La
cuestión catalana ha desatado una crisis política, social y económica que
llevará años a España superar, si es que alguna vez logra superarla, y que
proyecta sus efectos negativos sobre la Europa comunitaria.
La
actual cuestión catalana no es un fenómeno nuevo es un largo proceso que lleva
más de tres décadas desarrollándose gradualmente. Comenzó cuando los gobiernos
centrales, tanto del Partido Popular como del PSOE, comenzaron a hacer concesiones
a los catalanes para conseguir su apoyo electoral para formar gobierno.
Los
catalanes supieron aprovechar la debilidad de los gobiernos centrales para
adquirir el manejo autonómico de la educación, la salud y la seguridad.
El
manejo de la seguridad les permitió contar con un cuerpo policial propio, los Mozzos D’Esquadra, cuya lealtad es hacia
la Generalitat y al mismo tiempo excluir a los cuerpos nacionales de seguridad
del territorio Cataluña.
Al
mismo tiempo, el control del sistema educación les permitió implementar una “educación en valores”. Solo que los
valores impartidos eran los valores del separatismo catalán. Se adoctrinó a los
alumnos en una historia de Cataluña y de los atropellos que España había
inferido a los catalanes. No importaba cuanto había de verdad en ese relato los
catalanes comenzaron a asumirlo como real.
Pronto
se dejó la enseñanza en español y se inició la impartición de la enseñanza en
catalán. El español se redujo a una única asignatura compitiendo con el inglés
como lengua extranjera.
Se
llevó a cabo una campaña gradual para erradicar al español como idioma
nacional. Se impuso la obligación de rendir examen de catalán para poder
acceder a un empleo público en Cataluña. Los carteles indicadores de las calles
pasaron a estar escritos en catalán y en inglés… Los carteles indicadores en
tiendas y supermercados pasaron a ser escritos en catalán –bajo pena de fuertes
multas-. Solo las grandes tiendas como El Corte Inglés o Zara han logrado
escapar a esta imposición.
La
bandera española fue reemplazada por la bandera
cuatribarrada, cuatro bandas rojas sobre un fondo amarillo, en los balcones
barceloneses como símbolo del independentismo.
Los
partidarios de mantener la soberanía española sobre Cataluña comenzaron a ser tildados
de “facha” –fascistas- o insultados llamándolos “españoles”.
El
nacionalismo catalán es también republicano y partidario del populismo
izquierdista. Las presencias del Rey o del Jefe de Gobierno comenzaron a ser vistos
como una agresión.
Así se
llegó a un primer referéndum para decidir sobre la autonomía en 2014. En términos porcentuales los resultados indicaban
que la participación fue del 37% con respecto al conjunto total de los potenciales
votantes y que un
30% de este mismo total se había manifestado proindependentista. Si se tiene en
cuenta que en Cataluña estaban censados algo más de 7,5 millones de habitantes,
el porcentaje de independentistas en la autonomía era del 25%. En realidad, del
24,8% si quería ser precisos.
El referéndum
fue un duro revés para el independentismo, pero en modo alguno puso fin a la
cuestión. La posibilidad de la separación de Cataluña comenzó a afectar a su
economía, las grandes empresas comenzaron silenciosamente a trasladar sus sedes
a otros lugares de España para no perder el mercado español y la pertenencia a
la Comunidad Europea.
Los
independentistas se tornaron más agresivos y radicales. El proceso se aceleró,
en 2016, con la llegada al gobierno de autonomía de Carles Puigdemont, de Juntas pel Sí, al frente de una
coalición de izquierda con elementos radicales como Candidatura d´Unitat Popular (CUP) y Ezquerra Republicana.
Puigdemont
impulsó como ningún otro político catalán el independentismo. Primero organizó
un nuevo referéndum, que fue declarado ilegal por el gobierno central, pero que
de todas formas realizó el 1º de octubre. Con los datos muy parciales que le
daban una victoria al “Sí”,
Puigdemont declaró la independencia de Cataluña el martes 10, aunque suspendió
transitoriamente sus efectos para “dialogar”
con el gobierno central.
La
declaración de independencia disparó el éxodo de empresas de Cataluña. En una
semana 540 empresas –entre ellas 40 grandes empresas y bancos- trasladaron sus
sedes y domicilios fiscales desde la autonomía.
Ahora,
el gobierno central en manos del señor Mariano Rajoy ha decidido dar un hasta
el próximo lunes al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, para que
informe con precisión si ha declarado la independencia de Cataluña. Una respuesta
afirmativa desencadenaría la inmediata aplicación del artículo 155 de la
Constitución española que implica la intervención al gobierno autonómico.
Dirigentes
de CUP y Ezquerra Republicana insisten que Puigdemont debe contestar en forma
afirmativa, levantar la suspensión de la independencia y comenzar a negociar
con el gobierno español la separación de Cataluña.
El catalán
Albert Rivera, líder del partido Ciudadanos, impulsa por su parte a Rajoy para
que aplique de una vez por todas, el Artículo 155 e intervenga Cataluña.
Nadie
sabe si se puede aplicar el Artículo 155 e intervenir Cataluña sin que se
produzca la resistencia violenta de los independentistas catalanes.
Pero,
el próximo lunes 16 de octubre tanto Puigdemont como Rajoy deberán decidir la
suerte de Cataluña, de España y por ende también la Europa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario