El
desplazamiento del anciano presidente Robert Mugabe, después de 37 años en el
poder, crea nuevas esperanzas para la democracia en África.
El
desplazamiento de Robert Mugabe, histórico presidente de Zimbabue, quien
cumplía su séptimo mandato consecutivo cuando se enemistó con los veteranos de
su partido ZAPU – PF y del Ejército, marca el comienzo de una etapa de
transición hacia una mayor democracia en África.
El
comienzo del fin para los líderes gerontocráticos y nepotistas, recordemos que
el “Camarada Bob” pensaba hacerse
suceder por su esposa sudafricana Grace “Gucci”
Mugabe, anuncia que en África está emergiendo gradualmente una nueva generación
de dirigentes más respetuosos de las instituciones y la legalidad democrática.
Así lo
anticipó, a fines de enero de este año, el rey de Marruecos, Mohamed VI, cuando
en su discurso a la XXVIII Cumbre de la Unión Africana, hablando del retorno de
su país a dicha organización anticipó premonitoriamente que: “África esta dirigida
hoy por una generación de líderes desacomplejados, que obran a favor de la
estabilidad, la apertura política, el desarrollo económico y el progreso social
de sus poblaciones. Actúan con determinación financiera y convicción sin
preocuparse por ser calificados o evaluados por Occidente.”
Mohamed
VI avizoraba que con el ocaso de líderes como el tunecino Zine El Abidine Ben
Ali, el libio Muhammad Al Gadafi, el egipcio Hosni Mubarak, el burkinés Blaise
Campaore, el gambiano Yahya Jammeh y ahora Robert Mugabe, se cerraba una etapa
y deban comienzo nuevos tiempos.
Atrás
quedaban los años de la lucha armada contra el colonialismo, la retórica
tercermundista en los foros internacionales y la utopía de un socialismo a la
africana.
Hoy,
África vive nuevos tiempos y debe hacer frente a nuevos desafíos: la búsqueda
de un desarrollo sostenible, la forma de hacer frente a los problemas generados
por el cambio climático, una aprovechamiento más racional y equitativo de sus
recursos naturales, un trato más igualitario y justo para la mujer africana,
etc.
Sin
embargo, aún quedan algunos resabios del pasado. En algunos países los viejos
dinosaurios que condujeron el tránsito del colonialismo a la independencia se
aferran tozudamente al poder que detentan desde hace décadas.
Tal el
caso de Abdelaziz Bouteflika, que con sus ochenta años y una salud notoriamente
declinante -no sólo está confinado a una silla de ruedas y tiene problemas para
expresarse, sino que las fotografías frecuentemente lo muestran con la mirada
perdida- se mantiene en el poder gracias al apoyo del Ejército y el control del
partido oficial el Frente de Liberación Nacional.
El
anciano presidente incluso pretende ser sucedido por su hermano menor Saïd
Bouteflika. El hermano presidencial, de 60 años, conocido como “Monsieur Frére”, es un doctor en
informática que detenta el cargo de “consejero especial” del presidente y desde
la enfermedad de este, en 2005, es el verdadero poder tras el trono que pone y
remueve ministros.
El
actual mandato de Abdelaziz Bouteflika termina en 2019 y los candidatos a
sucederle son dos. Por un lado, su hermano Saïd, apoyado por un grupo de
grandes empresarios que medran con los contratos de obra pública y otros
privilegios, como los hermanos Karim y Réda Kouninef.
Por
otro, algunos especulan con la candidatura del jefe del Estado Mayor, el
general Gait Salah, quien tiene el control real de las fuerzas armadas.
Mientras
en Argel se desarrolla este “Juego de
Tronos”, la economía argelina, totalmente dependiente de las exportaciones
de petróleo y gas, padece los efectos del descenso de los precios
internacionales de estos hidrocarburos.
Recientemente,
el “Informe 2017 del Índice Ibrahim de Gobernabilidad Africana” sobre gobernabilidad
situó a Argelia en la posición 41 entre los 53 estados de África, por detrás de
Etiopía, Eritrea y Chad.
El Índice Ibrahim de
Gobernabilidad Africana (IIAG) ofrece una evaluación anual de la calidad de la
gobernanza en los países africanos. Compilado por la combinación de
más de cien variables de más de treinta instituciones africanas e
internacionales independientes, el IIAG es la colección más completa de datos
sobre gobernabilidad africana.
El IIAG proporciona un
marco para que los ciudadanos, los gobiernos, las instituciones y el sector privado
evalúen con precisión la entrega de bienes y servicios públicos y los
resultados de las políticas en todo el continente. Además de ser una herramienta para ayudar a determinar y
debatir el desempeño del gobierno, el IIAG es un instrumento de toma de
decisiones con el que gobernar.
El IIAG evalúa el progreso
en cuatro categorías conceptuales principales: seguridad, Estado de Derecho,
Participación y Derechos Humanos, Oportunidades económicas sostenibles y
Desarrollo Humano. Estas cuatro categorías están evaluadas en función de datos
que cubren elementos de gobernabilidad que van desde la infraestructura hasta
la libertad de expresión y el saneamiento y los derechos de propiedad.
El IIAG permite a los
usuarios comparar el desempeño de la gobernanza en una serie de dimensiones a
nivel nacional, regional y continental. Los puntajes y
rangos están disponibles para todos los años a partir del 2000, lo que permite
el análisis de tendencias a lo largo del tiempo. Todos los datos subyacentes utilizados en la construcción del
IIAG están disponibles libremente y se publican de forma transparente junto con
una metodología integral.
Se publicó por primera vez
en 2007 en asociación con el profesor Robert I. Rotberg de la Escuela de
Gobierno Kennedy y clasificó el desempeño de los 48 países del África
subsahariana. El Índice ahora es compilado por
un equipo de investigación basado en la Fundación bajo la guía de un Consejo
Asesor, compuesto por eminentes expertos académicos y profesionales en los
diversos campos de la gobernabilidad y es un foro para debatir y mejorar el
IIAG. En 2009, el índice incluyó a los 53
países africanos por primera vez, incluidos los de África del Norte.
No obstante, resulta imposible ser absolutamente optimista sobre
las posibilidades de renovación del liderazgo africano y de una mayor
democracia en el continente.
En Zimbabue, Robert Mugabe ha sido reemplazado por Emmerson “El cocodrilo” Mnangagwa, su
vicepresidente y ex ministro de Defensa, de 75 años y con un oscuro historial
de violaciones a los derechos humanos.
Por otra, el antiguo comunista Mugabe, de 93 años, y Grace
“Gucci” se han retirado tranquilamente a su mansión de 7,3 millones de dólares para
disfrutar de una fortuna estimada en mil millones de dólares.
También en Sudáfrica, un país con antecedentes de buena
institucionalidad democrática, gobierna desde 2009 el presidente Jacob Zuma. El
mandatario de 75 años, practica la poligamia se casó seis veces y tiene veinte
hijos, aspira a ser sucedido por una de sus esposas: Nkosazana Dlamini Zuma.
En el pasado Zuma ha enfrentado numerosos cargos por corrupción
e incluso violación.
Como
puede apreciarse hay que ser prudente cuando se habla del futuro de la
democracia en África.
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