El pueblo
estadounidense -y el mundo entero se pregunta cada día que ocurre realmente
entre Donald Trump y el gobierno ruso. ¿Existe allí una conspiración?
BRUJAS Y
CONSPIRACIONES
Todos sabemos que las brujas no existen, pero que las
hay, las hay, dice la sabiduría popular. Lo mismo ocurre con las
conspiraciones. No todos los hechos políticos responden a una conspiración,
pero algunos sucesos son frutos de conspiraciones.
¿Cómo denominar sino a los inocultables vínculos entre
el presidente Donald Trump y diversos hombres de su entorno con organizaciones
y funcionarios del gobierno ruso?
No sólo se trata de contactos con un gobierno
extranjero, sino que implica relaciones poco claras con uno de los principales
rivales internacionales de los Estados Unidos y la única nación que cuenta por
si sólo con los medios militares con capacidad de ocasionar a Washington un
daño inaceptable.
Es por ello que el FBI, la principal agencia de
contraespionaje de América, mantiene abierta una investigación destinada a
determinar si el Kremlin se coordinó con el equipo del multimillonario para
derrotar a Hillary Clinton.
Además, el FBI está interesado en saber que ofreció a cambio
Trump en sus contactos con los rusos.
En un principio las acusaciones de colusión entre los
rusos y el entonces temperamental candidato presidencial parecían una parte más
de la campaña sucia contra el empresario.
Actualmente, cuando las evidencias de múltiples y
reiterados contactos reservados entre los hombres de Trump y los rusos se
acumulan, resulta evidente que allí hay algo más de lo que se está diciendo.
Vemos las evidencias ya comprobadas.
UN LOBISTA MUY
ATAREADO
El primer jefe de campaña de Trump, el conocido
lobista Paul Manafort se vio forzado a dejar su cargo junto al millonario
cuando se descubrió que supuestamente había recibido 12,7 millones de dólares
por parte de un partido pro - ruso de Ucrania.
Manafort, es una figura muy conocida del ambiente de
la “diplomacia pública” en
Washington, entre los clientes de su consultora figuraron personajes tan
polémicos como Mobutu Sese Seko o el dictador filipino Ferdinando Marcos.
También trabajó, en 1976, en las primarias del Partido Republicano apoyando al
presidente Gerald Ford contra el entonces gobernador de California, Ronald
Reagan. Ford derrotó a Reagan, pero perdió la elección presidencial frente al
candidato demócrata Jimmy Carter.
Entre 2005 y 2009, Manfort trabajó para el magnate
ruso del aluminio, Oleg Deripaska, un hombre muy cercano a Vladimir Putin.
Manafort recibió nada menos que diez millones de dólares al año para “influir en la política, los negocios y los
medios de los Estados Unidos” en beneficio del gobierno ruso.
Manafort ha admitido el hecho. “Trabaje para Oleg Deripaska -admitió el lobista de Washington- hace casi una década representándolo en
negocios y asuntos personales en países donde tenía inversiones.”
En 2010, colaboró en la campaña electoral que llevó al
político ucraniano pro – ruso, Viktor Yanukovych a la presidencia de Ucrania.
EL GENERAL
NECESITA INMUNIDAD
Al escándalo de Manafort se suma la solicitud de
inmunidad a cambio de brindar información sobre los vínculos entre Trump y los
rusos presentada por el dimitido Consejero de Seguridad Nacional, general
Michael Flynn o los contactos “negados”
del Fiscal General -y virtual jefe supremo del FBI- Jeff Sessions con el
embajador ruso en los Estados Unidos, Sergei Kislyak.
Session, en ese entonces senador y miembro de la
campaña de Trump se reunió con el embajador ruso en dos ocasiones hecho que
ocultó durante su audiencia de confirmación como Fiscal General en el Senado.
Tan sólo mencionó “no recuerdo los
detalles”.
En tanto que el general retirado Michael Flynn,
admitió haber recibido 45.000 dólares de la cadena de informativa Rusia Today (RT), en pago por sus
análisis y reportajes televisivos.
La cadena RT también financió el viaje del militar
americano a Moscú, en diciembre de 2015, para asistir a los eventos
conmemorativos del décimo aniversario de la cadena. En esa ocasión, Flynn
compartió una cena pública con Vladimir Putin.
Además, Flynn recibió otros 11.250 dólares de la
filial estadounidense de la firma rusa de seguridad cibernética Kaspersky Lab y otra suma idéntica de la
empresa rusa Volga – Dniéper Airlines.
Al recibir esos pagos, el general Flynn violó las
normas establecidas por la Secretaría de Defensa que prohíben a los militares
retirados recibir fondos de gobiernos extranjeros sin solicitar antes
autorización. Algo que el ex funcionario de Trump no realizó.
Ahora, todo Washington se pregunta qué dirá el militar
si obtiene la inmunidad que demanda.
Otro hombre del entorno de Trump, con profundos
vínculos con la Rusia de Putin, es nada menos que el Secretario de Estado, Rex
Tillerson, este ex presidente de la petrolera Exxon Mobil, forjó una sólida
relación personal con el presidente ruso. Esta culminó, en 2012, cuando Putin
condecoró al entonces empresario petrolero. Muchos en Washington cuestionan la
independencia de Tillerson al momento de que se produzcan conflictos de
intereses entre Estados Unidos y Rusia.
EN EL OJO DE LA
TORMENTA
Otra figura fuertemente cuestionada por sus contactos
con la embajada rusa, es el yerno del presidente Trump, el influyente
empresario devenido en asesor Jared Kushner, quien también se habría reunido
con el embajador Kislyak, durante el desarrollo de la campaña presidencial.
También se cuestiona al Secretario de Comercio de
Trump, Wilbur Ross, a quien le imputan posibles conexiones financieras que
habrían surgido cuando se desempeñó en el Fondo de Inversiones de los Estados
Unidos en Rusia, durante la presidencia de Bill Clinton.
Por último, figuran dos asesores de política exterior
de menor rango en la campaña presidencial de Donald Trump, Carter Page y
Jeffrey D. Gordon.
Carter Page, es un ex vicepresidente de Merrill Lynch
en Moscú entre 2004 y 2007, a quién muy pocos conocen en el ambiente de
negocios internacionales en Rusia. Fundador y socio director de un inexistente
fondo de inversión denominado Global Energy Capital. Sorprendentemente este
poco experimentado “experto” fue invitado a Rusia por el Banco Alfa de Rusia
para reunirse con Igor Sechin y Serguei Ivanov, en ese entonces jefe de
personal de Putin, ambos sancionados a consecuencias de la invasión de Rusia a
Ucrania.
Page una figura que no habla ruso ni tiene contactos
reales en ese país o conocimientos comprobados de política internacional, está
siendo investigado por el FBI por su viaje a Rusia, por los artículos y
conferencias que ha realizado en defensa de Putin y Rusia.
El otro personaje, Jeffrey D. Gordon, es un ex oficial
de la Armada que se desempeñó como portavoz del Pentágono desde 2005 a 2009.
Actualmente retirado es un experto en temas de seguridad y política
internacional. Dirige el Comité de Acción Política “Protect America Today” y es columnista de Fox News, con sólidos
vínculos en el Partido Republicano. Gordon fue asesor de política de seguridad
nacional de la campaña de Trump.
Page y Gordon se reunieron con el embajador ruso
Sergei Kislyak y luego intervinieron en la redacción de la plataforma de gobierno
del Partido Republicano. Gordon, en especial, fue responsable de que se modificara
la política con respecto de Ucrania que originariamente proponía “proporcionar armas letales de defensa”
al ejército ucraniano para defenderse de una invasión rusa y paso a decir tan
sólo “proporcionar la asistencia
apropiada” a Ucrania.
ENTRA LA MAFIA
RUSA
Para concluir hay que mencionar el último gran
escándalo que vincula a la Administración Trump con el gobierno de Vladimir
Putin.
Alexander Porfirievich Torshin, es el vicegobernador
del Banco Central de Rusia y un hombre muy cercano al presidente Putin.
En 2005, fue jefe de la Comisión Parlamentaria que
investigó la participación de las fuerzas de seguridad rusas en la recuperación
de un colegio en Beslán, Osetia del Norte, capturado por terroristas
separatistas. Tras tres días de secuestro, la irrupción de las tropas rusas
terminó con la muerte de 331 personas, 186 de ellas niños.
Torshin también ha sido miembro de un selecto comité
antiterrorista presidido por el jefe del Servicio Federal de Seguridad, el
máximo organismo de contrainteligencia ruso y una parte de la antigua KGB.
Torshin forjó, a través de su “asistente ejecutiva personal” María Butina -quien es además
lobista rusa en Washington-, sólidos vínculos con la influyente Asociación
Nacional del Rifle (RNA, según sus siglas en inglés)
Esta organización invirtió veintiún millones de
dólares en la campaña presidencial del magnate inmobiliario, más que cualquier
otra organización.
En mayo de 2016, Torshin asistió a una convención de
la NRA, celebrada en Kentucky. En esa ocasión Torshin y Trump se saludaron
brevemente. Al día siguiente, el político ruso compartió una cena privada con
Donald Trump junior, el hijo del candidato presidencial, en un restaurante de
Kentucky.
Cuando Trump asumió la presidencia, Torshin recibió
una invitación para un desayuno oficial en la Casa Blanca, para el 2 de
febrero, junto a otras personas. Días antes María Butina había sido invitada a
los bailes de gala efectuados para celebrar la toma de posesión de Trump.
Torshin también recibió una invitación para la reunión
personal con el presidente Trump, que debió cancelarse cuando estalló el
escándalo que le costó el puesto al general Flynn.
El problema es que tanto los servicios de inteligencia
de los Estados Unidos como de la Unión Europea, consideran a Alexander Torshin
como uno de los “padrinos” de la
organización mafiosa Taganskaya y la
Fiscalía Anticorrupción de España, como parte de la investigación designada con
el nombre clave de “Operación Dirieba”,
imputa al político ruso por el blanqueo de más de catorce millones de euros
mediante la adquisición de un hotel en Mallorca.
Este complejo entramado de empresarios, políticos,
lobistas, diplomáticos, espías y mafiosos rusos tiene todos los elementos para
sospechar en la existencia de una conspiración. ¿Será así?
CONCLUSIONES
El “Affaire
Trump – Putin” es un montaje de los servicios de inteligencia
estadounidenses enfrentados con su presidente o hay algo más.
Es muy difícil saberlo por el momento. Pero muchos
observadores temen que el escándalo crezca hasta convertirse en un auténtico “Rusiagate” -por asociación con el caso
Watergate que terminó con la segunda presidencia de Richard Nixon- que amenace
la continuidad en el cargo del presidente Donald Trump.
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