viernes, 8 de septiembre de 2017

LA FALACIA DE LA AUTODERMINACIÓN DE LOS MAPUCHES




En los últimos tiempos se ha difundido la idea de que los mapuches tienen algún derecho a crear un Estado propio con parte del actual territorio chileno y argentino. Una idea delirante que carece de todo sustento jurídico.

LOS MAPUCHES

Los mapuches -cuyo nombre en lengua mapudungun significa “gente de la tierra”-, a quienes los españoles denominaban “araucanos”, son un pueblo originario del sur de Chile. 
En 1790, perseguidos por los españoles, cruzaron la Cordillera de los Andes y se instalaron en el actual territorio argentino. Los mapuches se asentaron en la zona del Comahue, gran parte de la región pampeana y al Norte de la Patagonia Oriental.

A su llegada, los invasores transandinos exterminaron a los pueblos originarios del territorio argentino, en especial, a los tehuelches septentrionales, los pehuenches y los pampas, llevando a cabo un auténtico genocidio.

Cabe mencionar que los españoles ocupaban el actual territorio argentino desde comienzos del siglo XVI. Hubo algunos asentamientos transitorios desde 1517, hasta que en 1553 se fundó la ciudad de Santiago del Estero, primera población española estable.

En otras palabras, los españoles ocupaban el territorio del Río de la Plata más de doscientos años antes de que ingresaran los primeros mapuches. Ni la Patagonia Oriental, ni la Pampa eran “res nullius”, sino una parte del Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, cuando los mapuches invadieron y ocuparon por la fuerza esos territorios.

Sin embargo, los mapuches reclaman falsamente su condición de “pueblos originarios” del territorio argentino.

Durante los años de las luchas por la independencia y la organización nacional, entre 1810 y 1860, los mapuches aprovecharon la debilidad de las jóvenes repúblicas sudamericanas y las frecuentes luchas civiles para crear una suerte de Confederación Mapuche que extendía sus correrías por un amplio territorio, que comprendía el Comahue y parte de la región pampeana.

En ese territorio asentaban sus precarios campamentos unos treinta mil aborígenes nómades agrupados en tribus conducidas por un “lonco” o cacique y una “machi” o curandera. Vivían principalmente del pillaje a las poblaciones criollas.

Los ataques de los aborígenes tomaban la forma de “malones”, donde una numerosa caballería indígena armada con lanzas, boleadoras, facones -cuchillos muy largos- y algunas armas de fuego, atacaba por sorpresa a pueblos y estancias desprotegidas.

En sus incursiones mataban a los hombres, secuestraban a las mujeres y a los niños que luego convertían en sus concubinas y en esclavos, a los que denominaban “cautivos”. En muchos casos, los indígenas se veían reforzados por renegados cristianos que se iban a vivir a las “tolderías” indígenas para escapar a la persecución de las autoridades argentinas.

En sus incursiones, los mapuches saqueaban a todo lo que encontraban a su paso y volvían al sur profundo, más allá del río Salado, que oficiaba de frontera entre indígenas y criollos, arreando todo el ganado de las estancias. Como los aborígenes solo se alimentaban de carne de yegua, las vacas y ovejas robadas eran cruzadas a territorio chileno, del otro lado de la cordillera, donde se traficaban a cambio de alcohol, yerba mate, pólvora, armas y otros productos.

Hacia 1860, las actividades deprecatorias de los mapuches tomaron tal dimensión que, tanto Chile como la Argentina resolvieron poner fin a sus correrías y restaurar su seguridad y soberanía en la región patagónica.

Entre 1861 y 1883, Chile llevó a cabo la “Pacificación de la Araucanía” ocupando el territorio chileno comprendido entre los ríos Biobío al Norte y Toltén al Sur.

La Argentina hizo otro tanto en 1879 con la “Campaña al Desierto”. El general Julio A. Roca eliminó la amenaza indígena desde el sur de las provincias de Mendoza, Córdoba y Buenos Aires hasta el río Negro, en la actual provincia homónima.

En ambos países se terminó con la amenaza de los “indios de lanza” -guerreros-, se liberó a los “cautivos” criollos, se encarceló a los caciques y “capitanejos” y se instaló a la población aborigen restante en “reservaciones”.

EL RESURGIR DEL INDIGENISMO

Hacia 1890, la continua amenaza de los malones indígenas sobre las estancias y poblaciones desapareció tanto en Chile como en Argentina y extensas regiones se incorporaron a la actividad productiva y al poblamiento de los inmigrantes europeos que arribaban a Sudamérica.

No obstante, los mapuches chilenos continuaron ingresando al territorio patagónico argentino para trabajar en las estancias como peones, allí se los solía denominar simplemente como “chilotes”.

En 1881, ambos países suscribieron un “Tratado General de Límites” que estableció la actual frontera a lo largo de Cordillera de los Andes.

Durante un siglo el tema de los “pueblos originarios” pasó al olvido y sus integrantes se fueron incorporando a la sociedad, como un grupo étnico más dentro del “crisol de razas” que es la Argentina.

Sin embargo, algo comenzó a cambiar hacia 1990, con el colapso del mundo socialista, tras la caída del Muro de Berlín, el tema del indigenismo repentinamente cobró vigencia.

Se acercaba la conmemoración de los quinientos años de la llegada de Cristóbal Colón a América y los grupos intelectuales de izquierda, que no habían logrado asimilar totalmente la crisis ideológica provocada por la desaparición del “modelo soviético” de sociedad, encontraron en la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios y las crueldades históricas de los colonizadores europeos una nueva base ideológica para combatir al capitalismo.

Fue entonces, cuando la activista indigenista guatemalteca Rigoberta Menchú obtuvo, en 1992, el premio Nobel a la Paz.

A partir de ese momento, financiados y apoyados por intelectuales y fundaciones europeas, grupos de descendientes de indígenas americanos comenzaron a demandar desde la entrega de tierras, al derecho a una reparación patrimonial histórica, el derecho al autogobierno y la autonomía, cuando no la misma autodeterminación en nuevos estados étnicos.

Fue el momento oportuno para un resurgir del activismo mapuche.

En Chile, el censo del año 2002 registró a 604.349 personas que se reconocían como “mapuches”, conformando el 4% de la población chilena total. Aunque las organizaciones que dicen representarlos hablan de un millón y medio de mapuches.

En Argentina el número de mapuches es sustancialmente menor. El censo de 2005 registró a 78.534 personas, algo menos del 2% de la población total como mapuches. Incluso la mayoría de quienes se reivindican como “mapuches” son en realidad mestizos de europeos e indígenas, como el mismo líder del grupo separatista “Resistencia Ancestral Mapuche”, el “lonco” Francisco Facundo Jones Huala, que es hijo de un inmigrante británico dedicado a la agricultura y una mujer de origen mapuche. Aunque nuevamente, las organizaciones mapuches hablan de la existencia de medio millón de aborígenes de esta etnia.

En Chile, los mapuches tienen un largo historial de violencia contra las personas -incluso con varios asesinatos y atentados explosivos- y delitos contra la propiedad. Pero desde hace un par de años, los activistas mapuches han comenzado a realizar atentados también en suelo argentino.

LA AUTODETERMINACIÓN

Los activistas mapuches reclaman la aplicación del mismo derecho de autodeterminación que se empleó en el caso del pueblo inuit, en Groenlandia, para crear un estado mapuche independiente con el territorio patagónico que hoy ocupan Chile y la Argentina.

Aunque en realidad, el derecho de autodeterminación en virtud de lo establecido en la Carta de Naciones Unidas, en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, en el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales o en la Resolución 2625 de las Naciones Unidas, por citar las normativas internacionales jurídicamente vinculantes para Argentina se aplican a pueblos anexionados por conquista, dominación extranjera, ocupación o pueblos oprimidos por violación masiva y flagrante de sus derechos.

Ninguna de estas circunstancias describe la realidad de los mapuches, porque esta etnia no es originaria del territorio argentino sino de Chile. Pese a todas sus actuales argumentaciones no tiene tierras ancestrales dentro del territorio argentino y no puede aspirar a autodeterminación de tipo alguno.
Por lo tanto, es conveniente terminar con la falacia del hogar ancestral de los mapuches o los derechos de los pueblos originarios. Porque tales delirantes interpretaciones atentan contra la integridad territorial y la soberanía del pueblo argentino. Además de carecer de sustento jurídico alguno.


Los mapuches son invasores chilenos y no un pueblo originario del territorio argentino. Y los pueblos originarios tienen derecho a que se respete su cultura e idiosincrasia en la medida en que esta no afecte los derechos, la cultura e idiosincrasia del pueblo argentino en su conjunto.

No hay comentarios: