Los
hechos de violencia política que rodearon a la sanción de la “reforma
provisional” impulsada por el presidente Macri indican que el peronismo
kirchnerista están empleando a barras bravas y pibes chorros para compensar su
falta de militancia y peso electoral.
Desde que se organizó el
Estado argentino en la segunda mitad del siglo XIX, cuatro sectores sociales,
representados por sendos partidos políticos se alternaron en el gobierno del
país.
En un primer momento la
conducción del país estuvo en manos del patriciado conformado por grandes
terratenientes (estancieros) y comerciantes (importadores, proveedores del
Estado y dueños de almacenes de ramos generales). Los únicos que poseían la
educación, el dinero y el tiempo suficiente para dedicarse a los asuntos
públicos.
Ellos aprovecharon las condiciones
internacionales que favorecían al librecambismo y el “modelo agroexportador”
para convertir a la “Gran Aldea” en
la mayor metrópoli del cono sur de América.
Su época dorada transcurrió
entre 1880 y 1916 y fuerza política que los representó fue el Partido
Autonomista Nacional que con el tiempo fue cambiando de denominación y de
dirigentes transformándose sucesivamente en Partido Conservador, Partido
Demócrata Nacional, Unión de Fuerzas de Centro o Unión de Centro Democrático.
A partir de la llamada
Revolución del Parque, en 1890, los sectores medios y los hijos de inmigrantes
comenzaron a disputar el control del Estado a los miembros del patriciado.
Finalmente, después de varios
intentos de conquistar el poder por vía del golpe de Estado cívico – militar
(llamados pomposamente “revoluciones”),
llevaron al gobierno de la mano de una reforma electoral conocida como “Ley Sáenz Peña”, que estableció el voto
universal masculino, obligatorio y secreto.
En lo económico y en las
alianzas internacionales (con Inglaterra) la llegada de la Unión Cívica Radical
al gobierno no constituyó un cambio significativo.
La UCR fue y es el partido
político que mejor expresa los intereses y valores de la clase media, de los
profesionales independientes (abogados, graduados en ciencias económicas,
médicos, etc.) y sectores asalariados en tareas administrativas.
En 1914, la guerra
interrumpió, aunque nunca se detuvo totalmente, la afluencia de inmigración
europea. La guerra mundial, la revolución rusa y la siguiente pandemia conocida
como la “Gripe Española” llevaron a
la tumba a veinticinco millones de personas, muchos de ellos hubieran sido
potenciales inmigrantes.
Mientras tanto, se producían
importantes cambios en el perfil demográfico en Argentina. Hizo su aparición en
la vida política del país la primera generación de hijos de inmigrantes que,
gracias a los efectos de la ley 1420, de enseñanza pública, gratuita, laica y
obligatoria, incrementó el volumen de la clase media urbana.
La clase media en expansión
comenzó a demandar empleos de “cuello
blanco” que la economía privada de un país no industrializado no podía
prever.
El radicalismo en el gobierno
apeló a una doble vía para solucionar el problema. Por un lado, implementó, en
1918, una “reforma” de la enseñanza
universitaria que abrió el acceso a las profesiones liberales que requerían
titulación universitaria a la clase media. Los inmigrantes pudieron cumplir con
su sueño de decir: “mi hijo el Doctor.”
Argentina se convirtió en un país con una gran clase media formada por
profesionales e intelectuales.
Por otro lado, el radicalismo
expandió el empleo público para contener las demandas de aquellos que no podían
o no querían encarar la vía universitaria hacia la inserción laboral y el
accenso social.
A partir de 1930, la Argentina
comenzó a industrializarse por vía de la sustitución de importaciones. Este
proceso contribuyó a la formación de un proletariado industrial que, a partir
de 1945, encontró su representación política en el peronismo -o Partido
Justicialista-.
Los sindicatos no clasistas y
controlados por el Estado pasaron a convertirse en la “columna vertebral” del peronismo. La inmigración europea comenzó a
detenerse y, en lo demográfico, la época se caracterizó por las fuertes
migraciones internas desde los pueblos rurales del interior con economías
estancadas hacia las ciudades. Las capitales de las provincias más
industrializadas comenzaron a rodearse de un cinturón de urbanizaciones
informales constituidas por viviendas precarias ocupadas por familias obreras.
Estos humildes barrios informales fueron estigmatizados bajo la denominación de
“villas miserias” y a sus habitantes
se los denominaba como “villeros”.
El periodo entre 1930 y 1983
estuvo caracterizado por una puja encarnizada entre los tres sectores sociales:
el patriciado, la clase media profesional, cuentapropista y asalariada, y los
sectores obreros sindicalizados, por el control del Estado y sus recursos. Fue
una época de golpes de Estado, prescripciones y frecuentes crisis de
gobernabilidad.
La proscripción del peronismo después
de 1955 derivó en el establecimiento de gobiernos constitucionales pero
ilegítimos que no lograban sustentarse.
Las Fuerzas Armadas pasaron a
convertirse en actores políticos que frecuentemente intervenían para alterar la
voluntad popular o ayudar a superar las crisis de gobernabilidad.
Así, la Argentina vivió bajo
regímenes de facto controlados por los militares (en tácita asociación con
diversos partidos políticos y grupos empresariales) entre 1930 y 1932, de 1943
a 1946; de 1955 a 1958; de 1962 a 1964; de 1966 a 1973 y por último de 1976 y
1983.
El último gobierno de facto
militar finalizó después de la tácita aventura de la guerra de Malvinas. La
derrota militar, las violaciones a los derechos humanos, la desaparición
forzada de personas y la apropiación ilegal de niños terminaron con cualquier
posibilidad de un futuro protagonismo político de los militares.
En diciembre de 1983, el orden
constitucional se restableció sin que el sistema ganara en estabilidad. A
partir de entonces, la Unión Cívica Radical gobernó en dos ocasiones sumando un
total de siete años y seis meses en el poder; la alianza Cambiemos - Pro ha
gobernado los últimos dos años y el peronismo; como partido hegemónico, lo ha
hecho durante 24 años y seis meses. Es decir, que la Argentina actual ha sido
en gran medida moldeada por el peronismo.
En cuanto a la gobernabilidad
de la nueva democracia. Si excluimos del análisis a los tres presidentes que
ocuparon el cargo por pocas horas: Ramón Puerta, Eduardo Caamaño y Federico
Pinedo; por ser poco significativos.
Durante los últimos 34 años se
alternaron diez presidentes (contando por separado los dos períodos en que
gobernaron Carlos S. Menem y Cristina Fernández de Kirchner). Esto nos deja una
media de 3,4 años por presidente. Cuando la duración del mandato presidencial
fue de seis años entre 1983 y 1995; de cuatro años a partir de 1995. La
debilidad institucional de la Argentina se hace más evidente cuando se observa que
cuatro de los diez presidentes no pudieron concluir el mandato para el cual
habían sido electos o designados: los radicales Raúl Alfonsín y Fernando De la
Rúa y los peronistas Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde.
En todos los casos (salvo con
Adolfo Rodríguez Saá) los presidentes fueron forzados a dejar el cargo por
fuertes protestas sociales, seguidos de incidentes callejeros y saqueos. Al
intentar restablecer el orden, la represión policial provocaba víctimas fatales,
llegado a ese punto la continuidad del presidente se hacía insostenible. Sólo
quedaba asegurar una transición rápida y lo más ordenada posible.
En esas protestas siempre
tuvieron un papel destacado los partidos y agrupaciones de izquierda
radicalizada, algunos “militantes y
referentes sociales” de agrupaciones sociales que agrupan a personas sin
vivienda, sin trabajo o jubilados pauperizados. Actuando juntamente con
elementos del lumen social. Karl Marx y Federico Engels, en su libro “La filosofía alemana”, denominaron “lumpen
proletario” (del alemán “lumpen”: andrajoso) una subclase dentro de la clase
explotada y desposeída de los medios de producción. Según la teoría marxista,
el lumpen estaba constituido básicamente por individuos degradados, desclasados
y no organizados provenientes del proletariado urbano. Elementos sin conciencia
de clase dispuestos a vender sus servicios al mejor postor.
En el caso argentino, el “lumpen” está conformado por “barras
bravas” de futbol, individuos oportunistas que se encuentran en las calles: “limpiavidrios”, “cuidacoches”, ocupantes de viviendas intrusadas, vagabundos que
viven en las calles y hasta vendedores ambulantes. A ellos se suman en algunos
casos, se suman algunos elementos criminales: arrebatadores, “motochorros” e
incluso vendedores callejeros de drogas.
En algunos casos la sola oportunidad
del robo por saqueo y la transmisión de imágenes de los incidentes por los medios
de comunicación convoca a personas dispuestas a sumarse a los incidentes no por
motivación política sino para conseguir algún provecho.
Las protestas nunca fueron espontáneas
sino organizadas por sectores ligados al peronismo (salvo en el caso de la
muerte de Kosteki y Santillán. en junio de 2002, organizado por sectores de
izquierda), que convocan al lumpen incentivándolo con dinero y asegurándole la
existencia de “áreas liberadas” del
control policial e impunidad en caso de ser detenidos.
Los golpes de Estado blandos, renuncias
de presidentes debido al acoso provocado por reiteradas protestas sociales en
las calles, seguidas de muertos, se han vuelto frecuentes en América Latina y
especialmente en Argentina.
En mayo de 2003, cuando Néstor
Kirchner alcanzó la presidencia con tan sólo el 22% de los votos, carecía de
control del Partido Justicialista, el Congreso o la adhesión de los
gobernadores peronistas que aún respondían al liderazgo del ex presidente
Eduardo Duhalde. Entonces se vio forzado a crear una nueva base de poder
buscando el apoyo de las organizaciones piqueteras, los referentes sociales y
las entidades defensoras de derechos humanos.
El kirchnerismo se mantuvo en
el poder por doce años empleando una estructura clientelística que comprendía a
esos sectores políticos, a la población de los barrios marginales, a los
inmigrantes irregulares arribados desde los países limítrofes y hasta el lumpen
social.
El kirchnerismo se convirtió
en la representación política de la izquierda y la marginalidad que sostenía en
base a prebendas de todo tipo: desde subsidios a cooperativas y organizaciones
defensoras de los derechos humanos, grupos feministas, etc. hasta repartos de
bolsones de comida, planes sociales, la asignación universal por hijo, reparto
de computadoras a los escolares y hasta las emisiones televisivas gratuitas de
futbol. Siguiendo la antigua norma romana del “pan y circo”.
Si el peronismo representaba a
los trabajadores formales a través del control de los sindicatos. En un país
con el 32% de la población bajo la pobreza y la mitad de la economía en la
informalidad, el lógico que el kirchnerismo se inclinara hacia la población
marginada y tomara a las agrupaciones sociales que las representan como su “columna vertebral”.
En esta forma se cerraba el
círculo. Los conservadores representaron al patriciado, los radicales a la clase
media, los peronistas a los sectores obreros formales y el kirchnerismo a los
trabajadores informales y la población marginada. De allí que no siempre los
intereses del peronismo sean iguales.
Es por ello que los incidentes
de la semana pasada en torno al edificio del Congreso han estado originados más
por el hecho de que hay 23 altos funcionarios en prisión preventiva por hechos
de corrupción, otros tienen pendiente su encarcelamiento al hecho de que poseen
fueros legislativos (como es el caso de la ex presidente Cristina Fernández de
Kirchner), también están presos o procesados dirigentes sindicales, empresarios
y hasta figuras del mundo del espectáculo, vinculados al kirchnerismo; que por
la “reforma previsional”.
El kirchnerismo busca
presionar o hasta provocar la renuncia del presidente Macri en un intento por
frenar las investigaciones por hechos de corrupción producidos durante su
gobierno.
Esto puso de nuevo en la
vidriera a la alianza entre la izquierda radicalizada y el lumpen social. Sólo
que no lograron provocar muertos, el humor social es muy distinto al de diciembre
de 2001 y especialmente Mauricio Macri no es Fernando De la Rúa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario