En Argentina una
mayoría de la sociedad, hasta ahora silenciosa, se expresó en favor del cambio
y en apoyo al gobierno.
UN ALIVIO INESPERADO
Después
de un agotador mes de marzo en que los sectores más combativos de la oposición:
organizaciones piqueteras, docentes, gremios de izquierda y agrupaciones de
derechos humanos ganaron la calle y virtualmente se apoderaron del centro
porteño, el gobierno de Cambiemos cosecho un éxito inesperado, por el que poco
y nada había hecho, y que revierte el clima destituyente que acosaba al
oficialismo.
Una
multitudinaria marcha de apoyo convocada por la gente a través de las redes
sociales ratificó que un gran sector de la ciudadanía mantiene inalterable su
apoyo a la gestión del presidente Mauricio Macri a pesar de que la economía
argentina no pasa por su mejor momento.
Una
inmensa multitud compuesta por al menos doscientas mil personas se apropió de
la Plaza de Mayo y sus calles adyacentes.
Históricamente,
la Plaza de Mayo fue el escenario natural de los sectores populares que suelen
acompañar al peronismo y a algunos grupos de izquierda.
Ese
punto no fue el único escenario de expresión de la voluntad popular. Algunos
vecinos se congregaron en esquinas características de la ciudad -como la
intersección de la Avenida Rivadavia con la calle Acoyte, en el barrio de
Caballito- con el mismo propósito. El escenario se repitió en las principales
ciudades del interior del país donde también proliferaron las marchas y
concentraciones de ciudadanos en apoyo del gobierno nacional.
LA MAYORÍA SILENCIOSA
Esta
vez fue la clase media, que abandonó su rol tradicional de pasiva mayoría
silenciosa que solo se expresa a través del sufragio para asumir un nuevo
protagonismo.
La
convocatoria no fue organizada por ningún partido político -ni siquiera el
oficial- ni organización social, no fue alentada por ninguna figura política, por
lo tanto, no contó con organizadores ni líderes, tampoco hubo oradores o una
consigna unificadora. La multitud estaba formada especialmente por personas de
clase media, que superaban los treinta años, entre ellos muchas familias. Por
lo general, se trataba de gente proveniente de la clase media urbana que
marchaba pacíficamente portando banderas argentinas y cantando el himno
nacional. Algunos portaban precarios carteles expresando, según los casos, el
rechazo al kirchnerismo, demandando la cárcel para los políticos y funcionarios
corruptos o el fin de las huelgas politizadas y la agitación callejera.
Pese a
la ausencia casi total de personal policial la concentración se realizó en
todos los lugares sin que se produjeran incidentes y en medio de un clima
festivo.
La
movilización popular del sábado 1° de abril es particularmente significativa
porque no fue convocada ni apoyada por el gobierno, sino que, pese al temor
oficial de no ser lo suficientemente convocante, la gente resolvió auto convocarse
para expresar que tipo de país quería y demostrar que estaba dispuesto a luchar
por él.
La
concurrencia no fue apoyada por autobuses que trasladaran a los manifestantes,
como suele ocurrir en las convocatorias organizadas por agrupaciones
piqueteras, gremios o sectores de izquierda, ni incentivada por amenazas,
entregas de alimentos o dinero.
Tampoco se trasladó a los manifestantes en
forma compulsiva desde sus lugares de trabajo o de los comedores comunitarios.
Todo
lo contrario, se organizó en la tarde de un día feriado y los asistentes
dejaron la tranquilidad y comodidad de sus hogares en un día de descanso para
movilizarse y expresar su apoyo al tipo de futuro que promete el gobierno.
La
masiva convocatoria causó un directo impacto en aquellos dirigentes y sectores que
estaban seguros que la mayoría del pueblo había abandonado al gobierno y de que
podrían derrotarlo fácilmente en las elecciones del próximo mes de octubre. El
apoyo al gobierno parece seguir en gran medida intacto y el retorno del
populismo no es algo inevitable. Por ahora, al menos el helicóptero está muy
lejos.
EL FIN DEL CLIMA DESTITUYENTE
Esta
masiva y espontánea movilización popular contrasta radicalmente con las marchas
opositoras de los últimos días: el acto conmemorativo de un nuevo aniversario
del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la marcha de los docentes en
huelga y la convocatoria del sindicalismo combativo de la CTA y del
kirchnerismo.
En
todas estas movilizaciones imperaba un clima crispado, con encendidos discursos
apelando al odio entre los argentinos, descalificaciones al presidente y
abiertas invocaciones a la interrupción del orden constitucional.
Estados
dos “Plazas”, la que sueña con un
futuro mejor para la Argentina y la que pretende volver al ciclo eterno de
inestabilidad política, golpes de Estado y gobiernos populistas, son el símbolo
evidente de la división que hoy sufre la sociedad argentina. Una profunda
grieta generada por doce años de populismo autoritario y de confrontación entre
argentinos que, lamentablemente, aún no ha soldado en un proyecto común como
nación.
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