi, en la provincia
de Mai-Ndombe (oeste), donde han sido aplazadas hasta marzo por la inseguridad
y el brote de ébola. Se trata de 1,2 millones de votantes que tendrán que
esperar para poder ejercer su derecho electoral.
Esta
será la primera vez que la República Democrática del Congo tendrá la
posibilidad de una transición del mando constitucional y pacífica. Los tres
políticos con mayores posibilidades de sucederá a Kabila son:
Por
la coalición oficialista formada por el Partido
Popular para la Reconstrucción y la Democracia y el Frente Común para el Congo, el candidato es Emmanuel Ramazani Shadary (1960), un ex viceprimer ministro, ex
gobernador de la provincia de Maniema y ex ministro del Interior y de
Seguridad, actualmente miembro del Parlamento del Congo.
Por su
responsabilidad como jefe de la policía y los servicios de inteligencia del
Congo, la Unión Europea lo sancionó, el 29 de mayo de 2017, por el arresto de
activistas y miembros de la oposición, el uso excesivo de la fuerza y la
persecución a los miembros del Nuevo Movimiento Religioso Bundu dia Kongo,
fundado en 1969, y la represión en Kinshasa y en la provincia de Kasaï. Las
sanciones incluyen una prohibición de entrar al territorio de la Unión Europea
y el congelamiento de activos y recursos financieros depositados en entidades
de la Unión.
El
opositor “En Dirección al Cambio”: formado
por la Unión por la Democracia y el Progreso Social, su presidente y
miembro de la Asamblea Nacional de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi (1963), un político
profesional hijo de un opositor a Kabila.
Por el
frente Lamuka (Despertar en lengua
Lingala), el empresario y actual diputado nacional Martín Fayulu.
Fayulu
es un típico tecnócrata devenido en político, bien formado profesionalmente y
con contactos internacionales. Estudió en la Universidad de París XII, donde
obtuvo una maestría en economía, en el Instituto Superior de Administración de
París y la Universidad Europea de América en San Francisco, California, donde
obtuvo su MBA. Ingresó al grupo petrolero Mobil en Kinshasa, en septiembre de
1984. En esta empresa desarrollo una gran carrera como ejecutivo retirándose en
2003 como Director Ejecutivo de ExxonMobil Etiopía, luego de asumir varios
cargos en la sede Mobil en Fairfax, Estados Unidos. En la sede de Mobil África
en París, y en otras filiales de Exxon en África: Costa de Marfil, Kenia,
Nigeria y Mali.
En 1990, fue presidente del movimiento político denominado Foro
para la Democracia y el Desarrollo , que fue miembro de la Unión Sagrada de la
Oposición. En 1991, participó en la Conferencia Nacional Soberana (CNS) en la
cual fue Vicepresidente de la Comisión de Economía Industria y Pymes.
En 1993, fue elegido por sus pares de la CNS como miembro del
Alto Consejo de la República del Parlamento de Transición. Elegido en 2006,
tanto como diputado provincial de la ciudad de Kinshasa como diputado nacional,
eligió su banca en la Asamblea Provincial de Kinshasa.
En marzo de 2009, participó en la creación del partido
Compromiso para la Ciudadanía y el Desarrollo, del cual es su presidente. En
las elecciones legislativas de 2011, fue elegido diputado nacional junto con
otros dos miembros de su partido. Es coordinador de Forces Aquises au Change,
una plataforma que reúne a una veintena de partidos políticos congoleños.
Además de Save the DRC, un grupo sociopolíticos creado el 18 de noviembre de
2013.
La CENI
anunció que debido a problemas en el recuento de votos no podrá anunciar el 6
de enero, tal como estaba previsto, el resultado de los comicios, lo cual ha
incrementado las tensiones en el país.
No
obstante, el jueves 3 de enero, la influyente Conferencia Episcopal Nacional
(CENCO) anunció que, con sus 40.000 observadores voluntarios, sabía quién era
el legítimo ganador en las urnas y que esperaba que los resultados lo
reflejaran, aunque se abstuvo de anunciar al triunfador.
Inmediatamente
circuló la versión de que el ganador para CENCO era Martín Fayulu, lo cual
despertó las quejas de Félix Tshisekedi por la difusión de los datos.
Mientras
se mantiene la incertidumbre sobre el resultado electoral crecen los rumores
que hablan de fraude en favor del candidato oficial Emmanuel Shadary o incluso
de la anulación de la votación y la permanencia de Kabila como gobernante de
facto.
La
reacción internacional ha sido diversa. Francia presionó para la publicación de
una declaración del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que reconociera que
las elecciones del Congo habían permitido a la población ejercer su derecho
democrático y pedía calma, pero criticó la decisión del gobierno de cortar el
acceso a Internet y algunos medios de comunicación.
Los
Estados Unidos, que han amenazado con imponer sanciones contra aquellos que
socavan el proceso electoral y han desplegado tropas en Gabón (80 hombres de
sus fuerzas especiales apoyados por aviones y helicópteros) en caso de que sus
ciudadanos necesiten ser rescatados de cualquier signo de violencia,
respaldaron la declaración, junto con Gran Bretaña, Costa de Marfil, Bélgica y
otros estados.
China,
Sudáfrica (tradicional aliado de Joseph Kabila) y Rusia se opusieron a la
declaración.
Por el
momento, la situación, aunque tensa, se mantiene controlada y en paz.
CONCLUSIONES
La República
Democrática del Congo tiene una larga historia de inestabilidad y violencia que
ha relegado a la pobreza a uno de los países más ricos del continente africano.
Como
muchos de los países africanos, padece la maldición de los recursos naturales
que los convierten en víctimas del saqueo de las grandes potencias y empresas
multinacionales.
En más
de sesenta años, solo se han llevado a cabo elecciones presidenciales en tres
oportunidades y en las últimas dos ocasiones (2006 y 2011) el resultado de los
comicios ha estado seriamente cuestionado por la sospecha de fraude y se desató
la violencia.
Durante
treinta y cinco años el país estuvo controlado por el dictador Mobutu. El
actual presidente Joseph Kabila lleva diecisiete años en el poder y desde
diciembre de 2016 es un “presidente de
facto” cuyo mandato ha cesado.
Todo
indica que si se intenta manipular la voluntad popular expresada en las urnas
el pasado 30 de diciembre, la violencia continuará incrementándose en la RDC y
el país podría entrar nuevamente en la guerra civil y el caos.
La
principal preocupación de las potencias industrializadas no radica en la
democracia y estabilidad de la RDC sino en que no se detenga la actividad
extractiva de minerales, que no se afecten las inversiones extranjeras en el
país y que se contenga la epidemia de ébola para que no extienda a otros país
del continente o incluso llegue a la Unión Europea.
La
paz, la democracia y la gobernabilidad de la RDC parecen ser cuestiones
secundarias para estas grandes naciones.
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