En
la última década los grupos anarquistas han tomado cada vez mayor importancia
en Argentina y su accionar se ha hecho más radical y violento despertando la
preocupación de las autoridades.
EL MILITANTE DESAPARECIDO
La
desaparición del joven Santiago Maldonado, en plena campaña electoral, es un
caso complejo donde varios sectores políticos pretenden capitalizar en su
provecho esta tragedia. Aunque, posiblemente a pocos realmente les interese la
suerte corrida por Maldonado.
¿Pero,
quién es realmente Santiago Maldonado y cuál es su importancia política?
Santiago
Maldonado no es un turista más que accidentalmente se vio envuelto en una
trifulca entre indígenas mapuches, puesteros patagónicos y la Gendarmería.
Santiago
Maldonado, alias “el lechuga” o “el brujo” como prefería que lo
llamaran, era un miembro activo del movimiento anarquista argentino, que
mantenía fluidos contactos con los anarquistas chilenos y estaba en la ciudad
de Esquel para participar de acciones violentas junto a miembros de la
Resistencia Ancestral Mapuche.
Santiago
Maldonado era un joven bohemio y de ideas anarquistas, con vínculos familiares
que lo vinculan con la izquierda revolucionaria de los años setenta. Sin
ocupación fija, se reivindicaba como “artesano
tatuador”. Su principal actividad consistía en recorrer, imitando a su
ídolo el “Che” Guevara, como
mochilero América Latina. Siempre viajando “a
dedo” y alojándose en casas de amigos o compañeros de militancia recorrió
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Uruguay. Allí donde iba se incorporaba a
las “luchas sociales”.
Para
confirmar este perfil de Maldonado es suficiente con consultar a los portales
de los anarquistas chilenos y ver el tratamiento que dan a su desaparición.
Es por
eso, por lo que los anarquistas de todo el mundo buscaran vengar cualquier cosa
que haya ocurrido con él.
LA MARCHA DEL 1/9
Otra
señal de significación de Santiago Maldonado dentro del movimiento anarquista
es la repercusión internacional que ha tenido la marcha del 1° de septiembre,
reclamando por su aparición con vida.
En
Uruguay grupos anarquistas atacaron con piedras y bombas de pintura la Embajada
Argentina en Montevideo e incluso la sede del Ministerio de Relaciones
Exteriores uruguayo provocando daños en ambos edificios.
También
se produjeron marchas frente a la Embajada Argentina en Berlín, Alemania.
Diversos actos, marchas y concentraciones en la vía publica tuvieron lugar en
Chile, en Bogotá, Colombia; en Asunción, Paraguay; en España se realizaron
diversos actos en Madrid y Barcelona, incluso la Fundación Internacional Baltasar
Garzón se sumó al reclamo. También hubo repercusiones en el Reino Unido,
Brasil, Francia, México, Austria y los Estados Unidos.
Por
otra parte, las repercusiones internacionales del “Caso Maldonado” también
reflejan la creciente importancia del movimiento anarquista tanto en Argentina
como el resto del mundo.
EL MOVIMIENTO ANARQUISTA
Hasta
el momento, el terrorismo anarquista ha tenido poca atención por parte de los
organismos de inteligencia y las fuerzas de seguridad.
Lógicamente
los anarquistas no constituyen una amenaza de la envergadura del terrorismo
yihadista. Tampoco han desarrollado una estructura organizativa u operacional
similar a la montaron los grupos de “guerrilla urbana” que operó en el América
Latina en la década de los sesenta y setenta: los Tupamaros en Uruguay, los
Montoneros y el PRT – ERP en Argentina, el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria en Chile o el Frente de Liberación Nacional en Bolivia o el
Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua.
Tampoco
alcanzó la importancia de las guerrillas de los ochenta: el Frente Farabundo
Martí de Liberación Nacional en El Salvador; el Frente Manuel Rodríguez de
Liberación Nacional y el Mapu Lautaro en Chile; el PCP-Sendero Luminoso y el
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru en Perú, o los casi eternos FARC, ELN y
EPL en Colombia.
Porque
estos nuevos grupos insurgentes son portadores de una ideología
fundamentalmente anarquista que los lleva a desconfiar de las estructuras
partidarias rígidas y disciplinadas.
En
especial, desconfían del “centralismo
democrático” que era el paradigma organizativo de los grupos de la
izquierda revolucionaria en los sesenta y setenta.
También
descreen de la “lucha armada” tradicional con su guerrilla urbana y sus
tácticas foquistas.
Los
anarquistas se mueven más cómodos dentro de las tácticas de la “resistencia
civil”, mezclando violentas protestas callejeras con piquetes en calles y
rutas; o la ocupación de tierras con atentados explosivos e incendiarios contra
instalaciones gubernamentales y de empresas multinacionales.
También
debe considerarse que, desde el inicio de la era insurreccional en América
Latina (1960 – 1990), con el triunfo de la Revolución Cubana (1959) han
transcurrido más de cincuenta años.
Por lo
tanto, los jóvenes actuales son portadores de una nueva cultura revolucionaria
menos cuidada intelectualmente y más adaptada al mensaje de voz e imagen que
portan las redes sociales.
Es por
ello que emplean estructuras partidarias más difusas y suelen apelar a la micro
militancia política dedicada más a apoyar causas, es decir, a estar “en contra”
o “a favor” de algo o de un tema concreto (los pueblos originarios, la lucha
contra la empresas mineras que dañan el medio ambiente, el derecho al aborto,
la violencia de género o la lucha contra la crueldad hacia los animales), que a
sostener difusos proyectos ideológicos del pasado: la lucha contra el fascismo
o la construcción del socialismo.
En la
estructura de la militancia anarquista cada miembro decide con absoluta
libertad a que evento presta su participación y en que medida lo hace. Hoy
asiste a una protesta en Buenos Aires, mañana lo encontramos apoyando una
ocupación de tierras en la Patagonia con los mapuches y el mes próximo sería
posible encontrarlo en España vinculado a un atentado incendiario contra una
iglesia católica. Porque la causa de la anarquía es global y las fronteras
nacionales significan muy poco.
Entonces
no puede sorprendernos que los anarquistas argentinos coordinen sus operaciones
con sus similares de Chile, Uruguay y Bolivia. O que tengan fluidos vínculos
con grupos anarquistas de México, Grecia, Italia y España.
Es así
como las rígidas estructuras partidarias propias del marxismo leninismo son
cosas del pasado que han sido reemplazadas por las redes de militancia que
cooperan y se coordinan a través de internet. Este tipo de organización líquida
es más difícil de controlar desde los cuerpos de aplicación de la ley.
En la
última década, los grupos anarquistas han llevado a cabo atentados contra
cajeros automáticos y empresas extranjeras, donde al menos han provocado un
muerto y una decena de heridos de diversa consideración. También han
protagonizado frecuentes protestas violentas contra embajadas, locales de casas
de provincia, vandalismo en marchas y apoyado activamente la ocupación de
tierras por parte de los mapuches.
Estos
incidentes son cada vez más frecuentes y la envergadura de los daños producidos
es cada vez mayor, sin que las autoridades nacionales demuestren capacidad para
neutralizarlos o al menos impedir su accionar violento.
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