El
18 de enero la República Democrática del Congo tendrá su primera transferencia
democrática y pacífica de gobierno en sus 59 años de vida independiente.
El
dirigente opositor Félix Tshisekedi, de 55 años, hijo del fundador del partido
Unión por el Progreso y el Desarrollo Social (UPDS), quién murió el 1° de
febrero de 2016 a los 84 años, será el nuevo presidente de la República
Democrática del Congo.
No
obstante, el presidente saliente Joseph Kabila, tras 18 años en el poder,
seguirá rigiendo los destinos del Congo mediante su control del Parlamento.
La
República Democrática del Congo tiene un régimen de gobierno semi presidencialista
donde el primer ministro es designado por el Parlamento.
Joseph
Kabila, tras dejar la presidencia se convertirá automáticamente en senador
vitalicio, su partido tiene mayoría absoluta en el Asamblea nacional e incluso
podrá aspirar nuevamente a la presidencia en 2023.
Félix
Tshisekedi, nacido en la ciudad de Kinshasa en 1963, nunca ejerció cargos
públicos hasta el presente. Durante el régimen dictatorial de Mobutu Sese Seko,
Tshisekedi, vivió en Bruselas donde curso estudios empresariales y de mercadotecnia.
Padre
de cinco hijos, Tshisekedi siempre vivió bajo las directivas de su padre
Étienne, un ex primer ministro de Mobutu que luego se convirtió en opositor.
Según
los datos oficiales dados a conocer por la “Comission
Électorale Nationale Indepéndante” (CENI), en las elecciones llevadas a
cabo el domingo 30 de diciembre de 2018, Tshisekedi, al frente de la coalición “Dirección
al Cambio”, triunfó con el 38% de los votos.
Segundo
en las preferencias se ubicó, el también opositor Martín Fayulu de la coalición
de partidos denominada “Lakuma”, con
el 35%; seguido por el candidato oficialista el exministro Emmanuel Ramazani
Shadary, con casi el 24% de los votos.
Para
la implementación de elecciones en un territorio de casi la mitad de la Unión Europea,
con caminos precarios, sin electricidad e infraestructura moderna, azolado por
las milicias hutus y una epidemia de ébola, la CENI rechazó el apoyo de la
MONUSCO (la misión de las Naciones Unidas para el Congo), no autorizó las
misiones de observación de la Unión Europea ni del Centro Cartes. Además, el
gobierno cortó los servicios de Internet desde el día de los comicios hasta 24
horas después de dar a conocer los resultados oficiales de la votación.
Al
conocerse los datos del CENI, tanto el opositor Martín Fayulu como la Iglesia
Católica que monitoreo la elección con 40.000 observadores voluntarios,
denunciaron la existencia de fraude. Se produjeron algunas protestas e
incidentes que ocasionaron seis muertos. Sin embargo, el gobierno y la CENI no
dieron lugar a los reclamos opositores.
La
CENI anunció también que de los quinientos diputados electos en estos comicios,
la coalición Frente Común por el Congo (FCC) tiene 288 escaños, es decir,
mayoría absoluta.
Si
bien Tshisekedi será el nuevo presidente, Joseph Kabila continuará siendo el
auténtico poder en las sombras.
Esto
resultó evidente cuando el flamante presidente electo se apresuró a declarar: “Rindo
homenaje al presidente Joseph Kabila. Hoy ya no tenemos que considerarlo como
un adversario sino como un socio de la alternancia democrática en nuestro país.”
Tras
18 años de poder absoluto, donde ahogó cualquier expresión opositora con un puño
de hierro, Joseph Kabila se ha enriquecido notablemente.
Kabila
y su familia tienen intereses financieros en todos los sectores de la economía
del país: minería, construcción, telecomunicaciones, compañías aéreas, agencias
de viajes y hoteles, farmacias y hasta discotecas.
Controlan
unas ochenta empresas y son propietarios de setecientos kilómetros cuadrados de
las mejores tierras del país.
En
2016, cuando estalló el escándalo de los “Panama Papers”, se reveló que la
hermana gemela y confidente del presidente, Jaynet, diputada en la Asamblea
Nacional, era copropietaria de una de las principales empresas congoleñas de
telecomunicaciones, “Digital Congo TV”,
a través de empresas fantasmas en el exterior.
Con
sólo dos de sus empresas familiares, los Kabila controlan licencias de
exportación de diamantes a lo largo de 700 de los 2.500 kilómetros de la
frontera común con Angola.
Pero,
además, la esposa y los dos hijos de Kabila, junto a otros parientes, también
tienen licencias de explotación de oro, cobalto, cobre y otros minerales.
Todo
ello en un país rico en recursos minerales, habitado por noventa millones de
personas, con un índice de desarrollo humano que lo sitúa en el puesto 168
entre 177 estados y un PBI per cápita de 501 dólares.
Un
país donde la mitad de la población debe vivir con menos de dos dólares
diarios, diez millones de personas viven en riesgo alimentario y 4,5 millones son
de desplazados internos debido a la violencia y las pandemias.
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