La
confrontación se ha desatado entre el presidente Lenin Moreno y su predecesor
Rafael Correa apoco más de cien días de su asunción de la presidencia. Los
golpes bajos y las acusaciones cruzadas hacen pensar que Ecuador enfrenta una
descarnada lucha por el poder.
Rafael Correa, como otros
líderes populistas de América Latina, tiene la intención de perpetuarse en el
gobierno de Ecuador.
En 2015, Correa propicio una
reforma constitucional que estableció la reelección indefinida para los
presidentes ecuatorianos, pero sólo a los electos a partir del 24 de mayo de
2017.
Esta cláusula vedaba al
presidente Correa presentarse como candidato en 2017. Entonces Correa decidió
buscar un candidato de su partido que ocupara la presidencia por un periodo de
cuatro años y le permitiera retornar al poder en 2021 cuando la cláusula de
reelección indefinida estuviera vigente.
Posiblemente el candidato
ideal para él era su vicepresidente Jorge Glas, pero este no media bien en las
encuestas y era cuestionado incluso dentro de su propio partido.
Para asegurarse que su
partido, Alianza País, se impusiera
en las elecciones de 2017 y que la sucesión cayera sobre un gobierno “amigo”, que no revisara lo actuado
durante los años de su gestión, Correa debió apoyar la candidatura presidencial
del empresario Lenin Moreno. Además, con el objeto de tener un mejor control sobre
el futuro gobierno, colocó a Jorge Glas como parte de la fórmula presidencial
de Alianza País.
En medio de la campaña presidencial
estalló el escándalo de la constructora brasileña Oderbrecht. Las revelaciones
del Departamento de Justicia de los Estados Unidos indicaban que la firma
brasileña había pagado, entre 2007 y 2016, es decir, durante los gobiernos de
Rafael Correa, 33,5 millones de dólares, a cambio de contratos de obra pública
por 116 millones.
Correa negó toda acusación,
pero impidió que la justicia ecuatoriana investigara la denuncia.
El presidente Lenin Moreno
asumió su cargo el 24 de mayo y la investigación comenzó a avanzar en la
justicia. El 2 de junio las investigaciones del caso Odebrecht derivaron en la
detención del tío y reconocido operador político del vicepresidente Glas,
Ricardo Rivera.
Mientras el presidente Moreno
afirmaba que dejaría actuar a la justicia, el ex presidente Rafael Correa salió
a respaldar a Jorge Glas y dijo que ponía sus manos en el fuego por él.
El 3 de agosto, el presidente
Moreno, mediante un decreto le retiró las competencias a su vicepresidente.
También avanzó en la confrontación contra su predecesor y mentor político.
Moreno sacó a la luz que la
situación económica de Ecuador no era como Correa la había querido mostrar,
pues, según el presidente, no se habían incluido deudas del país en los
informes sobre la deuda externa, las cuales sumaban más de 15.000 millones de
dólares.
Correa prudentemente dejó
Ecuador y fijó residencia en Bélgica, donde la nacionalidad de su esposa le
facilitó los trámites migratorios e incluso lo protege de una eventual
extradición. Desde allí replicó: “De
Moreno siempre supimos que era un tipo sin convicción, no sabíamos que era un
traidor y un mediocre, (bueno) mediocre sí sabíamos un poco […], pero no
sabíamos que era tan desleal, tan malo, tan perverso”.
A partir de allí el tono de la
disputa entre el presidente en ejercicio y ex presidente fue subiendo cada vez
más de tono con acusaciones cruzadas. Pronto la división entre “morenistas” y “correístas” dividió al gobierno y al partido Alianza País.
La disputa se incrementó el
pasado 18 de septiembre cuando el presidente Lenin Moreno denunció que había
encontrado una cámara espía en su despacho y acusó a Correa de haberla hecho
instalar sin advertirle de su existencia.
Rafael Correa replicó que se
trataba de una cámara de seguridad instalada en 2009 y desconectada en 2010 y
que operaba a través de un cableado y no a control remoto como afirmaba el
presidente.
Moreno acusó al ex presidente
de incumplir una promesa personal de dejarlo gobernar tranquilo y según sus
ideas luego de entregar el mando. También prometió ir a fondo contra la
corrupción sin reparar en quien estaba involucrado.
“Es
terrible, replicó Correa, es
tremendamente doloroso, tremendamente ingrato, tremendamente injusto. Esta
gente está aplicando el programa de la oposición, nos está siguiendo, nos está
haciendo quedar como corruptos, como inútiles (…) Es una deslealtad, una
ingratitud terrible y se atreven a decir que no están traicionando a la
revolución cuando cuestionan el manejo económico, que ha sido extraordinario.”
El presidente Moreno anunció
que convocaría a los ciudadanos a una consulta popular, cuyo contenido será
presentado el próximo 2 de octubre, para avanzar en un plan de reformar que
derribe el edificio autoritario construido por Correa, en especial modificando
la ley represiva sobre los medios de prensa, la ley de plusvalía que está
afectando las inversiones inmobiliarias y sobre todo la reelección indefinida
del presidente.
Es evidente, que Moreno
pretende abandonar el modelo de socialismo del siglo XXI, que impulsaba a
través de la llamada “revolución
ciudadana” Rafael Correa, y girar a posiciones más centristas y
democráticas que terminen con la grieta que divide a los ecuatorianos.
Moreno también está tomando
distancia, tanto del cuestionado Nicolás Maduro como del presidente boliviano
Evo Morales, ambos estrechos aliados de Correa. Posiblemente, en los próximos
meses veamos a Ecuador abandonar el grupo de ALBA -Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América- que reúne a varios países de América Latina y el Caribe
bajo el liderazgo de Venezuela.
Pero, Correa y sus partidarios
pretenden evitarlo a través de la convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente que ponga fin al mandato de Moreno a menos de un año de su
asunción. “Si siguen destruyendo lo
logrado, vamos a impulsar una Asamblea Nacional Constituyente, y si se impulsa
esa Asamblea Nacional Constituyente, tendré que volver a ser candidato”,
amenazó Correa desde Bogotá, Colombia, hace unos días.
También acusó al gobierno de
Lenin Moreno de querer inhabilitarlo para hacer política. “Buscan inhabilitarme como a Lula, buscan bajar la reelección
indefinida, pero no solo eso: buscan meterme preso, es la judicialización de la
política”, declaró.
Esta confrontación entre la
racionalidad política y el populismo es transcendental no sólo para Ecuador
sino para América Latina. La región debe archivar el populismo autoritario si
espera tener un futuro de crecimiento y prosperidad. Si se impone el populismo
todos los países de la región tendrán un futuro similar al de Cuba y Venezuela:
dictadura y pobreza.
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