Como
jefe de la guarnición militar de San Carlos de La Cabaña, Ernesto “Che” Guevara
fue responsable directo del fusilamiento de al menos 79 personas, en 1959, en
Cuba.
EL
TERROR REVOLUCIONARIO
Las revoluciones triunfantes
no suelen preocuparse mucho por el respeto a los derechos humanos Ly apelan al
terror más brutal para consolidarse en el poder, sufrimiento a sus opositores
reales o potenciales sin la menor piedad.
La Revolución Francesa, aplicó
entre el 5 de septiembre de 1793 y el 27 de junio de 1974 el “Terreur”. El Comité de Salvación
Pública, en manos de Maximilien Robespierre y Louis de Saint Just, ordenó la
ejecución de entre 35.000 y 40.000 franceses (en su mayoría de origen noble) en
la guillotina, entre ellos los mismos Robespierre y Saint Just, ejecutados el
10 de Termidor (27 de junio).
Un siglo más tarde la
Revolución Bolchevique en Rusia apeló al terror indiscriminado ante el avance
del Ejército Alemán y por la conmoción que provocó el intento de asesinato
llevado a cabo por la revolucionaria menchevique Fanni Kaplan, el 30 de agosto
de 1918, contra Vladimir Ilich Ulianov, “Lenin”,
en que el jefe bolchevique sufrió serias heridas de arma de fuego.
El Comité de Comisarios del
Pueblo emitió, el 5 de septiembre de 1918, un decreto en que establecía: “En la situación actual, resulta
absolutamente vital reforzar a la Cheka […] proteger a la República Soviética
contra sus enemigos de clase aislando a estos en campos de concentración,
fusilar en el mismo lugar a todo individuo relacionado con organizaciones de
guardias blancos, conjuras, insurrecciones o tumultos, publicar los nombre de
los individuos fusilados dando las razones por las que han sido pasado por las
armas.”
Tal como se desprende del
mencionado decreto, el organismo encargado de aplicar la política del terror
fue la Vserossíiskaya Chrezvicháinaya
Komíssiya po borbié s Kontrerevolútsiyey i Sabotázehem, en español Comisión Pan-rusa Extraordinaria de Lucha contra
la Contrarrevolución, la Especulación y el Sabotaje, mas conocida por su
sigla de Cheka, el primer servicio de inteligencia y contrainteligencia
soviético creado por el bolchevique polaco Félix Edumovich Dzerzhinski, el “Félix de Hierro”, como lo llamaba
Lenin.
Bajo las enérgicas directivas
de Dzerzhinski, la Cheka se dispuso a “cortar
mediante el terror las cabezas de la hidra de la contrarrevolución”,
asesinando al zar Nicolás II y al resto de la familia real con sus fieles
sirvientes, además de otros 10.000 rusos, en su mayoría nobles, oficiales del
Ejército, políticos mencheviques, activistas anarquistas o simples campesinos
hambrientos que reclamaban pan…
La mayor parte de las víctimas
recibían simplemente un disparo en la nuca en los oscuros sótanos del edificios
de una antigua compañía de seguros que la Cheka había convertido en su cuartel
general, situado en la calle Bolshaya-Lubianka, en el centro de Moscú.
EL
VERDUGO DE LA REVOLUCIÓN
La Revolución Cubana no podía
ser distinta. Es por lo que Fidel Castro encomendó la tarea de verdugo de la
Revolución al Comandante Che Guevara, nombrándolo el 3 de enero de 1959, Jefe
de la Guarnición de la Fortaleza de La Cabaña y Juez Supremo de los Tribunales
Revolucionarios que comenzaron a funcionar allí, inmediatamente después del
triunfo de la Revolución.
En los tiempos del régimen del
presidente Fulgencio Batista no existía la pena de muerte en Cuba. El artículo
25 de la Constitución cubana de 1940 prohibía expresamente la pena de muerte y
solo permitía su aplicación en casos de traición militar. Desde que se
estableció la República solo había sido fusilado un espía alemán durante la
Segunda Guerra Mundial.
El 10 de enero de 1959, el
flamante Consejo Revolucionario de
Ministros modificó la Constitución, pasando por alto las cláusulas que
regían para una reforma constitucional, y el 10 de febrero de 1959 promulgó una
nueva ley fundamental.
Entre otras modificaciones, la
nueva legalidad vigente en Cuba estableció la pena de muerte e incluso la
legitimó con efectos retroactivos.
El comandante Ernesto Che Guevara tenía experiencia en la
tarea que le había encomendado Fidel Castro. En la Sierra Maestra, antes del
triunfo de la Revolución, el Che era
el encargado de aplicar la “justicia revolucionaria
rápida” forjándose inmediatamente una reputación de ferocidad e
implacabilidad” al jugar un papel, ya fuera principal o secundario, en la
ejecución sumaria de 21 personas y al menos uno por mano propia.
Casi todas las víctimas eran
campesinos pobres de la zona acusados de colaborar, generalmente como
informantes, con las tropas de Batista. Algunos eran voluntarios del Ejército
Rebelde que intentaron desertar, ya que la lucha guerrillera en la selva se
llevaba a cabo bajo muy duras condiciones. Los combatientes frecuentemente
pasaban hambre y debían soportar el acoso de insectos y alimañas.
Otros de los condenados eran
campesinos de la zona acusados de diversos crímenes, desde merodear por el
campamento, robar comida destinada a las tropas rebeldes, hasta delitos más
graves como violaciones y asesinatos de pobladores en las zonas rurales.
Todos los ejecutados
carecieron de un debido proceso legal, de un defensor y fueron ejecutados en el
acto, a veces tan solo con una orden expeditiva del Che, que este solía impartir con indiferencia.
UNA
FORTALEZA SINIESTRA
La fortaleza de San Carlos de
La Cabaña fue la edificación militar más grande construida por los españoles en
América. Situada en la entrada de la Bahía de La Habana, junto con la fortaleza
de San Salvador de la Punta y el Castillo de la real Fuerza de La Habana
defendían a la ciudad de ataques.
Empezó a edificarse en 1763 en
el alto litoral Este del puerto de La Habana, el arquitecto fue Juan Bautista
Antonelli, que trabajo bajo la orientación del Brigadier General Don Silvestre
Abarca. Los trabajo finalizaron en 1774.
La Fortaleza fue construida
bajo los criterios de fortificación militar establecidos por el francés
Sebastién Le Pestre, Señor de Vaubán (1633 – 1707), Mariscal de Francia y el
más célebre ingeniero militar de su tiempo. Cubre una superficie de setecientos
metros de largo por doscientos cuarenta de ancho. Tiene forma de polígono,
compuesto por baluartes, revellines, fosos, camino cubierto, cuarteles y
almacenes.
Durante las luchas por la
independencia de Cuba se convirtió en prisión y muchos patriotas cubanos
terminaron sus días fusilados en el “Foso
de los Laureles”.
En 1991, el gobierno cubano la
convirtió en el Parque Histórico Militar
Morro – Cabaña. El tétrico escenario de tantos fusilamientos es hoy el
predio donde cada años se lleva a cabo la Feria Internacional del Libro de La
Habana.
En los primeros meses de la
Revolución entre 800 y 1.000 detenidos fueron alojados en la prisión de La Cabaña,
cuya capacidad máxima era tan sólo de trescientas personas. Loa detenidos
debían turnarse para dormir y las condiciones de vida por hacinamiento eran
atroces.
¡DALE
ASPIRINA!
Los Tribunales Revolucionarios
funcionaban las veinticuatro horas al día, pero las órdenes que determinaban el
destino de los prisioneros proveían directamente de Fidel Castro.
Según el testimonio de Dariel
Alarcón Ramírez, alias “Benigno”, uno
de los más antiguos y files compañeros de armas del Che Guevara, sobreviviente
de la guerrilla en Bolivia, exiliado político en Francia, desde 1996 hasta su
muerte en 2016.
“El
Che era jefe militar de La Cabaña. Había una plaza militar muy grande allí, con
más de mil soldados”, explica Benigno. “Él y Jorge “Papito” Serguera, que eran
comandantes los dos, los que presidían los juicios que se hacían. Se turnaban.
Un día lo hacía uno, un día lo hacía otro.
“Los
juicios nunca comenzaban hasta que llegaba el correo militar, la entrega al
oficial de guardia de un sobre manila lacrado, entre las cinco y media y las
seis de la tarde. Había veces que eran las seis y media y todavía no había
llegado el correo. El Che estaba impaciente: Miren la hora que es y todavía no
ha llegado el correo. El sobre, lo que traía era la gente que se iba a juzgar
ese día. Allí venía la sentencia de cada uno. Ese papel venía del Estado Mayor y estaba firmado por Fidel, de eso no
cabe la menor duda”.
En los juicios, no existían
reglas básicas de jurisprudencia y se tomaban las acusaciones del fiscal como
pruebas irrefutables de culpabilidad. Aunque el Che era jefe de los tribunales
Revolucionarios, no asistía a los juicios; no quería malgastar su tiempo. En
una entrevista filmada, José Vilasuso, encargado de revisar y preparar los
expedientes de los acusados narra como el Che le decía: “El oficial investigador siempre tiene la razón y siempre tiene la
verdad”. Otros subordinados en los Tribunales han reportado que les
amonestaba: “No demoren las causas, esto
es una revolución, no usen métodos burgueses, las pruebas son secundarias. Hay
que proceder por convicción.”
También han testificado que
los sermoneaba: “No hace falta hacer
muchas averiguaciones para fusilar a uno. Lo que hay que saber es si es
necesario fusilarlo. Nada más.”
El Che presidía la corte de
apelaciones. Tenía la última palabra sobre la pena capital y presidía la vistas
de apelación, conocidas como “revisión de causa”. Eran habitualmente muy
cortas, a veces duraban minutos y no se conoce que anulara una sola sentencia
de muerte. Las vistas casi siempre terminaban con el Che enviando al condenado
a una ejecución inmediata. Quien como médico había jurado defender la vida por
encima de todas las cosas, en ocasiones mandaba al infortunado prisionero al
paredón con la simple frase de “¡Dale
Aspirina!”.
La Cabaña, bajo las órdenes
del Comandante Che Guevara se convirtió en una eficiente fábrica de ejecuciones
y él se ganó el título de “El carnicero
de La Cabaña”.
Los prisioneros aguardaban
juicio escuchando el martilleo de la fabricación de ataúdes. Casi nunca podían
despedirse de sus familias, a quienes entonces no se les entregaba el cadáver y
quedaban sin poder celebrar un funeral. Los juicios, las vistas de apelaciones
y las ejecuciones, generalmente se llevaban a cabo tarde en la noche, con
frecuencia al amanecer, puesto que el Che creía que la gente era más sumisa por
la noche. Por todo el país se difundió la información sobre los juicios y
ejecuciones como una clara advertencia a los posibles enemigos de la
Revolución.
Veamos nuevamente el
testimonio de Benigno sobre estos hechos: “Yo
iba en muchas ocasiones a La Cabaña por mi trabajo. Era capitán en la policía
militar de La Habana. Tenía que mandar del cuartel de San Ambrosio, todos los
días, una escuadra de soldados que iban para los fusilamientos. Se sacaban de
voluntarios.
“He
alcanzado a ver a un hombre al que habían puesto ya en el paredón de
fusilamiento. Detrás de las galeras, yo vi que había tres palos, tres postes
clavados allí, y vi que llevaron a uno, le amarraron las manos hacia atrás y le
pusieron una venda. Yo veía a ese hombre vivo, que empezaba a implorar por su
madre, por sus hijos, que empezaba a corregirse y a orinarse. Vino un cura y yo
me decía ¡Coño! ¿A qué carajo viene el cura, si lo van a matar? Le di la
espalda y me fui. No he podido ver eso nunca. Cuando le tiran y le meten la
descarga, se me estremece el cuerpo. A mí se me vuelve la carne de gallina. No
sé si es miedo. Yo he sido sin embargo un guerrero toda la vida, y hay gente
que cree que un guerrero mata a sangre fría, que la muerte es para él un
alimento. Para mí, no.”
[…] “En varias oportunidades el Che venía sutilmente. Se subía a aquel
muro. No era difícil subirlo porque tenía una escalera. Se acostaba boca arriba
allí a fumar un habano y a ver los fusilamientos. Eso se comentaba en toda la
soldadesca de La Cabaña. Los soldados míos me decían: Cuando estamos en el
pelotón de fusilamiento, veíamos al Che fumándose un tabaco arriba del muro.
Les daba fuerza a los que iban a disparar. Para aquellos soldados que nunca
habían visto al Che, era una cosa importante. Les daba valor.”
En el corto período durante el
cual el Che estuvo a cargo de La Cabaña (3 de enero al 26 de noviembre de 1959,
con varios meses de viaje intercalados), el proyecto “Archivo Cuba” ha documentado 79 fusilamientos bajo órdenes
directas de Guevara. De enero a mayo de 1959, cuando el Che estaba presente,
suman 55. Durante los viajes del Che al extranjero, desde el 4 de junio al 8 de
septiembre de 1959, hubo 18 fusilamientos, aunque se desconoce cuán involucrado
estuvo en los Tribunales. Luego de su regreso a Cuba hubo siete fusilamientos
entre el 8 de septiembre y el 26 de noviembre, cuando fue nombrado presidente
del Banco Nacional de Cuba.
Los informes sobre el número
de fusilamientos en La Cabaña, en 1959, varían ampliamente. Algunos estimados
por parte de historiadores suman entre 200 y 700. Un abogado que trabajó en La
Cabaña a las órdenes del Che afirmó que al menos se habían llevado a cabo 600
fusilamientos hasta finales de junio de 1959. Es probable que se refiera a las
ejecuciones en toda Cuba, pero no queda claro. Archivo Cuba ha documentado 954 fusilamientos en Cuba en 1959, de
los cuales 628 habrían ocurrido de enero a junio, 58 de ellos en La Cabaña.
El propio Ernesto Che Guevara reconoció francamente a la
comunidad internacional la existencia de los fusilamientos. En Naciones Unidas,
en Nueva York, donde pronunció un discurso el 11 de diciembre de 1964,
respondió a las insistentes preguntas sobre las ejecuciones con su famosa
declaración “Fusilamientos, sí, hemos
fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario”. Todo un
humanista.
Es probable que nunca se
conozca el número total de víctimas del Che.
Mucha gente murió en las incursiones guerrilleras que llevó a cabo en el Congo
y en Bolivia, así como en revueltas y acciones violentas que planeó y facilitó
en Argentina y otros países de América Latina. Por otra parte, el sistema
totalitario que ayudó a construir en Cuba ha costado miles de vidas y
sufrimientos a los cubanos.
Posiblemente, aquellas
personas que compran un remera, un llavero o se realizan un tatuaje con la
imagen del Che Guevara deberían
reflexionar que se están adornando con el rostro de un asesino.
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