La
decisión del presidente Kuczynski de indultar a Alberto Fujimori ha cambiado la
correlación de fuerzas en el Perú y abierto la mayor crisis institucional de
los últimos tiempos.
El presidente peruano Pedro
Pablo Kuczynski, que asumió el cargo en 2016 como la gran esperanza
latinoamericana contra el populismo, ha pasado a ser una decepción para propios
y ajenos.
Primeros fue la revelación de
sus vínculos ocultos con la corrupta empresa constructora brasileña Odebrecht
que durante décadas repartió jugosos sobornos entre funcionarios y políticos de
doce países para asegurarse la adjudicación de grandes contratos de obras
públicas que no siempre finalizaba.
En Perú, Odebrecht distribuyó,
entre 2005 y 2014, aproximadamente veintinueve millones de dólares en sobornos
que le permitieron obtener beneficios por más de ciento cuarenta y tres
millones de dólares.
En un principio las sospechas
cayeron sobre los gobiernos de Alejandro Toledo (2001 – 2006); Alan García
(2006 – 2011) y Ollanta Humala (2011 – 2016).
El ex presidente Alejandro
Toledo fue condenado (en ausencia) a 18 meses de prisión preventiva mientras se
investiga si recibió un soborno de veinte millones de dólares. Pero,
prudentemente el ex mandatario huyó, primero a los Estados Unidos y ahora se ha
refugiado en Francia.
El ex presidente Ollanta
Humala y su esposa Nadine Heredia también fueron condenados a dieciocho meses
de prisión preventiva acusados de haber recibido una “contribución” ilegal de
tres millones de dólares para financiar su campaña presidencial en 2010.
También la dirigente opositora
del partido Fuerza Popular, Keiko Fujimori, fue acusada de haber recibido
financiamiento ilegal de Odebrecht para la campaña presidencial de 2016. Es que
la empresa brasilera financiaba a todos los candidatos para no perder negocios
cualquiera fuera el triunfador. No obstante, en el caso de Keiko Fujimori, al
menos por el momento, la acusación no ha prosperado.
Pero el acontecimiento que
cambio la política peruana fue la imputación de que una empresa perteneciente
al presidente Pedro Pablo Kuczynski vendía servicios de asesoría al
conglomerado Odebrecht al mismo tiempo que él se desempeñaba como ministro de
Economía del gobierno de Alejandro Toledo.
Inmediatamente, el congreso,
dominado por los fujimoristas, abrió la instancia de juicio político, que en
Perú asume la forma de “vacancia por incapacidad moral”.
Cuando el presidente Kuczynski
parecía estar a punto de ser destituido logró forjar un acuerdo espurio que
salvó a su gobierno.
Por un lado, pactó con la
líder izquierdista Veronika Mendoza para que sus diez diputados se abstuvieran.
Para convencer a la dirigente izquierdista le aseguró que, en caso de ser destituido
sus dos vicepresidentes, Martín Vizcarra y Mercedes Araoz, renunciarían
también. En ese caso la presidencia del Perú quedaría en manos del presidente
del Congreso, el fujimorista Luis Galarreta. La posibilidad de un presidente
fujimorista venció todos los reparos de Mendoza.
Simultáneamente, acordó con el
sector fujimorista disidente liderado por el hijo menor del ex presidente,
Kenji Fujimori.
En esta forma la propuesta de
destitución que necesitaba 87 votos sólo obtuvo 79 votos afirmativos, 19 votos
en contra y 21 abstenciones. Kuczynski se salvó de la destitución por tan sólo
ocho votos.
Cuatro días más tarde,
cumpliendo con un pacto secreto con Kenji, Pedro Pablo Kuczynski procedió a
otorgar un “indulto y derecho de gracia
por razones humanitarias” al ex presidente Alberto Fujimori, de 79 años y
enfermo de cáncer, preso desde hace doce años, sentenciado a cumplir una
condena de 25 años por delitos de lesa humanidad cometidos por grupos
paramilitares durante su mandato, entre 1991 y 1992.
Kuczynski defendió su decisión
diciendo: “Estoy convencido que, quienes
nos sentimos demócratas, no debemos permitir que Alberto Fujimori muera en
prisión. La justicia no es venganza.”
Al conocerse la liberación del
ex presidente, la sociedad peruana se dividió inmediatamente y quienes se
oponían al indulto ganaron las calles para protestar violentamente.
El presidente Kuczynski logró
salvar su cargo, pero su posición es sumamente débil. Solo cuenta con el apoyo
de 15 legisladores en la bancada oficialista del partido peruanos Por el Kambio, mientras que Fuerza Popular cuenta con 71
legisladores del total de 130 que tiene el Congreso.
Además, aquellos que lo
apoyaron considerándolo un freno para el populismo de los fujimoristas hoy se
sienten traicionados.
En tanto que su acuerdo con
los fujimoristas es sumamente precario. Liberado el ex presidente y patriarca
del clan, Pedro Pablo Kuczynski no tiene mucho más que ofrecer en una
negociación.
El presidente ganó algo de
tiempo y evitó pasar a la historia como un mandatario destituido por corrupto,
pero se ha quedado muy solo y desprestigiado. Nadie puede decir cuanto tiempo
logrará sobrevivir en la presidencia bajo esas condiciones.
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