La investigación de la llamada “trama rusa” entro esta
semana en una nueva fase con la imputación y detención de las primeras personas
ligadas al equipo de campaña de Donald Trump.
LA TRAMA RUSA
La “trama rusa” no da respiro al presidente
Donald Trump. Cuando el tema parece morir se conoce una nueva revelación que
reanima la polémica y mantiene al presidente bajo sospecha.
La “trama rusa” es la denominación que da
la prensa de los Estados Unidos a la investigación que realiza el FBI, cuatro
comités del Congreso y también fiscal especial, el ex director del FBI, Robert
Mueller, para establecer su hubo complicidad entre el gobierno ruso y los
miembros del equipo de campaña de Donald Trump para alterar el resultado de las
elecciones presidenciales de 2016.
Durante
la presidencia de Barack Obama, el gobierno estadounidense acusó a Rusia de
robar correos electrónicos del servidor del Partido Demócrata que luego
distribuyó WikiLeaks en la antesala de las elecciones presidenciales del pasado
mes de noviembre con el objetivo de favorecer a la candidatura de Trump.
El
propio presidente ruso, Vladimir Putin, dejó abierta esta posibilidad en una
rueda de prensa en el marco del Foro Económico Internacional de San
Petersburgo, el pasado 1 de junio. “Si los hackers son patrióticos,
empiezan a hacer su propia contribución a lo que creen es la buena lucha contra
los que hablan mal de Rusia”, dijo Putin.
Aunque aclaró: “A nivel estatal no nos dedicamos a esto (el pirateo informático) y no pensamos dedicarnos, al contrario,
intentamos luchar (contra ello) en el
interior del país”, dijo el presidente ruso. “En cualquier caso”, concluyó, “estoy
convencido de que ningún hacker puede influir en una campaña electoral en
ningún país de Europa, donde sea, en Asia y en América”.
Estas ambiguas declaraciones no hicieron más
que alentar las especulaciones sobre la complicidad de los rusos en el triunfo
de Trump.
LOS PRIMEROS DETENIDOS
La investigación de la trama rusa ingresó este
lunes en el terreno de las acusaciones formales señalando a quien fuera uno de
los máximos responsables del equipo de campaña, en 2016, del hoy presidente
Donald Trump, Paul Manafort.
Manafort se presentó ante el FBI junto a su socio,
Rick Gates, para responder por una docena de delitos que incluyen la
conspiración contra Estados Unidos (por ocultar sus actividades y sus ingresos)
y el lavado de dinero. Los cargos no se refieren a la campaña electoral, sino
que se centran en la asesoría a un político ucraniano afín a Putin.
En cambio, la confesión de otro asesor de Trump,
George Papadopoulos, sí abona las sospechas de connivencia: admitió contactos
con un profesor ruso, en abril de 2016, que afirmaba poseer vínculos con el
Kremlin que le prometía información sobre actos ilícitos realizados por Hillary
Clinton y se declaró culpable de haber mentido al respecto.
No ha quedado claro en la información que
transcendió, si Papadopoulos obtuvo algún tipo de información sobre Clinton y
quienes del equipo de campaña de Trump conocían de sus contactos y si fue
autorizado para mantenerlos.
Papadopoulus, que fue miembro del equipo de
política exterior de la campaña, es la primera persona en enfrentar cargos
criminales que mencionan vinculaciones entre miembros del entorno de Trump e
intermediarios rusos en 2016.
En tanto, que un jurado indagatorio aprobó la
acusación por los presuntos delitos contra Manafort y su socio el viernes, en
el marco de la investigación que desde el pasado mes de mayo dirige un fiscal
especial, Robert Mueller.
Las investigaciones de Mueller no se centran en si
Moscú quiso interferir en las elecciones estadounidenses —algo que las agencias
de inteligencia de EE. UU. y el FBI ya dan por probado— ni en si esta presunta
operación rusa tuvo algún efecto en los resultados electorales —materia de
debate para politólogos y sociólogos—, sino si entre el Kremlin y la campaña de
Trump hubo algún tipo de colaboración para favorecer la derrota de la candidata
demócrata Hillary Clinton.
Los contactos clandestinos entre funcionarios de la
Administración Trump y diplomáticos, lobistas y otros personajes vinculados al
presidente Putin han alimentado las sospechas y multiplicado las líneas de
investigación, pero hasta este lunes no se había producido ninguna imputación
formal.
Según el documento de la acusación, entre al menos
2006 y 2015, el abogado Manafort, un conocido lobista en Washington estuvo
actuando junto a su socio como agente del Gobierno de Ucrania y del partido de Víctor
Yanukovych sin haberlo registrado legalmente. Esta actividad, irregular, le
generó decenas de millones de dólares que ocultó a las autoridades a través de
un entramado de cuentas y sociedades. En concreto, más de 75 millones se
desviaron a cuentas opacas en el extranjero y Manafort blanqueó hasta 18 para
comprar una casa y otros bienes y servicios.
Los presuntos delitos que se le achacan engloban la
conspiración contra Estados Unidos, falso testimonio, lavado de dinero, entre
otros. Ambos se declararon no culpables en su comparecencia ante el juez esta
tarde, pero quedan bajo arresto domiciliario. Las fianzas se han fijado en doce
millones para Manafort y cinco para Gates.
Los tres imputados han quedado, por el momento,
detenidos en cumplimiento de arresto domiciliario. Gates, quien enfrenta cargos
que podrían originar una condena de hasta ochenta años de cárcel, ha debido dejar una caución de diez millones
de dólares y Gates de cinco millones como garantía de que no huirán.
La actuación descrita comenzó una década antes de
la campaña estadounidense y no está relacionada con la labor de asesoría de
Manafort a Donald Trump, pero es un problema grave para el presidente, ya que
sitúa a un hombre clave de su equipo electoral -que conoce muchos de los
secretos de campaña- en el centro de múltiples delitos relacionados con una
persona afín a Vladímir Putin, convirtiéndole en alguien vulnerable a presiones
o chantajes.
Las sospechas sobre los vínculos de Manafort con
Moscú fueron precisamente lo que le llevó a renunciar a su cargo de jefe de
campaña del republicano en agosto de 2016, tres meses antes de las elecciones.
El presidente Trump reaccionó antes las detenciones
de sus ex colaboradores negando toda vinculación con las imputaciones que se
les formulan.
Pero lo amplio de los cargos apunta a que la
investigación del fiscal especial Mueller va para largo y que las cosas se
pueden complicar más para el presidente, no solo porque el problema de la
sombra rusa sobre su presidencia se prolonga, sino porque puede dar lugar a
otras acusaciones que sí le afecten de forma más directa.
Aunque
no se ha hallado ninguna prueba concrete que vincule directamente al presidente
estadounidense con los rusos son muchos los miembros de su entorno más cercano
que aparecen involucrados en extraños contactos con agentes del Kremlin.
OTRO ESCÁNDALO
Anteriormente,
la opinión pública estadounidense se conmocionó con la revelación de que, el 9
de junio de 2016, el hijo mayor del presidente, Donald Trump Jr. y su yerno,
Jared Kushner, se reunieron en la Torre Trump con una conocida lobista pro
rusa, la bogada Natalia Veselnitskaya, con sólidos vínculos con el Kremlin.
El
propósito de la reunión era la promesa de Veselnitskaya de suministrar
información sensible contra la candidata demócrata Hillary Clinton. Aunque,
según Trump Jr. y Kushner la abogada rusa finalmente no fue capaz de
suministrar la información que prometía.
El
hecho por sí solo no reviste mayor importancia. Pero visto en su conjunto
agrega un nuevo nombre a la lista de personas cercanas al presidente que
mantuvieron extraños contactos con los rusos.
Esa
lista incluye al efímero Asesor de Seguridad Nacional, el Teniente General
Michael Flynn, el Fiscal General Jeff Sessions, el Secretario de Estado, Rex
Tillerson, el asesor y yerno presidencial Jared Kushner y ahora el hijo mayor
Donald Trump Jr., un hombre clave en el esquema familiar del presidente y que
junto a su hermano Eric, es el gestor de los negocios familiares.
Tantas
personas y tan cercanas al presidente vinculadas al Kremlin despiertan
justificadas sospechas.
Al
mismo tiempo, la conducta del presidente Donald Trump tampoco permite terminar
con las suspicacias.
Nunca
ha hablado en duros términos sobre el presidente Vladimir Putin. Se reúne con
funcionarios rusos de alto nivel, permite el acceso a los medios de prensa
extranjeros y restringe al mismo tiempo la presidencia de periodistas
estadounidenses. Programa una reunión con el presidente Vladimir Putin, en el
marco de la Cumbre del G-20, con una duración prevista de treinta minutos y la
prolonga por dos horas, quince minutos.
Se
fotografía sonriente con Putin, marcando un claro contraste con las fotografías
tomadas después de la reunión con su aliada, la primera ministro alemana Ángela
Merkel, en donde exhibe un claro fastidio.
Por el
momento, el escándalo en torno a la llamada “trama
rusa” seguirá erosionando a la Administración Trump y alentando las
sospechas de que el tema termine por derivar en un juicio político contra el
presidente.
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