lunes, 25 de septiembre de 2017

ECUADOR PENDIENTE DEL JUEGO DE TRONOS



La confrontación se ha desatado entre el presidente Lenin Moreno y su predecesor Rafael Correa apoco más de cien días de su asunción de la presidencia. Los golpes bajos y las acusaciones cruzadas hacen pensar que Ecuador enfrenta una descarnada lucha por el poder.

Rafael Correa, como otros líderes populistas de América Latina, tiene la intención de perpetuarse en el gobierno de Ecuador.

En 2015, Correa propicio una reforma constitucional que estableció la reelección indefinida para los presidentes ecuatorianos, pero sólo a los electos a partir del 24 de mayo de 2017.

Esta cláusula vedaba al presidente Correa presentarse como candidato en 2017. Entonces Correa decidió buscar un candidato de su partido que ocupara la presidencia por un periodo de cuatro años y le permitiera retornar al poder en 2021 cuando la cláusula de reelección indefinida estuviera vigente.

Posiblemente el candidato ideal para él era su vicepresidente Jorge Glas, pero este no media bien en las encuestas y era cuestionado incluso dentro de su propio partido.

Para asegurarse que su partido, Alianza País, se impusiera en las elecciones de 2017 y que la sucesión cayera sobre un gobierno “amigo”, que no revisara lo actuado durante los años de su gestión, Correa debió apoyar la candidatura presidencial del empresario Lenin Moreno. Además, con el objeto de tener un mejor control sobre el futuro gobierno, colocó a Jorge Glas como parte de la fórmula presidencial de Alianza País.

En medio de la campaña presidencial estalló el escándalo de la constructora brasileña Oderbrecht. Las revelaciones del Departamento de Justicia de los Estados Unidos indicaban que la firma brasileña había pagado, entre 2007 y 2016, es decir, durante los gobiernos de Rafael Correa, 33,5 millones de dólares, a cambio de contratos de obra pública por 116 millones.

Correa negó toda acusación, pero impidió que la justicia ecuatoriana investigara la denuncia.

El presidente Lenin Moreno asumió su cargo el 24 de mayo y la investigación comenzó a avanzar en la justicia. El 2 de junio las investigaciones del caso Odebrecht derivaron en la detención del tío y reconocido operador político del vicepresidente Glas, Ricardo Rivera.

Mientras el presidente Moreno afirmaba que dejaría actuar a la justicia, el ex presidente Rafael Correa salió a respaldar a Jorge Glas y dijo que ponía sus manos en el fuego por él.

El 3 de agosto, el presidente Moreno, mediante un decreto le retiró las competencias a su vicepresidente. También avanzó en la confrontación contra su predecesor y mentor político.

Moreno sacó a la luz que la situación económica de Ecuador no era como Correa la había querido mostrar, pues, según el presidente, no se habían incluido deudas del país en los informes sobre la deuda externa, las cuales sumaban más de 15.000 millones de dólares.

Correa prudentemente dejó Ecuador y fijó residencia en Bélgica, donde la nacionalidad de su esposa le facilitó los trámites migratorios e incluso lo protege de una eventual extradición. Desde allí replicó: “De Moreno siempre supimos que era un tipo sin convicción, no sabíamos que era un traidor y un mediocre, (bueno) mediocre sí sabíamos un poco […], pero no sabíamos que era tan desleal, tan malo, tan perverso”.

A partir de allí el tono de la disputa entre el presidente en ejercicio y ex presidente fue subiendo cada vez más de tono con acusaciones cruzadas. Pronto la división entre “morenistas” y “correístas” dividió al gobierno y al partido Alianza País.

La disputa se incrementó el pasado 18 de septiembre cuando el presidente Lenin Moreno denunció que había encontrado una cámara espía en su despacho y acusó a Correa de haberla hecho instalar sin advertirle de su existencia.

Rafael Correa replicó que se trataba de una cámara de seguridad instalada en 2009 y desconectada en 2010 y que operaba a través de un cableado y no a control remoto como afirmaba el presidente.

Moreno acusó al ex presidente de incumplir una promesa personal de dejarlo gobernar tranquilo y según sus ideas luego de entregar el mando. También prometió ir a fondo contra la corrupción sin reparar en quien estaba involucrado.

“Es terrible, replicó Correa, es tremendamente doloroso, tremendamente ingrato, tremendamente injusto. Esta gente está aplicando el programa de la oposición, nos está siguiendo, nos está haciendo quedar como corruptos, como inútiles (…) Es una deslealtad, una ingratitud terrible y se atreven a decir que no están traicionando a la revolución cuando cuestionan el manejo económico, que ha sido extraordinario.”

El presidente Moreno anunció que convocaría a los ciudadanos a una consulta popular, cuyo contenido será presentado el próximo 2 de octubre, para avanzar en un plan de reformar que derribe el edificio autoritario construido por Correa, en especial modificando la ley represiva sobre los medios de prensa, la ley de plusvalía que está afectando las inversiones inmobiliarias y sobre todo la reelección indefinida del presidente.

Es evidente, que Moreno pretende abandonar el modelo de socialismo del siglo XXI, que impulsaba a través de la llamada “revolución ciudadana” Rafael Correa, y girar a posiciones más centristas y democráticas que terminen con la grieta que divide a los ecuatorianos.

Moreno también está tomando distancia, tanto del cuestionado Nicolás Maduro como del presidente boliviano Evo Morales, ambos estrechos aliados de Correa. Posiblemente, en los próximos meses veamos a Ecuador abandonar el grupo de ALBA -Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- que reúne a varios países de América Latina y el Caribe bajo el liderazgo de Venezuela.

Pero, Correa y sus partidarios pretenden evitarlo a través de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que ponga fin al mandato de Moreno a menos de un año de su asunción. “Si siguen destruyendo lo logrado, vamos a impulsar una Asamblea Nacional Constituyente, y si se impulsa esa Asamblea Nacional Constituyente, tendré que volver a ser candidato”, amenazó Correa desde Bogotá, Colombia, hace unos días.

También acusó al gobierno de Lenin Moreno de querer inhabilitarlo para hacer política. “Buscan inhabilitarme como a Lula, buscan bajar la reelección indefinida, pero no solo eso: buscan meterme preso, es la judicialización de la política”, declaró.


Esta confrontación entre la racionalidad política y el populismo es transcendental no sólo para Ecuador sino para América Latina. La región debe archivar el populismo autoritario si espera tener un futuro de crecimiento y prosperidad. Si se impone el populismo todos los países de la región tendrán un futuro similar al de Cuba y Venezuela: dictadura y pobreza.

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