En otro 7 de noviembre, hace 81 años,
comenzaban los asesinatos de presos en el Madrid republicano. Unos 2.500
detenidos clasificados como “enemigos del pueblo”, entre ellos 276 niños y 143
sacerdotes, fueron salvajemente ultimados por milicianos republicanos.
En noviembre de 1936 comenzaba
el quinto mes de la guerra civil que ensangrentaba a España. Los nacionalistas
que respondían al mando del general Francisco Franco Bahamonde avanzaban a paso
firme desde el sur de la península con rumbo al norte. La liberación del
Alcázar de Toledo, donde resistía tenazmente la guarnición de la Escuela de
Infantería y un puñado de refugiados nacionalistas al mando del general José Moscardó,
demoró el cerco de los sublevados a la capital de España.
En los primeros días del mes
de noviembre las tropas nacionales estaban a las puertas de Madrid. El día 2 de
noviembre las fuerzas franquistas capturaron Fuenlabrada y Villaviciosa de
Odón. El día 4 cayó Getafe.
La captura de Madrid, que sin
duda hubiera precipitado el fin de la guerra, parecía inminente. El nuevo
gobierno republicano a cuyo frente se hallaba el socialista Francisco Largo
Caballero decidió evacuar Madrid, dejando el mando y la defensa de la ciudad a
una “Junta de Defensa” presidida por
el general José Miaja Menat y compuesta por representantes pertenecientes a
todos los partidos que componían el “Frente
Popular”.
Según afirma el periodista
soviético Mijaíl Koltsov[i], formalmente corresponsal
de Pravda, pero para muchos “el agente
personal de Stalin en España”, en su libro “Diario de la guerra española”, en las cárceles madrileñas había “ocho mil fascistas detenidos”.
La Junta de Defensa temía que
si los presos -muchos de ellos militares, guardias civiles, sacerdotes y
personalidades hostiles a la República- eran liberados o fugaban, podrían
incrementar el potencial ofensivo de los sublevados.
En la madrugada del 6 al 7 de
noviembre, se combatía dentro de la propia ciudad y los franquistas habían llegado
hasta la Ciudad Universitaria, muy cerca de la Cárcel Modelo, dando comienzo a
la Batalla de Madrid.
Fue entonces cuando la Junta
de Defensa dispuso la evacuación de los presos detenidos en la Cárcel Modelo.
Había comenzado la Masacre de Paracuellos.
Entre el 7 de noviembre y el 4
de diciembre de 1936 se llevaron a cabo 33 extracciones (sacas) de presos de
las cárceles madrileñas. De ellas, 23 derivaron en el asesinato de presos.
Las extracciones comenzaron en
la Cárcel Modelo, pero este penal fue evacuado el día 16 de noviembre y los
presos que aún quedaban en el fueron repartidos entre otras cárceles
madrileñas. Por lo tanto, las “sacas”
se produjeron en la de Porlier, San Antón y de Ventas.
No hubo ninguna “saca” en las cárceles de mujeres, por
lo que no existe ninguna mujer asesinada en Paracuellos. La mayor parte de las
víctimas provenían de la Cárcel Modelo.
Desde la madrugada del 7 de
noviembre una barricada de losas rodea la entrada de la Cárcel Modelo,
custodiada por milicianos. Dentro de la barricada, estacionados, aguardan entre
siete y nueve autobuses verdes de dos pisos pertenecientes al servicio público
de transportes de la ciudad, más dos autobuses grandes de turismo. En seguida
comienzan las temidas “sacas” de
presos.
El ordenanza intima a los
detenidos a asomarse a las balconadas para que todos escuchen la lista nombres
que se pronuncia a continuación. Un pelotón armado perteneciente a la “Milicia de Vigilancia de la Retaguardia”
-una fuerza parapolicial creada en septiembre de 1936 para integrar a las
milicias sindicales, estudiantiles y anarquistas que efectuaban requisas y
controles en forma autónoma y descontrolada. Respondía a la Dirección General
de Seguridad- encañonaba expectante a los reclusos. Prontos para disparar si
algún preso hablaba o ensayaba cualquier acto de rebeldía.
Los jefes milicianos que leen
la lista exigen a los presos nombrados que bajes “con todo” lo que posean al centro de la galería y se coloquen en
orden de llamada.
Los autobuses, cada uno con unos
sesenta detenidos y una docena de milicianos a bordo de coches “balilla” tomaban rumbo a Alcalá de
Henares, pero eran desviados hacia sitios del arroyo San José, en la vega del
río Jarama, y a un caz o canal de irrigación fuera de uso, en la vega del río
Henares donde se habían preparado tumbas colectivas muy superficiales, cavadas
por los vecinos del pueblo de Paracuellos obligados por los milicianos a punta de
pistola.
Los reclusos son trasladados
atados con sogas de dos en dos o con las manos a la espalda, los dividen en
grupos de entre diez y veinticinco individuos. Los obligan a caminar hacia las
precarias fosas comunes y, una vez situados en el borde de los pozos. Entonces
un pelotón de entre treinta y cuarenta milicianos disparaba contra ellos.
Muchos caen tan sólo heridos
en las fosas. Algunos tienen la suerte de recibir un tiro de gracia, otros
menos afortunados deben aguardar a morir desangrados, aplastados o enterrados
vivos.
Las extracciones se efectúan
mediante notificaciones con el membrete oficial de la Dirección General de
Seguridad y en ocasiones, firmadas por Segundo Serrano Poncela, el delegado de
Orden Público de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de
Madrid, a cargo de Santiago Carrillo Solares, por ese entonces de 21 años.
Tanto Segundo Serrano Poncela
como Santiago Carrillo (1915 – 2012) eran miembros del Partido Comunista
Español. Carrillo fue Secretario General del PCE entre 1960 y 1982.
Es difícil precisar el número
de víctimas inmoladas en Paracuellos. Se han rescatado unos mil cuerpos completos
pero las estimaciones más realistas hablan de entre 2.500 y 5.000 presos
asesinados. Hay documentación que atestigua varios casos de padres e hijos, aun
de hermanos asesinados juntos.
Entre las víctimas había 276
menores de entre 13 y 21 años. También había un gran número de sacerdotes
católicos, entre ellos 34 monjes agustinos pertenecientes al monasterio de El
Escorial.
La masacre de Paracuellos fue
una acción cuidadosamente organizada por las autoridades republicanas de Madrid
y no un desborde producido por milicianos fuera de control. En la decisión de
asesinar a los presos “fascistas”
tuvieron un peso determinante el Partido Comunista Español y el servicio de
inteligencia soviético, la temida NKVD. En cuanto a las responsabilidades
individuales sin duda hay que mencionar a Segundo Serrano Poncela y a Santiago
Carrillo como directamente involucrados en las “sacas” y a los agentes
soviéticos Mijaíl Koltsov, alias “Miguel
Martínez” y Nikloshi “Alejandro”
Orlov, jefe de la NKVD en España como instigadores de las ejecuciones.
Es por ello por lo que los
historiadores ven muchas similitudes entre la Masacre de Paracuellos y la
matanza de prisioneros de guerra polacos llevadas a cabo por el Ejército Rojo
en el bosque de Katyn, en 1939.
[i]
MIJAIL KOSLTSVOV: Según el historiador Ian Gibson, era Mihail Fridliand y su segundo nombre falso era Miguel Martínez. Era
un ucraniano nacido en Kiev en 1898. Aterrizó en El Prat de Barcelona el 8 de
agosto de 1936.
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